miércoles, 16 de septiembre de 2009

29 de abril: Eiris

Dentro del círculo, intento relajarme y buscar concentración. Tengo que lanzar mi conjuro antes de que él llegue. Pronto, surgirá de entre los árboles, y el brillo de su espada me atravesará el corazón. Lo sé, lo he visto. Y no hay nada que yo pueda hacer, salvo completar el ritual y rezar, con toda mi alma, por que Ella llegue pronto…

¡Dios, qué sueño más raro he tenido! He dormido como una bendita durante horas hasta que comenzó ese sueño… Yo estaba dentro de una especie de círculo (sólo que yo, no era yo), haciendo algo extraño con las manos, esperando a alguien… Jó, lo que hace el cansancio.
Despierto tumbada boca arriba sobre la cama, y lo primero que veo es el enorme tocador de la pared. Sonrío, y de un salto, salgo de la cama para verlo mejor.
Es un tocador gigante, de madera clara (como todos los muebles de aquí), con lo menos 7 cajones, cuatro pequeños y tres grandes. En lo más pequeños hay guardados peines, cepillos, un montón de horquillas y cintas (vaya, todo para el pelo, pero apenas lo usaré porque me gusta más llevarlo suelto), y, sorprendentemente, cremas corporales, cosméticos, (lo que parece pintalabios, khöl, y una sustancia parecida al colorete), y perfumes. ¡Qué moderna esta gente que parece tan antigua!
En los grandes, como era de esperar, se guarda la ropa interior, las toallas, y las sábanas limpias. La ropa interior se compone, básicamente, de medias, enaguas y corsés. No me importa llevar medias o enaguas (las más ocultas son como pantaloncillos), ¡pero cómo me voy a poner yo un corsé! Me da que me voy a hartar de lavarme a mano el sujetador.
Un mullido taburete tapizado en rojo, me permite sentarme y me deja a la altura del espejo del tocador: un espejo súper ancho y bastante alto, lo suficiente como para poder verme bien estando de pie. Encima del tocador hay una jarra con agua y una jofaina. El aseo personal es importante. Supongo que alguna especie de trapo del cajón de las toallas me servirá de esponja, y alguno de los perfumes será el desodorante.
Sigo observando la enorme habitación. Las paredes están pintadas de amarillo claro, y cubiertas de tapices. Claro que, si los retiro, se ve perfectamente la pared sin pintar. A eso lo llamo yo economía. El suelo es de madera, cubierto de alfombras. Menos mal que son finas, sino con el calor yo me aso. Los muebles son de madera clara.
A la derecha del tocador hay un espejo gigante de cuerpo entero. ¡Siempre he querido tener uno así! Una chica necesita ver perfectamente como le queda la ropa. Y al otro lado del espejo hay un armario, que por el tamaño bien podrías ser empotrado. Recuerdo que Calen me dio una llave para abrirlo (todavía en mi mano). Pero cuando voy a hacerlo, resulta que el armario no tiene cerradura. Le preguntaré para qué sirve entonces la llave cuando lo vea.
¡El armario es una pasada! Lo abro, y en la puerta de la izquierda hay un espejo (qué de espejos que tiene esta habitación), largo cuan larga es la puerta. El armario está dividido en tres partes. Más de la mitad del armario está ocupado por el perchero con los vestidos; a su lado, hay una columna de cajoneros y, debajo del perchero, una balda para los zapatos.
Los vestidos son seis, y preciosos (bueno, al menos la mayoría):
• Uno blanco, de mangas largas y anchas, con cintas negras desde el bajo pecho, que permite ajustarlos a la cintura y la pelvis. Por el aspecto de la tela, un poco áspera, supongo que será un vestido para diario. “Para todo trote”. Como dice mi madre.
• Otro morado, de escote en V y mangas francesas anchas, ajustadas en el codo. También tiene una cinta negra anudada a la cintura por la espalda.
• Uno rosa, con el corpiño más oscuro que la falda, y unas mangas de tela transparente, cortitas bajo el hombro También lleva una chaquetilla corta de color rosa claro y botones plateados.
• Otro azul claro, con largas mangas de tela de gasa negra. Va a conjunto, con una chaqueta de manga larga azul oscura, con líneas negras en los puños y a lo largo del cuerpo, y un cinturón para ajustarla al vestido.
• Uno verde esmeralda, de escote redondo y mangas francesas. Su único adorno es una enorme cinta negra ajustada a la pelvis, que cae hasta el suelo.
• Uno de un tono entre marrón y dorado y de anchas mangas largas terminadas en pico, de corte muy parecido al del verde. Sólo que la cinta de la pelvis es más fina, de color dorado y va atada a un lado.
Sólo me falta un vestido negro y ya soy el ser más feliz del planeta.
Los zapatos son, fundamentalmente, bailarinas atadas a la pierna con cintas, conjuntadas perfectamente con cada vestido. El dorado, el verde y el rosa tienen, además, una los zapatos de tacón a juego. Para mi dicha, las mismas bailarinas y tacones están también en negro, amén de unas botas que deduzco, serán para montar (si tengo botas de montar… ¿cuál de todos es el traje de montar?). Y unas zapatillas muy suaves en blanco que, como me suponía, van con el susodicho vestido.
Los cajones están llenos de complementos. El primero, está dedicado a los pañuelos y los guantes: pañuelos blancos y guantes a conjunto con cada vestido. No pienso ponerme los guantes, la última vez que lo hice estuve súper incómoda. Curiosamente, los pañuelos llevan una D bordados. Ostras tú, ¿cómo habrá sabido cómo me llamo? Guardo en él la llave.
El segundo está lleno de pendientes: finas filigranas de plata y oro, con piedrecitas coloreadas. Escojo unos largos en forma de lágrima con una piedra negra pulida en el centro. Me miro en el espejo. Perfectos.
El tercero está dedicado a los collares, que hacen conjunto con los pendientes. No tienen cierres, sino que unas cintas de raso se enganchan al metal, y eso es lo que se ata al cuello. También hay una cadena de cobre. Va a juego con mi medallón, así que me lo desato la cinta que llevo al cuello, y me lo coloco en la cadena. Parece que hubieran sido hechos el uno para el otro.
El cuarto está lleno de anillos. Anillos lisos, anillos decorados con piedras, anillos tallados en el propio metal. Y también pulseras y brazaletes: desde finas cadenitas para las muñecas, hasta las esclavas más anchas.
El último es una especie de armarito lleno de…sombreros. Bueno, más bien tocados. Diademas adornadas con abalorios, con velos que se pueden quitar, y sombreros con tela de tul que tapa los ojos. No es que no sean bonitos, pero espero no tener que usarlos nunca.
A la izquierda del tocador, hay una puerta medio escondida (porque sobresale el picaporte, que si no ni la veo). No es un armario, es el baño. Y quien dice “baño”, dice “especie de arcón, que lo abres y hay un agujero”. Retrete rudimentario, vaya.
En la esquina de al lado, está la bañera, ¡de mármol! No quiero ni pensar lo que tardarán en llenarla, ni lo que harán para vaciarla, porque pesar, seguro que pesa lo suyo.
Me giro para mirar la cama. La enorme cama con dosel rojo. En la esquina de su izquierda, junto a la puerta, está la chimenea. Una chimenea preciosa, con la repisa llena de velas para dar luz. Aunque no creo que haga falta, porque ya hay una enorme lámpara de velas colgando del techo (¿cuánto se puede tardar en encender todas sus velas?), y por las cortinas gigantes que hay en la ventana, frente a la puerta, las ventanas deben proporcionar mucha luz.
A la derecha de la cama, hay una mesilla con un candelabro, y, a su lado, una especie de escritorio. El escritorio consiste, fundamentalmente, en una amplia mesa con cajones que contienen útiles de escribir (a mí que me expliquen cómo se hace para borrar lo escrito en tinta sin usar típex). También hay una silla tapizada, que hace las veces de cómodo lugar para sentarse. Y por último, sobre el escritorio, hay una estantería llena de libros cuyos autores y títulos no conozco, pero que estaré encantada de conocer.
Por último, para descubrir las vistas de las ventanas, corro las gruesas cortinas de tela roja oscura, y las finas cortinas de tela blanca que hay detrás. Lo que veo es indescriptible a las palabras.
En lugar de los enormes ventanales que me esperaba encontrar, me encuentro con ellos, sí, pero resulta que en realidad son unas enormes puertas de cristal que dan acceso, ¡a un balcón gigante semicircular! No puedo evitar abrir las puertas a toda prisa (con cuidado, eso sí, que como me las cargue en lugar de 7, me caen 700 años de mala suerte), y salir corriendo a asomarme a la barandilla.
¡Dios mío qué vistas! Todos los jardines, desde un laberinto de rosales hasta un estanque con una enorme pagoda en medio. Y, a lo lejos, el extraño bosque negro. Tan inquietante y, no obstante, tan increíblemente bello… En una esquina del balcón hay una puertecilla que da acceso a unas escaleras. Desciendo por ellas rodeando el balcón y llego al jardín.
Me tumbo en la hierba, completamente feliz. ¿He dicho ya que este sitio me encanta? Pues lo repito. ¡Me encanta este sitio!
Me hubiera quedado ahí todo el día, tumbada sobre la hierba, con el sol acariciándome la cara y la brisa refrescándome la piel, si unas voces no hubieran irrumpido en mi habitación y me hubieran sacado de mis ensoñaciones.
-¡Señora! ¡Milady! ¿Estáis por ahí?
Me levanto del suelo de un salto y subo corriendo las escaleras del balcón.
-¡Estoy aquí, tranquila!-digo cerrando con cuidado las puertas y corriendo las cortinas blancas.
En el cuarto hay tres mujeres llenando la bañera con cubos humeantes de agua, bajo la atenta mirada de una chica que no será más mayor que yo, con el pelo negro liso recogido en una coleta.
-¡Ah, señora estáis aquí! Soy Eiris, vuestra doncella personal. Os traigo el baño, tal y como pedisteis.
-Ho…hola Eiris. ¿El baño? Ah, sí, el baño. Gracias.
Ahora sí que me he quedado pilladísima. Jodó con el trato a los invitados, tengo doncella personal y todo.
Eiris e acerca al tocador y comienza a sacar toallas y botes de colores blanco y amarillo, mientras las otras tres muchachas se esmeran en terminar de llenar la bañera.
-Señora, ¿no estaréis floreciendo, verdad?-pregunta Eiris.
-¿Que si estoy, qué?-¿qué pasa? ¿Me están saliendo pétalos en la cabeza y yo no me he enterado todavía? Yeny, cara de “no tengo ni idea de lo que me estás contando, nº 3: expresión ¿Mandé?”
-Ya sabéis… floreciendo…- “no tengo ni idea de lo que me estás contando nº 5: expresión ¿Locuálo?”-eso que nos pasa a todas las mujeres…una vez al mes…
-¡Ah, que si estoy con la regla!-¡Joder, qué vueltas le ha dado al tema! Y Eiris se ha puesto rojísima-No, no Eiris, tú tranquila. No me toca hasta dentro de dos semanas-a no ser que me haya cambiado el reloj interno al llegar aquí.
-De acuerdo, entonces no necesitaréis estos paños- dice cerrando el cajón de la ropa interior, tras sacar de él unas enaguas, un corsé y un par de medias.
-Eiris, la bañera ya está llena-informa una de las chicas.
-Retiraos entonces. Os llamaré cuando haga falta vaciarla-las dos muchachas asienten con al cabeza y se van. Eiris se va acercando a mí lentamente.- Y ahora señora, si me permitís desvestiros…
-¿Qué qué?-¿Cómo?
-Bueno, podríais bañaros con ropa si queréis, pero no sería muy sensato por vuestra parte-contesta con una sonrisa.
-Ah, pero, ¿es que te vas a quedar aquí mientras me baño?
-Pues claro señora, es parte de mi obligación.
¿Cómo qué? Ah no, eso sí que no.
-Eiris no hace falta que te quedes-le aseguro con una sonrisa-. Yo te juro que sé bañarme sola.-por favor que no se quede. Porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa.
-Señora, ¿no os dará vergüenza que os vea desnuda, verdad?
Sí, eso es exactamente lo que pasa.
-Pues...esto...
Eiris sonríe ampliamente.
-Haremos una cosa. Vos os bañáis sola, mientras yo os enciendo el fuego, os voy sacando la ropa que os pondréis, y me llevo la que traéis puesta a la lavandería. Cuando terminéis me lo decís y yo os ayudo a secaros y a vestiros. ¿De acuerdo?
-¿Ayudarme a que me seque y me vista?
-¿Vais a saber poneros la ropa interior sola?
Vale, ahí le doy la razón. Aunque sólo sea para ponerme el corsé (¡me lo pongo esta noche y ni una más!) necesitaré su ayuda. Las cuerdas para atarlo van a la espalda.
-Ah...vale-cedo.
-Muy bien, pues entonces yo me doy la vuelta-se gira-y vos os vais desnudando y metiendo en el agua, mientras yo enciendo la chimenea. ¿Me dejáis por favor la ropa encima de la cama para que me la lleve?
-Vale
Me desvisto rápidamente y me meto en el agua. Me hundo en la bañera todo lo que puedo. Eiris ha dejado las toallas en una barra de la bañera, y el champú y el gel en una repisa. Me pregunto cuál...
-El blanco es el champú y el gel es el amarillo-me informa Eiris respondiendo a mi pregunta.
-Gracias Eiris.
Aunque de momento simplemente me hundo en la bañera y me relajo, porque el agua está buenísima. Me mojo el pelo, cierro los ojos, y respiro profundamente. Oigo como Eiris revuelve entre los trastos de la chimenea hasta que el fuego comienza a arder. Luego recoge la ropa y sale de la habitación.
-Yo quiero salir, y reír y vivir, cómo un pájaro volar, y nunca parar
[1]-canturreo.- Quiero descubrir otra realidad, poderme equivocar y nunca mirar atrás. Pam, pam, pam. Yo lo que quiero es irme de fiesta, con mis amigos, con mis amigas. Lo que quiero es ponerme el maquillaje, ponerme sexy, y provocarles. Yo lo que quiero es irme de fiesta, y divertirme, pasarlo en grande. Lo que quiero es sentirme libre, besar a un chico, y emborracharme. Lo que quiero es vivir mi vida, ¡y ser mujer!, y no una niña. Y yo no quiero, no puedes detenerme, ¡yo soy joven! Y soy rebelde. Esta noche la noche no se acaba, ¡esta noche vuelvo de mañana! Esta noche sé que te molesta, cojo mis cosas, ¡y me voy de fiesta! Yo quiero salir, yo quiero reír, yo quiero volar como un pájaro... Yo quiero decidir cómo he de vivir, quiero controlar otra realidad.... Lo que quiero es vivir mi vida, ¡y ser mujer!, y no una niña. Y yo no quiero, no puedes detenerme, ¡yo soy joven! Y soy rebelde. Esta noche la noche no se acaba, ¡esta noche vuelvo de mañana! Esta noche sé que te molesta, cojo mis cosas, ¡y me voy de fiesta! Yo quiero salir, yo quiero reír, yo quiero volar como un pájaro... Yo quiero decidir cómo he de vivir, quiero controlar otra realidad....
-Bonita canción señora, ¿dónde la habéis aprendido?
-¡Eiris! Pero, ¿tú cuándo has vuelto?-¿Cuándo ha entrado esta tía aquí?
-Mmm, más o menos....cuando queríais controlar otra realidad, la primera vez.
Nota mental: no volver a cantar en voz alta. Ya es la segunda vez en lo que va de día que paso vergüenza por ello.
-No dejéis de cantar señora, tenéis una voz bonita. Yo diría que...casi hechizante. ¿Habéis visto ya los vestidos que tenéis?dice encaminándose al armario.
-Sí, son todos muy bonitos.
-¿Habéis pensado ya cuál os vais a poner esta noche?
-Pues no lo sé....el azul, por ejemplo.
Eiris se ríe sonoramente, mirando la ropa.
-¿Qué te hace tanta gracia?-pregunto molesta.
-Señora, no podéis asistir a una fiesta nocturna con toda la corte en pleno -¿fiesta? ¿Quién ha dicho fiesta? ¡Por qué no me han avisado de que era una fiesta! Y con la corte...¡con la corte! Calma Yeny, calma, respira, todo está bien, todo está bien....-con un vestido de montar, ¡estaríais ridícula! Jajajajaja...
Sí eso, tú anímame. Que me acabo de enterar de que no es una simple cena, que es una fiesta con la corte en pleno. ¡Y yo no sé qué ponerme!
-¿Cuál me recomiendas entonces? No voy a ponerme el blanco, ni mucho menos el rosa. Y el morado no parece muy de fiesta, que digamos...
-¿Qué os parece le verde? ¿O el marrón?
-Son muy bonitos Eiris, pero...-me hubiera gustado más ponerme el azul. Va más con mi estilo, y si he de asistir a un fiesta con la corte en pelo, prefiero llevar algo que me haga sentir segura de mí misma, y ese algo es ése vestido.
-Aunque podéis poneros el azul, si queréis-dice Eiris, casi adivinando mis pensamientos.
-¿Tú crees?
-Claro-asiente-. Tienes unas mangas bonitas, y si no os ponéis la chaqueta nadie notará que no es un vestido de fiesta. Os buscaré una cinta negra para que os adornéis la cintura, y así os quede más elegante. Últimamente ese detalle se ha puesto muy de moda entre los vestidos de las damas de la corte.-Eiris saca el vestido del armario y lo coloca cuidadosamente en la cama.-Voy por ella. Vos terminad de bañaros o no os dará tiempo a que se os seque el pelo. Deben de ser ya más de las 8 y media.
-¿A qué hora es la cena?
-A las 10.
-¡A las 10!-¡Mierda, no me va a dar tiempo!
Eiris vuelve a reírse.
-Daos prisa mientras vuelvo.
Apenas ha salido Eiris de la habitación, me enjabono el pelo a toda prisa. El champú huele a manzana. Me aclaro el cabello sumergiéndolo varias veces en el agua, y luego me enjabono el cuerpo con el trapo que me ha dejado Eiris. El gel tiene una textura muy cremosa. Me pregunto de qué estará hecho.
En cuanto termino, salgo de la bañera y me envuelvo el cuerpo con una toalla. Con un peine del tocador, me cepillo el pelo y elimino el exceso de agua. Me lo envuelvo también en una toalla más pequeña. Me seco el cuerpo y me pongo la ropa interior: las medias, las enaguas y, sin ajustar, el corsé. También saco del armario los zapatos negros de tacón, y me los calzo (¿cómo es posible que me sienten tan bien?). Me pongo a elegir los pendientes que me pondré mientras llega Eiris.
-Aquí tenéis señora-anuncia entrando por la puerta-¡Ah!, veos que ya casi estáis vestida. Muy bien, eso nos permite ahorrar tiempo. Sujetaos a las columnas de la cama para que pueda ataros las cuerdas del corsé.
Hago lo que me dice y descubro que llevaba yo razón. ¡Esta cosa es incomodísima! Casi no puedo ni respirar... Vale, ánimo Yeny, que tú puedes. Allá donde fueres, haz lo que vieres... Recuerda que sólo es una noche... ¡Joder, pues esta cosa me va a dar la noche!
-Listo señora.
-Eiris, ¿de verdad es necesaria esta cosa? Casi no puedo ni respirar...
-No os preocupéis, os acostumbraréis enseguida y ya no os resultará tan incómodo.
Recemos por ello...
-Subid los brazos para que pueda poneros el vestido...
Eiris pasa el vestido por mi cabeza, me coloca bien las mangas, me abrocha los botones de la espalda, y me ayuda a dejarme bien puesta la falda. Por último me ata la cinta en el centro de la cadera con un simple nudo.
-Bueno, miraos en el espejo, a ver qué os parece.
¿En cuál de todos?
Me decido por el gigante espejo de pie, y no puedo reprimir una exclamación de fascinación. ¡Joder, ni que me lo hubieran hecho a medida! Modestia aparte, estoy guapísima.
-Quitaos la toalla y sentaos cerca del fuego para que se os vaya secando el pelo. ¿Teníais pensado maquillaros?
Me quito la toalla, me sacudo el pelo y le lo desenredo con un peine que me acerca Eiris.
-Pues...quizá me haga la raya del ojo en el párpado, arriba, y algo de pintalabios... ¿Cuál es cual?
-Quedaos donde estáis, os traeré lo que pedís.
Rebusca entre los cajones y me trae dos botes.
-Mirad, son fáciles de diferenciar-me explica-. Este pequeño y negro, sólo tenéis que abrirlo para coger el pincel, es la raya del ojo. Y este de cristal coloreado, es el pintalabios. Enganchado a la tapa va el pincel para aplicarlo, ¿veis? Ahora dejad que yo os pinte, si os movéis del fuego no es os secará el pelo en toda la noche.
-A una mala Eiris, -digo mientras me pinta la raya del párpado-puedo hacerme un recogido. Alárgame un poco la raya, por favor. Como lo más probable es que se me sequen primero las puntas, recogiendo el pelo de forma que éstas queden sueltas, y poniéndome una cinta, no creo que se note tanto.
-¿Pues sabéis que no es una mala idea?-dice mientras me dejo pintar los labios.-Perfectamente se podría disimular que lleváis el pelo mojado. Ya estáis lista. Os traeré un espejo.
Vale, ahora en serio, ¿cuántos espejos hay en esta habitación?
-Miraos.
Eiris me tiende un espejo redondo y...
-Debo reconocerlo, Eiris, tienes unas manos maravillosas para estas cosas...
-Y ahora a ver qué puedo haceros con ese pelo.
Eiris comienza a cepillarme el cabello y a trajinar con él. Ojalá pudiera ver qué me está haciendo. De repente se oyen unas campanadas.
-Las 9 y media-anuncia mientras sigue peinándome. Y yo me pongo nerviosa.
-¿Crees que estaré a tiempo?-pregunto.
-Seguro, que sí. Ya casi he acabado con vuestro pelo.
De repente caigo en la cuenta de un dato importante.
-Eiris, ¿tú no vienes?
-No señora.
-¿Y por qué no?-no es justo. ¿No se supone que todo el pueblo debe participar de las fiestas que en él se celebren?
-Porque esa cena es sólo para los miembros de la corte.
-Pero yo no soy miembro de la corte.
-Pero sois la invitada del rey, que en cuestión de status equivale a lo mismo. Lista. ¿Pensáis llevar esos pendientes y ese medallón?
¡Ostia! ¿Es que aún no me los he quitado?
-Eh...sí, por qué no-total, ya, para qué cambiar.
-Pues entonces ya está todo. Os acompañaré al salón y luego dejaré vuestra habitación recogida.
-Déjalo Eiris, ya te ayudo yo a organizar todo esto...
-¡Por supuesto que no, señora! No permitiré que recojáis vos lo que yo he sacado.
-Pero si...
-¡Que no!-me espeta mirándome muy seriamente- Y ahora seguidme que os voy a conducir hasta el salón comedor.
Atravesamos el pasillo, bajamos unas escaleras, otra vez pasillo, a la derecha, y llegamos a una puerta. Eiris la abre y, por lo visto, ya estamos en el salón. Las mesas, dispuestas en forma de cuadrado, ya están servidas y algunos comensales han ocupado su puesto y hablan entre ellos. En el centro del cuadrado, un grupo de músicos toca una especie de violas y flautas mientras un hombrecillo canta.
-Vos os sentáis al lado del rey, a su derecha.-me indica Eiris, señalando la espalda de Calen justo en el momento en que él se gira y se pone de pie.
¡Dios mío qué guapo está! Lleva un conjunto parecido al de esta mañana, pero en un color negro, de tela que parece terciopelo. En el pecho lleva bordado en hilo de oro el emblema del lobo. El pelo, casi tan negro como su ropa, recogido en una coleta a la nuca y con la corona ceñida a las sienes. Sus ojos parecen incluso más verdes...
Me acabo de quedar paralizada, y a la vez estoy a punto de echar a correr. Me giro para decirle a Eiris que he cambiado de idea y que prefiero quedarme en mi habitación; que sí que estoy con la regla, que me están saliendo las muelas del juicio, o que estoy de luto porque esta mañana se murió mi perro de peluche... ¡Lo que sea con tal de no tener que quedarme en esta cena sabiendo que lo más probable es que me comporte como una tonta delante del tío bueno de Calen!
Pero cuando me voy a dar la vuelta, la capulla de Eiris ya se ha ido, dejándome a mí sola ante la boca del lobo (y nunca mejor dicho). Y a mí no me queda más remedio que quedarme en el banquete, sobre todo porque Calen ya me ha visto, y salir corriendo “disimuladamente” sería muy descarado.
Así que cojo aire y respiro profundamente. Vamos allá Yeny, que no se diga de ti. Recuerda que sólo es un tío. No te dejes derretir por él, ¡derrítele tú primero! Pon tu mirada más penetrante, adopta tu pose más fascinante y...
...sin perder de vista a Calen, avanzo lentamente hacia él.
[1] “Yo lo que quiero es irme de fiesta” de DJ Marta. Dedicado a Ixavel, por lo mucho que le gusta esta canción.

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