viernes, 1 de enero de 2010

20 de octubre: Ésta soy yo

Vale Yeny, respira hondo y tú tranquila. Éste es el momento para el que te has estado preparando toda la semana. Tienes el Diario como prueba, y Calen ya ha dado buena cuenta de los últimos acontecimientos. Está sobradamente probado quién eres. Puedes responder tranquilamente a cuantas preguntas te formulen. Estás preparada.
-Jovencita, mucho se está hablando aquí acerca de quién eres o deberías ser-comienza el hombrecillo acosador-, pero tú todavía no nos has dicho nada al respecto. Dinos, ¿quién eres tú?
¡Preguntó la oruga a Alicia! Vale, esta pregunta es con trampa, fijo. Si le digo mi nombre, puede pensarse que no tengo confianza en mí misma y que no creo que realmente sea la Dama. Pero, si le digo que soy la Dama, mismamente se creen que soy una prepotente y que me doy aires de grandeza. En cualquiera de los casos no me considerarían digna. ¿Y entonces qué les digo? ¿Qué les digo? Miro a Calen en busca de respuestas. Él siempre sabe decirme lo que necesito oír. Pero no puedo preguntarle en voz alta qué diablos le contesto a estos tipos, porque quedaría como una completa imbécil. Agarro fuertemente su mano, e intento decirle con la mirada que estoy llena de dudas. Y creo que él me entiende.
-“Tú eres Yeny”-oigo que piensa-. “La alocada Yeny, la dulce Yeny, la valiente Yeny. Y eres la Dama, Yeny”.
-¿Y cómo puedo explicarles todo eso?
-Como vos queráis, joven dama-me responde el hombrecillo.
Mierda, lo he vuelto a hacer. He vuelto a responder en voz alta. Bff, dios…tengo que aprender a controlar esto. Pero primero tengo que responder a la pregunta del millón.
Vale, vale, soy la Dama. Soy la Dama. Y estoy aquí para demostrar eso. Así que como Dama debo responder. Pero como Dama, respondo educadamente o…?
Si esto fuera un examen, y cada vez me recuerda más a uno, las preguntas que me hacen deberían servir para que yo hiciera gala de mis conocimientos. Esto es lo que sé, y puedo demostrarlo y aplicarlo.
Pero esto no es un examen, y lo que me están preguntando no sirve para hacer gala de mis conocimientos. Como estudiante, debo hacer demostración de mis conocimientos; como Dama, debo hacer demostración…de mis poderes.
Vale, ahí está la clave, en mis poderes. Tengo que demostrar mis poderes que son…dominar un Bosque…que no tengo a mano. Bueno, pues desechamos la idea del Bosque. Además, tampoco era cuestión de meterlo aquí, que no cabe, y ponerlo a pulular por toda la sala. Sería muy surrealista.
También puedo…hipnotizar a la peña con mi voz. ¡Muy bien, Yeny! ¡Eso sí puedes hacerlo aquí! Les canto, les canto…¿qué cojones les canto? Responder a quién soy con una canción, explicar quién soy con una canción, decir que yo soy ésta con una canción… Pero, ¿qué canción?, ¿qué canción?, ¿qué canción?
-Joven, os estamos esperando.
¡”Ésta soy yo” de El sueño de Morfeo! Eres genial Yeny. Toma aire, colócate en el centro de la sala y…canta:
- Y ésta soy yo .Y ésta soy yo .Y ésta soy yo .Y ésta soy yo. Dicen que soy un libro sin argumento; que no se si vengo o voy; que me pierdo entre mis sueños. Dicen que soy una foto en blanco y negro; que tengo que dormir más; que me puede mi mal genio.
“Dicen que soy una chica normal con pequeñas manías que hacen desesperar”. Qué gran verdad. “Que no sé bien dónde está el Bien y el Mal; dónde está mi lugar.” Y mucho menos lo sé ahora.
“Y ésta soy yo: asustada y decidida. Una especie en extinción, tan real como la vida. Y ésta soy yo, ahora llega mi momento. No pienso renunciar, no quiero perder el tiempo. Y ésta soy yo. Y ésta soy yo.
“Dicen que voy como perro sin su dueño; como barco sin un mar; como alma sin su cuerpo. Dicen que soy un océano de hielo; que tengo que reír más; y callar un poco menos.
“Dicen que soy una chica normal con pequeñas manías que hacen desesperar. Que no sé bien dónde está el Bien y el Mal; dónde está mi lugar.
“Y ésta soy yo: asustada y decidida. Una especie en extinción, tan real como la vida. Y ésta soy yo, ahora llega mi momento. No pienso renunciar, no quiero perder el tiempo. Y ésta soy yo. Y ésta soy yo.
Y ahora el gran final. Va por ti, enano Gruñón:
“No soy lo que tú piensas. No soy tu Cenicienta. No soy la última pieza de tu puzzle sin armar. No soy quien ideaste, quizás te equivocaste. Quizás no es el momento…
“Y ésta soy yo: asustada y decidida. Una especie en extinción, tan real como la vida. Y ésta soy yo, ahora llega mi momento. No pienso renunciar, no quiero perder el tiempo. ¡Y ésta soy yo!
“No soy lo que tú piensas. No soy tu Cenicienta. No soy la última pieza de tu puzzle sin armar. No soy quien ideaste, quizás te equivocaste. Quizás no es el momento de apuntar lo que hice mal. Y ésta soy yo. Y ésta soy yo. Y ésta soy yo. Y ésta soy yo.”
Y se non è vero, è ben trovato. Ahí queda eso.
-Bien. Original respuesta-admite el acosador volviendo con sus compañeros.
Lo sé, soy genial. Y he quedado como dios. Calen me oprime la mano, satisfecho.
-Bien hecho-me susurra-. Te dije que podrías con ellos.
Esperamos sentados un rato que se me hace más largo que una clase de astrofísica avanzada, a que la Asamblea termine de deliberar. Finalmente, se alzan y anuncian:
-Tendremos una respuesta dentro de dos meses.
¡¿QUÉÉÉ?! ¡¡Sus putos muertos!! Calen y yo casi la palmamos la otra noche para que esta reunión saliera bien…¿y ahora me viene esta panda de frikis pervertidos de la Tierra Media a decirme que tendrán la respuesta en dos meses como si fuera la puñetera Administración? ¡¡¡Y una mierda!!!
Pero Calen no parece muy molesto por el asunto, porque se levanta todo ceremonioso y dice:
-Os agradezco vuestra dedicación al asunto. Os esperamos dentro de dos meses.
El Consejo entero se pone en pie para despedir a la Asamblea, y las fotocopias de Merlín abandonan la sala a ritmo de paso de Semana Santa.
-No ha ido mal del todo-comenta Calen.
Perin y Gern bajan de las gradas a toda prisa para reunirse con nosotros.
-Chiquilla, qué compostura habéis mantenido en todo momento-me felicita Perin. Compos… ¿quién?-Nunca imaginé que pudierais comportaros tan protocolariamente. Me habéis dejado gratamente sorprendido-supongo que eso es un cumplido…creo.
-¡Menuda interpretación milady! Supera con creces la de la cena de celebración. ¿Cómo se os ha ocurrido responder a su pregunta con una canción?-pregunta Gern.
-Era la mejor forma de expresar todo lo que pasaba por mi mente, señor.
-Ha impresionado a la Asamblea. Estoy seguro-añade el venerable Masser apareciendo tras la espalda de Gern-. Al fin y al cabo, no hay mejor manera de demostrar que sois la Dama, que haciendo gala de los poderes que se le atribuyen.
Qué majo el duende Tortuga… Todos parecen entusiasmados con lo que he hecho menos Gruñón. Normal, por otra parte, que para algo es él quien se opone a que sea la Dama. Pero sin embargo hace algo que me sorprende. Se acerca mí y me besa la mano.
-Señora, os deseo suerte-me dice con una reverencia, y se va.
Uy qué raro… ¿Pero a este hombre no le caía yo mal? Mmm, aquí hay algo que falla. A lo mejor no me odia del todo. Quizá simplemente…desconfía. Tal vez sólo quiera lo mejor para el reino, igual que Calen. Puede que únicamente necesite estar seguro de quién soy, por todo lo que depende de que lo sea. Debería hablar con él… ya me ha vuelto a salir la vena psicológica. Cómo se nota que estudio Trabajo Social.
-¿A dónde creéis que va?-pregunto.
-Posiblemente al Observatorio Limítrofe-responde Calen-. ¿Por qué lo preguntas?
-Voy a hablar con él-respondo sencillamente dándole un beso que, como siempre, se prolonga más de lo que yo había calculado.
-¿Para qué? ¿Para qué querrías hacer tal cosa?-pregunta de nuevo.
-Para despejar dudas. Nos vemos en la comida.
Ante el asombro de todos, abandono la sala resueltamente. Y al salir me encuentro con un montón de cabezas mirándome con ojos inquisidores. Oh, joder. Me había olvidado de toda esta gente. Entre la multitud, veo avanzar a Eiris a empujones.
-¡Yeny! ¡Yeny! ¿Qué tal te ha ido?-pregunta al llegar hasta mí-Lord Hierald no ha querido hacer ningún comentario al salir…aunque con la cara que llevaba, lo cierto es que nadie se atrevía a preguntarle nada.
-No del todo mal, Eiris-Claro, que no sé tampoco si del todo bien…-Y hablando de lord Hierald, ¿sabes a dónde ha ido? Tengo que hablar con él.
-No puede andar muy lejos. Si corremos le alcanzamos.
Me agarra de la mano y salimos de la sala entre cuchicheos y murmuraciones de un montón de ojos cotillas. Especialmente de los ojos verdes esmeralda de la chica que he visto antes…no me gusta nada esa mirada, me produce escalofríos. Juntas, recorremos los pasillos en persecución de Hierald.
-¿Para qué quieres hablar con él? ¡Fue quien presentó la petición de confirmación! No deberías hablar con él, deberías tenerle vetada la palabra. Es lo que yo haría.
-Estoy segura de que tenía buenos motivos para ello. Simplemente quiero saber cuáles son esos motivos.
En seguida alcanzamos al enano Gruñón, justo antes de salir del castillo.
-¡Lord Hierald!-le llamo con voz firme. Él se gira sorprendido.
-¿Señora?
-¿Podéis concederme unos minutos? Necesito hablar con vos.
-Claro señora-responde tras unos segundos de duda.
-Te veré en la comida-susurra Eiris antes de marcharse y dejarme sola con Hierald.
-¿De qué deseáis hablar conmigo?-pregunta mientras yo desciendo por las escaleras y me acerco a él.
Con un gesto, le indico que sigamos paseando. El movimiento relajará el ambiente. Si nos estamos quietos habrá tensión y parecerá que le estoy reprochando algo…aunque en el fondo sea verdad.
-De vuestra actitud, Hierald. No la comprendo.
-¿Qué no entendéis, señora?
-Para empezar, qué es lo que tenéis en contra mío. Por qué parezco desagradaros tanto, Hierlad, si ni siquiera me conocéis. Puedo entender que desconfiéis de mí, incluso que mi presencia pueda causaros cierto rechazo. Pero no comprendo esa especie de odio visceral que parecéis tenerme…o que parecíais tenerme al principio.
-Habéis aparecido de la nada, y nada se sabe de vos. ¿Sabéis a cuántas jóvenes que aseguraron ser la Dama he visto pasar desde que tengo uso de razón?-yo niego con la cabeza-. Cientos de ellas. Todas ellas hermosas, inteligentes y educadas. Rubísimas de piel inmaculada, que convencieron con las palabras y fallaron en los hechos. Y vos no os diferenciabais demasiado de ellas. El Consejo estaba dispuesto a nombraros Dama inmediatamente, ¡y eso era peligroso sin pruebas fehacientes de ello! Por eso pedí la petición de confirmación. Para mayor seguridad. No os odiaba, ni os odio; pero sí desconfiaba, y no podía permitir que el Consejo dejara el futuro del reino en manos de una joven que no había dado pruebas suficientes de ser la Dama.
-Pero las dí la noche de la fiesta, Hierlad-puntualizo cortándole-. Las di esa noche al cantar y al narrar mi relato. Y las di ayer al curar a Calen. He dado pruebas de sobra. ¿Por qué no retirasteis entonces la petición de confirmación?
-Porque, una vez formulada, no puede retirarse. Tenéis razón. Habíais dado sobradas pruebas de ser la Dama, por eso tuve que cambiar mi alegato. Y aunque seáis la Dama, podríais no estar preparada para ello. Por eso pedí a la Asamblea que considerara vuestra dignidad. Ocupar un cargo de tal responsabilidad, podría desequilibraros; y tan peligroso es una Dama falsa, como un Dama auténtica descontrolada. Vale, lo entiendo. No me odia, sólo está…hasta las narices de todo. Normal. Pero sin embargo hay algo que me tiene muy quemada:
-Después de todo lo que ha pasado en las últimas horas, ¿aún os cuestionáis que sea digna de mi cargo?
-Habéis pasado por duras pruebas estos días señora, y las habéis superado mejor de lo que se hubiera esperado de vos-responde-. Pero como Dama os esperarán retos infinitamente mayores.
-¿Cuestionáis mi capacidad?
-Temo que vuestra fortaleza mental se vea dañada.
-En mi tierra me educaron para que nada fuera capaz de dañarla-técnicamente es cierto. En Trabajo Social nos enseñan a ello-. Y os juro que no habrá nada capaz de hacerlo.
-Rezo por ello, milady.
Ambos nos quedamos unos instantes en silencio. Hay una pregunta que ronda por mi cabeza, pero no sé si Hierald es la persona más adecuada para formulársela. Aunque confío en que él también se lo pregunte.
-¿Habéis pensado en qué ocurrirá si la Asamblea decide que no soy la Dama, Hierald? ¿Qué pasará entonces? ¿Cómo voy a romper la maldición si no se me reconoce la autoridad para hacerlo?
-Dudo que la Asamblea rechace vuestra autoridad, señora. Y en el caso improbable de que así fuera, con franqueza, ¿acaso eso os iba a detener?
¿Es una pregunta para mí o para él? ¡Joder, últimamente sólo me hacen preguntas trampa! Bueno, da igual. Para mí o para él, la respuesta es la misma:
-He venido aquí para romper la maldición, lord Hierald, y no descansaré hasta haberlo hecho. Me da igual que se me conceda o no el título de Dama. Yo sé quién soy, y con eso me basta. -Entonces no os inquietéis por la decisión de la Asamblea. Está claro que, para vos, sea cual sea la resolución, la actitud a presentar será la misma.
Bueno, bien, vale, está claro que así, pensado fríamente, lo que diga la Asamblea como que me la refanfinfla un poco. O más bien debería darme muy por saco. ¡Pero no es sólo la Asamblea, es la presión del reino entero que espera que se anuncie que soy la Dama! Anda tú que la Asamblea dice lo contrario y a mí me cogen y me linchan. Y todo lo que Calen y yo hemos pasado, ¿qué? ¿Se va a quedar en agua de borrajas? ¿En algo inútil? Que fue pa habernos matao joder. No me apetece que ahora resulte que no sirvió para nada…
-Señora, ¿hay algo más de lo que queráis hablar?-pregunta Hierald ante mi silencio.
-¿Eh?-exclamo saliendo del hilo de mis pensamientos-No Hierald, no hay nada más. Gracias, podéis retiraros.
-La Reina os guarde, señora.
Y haciendo una reverencia, Hierald se aleja de mí con su cota de malla brillando bajo el sol. Me recuerda a un caballero andante. Uno de la corte del rey Arturo. Hierald en busca de su Dama perfecta; sir Gawain en busca del Santo Grial. Y no es el único.
Es que todo esto me recuerda cada vez más a una novela de caballerías. Es como si hubiera ido a parar a un cuento de la Mesa Redonda. Calen es el perfecto rey Arturo, con su sentido del deber y de la responsabilidad, siempre queriendo lo mejor para su pueblo; y Perin, en su papel de preceptor y consejero, es su Merlín particular. Gern, como mejor amigo de Calen que es, queda perfecto en el papel de sir Lancelot. Bueno, espero que no me tire los tejos… Aunque supongo que yo no pego demasiado en el papel de Ginebra…No, yo soy más como al Dama del Lago, o como el Hada Morgana. Translot…Camelot… ¡hasta los nombres se parecen!
¿Pero cómo he llegado hasta aquí? ¿Al caer en la cama me dormí? ¿Y por qué me he puesto a soñar con caballeros del rey Arturo? …Nunca debí leer Las brumas de Avalon…
¿Y todo esto es sueño o realidad? Tiene que ser un sueño, porque el aparecer aquí, y todo lo que me ha pasado desde que lo hice escapa de toda orden lógica. Pero no es posible que sólo sea un sueño. Aquí siento cosas. Tengo hambre, sed, frío y calor. Estoy cansada, y siento dolor. Si me doy un golpe me duele. Aún tengo el chichón de la ostia que me metí contra el árbol. Tengo sensaciones muy reales y muy despiertas. ¿Cómo puedo estar soñando entonces?
Supongo que este libro tiene todas las respuestas. Y también que ya va siendo hora de que empiece a leerlo, que la lié parda intentando conseguirlo. Y para ello lo mejor será que vuelva a mi habitación.
Pero no es en mi butaca, ni en mi cama, ni en mi escritorio donde termino. Sino que abro el balcón y bajo al jardín. Me siento a la sombra de un naranjo. El árbol floreció hace un par de días y el olor a azahar me despierta por las mañanas. Además, me encanta este sitio... Las vistas son fabulosas.
Un laberinto de rosales conduce hasta un lago artificial. El laberinto está sembrado en dos variedades distintas de rosas: señalando el camino hasta el lago, un camino de rosas rojas; y rellenando el resto de las rutas del laberinto, un montón de rosas osirias, mis favoritas. En el centro del enorme lago se alza una preciosa pérgola de hierro y cristal, a la que se accede por un camino de tablas de madera. El camino está barandado en madreselva y la planta llega hasta la mismísima cúpula de la pérgola. Y al fondo del todo, el Bosque. Mi Bosque.
Si el espectáculo a estas horas es precioso, cuando anochece es sencillamente embriagador. Y aquí me siento a leer el Diario de la Reina.
-Bueno Hiria, ilumíname.
Abro el Diario, y empiezo a leer.