miércoles, 14 de octubre de 2009

7 de julio: La habitación

¡Lo conseguí! ¡Estoy en la habitación de la Reina! Soy genial, soy ideal, soy estupenda, soy la más lista, soy la mejor...Vale, de acuerdo. Baja Modestia, que sube Deyanira. Pero, qué demonios. Llevo días trabajando para llegar hasta aquí. Y estoy tan cerca...tan cerca de conseguirlo. De encontrar el Diario. De romper la maldición. De volver a casa...
Y hablando de casa, qué bien conservada está ésta. Para llevar...¿cuánto? 10 siglos o por ahí deshabitada, lo cierto es que está muy bien conservada. Los muebles están en perfecto estado, y tanto las cortinas como la ropa de cama, conservan unos brillantes colores y el tejido no está apolillado. Sí, es cierto que hay una gruesa capa de polvo pero...hace siglos que nadie limpia esto. No se le puede pedir peras al olmo. Aunque la hiedra ha cubierto casi la totalidad de la ventana, aún podría permitir que se filtrara algo de luz. Pero no puedo estar segura, puesto que ya ha caído la noche. Aún así, por el pequeño resquicio libre de hierba que hay en la ventana se puede ver, brillando a lo lejos, una luna perfectamente redonda y blanca.
-Este sitio me da mala espina-dice Calen agarrando fuertemente la empuñadura de su espada-. Más aún de noche.
-Relájate Calen. Está más que claro que este sitio lleva vacío...muchísimo tiempo. Es imposible que haya ningún peligro aquí dentro.
-No temo a lo que hay dentro. Temo a lo que hay ahí afuera.
El Bosque. Ése que se dedica a matar gente. Ése que se supone, debo resucitar. Ése que al parecer se convertirá en mi reino. Anda, que menudo reino me ha tocado. Está claro que, el día que se repartieron los reinos, yo estaba de resaca.
-Deyanira, apartaos de la ventana-me advierte Calen al ver que me acerco a mirar por ella.
-Sólo voy a echar un vistazo al paisaje-le tranquilizo-. Relájate.
De todas formas, no se qué es lo que inquieta tanto a Calen. A través de la ventana, apenas se puede ver un trozo del Bosque. Pero éste, iluminado por la suave luz fantasmagórica de la luna llena, me parece hermosísimo en su negrura. Tranquilo, sereno, y mágicamente hermoso. Ahora, estando dentro de él, oigo claramente como me llama.
-Mi Reina. Mi Dama- susurran los árboles-.Nuestras ramas te darán cobijo. Ven a saludarnos, joven Reina. Ven a acariciarnos, oh tú, Portadora de la sangre de Hiria.
-Deyanira, llevamos esperándote mucho tiempo. Ven con nosotras Deyanira. Ven, Dama nuestra-me dicen las flores-.Nosotras adornaremos tu pelo, y ceñiremos coronas en torno a tu cabeza. Ven a jugar con nosotras.
-Yo te daré de beber, mi joven Dama. Mis aguas llevan siglos esperando calmar tu sed, Reina mía-me llama el río-.Báñate en mis aguas, oh Portadora, como en su día hizo Hiria.
-¿Sabéis quién soy? ¿Me reconocéis?
-Te conocemos desde siempre-contestan los árboles- Llevamos siglos esperándote.
-Hemos aguardado tu llegada desde que apenas éramos un fino rastro de polen-responden las flores-.Nos han hablado de ti desde que nuestros tallos empezaron a crecer.
-Estaba presente cuando Hiria te conjuró, oh Portadora.-contesta el río.
-¿Por qué me llamas Portadora?
-Porque es lo que eres-responde el río.
-Deyanira, apártate de la ventana-me dice Calen agarrándome por el brazo.
-No te vayas aún, Dama mía-piden los árboles.
-Quédate un rato más a hablar con nosotros, Deyanira-ruegan las flores.
-Prométenos que volverás a vernos, joven Portadora-pide el río.
-Lo prometo-susurro.
-¡Deyanira, apártate de la ventana!-ordena Calen zarandeándome el brazo.
-Relájate Calen-le aconsejo zafándome de su mano-. Sólo estaba mirando el paisaje.
-¡Estabas a punto de abrir la ventana! ¡Estabas a punto de exponernos ante el Bosque!
-Por favor Calen. No digas tonterías.
-¡No son tonterías! ¿Tienes idea de lo que hay ahí fuera? ¿De la clase de muerte que mora entre esos árboles?
-Oye, si tanto miedo tienes, mantente cerca de la puerta-le aconsejo-. Y al mínimo movimiento de planta, echa a correr.
-Deyanira, no bromees con esto.
-No bromeo, te estoy hablando completamente en serio.
-No pienso separarme de ti-asegura desenvainando su espada y pegándose a mi espalda.
Joder qué descarado. ¿Podría cortarse un poco, no? Que corra el aire... Aunque bien pensado, tampoco se está tan mal. No es que su contacto sea desagradable. Pero no, no, está mal, muy mal. Tenemos, bueno, tengo, que mantener la distancia sea como sea. ¡Oh, Yeny, no seas hipócrita! Fuiste tú quien el pidió que viniera contigo. Fue un impulso ¿vale? Aún así, si tú eres incapaz de controlar tus impulsos, no puedes reprocharle lo mismo a él. Así que deja de engañarte y déjale que se pegue a ti como una lapa. Controla tus impulsos tú, y santas pascuas.
-¿Y si el Bosque ataca, qué? ¿Vas a dejar a Translot sin rey?-Yeny, ¿en qué acabamos de quedar?-¿Quién va a gobernar en tu lugar?
-¿Y si el Bosque te ataca a ti, quién romperá la maldición en tu lugar?
-Creo que soy la única persona viviente que no tiene motivos para temer a este Bosque.
-Nunca te confíes si hay ramas de por medio, Deyanira.
-Está bien-consiento suspirando-. Pero como te sobrepases, te arreo. Y dame eso-le “pido amablemente” quitándole con brusquedad el candelabro-, no sea que entre sostener esto y tu espada, acabes causando un accidente.
Ya me disponía a recorrerme la habitación entera con Calen pegado a mí como si fuéramos hermanos siameses, cuando, enfrente mío, visualizo el secreter.
-Pues mira tú por donde, no vas a tener que pegarte a mí más tiempo-le anuncio separándome de él y avanzando hacia el secreter.
Deposito los candelabros encima del comodín, y me apresuro a quitarme el medallón y coger la llave. Vuelvo a colocar el medallón en su sitio, e intento abrir el cajón. Me lleva un rato. La cerradura está bastante oxidada, lo cual es normal teniendo en cuenta la de años que tiene esta cerradura. Pero tras un rato forcejeando con ella, le arreo un par de puñetazos al cajón, y la cerradura cede.
¡Allí está! ¡Lo he encontrado! ¡El Diario! Oh Señor...estoy tan contenta que hasta se me saltan las lágrimas. Lo he encontrado después de tanto investigar, aventurarme y poco dormir. Lo cojo con los dedos temblorosos. Es un cuaderno pequeño, encuadernado en rojo, escrito con tinta negra, en una caligrafía hermosa, muy fina y pequeña. Estoy deseando sentarme para saber lo que tiene que contarme. Descubrir sus secretos, sus pensamientos, su historia, sus miedos, su sabiduría, sus recuerdos. Descubrir quién era realmente Hiria.
-Calen, lo tengo. Ven, tienes que ver esto.
Calen no dice nada. Debe de estar tan emocionado como yo.
-Vamos Calen, no seas tímido. Esto también es en parte tuyo. Ven y échale un vistazo.
Pero él no dice nada y sigue manteniendo un solemne silencio. ¿Me estará escuchando? ¿O es que la emoción le impide moverse?
El ruido del metal chocando con el suelo, hace que me gire bruscamente. Lo que veo me deja muda de terror. La espada de Calen está en el suelo. Y él se halla suspendido en el aire, sujeto por una gruesa y fuerte rama que le rodea de pies a cabeza, impidiéndole el movimiento, oprimiéndole el pecho, dificultándole la respiración y provocándole un sangrado en el cuello. No puedo reprimir un grito de horror.
-¡¡CALEN!!
¿Cómo ha podido ocurrir esto? ¿De dónde sale esa rama? La ventana, claro. Entonces es cierto que la abrí. Y la rama se ha colado por ella y ha atacado a Calen. ¡Dios, soy una estúpida irresponsable!
Debo hacer algo pronto. Calen no deja de forcejear para soltarse, pero cuanto más forcejea, más se le aprieta al cuerpo la rama. Pronto comenzará a faltarle el oxígeno. Corro a alcanzar su espada, y corto con ella la rama desde la ventana.
Pero la rama no retrocede, y desde mi posición puedo ver perfectamente lo que le está haciendo a Calen. Se le está clavando en la espalda, justo debajo de la nuca. Pero no para inmovilizarlo. Le está chupando la sangre. Está sorbiendo su vida con un ansia vampírica. Y si no hago algo, pronto lo habrá desangrado del todo.
Pero, ¿qué puedo hacer? ¿Qué? Calen me diría que usara mis poderes, pero no se qué poderes tengo. No se qué debo hacer para usarlos. ¿De qué me sirve haber encontrado el Diario? No puedo pararme a buscar las respuestas que pueda darme. ¡Necesito respuestas e ideas ahora!
-Mi Reina, ¿cómo debo acabar con el intruso?
-¿Quién me habla?
-Me tienes enfrente, Reina mía. ¿Cómo debo acabar definitivamente con el intruso?
Es la rama. ¡La rama me habla! ¡Y me pide instrucciones para acabar con Calen! ¡Sólo porque soy su Reina!...Mi poder es ése... Ser su Reina. Dominar el Bosque. Controlarlo.
-¿Por qué quieres acabar con él?
-Para vengar vuestra sangre, mi Reina.
No sé a qué se refiere. Y no tengo tiempo de preguntarle. Calen respira cada vez peor. Pero ahora sé cómo dejarlo libre. Por primera vez entiendo lo que quiere decir la frase “usar mis poderes”.
Me alzo soberbia ante ese pedazo de naturaleza asesina que se supone me pertenece por derecho, y sobre el que tengo completo y absoluto poder.
-Detente-ordeno con voz potente a la rama-. La Dama del Bosque, te lo ordena.
Inmediatamente, la rama deja de vampirizar a Calen.
-Ahora suelta a ese hombre. Con cuidado.
-Es un intruso, mi Reina...
-¡No cuestiones mis órdenes! Él no es un intruso, ¡viene conmigo!
-Como ordenéis, mi Reina.
Al terminar de hablar, la rama deposita delicadamente a Calen delicadamente en el suelo, a mis pies.
Dificultosamente, Calen respira libre de nuevo. Sin perder de vista la rama, me agacho a devolver la espada de Calen a su sitio, y a ayudar a su dueño a incorporarse.
-Este hombre y yo vamos a irnos. Te prohíbo a ti, y a todo ser vivo de este Bosque, que nos sigáis.
-Como desees, mi Reina.
La rama se queda muerta en el suelo, y la que asomaba por la ventana, retrocede. Agarro fuertemente a Calen por la cintura, ayudándole a andar. Recupero uno de los candelabros y me encamino hacia la entrada del pasadizo. Sólo cuando la he cerrado a mis espaldas, respiro aliviada.
-Calen, ¿estás bien?
La herida de su espalda parece que se ha cerrado, y donde debería manar sangre ha aparecido una horrible costra verde. Calen está muy pálido, mortalmente pálido. Los ojos los tiene muy abiertos, en blanco. Las manos, muy frías.
-La sangre por la sangre. La sangre por la sangre-no deja de repetir.
Todo él está helado. La frente le suda mucho, y le arde. Y los miembros parece que se le comienzan a agarrotar. Peor lo que más me inquieta es lo que no deja de repetir:
-La sangre por la sangre. La sangre por la sangre.
Tal y como me lo describió Eiris.
Según ella, las personas a las que les ocurrió lo mismo que a Calen, murieron. Pero, no. ¡No! ¡No voy a permitir que muera! ¡No puede morir! Lo llevaré de vuelta al castillo y allí le curarán. Allí se pondrá bien. Y cuando se cure, podré abrazarlo y darle las gracias por estar siempre a mi lado. Y todo volverá a ser como antes. Pero primero debo volver al castillo. Y el camino es larguísimo. “Debéis de tener un mínimo de tres horas de camino hasta el castillo”, dijo Eiris. Quizá más, en el estado en que se encuentra Calen. Pero no debo rendirme ni desfallecer. Calen no lo haría.
-Vamos Calen, vamos-le apremio.
Con el candelabro en una mano, el Diario en la otra, y con un brazo rodeando la cintura de Calen y pasando el suyo por mis hombros, me dispongo a recorrer el largo camino de vuelta al castillo. Por suerte Calen no perderá más sangre. Esa horrible costra se lo impide. Omitiendo las palabras de locura de Calen, recorro el pasadizo.



-¡Eiris! ¡Eiris! ¡Ven aquí, rápido!
-¿Qué ocurre Deyanira?
Eiris se queda horrorizada al ver a Calen. Se lleva las manos a la boca con terror y abre mucho los ojos, temblando.
-¿Qué ha pasado Yeny? ¡¿Qué ha pasado?!
-El Bosque Eir-intento explicarle al borde del llanto-. El Bosque. Yo estaba cogiendo el Diario, y cuando me di la vuelta, una rama lo tenía agarrado...
-Tenemos que llevárnoslo de aquí. Tenemos que llevarlo de vuelta a su habitación.
-Sí, sí-asiento-, llévatelo. Que lo vea un médico. Inmediatamente.
-¿Tú no vienes?
-Yo...yo...no puedo-contesto derrumbándome sobre el suelo.
-Esto es el colmo. ¡Tú le has hecho esto! ¡Por tu culpa está así! ¡Por culpa de tu atolondramiento y tu irresponsabilidad! ¿Y ahora pretendes desentenderte? ¿Desembarazarte de esto?
-Yo...yo...lo siento. Pero no...no...no puedo...no puedo...
-Si muere, será sólo culpa tuya.
-Lo sé...
Cuando yo caigo llorando desesperada sobre el suelo, Eiris se lleva a Calen. Y allí me quedo yo, llorando, llorando y llorando desconsolada. Desesperada. Derrumbada. Si él muere, si él muere...
Mis nervios se disparan. Mi mente se nubla. Y no puedo seguir pensando. De repente todo se vuelve negro.


Despierto en la cama. Tengo el camisón puesto, estoy arropada y tengo la frente caliente a causa de un paño que me han puesto sobre ella. Alguien me sujeta la muñeca. Huele a lavanda.
-No os levantéis aún niña. Estáis muy débil-dice quien me sujeta la muñeca.
-¿Quién...? ¿Qué...?-intento incorporarme, pero esa persona me lo impide.
-No os levantéis aún niña. Tenéis el pulso muy débil todavía.
-¿Qué me ha pasado? ¿Qué hago aquí?
-Vuestros nervios se dispararon-me explica acercándome un vaso con un líquido humeante-, y vos os desmayasteis. Bebed esto, os calmará.
El líquido tiene un regusto amargo, y un olor muy fuerte.
-¿Qué es?-pregunto.
-Valeriana. Y tila. Bebed.
Lentamente, termino el contenido del vaso. No recordaba que la valeriana supiera tan amarga. Aunque también es cierto que cuando la he tomado, lo he hecho en pastillas. Y nunca mezclada con tila.
-Muy bien pequeña. Ahora descansad un rato. Recuperad fuerzas-dice retirándome el paño de la cara.
-¿Qué hora es?-la habitación está demasiado oscura como para ser de día.
-Las 5 de la mañana, mi niña. Ahora dormid. Cuando despertéis os sentiréis mejor.
Estoy cansada. Muy, muy cansada. Será cosa de la infusión. Cierro los ojos, y me quedo completamente dormida.



-¿Cómo puedes hacerme esto a mí, Hermano? ¡¿Y a tu hija?!
-No me has dejado otra opción, Hiria. ¡Tú nunca debiste ser nombrada reina! Y jamás hubieras abandonado el trono.
-¡Fui yo quien nos sacó de la montaña! ¡Fui yo quien pactó con el Bosque! ¿Crees que matándonos a las dos lo tendrás? Él jamás te obedecerá, jamás serás su rey.
-Eso ya lo veremos, Hiria.
-Mi conjuro está lanzado. Y tú...no portas...mi sangre...

La potente voz de Perin, discutiendo con el médico en mi cuarto, me saca de mi sueño.
-No lo entiendes, Ashreln, ¡¡ella es nuestra única esperanza!!
-Lord Perin, por favor, bajad la voz. La joven podría volver a ponerse nerviosa.
-¿Qué es lo que ocurre?-pregunto.
-Salid de aquí, Ashreln. Tengo que hablar a solas con ella.
-Lord Perin, me temo que no esté en condiciones de hablar con nadie...
-¡Que salgáis de aquí Ashreln!
-Dejadnos solos, por favor-pido al tal Ashreln.
-Niña, no estáis en condiciones de hablar con nadie.
-Os aseguro que me encuentro mucho mejor. Además, estoy convencida de que Lord Perin no me apartaría de vuestros cuidados si no fuera por un asunto realmente importante.
-Así es-corrobora Perin.
Ashreln Me lanza una mirada medio escéptica, medio preocupada, y luego mira Perin con cierta desconfianza.
-¿Cómo está Su Majestad?-le pregunta.
Perin le responde demasiado bajo. No oigo lo que le dice. Cabizbajo, Ashreln abandona mi habitación.
-¿Qué es lo que realmente ha ocurrido niña?-pregunta Perin-.Porque no me creo que el que tú y Calen os pongáis enfermos a la vez y a horas similares sea una mera coincidencia.
Yo no se por dónde empezar a explicarle.
-Es una historia larguísima Perin.
-Pues ya podéis empezar a contármela, porque es muy probable que de ello dependa la vida del rey.
Lo que me temía. Calen no tiene cura. Calen se muere. Y todo por mi culpa. Si no lo hubiera llevado al castillo. Si no hubiera sido tan escéptica con lo del Bosque asesino. Si hubiera reaccionado antes, si hubiera sido más responsable, si hubiera... ¡Oh, Calen, Calen! Cuantísimo lo siento. Debería ser yo la que estuviera agonizando, no tú.
Le cuento todo a Perin. La búsqueda del Diario, cómo encontramos el pasadizo, lo que pasó en la habitación de Hiria...omitiendo deliberadamente, por supuesto, que me infiltré en la habitación de Calen. Bastante psicópata me debe considerar ya...
-¿Cómo pudo atacaros el Bosque en un sitio cerrado?
-Fue culpa mía. El Bosque me llamaba, me atraía hacia él. Me dejó en trance, y debí de abrir la ventana. Calen fue a cerrarla, una rama se coló por ella...y lo atacó. Yo ni siquiera me di cuenta, estaba embelesada con el hallazgo del Diario. Cuando me volví, encontré a Calen amordazado por la rama. Le estaba chupando la sangre por la nuca.
-¿Y cómo escapasteis?
-La rama me preguntó qué debía hacer con él. Le ordené que lo soltara y nos dejará marchar.
-¿Y la rama os hizo caso? ¿Por qué?
-Porque me debe obediencia. Me reconoce como su Dama...y su reina. Mis poderes son esos, controlar todo el Bosque.
-¿Podéis controlarlo todo de él?
-No lo sé. Esperaba que el Diario me respondiera a eso.
-¿Dónde lo tenéis?
Pues ahora mismo no lo sé. Recuerdo que lo tenía conmigo al salir del pasadizo. Pero no sé qué fue de él entonces. Echo un vistazo a la habitación y lo localizo sobre el comodín. Lo señalo con el dedo:
-Ahí. Cogedlo.
Perin lo coge con extrañeza y me lo tiende, pero yo niego con la mano, indicándole que se lo quede.
-Podéis examinarlo...
Perin revisa las páginas, escéptico. Poco a poco, su cara adquiere una expresión de absoluta perplejidad.
-No es posible...-musita-Está fechado en... y escrito por... ¿Cuánto tardaréis en leéroslo entero?
-No lo sé, puede que un par de días. Una semana a lo sumo. No es excesivamente largo, pero debo leerlo con cuidado.
-Para entonces será demasiado tarde-espeta Perin sacudiendo la cabeza-. No tenemos tanto tiempo.
Temo hacer esta pregunta, porque estoy demasiado segura de saber la respuesta.
-El Rey se muere. Los médicos dicen que no llegará a ver el próximo atardecer.
Y aquí es cuando yo me echo a llorar de nuevo. Cuando los recuerdos se me amontonan en la cabeza y las certezas nublan mi mente.
Perin se sienta en la cama y me tiende su pañuelo. Yo me enjuago las lágrimas y me sueno la nariz. Pero aún así no dejo de llorar.
-¿Cómo es posible que Calen vaya a morir, Perin? ¿Es que los médicos no saben qué le pasa?
-Al contrario, saben muy bien lo que le ocurre: fue envenenado. Esa rama que lo atacó, debió de envenenarle. Pero los médicos no conocen ninguna cura para ese veneno, y no han logrado tampoco desarrollar un antídoto eficaz. Ya lo han intentado. Además, ese veneno le ha dañado los órganos vitales. El esfuerzo que ambos hicisteis para llegar hasta aquí hizo que se le extendiera más rápido.
-Perin tiene que haber algo que se pueda hacer...-No puede morir. Calen no puede morir...
-Esperaba que tú pudieras hacer algo, jovencita. Pero dado el estado en que te encontraron...no podemos arriesgarnos a que sufras otro ataque. El reino será capaz de encontrar a otro monarca, pero dudo mucho que sea capaz de encontrar otra Dama.
-Perin, puedo hacerlo. Estoy perfectamente bien. Esa infusión que me dio el médico me ha sentado de maravilla.
No puedo quedarme aquí de brazos cruzados mientras mi Calen está a punto de encontrarse cara a cara con la Parca. Tengo que ir con él, tengo que pedirle que no se vaya, tengo que...tengo que...¡tengo que decirle que yo también le quiero!
-Niña, se os dispararon los nervios, sufristeis un ataque de ansiedad, ello hizo que hiperventilárais, os acabasteis ahogando y os desmayasteis. No creo que esté bien que veáis a Calen en su estado y en le vuestro.
-Pero Perin, ¿y si puedo curar a Calen?
Esta es la última baza que puedo jugar.
-¿Sabéis como curarlo?-pregunta esperanzado.
-Puedo intentarlo, ¿no? Mi Bosque, mi veneno.
No tengo idea de qué es lo que puedo hacer, pero necesito ver a Calen. ¡Necesito estar con él! Y es lo que he dicho, “Mi Bosque, mi veneno”. Tal vez así pueda curarlo.
-No creo que sea una buena idea.
-Perin, por favor-le suplico-. Has venido hasta aquí esperando que yo pueda hacer algo con Calen. Te estoy diciendo que creo que puedo. ¿Por qué te lo piensas tanto? ¡No hay tiempo!
Perin me mira dubitativo. Este hombre piensa demasiado, y demasiado lento. ¿A qué ha venido sino a que yo le diga lo que acabo de confirmar?
-No puedo haceros cambiar de idea, ¿verdad?-pregunta.
-No-respondo con rotundidad.
Resoplando, me ayuda a incorporarme y a salir de la cama.
-¿Vais a ir así vestida?
Mi respuesta es una mirada tan fulminante que, por primera vez, quien tiene miedo del otro, es él.
-De acuerdo, no es momento para pensar en las formas-asiente-. ¿Podéis andar?
-Sí, perfectamente.
-Cogeos de mi brazo, de todas formas-ofrece tendiéndome su brazo, lo que no rechazo.
Y así, en camisón cogida del brazo de Perin, me encamino de nuevo hacia la habitación de Calen. Por un lado, mi mente no desea que vaya hasta allí. Sé bien lo que me espera. Por el otro, mi corazón me pide a gritos que vaya. Se lo debo. ¿A quién debo hacer caso? Perin me guía por los pasillos. Yo le sigo como una autómata.

viernes, 2 de octubre de 2009

1 de julio: El cuadro

-¡Deyanira! ¿Qué estáis haciendo aquí?
¿Cómo ha entrado aquí? ¿Y cuándo? Oh, Santa Reina…¿cuánto tiempo llevará aquí? ¿Y qué habrá escuchado?
-Pues, esto, yo… eh… eh…, el caso es que, es que… ¡Mejores guardias y más cerraduras! No, espera. Creo que era algo parecido. Esto, ¡ah, sí! ¡Más guardias y mejores cerraduras! Bueno, adiós.
-¡Esperad!
Esto ya es demasiado. Ha estado evitándome toda la semana, rechazando mis invitaciones todos los días, y haciendo acto omiso de presencia constantemente. Y ahora, sin ningún tipo de motivo aparente, aparece en mi habitación mientras duermo. Ahora sí que pienso tener una seria charla con ella.
-Deyanira, sentaos-le pido levantándome de la cama.
-Pero es que yo... El caso es que me están esperando.
-¡Que os sentéis!-le ordeno.
E inmediatamente, alza la silla que ha tirado y se sienta en ella. Yo me pongo en pie y anda hasta donde está ella. Deyanira no ha levantado la cabeza para mirarme. Respira profundamente Calen, e intenta calmarte. La estás asustando. Debes controlar tu furia.
-¿Qué estáis haciendo aquí, Deyanira?
-Uscabal iadio-murmura.
-¿Qué?-intento suavizar le tono de mi voz, para no asustarla.
-Buscaba el Diario-contesta alzando tímidamente la cabeza.
-¿El Diario? ¿En mi habitación? ¿Y qué os hizo pensar que iba a estar aquí?
Si ya es difícil entender cómo piensan las mujeres, intentar comprender cómo funciona la mente de ésta es algo imposible.
-Era una hipótesis. Supuse que si tú me diste la llave para que lo buscara, era porque ya estaba en tu poder antes. Y la única forma existente de que tú tuvieras un objeto de cientos de años que perteneció a la Reina era que el objeto en cuestión fuese una especie de legado familiar. Lo que rea muy lógico, teniendo en cuenta que el hijo de la Reina fue el primero de tu dinastía. Y pensé...en fin, que tu antepasado solo pudo obtener la llave directamente de su madre, es decir, que se la dio ella. Y si se la dio ella es muy probable que también le dijera dónde estaba escondido el Diario. Y aunque él no pudiera cogerlo, querría asegurarse de que nadie que no fuera yo lo encontrara, sobre todo su tío o alguno de los conjurados. Así que pensé que querría tenerlo vigilado, y puesto que no se podía entrar en el Bosque, tal vez hubiera encontrado alguna forma de guardarlo sin pasar por el Bosque. Tal vez hubiera construido algún tipo de pasadizo. Y el lugar más lógico para construir su entrada, por ser el sitio que más fácilmente podría vigilar, por ser donde más tiempo pasaba, sería su habitación. Así que me vine aquí a investigar.
Aún estoy un poco dormido, peor creo que he entendido más o menos la idea general.
-Y por eso te infiltraste en mi habitación.
-Sí.
-¿Cómo?-se supone que esto está más vigilado que...¡no hay nada más vigilado que mi habitación!
-Eiris me ayudó. Pero por favor, no te enfades con ella, y no la regañes. Lo hizo porque yo se lo pedí. Distrajo a los guardias de tu balcón, de forma que yo pude subir por ahí y entrar forzando la cerradura. Ya te lo he dicho: necesitas más guardias y mejores cerraduras.
-¿Y habéis encontrado algo?
-No-contesta agachando la cabeza-. Lo he registrado todo, pero no he encontrado anda.
Sonrío. Por supuesto que no ha encontrado nada. Eso es normal.
-Claro que no. Eso es porque, en un principio, éstas no eran las habitaciones reales.
-¿Qué? ¿No?-pregunta alzando la cabeza con sorpresa.
-No. Mi abuelo mandó que trasladaran aquí los aposentos reales hace más de cincuenta años. Lo hizo para complacer un capricho de mi abuela. En esta ala no se divisa el Bosque...
-Calen, ¿dónde estaban las habitaciones de los reyes en un principio entonces? ¿Lo sabes?-pregunta nerviosa.
-Claro. En un principio los aposentos reales eran los tuyos. Por eso el pasillo está repleto de retratos de mis antepasados.
Deyanira abre mucho los ojos y agita fuertemente la cabeza.
-Pero no pude ser. Si hubiera algún tipo de pasadizo en la habitación, lo hubiera descubierto hace mucho. ¡Me la registré de arriba abajo en su día!
-Entonces es que quizás tal pasadizo no existe.
Lo cual no me extraña porque su teoría, por muy extrañamente lógica que pueda parecer, es también sumamente descabellada.
Deyanira se lleva las manos a la cabeza como si le doliera, y luego la hunde apoyando los brazos en el respaldo. Parece muy cansada, de repente. Por primera vez, me fijo en que tiene unas enormes ojeras. Quizá no haya dormido lo suficiente estos últimos días. Tal vez entró en mi habitación en una especie de actuación desesperada por encontrar alguna pista acerca de dónde está el Diario.
-Me voy a la biblioteca-dice finalmente-. Tengo que seguir investigando.
-Hay un refrán por aquí que dice: “si no sabes dónde estoy, pregunta al último que me vio”.
-Ya, pero los últimos que vieron el Diario fueron la Reina y su hijo, y llegan siglos muertos. En la biblioteca, además, no están sus memorias autobiográficas ni nada que se les parezca, así que como no celebre esta noche una sesión de oija no sé yo...
Se pone de pie y, cabizbaja, se encamina a la puerta. Al llegar al umbral, se para y se pone repentinamente tensa, girándose lentamente hacia mí. Supongo que se acaba de dar cuenta de que, si sale por el balcón, la verán los guardias.
-A no ser que...-murmura-podría...
¿Qué estará pensando ahora?
-Calen, ¡los cuadros! ¡Los retratos de tu familia!-exclama.
-Están en el pasillo, como ya te he dicho, los ves todos los días.
-Calen, no lo entiendes. ¡La clave está en los cuadros!
-¿Qué? ¿Qué pasa con ellos?
-Calen, necesito que me ayudes a salir de aquí. Y tienes que venir conmigo a mi habitación. Bueno, al pasillo de mi habitación.
-Deyanira, respira. Te estás poniendo nerviosa otra vez...-y cuando se pone nerviosa, me pone nervioso. Y cuando está contenta, me pone contento, y cuando está triste, me pone triste...¿qué extraño influjo contagioso tiene esta chica sobre mis emociones?
-Ya respiro...-afirma respirando profundamente-, estoy tranquila... Ya respiro.
-Muy bien. Ahora dime, ¿qué quieres que haga?
Creo, que debería estar revisando informes, firmando papeles, leyendo reglamentos, pero para una vez que tolera mi presencia, en todo lo que va de semana, no me voy a negar a ayudarla...
-Vale. Vale. Tú sal al balcón y distrae a los guardias. Asegúrate de alejarlos de la puerta. O de que no miran hacia mí. Entonces hazme una señal, lo que sea: tócate el pelo, llévate la mano a la espada...¿por qué duermes con espada? Bueno, da igual. Tú hazme una señal. Yo te esperaré entre los matorrales.
-¿Para darme las gracias?-los matorrales son un lugar muy interesante para que te den las gracias.
-Y luego dicen que la que es incapaz de controlarse soy yo. ¡Anda, sal ahí fuera y distrae a esos dos!-ordena dándome un empujón hacia el balcón.
¿Entonces no me va a dar las gracias, ni siquiera un poquito? ¿Y para eso me molesto yo tanto? En algún momento tendré que mantener una seria charla con ella acerca de lo de ser agradecido.
Aún así, salgo al balcón y me quedo mirando a ver a quién le toca hoy la guardia: Keller y Chump. Muy bien. Les gusta mucho hablar, será fácil distraerlos. Lo cual dice mucho acerca de la eficiencia laboral de mis guardias. Deyanira tiene razón. Necesito más guardias. Y mejores.
Bajo las escaleras y me dirijo hacia ellos. Pero...¿de qué puedo hablar con los guardias? Chump hace poco que se casó, podría preguntarle por su mujer. Y la hermana de Keller enfermó recientemente, podría interesarme por su estado de salud. Santísima Reina, van a pensar que soy un pervertido. La de tonterías que soy capaz de hacer por estar cerca de una chica. Y de una que no da las gracias además.
-Buenas tardes Keller, Chump. ¿Cómo estáis?-pregunto situándome frente a ellos. Puedo ver cómo Deyanira se asoma al balcón esperando mi señal.
-No deberíais salir ahora señor. Hemos recibido hace poco el aviso de que una persona sospechosa merodea por los alrededores-contesta Keller por todo saludo. ¿Por qué tengo la extraña sensación de que Deyanira tiene algo que ver en eso?
-Bueno chicos, no os preocupéis. Si alguien intenta atacarme, llevo mi espada-afirmo dando unos golpecitos en la empuñadura. A mi señal, Deyanira corre escaleras abajo y se escabulle en dirección a los matorrales.
-Aunque así sea, señor, no es seguro que deambuléis solo por los jardines-continua Chump.
-Oh, no os preocupéis. Sólo daré...una vuelta...por los jardines...-contesto alejándome lentamente hacia los matorrales- Volveré en seguida. Seguid así. Hacéis un buen trabajo.
Finalmente no me ha hecho falta preguntar por la hermana o la esposa de nadie. Menos mal, no he tenido que pasar por un pervertido.
Me alejo hasta los matorrales donde Deyanira está relatándole a Eiris lo ocurrido, gesticulando mucho con las manos. Al llegar, Eiris se pone rojísima y agacha la cabeza con respeto. Deyanira mira a Eiris y luego a mí, y me dirige una mirada cargada de furia. ¿Pero yo qué le he hecho ahora?
-¿Estamos todos no? ¡Pues en marcha!-ordena Deyanira.
-Pero, ¿qué es exactamente lo que queréis que hagamos allí?-pregunta Eiris.
-Os lo diré cuando lleguemos. Confiad en mí. Andando-contesta.
Sin mediar más palabra, nos vemos obligados a seguirla a su habitación. Si Perin se entera de esto...ya puedo empezar a cabalgar y no parar. Porque si ya le escandalizó el que Deyanira y yo fuéramos a mantener una relación, no puedo ni imaginar lo que pensaría si supiera que la estoy siguiendo en una búsqueda irracional y posiblemente infructuosa. No obstante, esto es lo más emocionante que he hecho en años. De hecho...mi vida se ha vuelto mucho más emocionante desde Deyanira está aquí.
Llegamos a su habitación, de nuevo entrando por el balcón. Debe ser que Deyanira siente algún tipo de extraña predilección por los balcones y de aversión hacia las puertas corrientes. De todas formas, la seguimos hasta los retratos de la Reina y su hijo, donde ella se para en seco y adopta una pose estática mirándolos a ambos fijamente.
-¿Qué piensas hacer ahora?-pregunta Eiris.
-Preguntarles dónde está el Diario-contesta Deyanira.
-¡Pero cómo os van a dar semejante respuesta unos retratos!-exclamo-El que se pongan a hablar es absurdo hasta para ser tú-no debí decir eso. No debí decir eso.
-Oye, confía un poco en mí, ¿vale? Este retrato-indica señalando el retrato de la Reina- prácticamente cobró vida ante mis ojos una vez. Es sólo una corazonada, ¿vale?, pero tengo la sensación de que las respuestas que he estado buscando están aquí.
-Deyanira-le digo suavemente-, le vais a preguntar a un par de retratos dónde está escondido un diario y además, confiáis en que os contesten. ¿Creéis que eso es juicioso?
-Calen-responde muy seriamente-, cuando canto a capella escucháis una música que no viene de ninguna parte. Cuando cuento una historia veis ante vuestros ojos unas imágenes que no son reales. Tenéis un bosque que se expande y se torna negro por voluntad propia. Y esperáis que de un modo u otro lo devuelva a su estado natural. Lo esperáis con todas vuestras fuerzas y creéis de todo corazón que será así. Para vosotros es cuestión de fe. La fe no es juiciosa. Tampoco racional. Por eso se llama fe. Bien, ¿en qué se diferencia lo que vosotros creéis de lo que yo voy a hacer? Vosotros tenéis fe en que devuelva la vida a ese bosque. Yo tengo fe en que estos cuadros me den las respuestas que busco. Ambas son meras y simples cuestiones de fe.
Pues visto así, lleva razón. Ahora que lo pienso...es cierto, es sólo cuestión de fe. ¿Cómo hace para saber siempre qué decir? ¿Y para dejarme pensando en lo que ha dicho?
-¿Cómo se llamaba el hijo de la Reina?-pregunta Deyanira.
-Mangan, señora-responde Eiris.
-¿Y la Reina?-pregunta otra vez.
-Hiria, señora-responde de nuevo Eiris.
-¿Hiria? Vaya, igual que yo.
-Tu nombre es Deyanira-apunto.
-Pero al igual que ella, yo también tengo nombre de ninfa.
-¿Deyanira es nombre de ninfa?-pregunto.
-Sí-contesta ella-, No es que me guste mucho la idea...pero en fin.
- “Y toda ella Ninfa, ninfa se sabrá...”-recita Eiris.
La profecía así lo dice. Que la Dama será una ninfa. Deyanira es una ninfa, al menos en nombre. Suficiente, no obstante, para que se cumpla la profecía.
-Extracto de la profecía, ¿no?-pregunta Deyanira.
-Así es-contesto-. LA profecía dice que la Dama será una ninfa.
-Ya. Y yo por nombre soy una ninfa. Qué casualidad. Algún día tendré que leerme esa profecía para dejar de llevarme sorpresas. Ahora, silencio. Necesito concentrarme.
Y a sus palabras, reina un silencio sepulcral. Deyanira observa fijamente el retrato del rey Mangan, y Eiris y yo miramos expectantes a Deyanira.
-Mangan, ¿dónde está el Diario?-pregunta Deyanira.
Aparentemente, nada ocurre.
-Mangan, soy Deyanira, la Dama de la profecía de tu madre. Necesito encontrar ese Diario. ¿Dónde está?-pregunto de nuevo.
Ni Eiris ni yo notamos ninguna diferencia en el cuadro., pero Deyanira parece absolutamente concentrada en lo que hace y convencida de que están contestando a sus preguntas.
-De acuerdo. Gracias Mangan.
Ni Eiris ni yo hemos notado ningún cambio en nada, y nos miramos intercambiando preguntas y estupor a partes iguales, silenciosamente. Pero Deyanira se gira hacia el retrato de la Reina y lo mira tan fijamente como el de Mangan. No se qué es lo que ve, o lo que oye. Pero ni Eiris ni yo osamos interrumpirlas.
-Hiria, ya sabes quién soy. Ya sabes lo que busco. Llévame hasta el Diario. Por favor-pide.
Al igual que ante el retrato de Mangan, no ocurre nada. Estoy a punto de decirle a Deyanira que todo esto es absurdo. Pero justo en ese momento, sucede algo increíble. El retrato se mueve. Por sí solo. Y con él, la pared sobra la que está colgado. Ambos se echan hacia atrás y, en apenas unos segundos, donde debería haber un retrato sobre su correspondiente pared se abre un pasadizo ante mis anonadados ojos, la mirada incrédula de Eiris, y la sonrisa triunfal de Deyanira.
No puedo creerlo. ¡Ella llevaba razón! El pasadizo existe, y para encontrarlo, ¡se lo ha pedido a unos cuadros! Si esto no es una prueba irrefutable de que es la Dama, no sé qué más puede serlo.
-Eiris, por favor, trae unos candelabros de mi habitación-pide-. Creo que necesitaremos luz ahí dentro.
Todavía sorprendida, Eiris corre a cumplir los deseos de Deyanira, mientras yo sigo mirando, incrédulo, el pasadizo que se ha abierto ante nuestros ojos.
-Pero...pero...¡si son cuadros! ¿Cómo lo has hecho?-balbuceo.
-Hombre de poca fe-contesta divertida.
-Aquí están los candelabros-anuncia Eiris portando un par de candelabros encendidos.
-Gracias Eiris-dice Deyanira cogiendo uno-. Calen, coge tú el otro. Vendrás conmigo. Eiris, tú espéranos aquí.
-Señora, la cena será servida en apenas unos minutos. Son casi las 9. Podríais tardar mucho más en volver. Debéis de tener un mínimo de tres horas de camino hasta el castillo.
-Yo me encargo de eso-digo.
Rápidamente entro en la habitación de Deyanira, y me siento en su escritorio. Garabateo una nota para Perin excusando mi ausencia de la cena, y ordenando tajantemente que nadie me moleste. Salgo, y usando la cera de los candelabros, estampo mi sello sobre la nota.
-Dale esto a Perin-ordeno a Eiris entregándole el papel y cogiendo el candelabro-. Luego, vuelve aquí y vigila.
-¿Qué hago si no volvéis?-pregunta inquieta.
-No te preocupes Eiris. Volveremos- asegura Deyanira introduciéndose en el pasadizo seguida por mí-. Pero si no lo hacemos, ¡venga nuestra muerte!-comenta riéndose.
Rápidamente, nos adentramos en el pasadizo dejando atrás a Eiris y a la luz del día.



No se cuánto tiempo llevamos andando por el pasadizo, soy incapaz de contar los minutos. Tampoco sé cuánto más tendremos que permanecer aquí, puesto que no se ve ningún final. El aire está enrarecido, así que la profundidad debe ser considerable. Pero la luz de los candelabros no hace amago de pagarse, así que aún podemos espirar tranquilos. Temo pensar que, en breve, probablemente comencemos a atravesar en Bosque, aunque sea por debajo. Me reconforta el hecho de comprobar que el túnel está enteramente recubierto por una masa de mortero, lo suficientemente dura como para que ninguna planta se filtre por las paredes o el techo. No me gustaría acabar como los pobres hombres de los que hablan las crónicas.
Deyanira aún no ha dicho nada. Al menos, nada que se asemeje a una conversación. Simplemente canta, o eso parece. Pero son canciones extrañas, desconocidas para mí. Supongo que no puedo pedirle que cante nada que yo conozca.
-Who will trade his karma for mi kingdom
[1]? A sacrificial rite to render truth. The fire in my soul reject my wisdom, ´cause all you do in life comes back to you.
-Definitivamente Deyanira, no entiendo nada de lo que cantáis.
-Es inglés. Lo cierto es que yo tampoco tengo mucha idea de lo que digo.
-¿Inglés? ¿Eso es acaso una lengua?
-Sí, o eso me han hecho creer en el colegio desde que recuerdo. Lo cierto es que yo tengo mis serias dudas., porque para ser una lengua, es bastante jodida de aprender.
Jamás había oído hablar de ninguna lengua llamada inglés. Pero ella la ha aprendido desde que era pequeña. Ya es más culta que yo.... ¡Oh, qué magnífica reina sería si se dejara convencer!
-Si os molesto cantando Calen, decídmelo.
-Descuidad, no me molestáis en absoluto-adoro oírla cantar. Adoro su voz. Lo doro todo de ella-. Me gusta oíros cantar.
-No os gustaría tanto si estuviera borracha. Entonces me da por cantar la Sevillana del Borracho de los Mojinos. Jajajajajajaja..........qué buena es esa canción.
¿Ella simplemente canta? Yo he hecho cosas peores.
-¿Sólo cantáis? Poco ebria debéis ir entonces...
-No, no me has entendido. Canto esa canción cuando voy simplemente borracha. Cuando llevo encima una moña del 15...puedo hacer cualquier cosa.
-¿Cualquier cosa?
-Sí. De hecho la última vez amanecí en una cama que no era la mía.
-¡¿Qué hicisteis QUÉ?!-tranquilízate Calen, seguro que hay una explicación racional para eso. En su día te dejo muy claro que era virgen y tú...tú no tienes más remedio que creértelo.
-Esque llevaba tal cisco encima, que en un arrebato de negación dije que no me quería ir a casa y tiré mis llaves por una alcantarilla. Así que una amiga me acogió en la suya esa noche. Eso sí, la bronca que me echaron mis padres a la mañana siguiente, con toda mi resaca, fue de libro.
¡Lo sabía! Había una explicación racional...más o menos. Yo sigo habiendo hecho cosas mucho peores.
-Yo no recuerdo qué fue lo que hice en mi última borrachera.
-¿Tanto tiempo hace ya?
-No. Esque bebí tanto que esa noche soy incapaz de recordarla. Sólo sé lo que me contaron.
-¿Y qué pasó?-pregunta con sumo interés.
-Todo sucedió un par de noches antes de mi coronación, hará ya...unos 6 años. Mis amigos y yo nos escapamos a la mejor taberna de la ciudad a celebrar lo que llamamos “mi despedida de príncipe”. Y como invitaba yo, invité a toda la taberna. Cada vez que alguien iba a pedir a la barra, yo me iba con él, me bebía lo mismo que él, y pagaba lo de los dos. Y de vez en cuando invitábamos a la camarera.
-Vaya, que te bebiste lo mismo que toda la taberna.
-Pues sí-asiento-. Algo así.
-¡Como para no emborracharse!-exclama riéndose.
Y mucho más se ríe aún cuando le cuento cómo volví a casa esa noche. Por lo que me han contado, debieron de traerme Gern y Hierald. Pero no pudieron dejarme en mi habitación de manera discreta, porque Perin estaba esperándome en la puerta, con su camisón, su gorro de dormir, y la expresión de su cara con la que puede quitarte hasta las ganas de vivir. Y también porque yo, con dos coletitas en la cabeza y una diadema de cartón rosa, iba gritando a pleno pulmón: “¡Soy la princesa Consuelda!”.
Pero ahí no acabó la cosa. Porque, si bien Hierald y Gern se quedaron helados al ver a Perin, a mí la cerveza me había desinhibido por completo, y en lugar de serenarme me abracé a Perin gritando: “¡Perin! Eres mi amigo”. Aunque, lo de “eres mi amigo” se lo debí de decir a todo el mundo esa noche. Y mientras Gern y Hierald intentaban explicarle a Perin la razón de mi estado, yo le abracé más fuerte, le restregué la cabeza contra el pecho, y le dije: “Perin, eres como mi mamá”. Finalmente Perin logró llevarme hasta mi cama, aunque no consiguió que yo dejara de gritar que era la princesa Consuelda.
-Y con la resaca que debías llevar en el cuerpo, ¿te dejaste coronar al día siguiente?
-Por suerte, la coronación no era hasta dos días después. Aún así Perin me despertó a la mañana siguiente gritándome al oído: “¡Buenos días, princesa Consuelda!”. Fue entonces cuando me descubrí las coletitas, la corona rosa...y la faldita turquesa que llevaba a la cintura.
Y aún guardo todo eso. Divertida, Deyanira se ríe con ganas. Y yo también. Lo cierto es que debió de resultar una borrachera graciosa. Hizo historia y todo.
-Cuando todo esto acabe-dice-nos iremos de borrachera.
-¿Y me enseñarás la Sevillana del Borracho?
-Sólo si me dejas llamarte Consuelda.
Estoy condenado a ese nombre.
A medida que avanzamos, el aire comienza a tornarse más limpio. Estaremos subiendo de profundidad.
-Ya se respira mejor-comento.
-Debemos estar ya muy cerca-concluye.
Y efectivamente, después de avanzar unos metros más nos topamos una pared que nos indica que el camino ha terminado. Deyanira la empuja suavemente, como si hubiera alguien durmiendo plácidamente al otro lado. Yo no aparto la mano de la empuñadura de mi espada. No estoy muy seguro de qué es lo que hay al otro lado.



[1] Canción Karma, del grupo estadounidense de metal Kamelot, de su disco homónimo Karma (2001)