martes, 15 de diciembre de 2009

14 de agosto: La Asamblea de Eruditos

El día anterior había estado lleno de emociones: el Rey casi se muere, fue curado milagrosamente por la chica y extranjera y luego ambos habían anunciado su noviazgo. Y ese día el Consejo se reunía en junta extraordinaria con la Asamblea de Eruditos (hecho ya de por sí sumamente inusual) precisamente para determinar si la novia del Rey era o no la Dama anunciada por las profecías. Por eso, esa mañana todo el mundo estaba nervioso. Especialmente la primera interesada en que todo saliera bien: Deyanira.
Por el bien de sus nervios, el doctor Ashreln la había obligado esa noche a tomar una de sus infusiones de tila y valeriana. Y es que, ya que Deyanira se empeñó en hacer caso omiso a sus indicaciones de permanecer descansando ese día, lord Ashreln quiso asegurarse de que, al menos, dormía plácidamente esa noche. Pero ni todas las infusiones del mundo hubieran logrado que los nervios de Deyanira se hubieran aplacado esa mañana al despertar.
Deyanira despertó esa mañana incluso antes de lo que tenía acostumbrado. Y el grito que pegó al hacerlo fue incluso más alto de lo que estaban acostumbrados aquellos que la conocían.
-¡¡Puñetera MIERDA de vidaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!
Lo que provocó que Eiris entrara en ese momento en la habitación con más prisa de la normal:
-¡Yeny! Yeny, ¿qué ha ocurrido?
A lo que Deyanira contestó, llorando como una magdalena:
-Eiris, ¡justo hoy me ha venido la regla!
Eiris no puedo por menos que reírse con ganas. Pero Deyanira no parecía encontrarle la gracia al chiste:
-¿No lo entiendes, Eir? ¡Es una catástrofe! Justamente hoy, que es la reunión con la Asamblea, que necesito estar perfectamente despejada, con mis emociones totalmente controladas y plenamente en forma, voy a estar sumamente dolorida, cansada e irascible, ¡por culpa de la puñetera regla!
-¿No te encuentras bien?-preguntó preocupada Eiris-¿Te duele mucho?
-Sí...-contestó Deyanira lagrimando-Y además estoy muy cansada...
-Bueno, no te preocupes. Le diré a lord Ashreln que te prepare algo para el dolor, y mandaré que te unten las tostadas con jalea real para que te llenes de energía. Con lo de que estés irascible no puedo hacer nada. Tendrás que controlarte tú sola.
Mientras Deyanira se despertaba, Eiris seguía contándole las novedades para esa mañana:
-Tengo una sorpresa para ti. No tendrás que volver a ponerte el corsé, al menos hoy. Tu ropa salió hace unos minutos de la lavandería. Podrás ponerte esta...cosa tan extraña, que es evidente para qué sirve-anunció cogiendo con extrañeza el sujetador negro de Deyanira.
-¿Mi sujetador está limpio? ¡Gracias al cielo!-exclamó Deyanira sacando el vestido morado del armario-Podré llevar algo cómodo por una vez...
Mientras Eiris enumeraba las incomodidades del sujetador de Deyanira (“Es muy pequeño, seguro que se rompe fácilmente, casi no tapa nada y seguro que no proporciona sujeción”) y trataba de recoger su ropa en el armario (“¿Cómo dijiste que se colgaba esto?”); y Deyanira intentaba decidir qué pendientes se ponía, alguien llamó a la puerta.
-Oh, será el baño-comentó Eiris.
-¿Un baño? ¿Me has pedido un baño?-preguntó Deyanira asustada.
-Tranquila...un baño caliente te sentará bien. Te calmará los nervios, te renovará las energías y te aliviará el dolor.
-Pero Eir...¿y mi pelo?
-Son las siete y media-respondió Eiris abriendo la puerta-. La reunión no es hasta las once. Te dará tiempo a que se te seque.
-Pero he quedado con Calen para desayunar...
-A las nueve, lo sé-interrumpió Eiris- No te apures, estarás lista.
Mientras Deyanira se desquiciaba convencida de que ese día estaba condenado a ser un absoluto desastre, Calen despertaba de sus sueños absolutamente tranquilo.
Si había algo a lo que estaba acostumbrado Calen, era a las reuniones. Había tenido tantas desde que fuera nombrado Rey, que ya ni recordaba el número. Sólo había una cosa que le inquietaba: su novia. Era demasiado...impulsiva. Y aunque Deyanira podía ser muy seria si la situación lo requería, no sabía cómo actuar ante el Consejo ni la Asamblea. No conocía los protocolos ni había tiempo suficiente para instruirla, por no hablar su ligero problema con la autoridad. Y temía que estallase en cuanto Hierald comenzara a increparla. Iba a tener que mantener sus reacciones muy vigiladas.
Todas estas cosas eran las que le hubiera comentado a Perin mientras se vestía esa mañana. Pero Perin parecía más preocupado por otras:
-¿Habéis preparado bien el discurso? Vigilad bien las acusaciones de Hierald; él hablará primero. Aseguraos de no dejaros ninguno de sus argumentos sin discutir. ¿Os encontráis bien esta mañana?-siguió cambiando radicalmente de tema-¿No os duele la herida? ¿No preferís quedaros en la cama? Yo me encargo de Hierald.
-Estoy bien Perin, ya no tengo ninguna herida, ¿recuerdas?-contestó Calen desechando la segunda camisa.
-Sois unos cabezones. Los médicos dijeron claramente que sería aconsejable que ambos guardarais reposo esta mañana. Pero los tortolitos se empeñaron en que no querían aplazar la reunión-de repente, Perin se dio cuenta de que Calen se estaba echando su mejor colonia y de que estaba peinándose demasiado para ser él-. ¿No os estáis arreglando mucho para la reunión?
-He quedado para desayunar con Deyanira-respondió Calen secamente. Perin se limitó a murmurar que ya le extrañaba que se arreglara tanto-. Y no te preocupes por nada, Perin, lo tengo todo bajo control. Sólo hay una cosa que me inquieta...y es el cómo vaya a comportarse Deyanira.
-Sé a lo que os referís-afirmó Perin-. Es incontrolable y muy impulsiva. Y Hierald no dejará de sacarle defectos y de increparla. ¿Qué podemos hacer con ella?
-Confiar en su buen juicio.
Un silencio sepulcral llenó el ambiente mientras Calen y Perin se miraban fijamente. Ambos pensaron lo mismo: “¿Deyanira tendrá de eso?”.
-Hablaré con ella-afirmó Calen con la esperanza de que ello diera resultado.
Terminó de arreglarse mientras Perin seguí aconsejándole sobre cómo actuar en la reunión, y bajó a desayunar con su novia.



Si Calen esperaba disfrutar de un romántico desayuno lleno de caricias y arrumacos con su novia, esperaba en vano. Deyanira estaba silenciosa, enfurruñada y con cara de pocos amigos,
-¿Te ocurre algo, Yeny?-preguntó Calen.
-No-respondió Deyanira secamente-. Estoy perfectamente.
-Ya sé...Estás nerviosa porque hoy es la reunión con la Asamblea, ¿es eso?
-¡No es nada de eso! ¡No tiene nada que ver con eso!-contestó bruscamente.
Calen esperaba una reacción parecida, pero no tan pronto. Apenas hacía unos segundos que hablaban. “Pues si no está nerviosa por la reunión, entonces...¿qué es lo que le pasa?”, pensó.
-¡Pues me pasa que estoy... que estoy... ¡Ya sabes! Esas cosas que tenemos todas, una vez al mes.
Calen se quedó asombradísimo ante la respuesta de Deyanira. ¿Cómo había podido responderle a una pregunta que él no había formulado? Pero Deyanira interpretó su reacción de otra manera:
-Oye, lo siento si te hace sentir incómodo, pero yo no tengo la culpa de...
-No, no, no, no cariño. No es que me haga sentir incómodo-indicó Calen sacudiendo la cabeza-es sólo que... ¿Cómo has sabido lo que estaba pensando?
-¿Qué? ¿A qué te refieres?
-A lo que has dicho antes...has respondido a mi pregunta acerca de qué te pasaba...
-¡Me has hecho una pregunta! ¡Cómo no iba a responderte...!
-Ahí está la cuestión Yeny. Yo no te he hecho ninguna pregunta.
-¿Cómo que no? Te he oído perfectamente preguntar qué es lo que me pasaba...
-No Yeny-replicó Calen negando con la cabeza-. No te estaba hablando. Estaba pensando.
Ambos se quedaron en silencio, mirándose. Deyanira estaba anonadada y, como quien dice, un tanto flipada; Calen, por su parte, presentaba una sonrisa de autosuficiencia.
-¿Qué me estás contando?-exclamó ella.
Calen no contestó. Se limitó a mirarla alzando una ceja.
-¿Crees...crees que yo te... ¿Crees que yo te he leído el pensamiento?
-Si no ha sido así, ha sido algo muy parecido.
-Pero, pero, ¿cómo he podido hacerlo?
-Pues no me extrañaría demasiado, se decía que la Reina tenía ese poder...
-¿Y qué hago ahora? No quiero ir por ahí leyéndole la mente a la gente, me parece que es invadir su intimidad...
-Pero Yeny, ¿no lo ves? Ese poder tuyo, podría venirnos muy bien en la reunión de hoy. Si sabes de antemano lo que Hierald estará pensando, sabrás cómo defenderte.
-Sólo lo he hecho una vez, sin darme cuenta, sin controlarlo y sin saber cómo...¡no puedo aprender a manejarlo en sólo un par de horas!
-Pero podrías volver a hacerlo, ¿no?
-¡Yo qué sé, Calen! Si ni siquiera sé cómo lo he hecho la primera vez. No sé qué alcance tiene este poder, no sé cómo utilizarlo, no sé qué le voy a decir a la Asamblea, no sé cómo voy a aguanta el día, no, no...
Alterada, Deyanira se derrumbó sobre la mesa y comenzó a sollozar. Preocupado, Calen se acercó a ella y la agarró por los hombros.
-Cariño, ¿te encuentras bien?-le preguntó.
-¡No, no me encuentro bien!-contestó ella-Estoy asustada, dolorida, y cansada. No sé cuándo se me va a pasar el dolor, voy a estar agotada en esa reunión, y justo el día que más autocontrol necesito, estoy especialmente irascible. No sé cómo voy a lograr pasar este día Calen, de verdad que no lo sé...
-Eh, escúchame, ¿quieres que te excuse de la reunión y diga que no puedes ir?-preguntó Calen arrodillándose dela te de ella y agarrándole las manos con sumo cariño.
Deyanira negó con la cabeza.
-No, no. Hemos pasado por mucho para que esa reunión salga bien. No pienso echarme atrás ahora. Lo único que necesito es descansar.
-Pues venga-la animó Calen-, termínate el desayuno y te acompaño hasta tu habitación.
-Pero la reunión...
-No es hasta las 11, y no pueden empezar sin nosotros-replicó Calen guiñándole un ojo-. Podrás descansar un poco. ¿Pensabas hacer otra cosa?
-Pensaba prepararme el discurso para la Asamblea...
-Yeny, tienes labia suficiente como para rebatir los argumentos de Hierald y responder con soltura a lo que te pregunte la Asamblea. Dedícate a descansar.
Sin mediar más palabra, ambos terminaron de desayunar. Luego Deyanira se retiró a su habitación, acompañada por Calen. Allí, Deyanira se tumbó encima de la cama haciéndose un ovillo, intentando relajarse y, quizá, dormir un poco mientras le brebaje de Ashreln hacía efecto. Calen simplemente se echó a su lado, abrazándola por la cintura.



Fue Gern quien acudió a avisar a la pareja de que era el momento de ir a la reunión. Ambos jóvenes intentaron calmar a una Deyanira que, si bien estaba más despejada y sin dolor, seguí igual de nerviosa. Como si ello pudiera servirle de amuleto, Deyanira agarró con fuerza el diario de Hiria, y salió de su habitación perfectamente escoltada por Calen y Gern.
La sala contigua a aquella en que se celebraría la reunión ardía en bullicio y excitación. La concurrencia prácticamente peleaba por conseguir el mejor sitio para ver a la recién estrenada pareja real, a los miembros del Consejo, y a los miembros venerables de la Asamblea de Eruditos.
Lord Hierald fue el primero en llegar, acompañado del venerable Masser. Hierald se preguntaba cómo era posible que una reunión supuestamente secreta hubiera convocado a tantísima gente.
-Cuando los médicos recomiendan reposo a un Rey que ha estado a punto de morir, y éste se excusa diciendo que le es imposible porque la día siguiente debe acudir a una reunión extraordinaria del Consejo y la Asamblea para decidir si su novia es o no la Dama-contestó Masser-; no puedes esperar que los médicos sobre la extraña excusa que su Rey les ha puesto.
Tras ellos llegó Perin. Perfectamente vestido y peinado, y con su característico gesto de seriedad avasalladora, logró con su sola presencia que toda la sala callase.
Los últimos en llegar fueron Gern y Calen con Deyanira. A la entrada de los tres, se desataron los cuchicheos de la multitud. Deyanira se fijó en un grupo de damas de la corte que murmuraban mirándola descaradamente. Todas ellas rondaban su edad. Por cómo la miraban, Deyanira pudo darse cuenta de que no hablaban precisamente bien de ella. Sólo una permanecía en silencio. Una pelirroja de ojos verdes, cuya penetrante mirada inquietó más a Deyanira que los cuchicheos de las demás. Intentó encontrar a alguien que le resultara amigo de entre la multitud, y buscó a Eiris con la mirada rezando interiormente porque estuviera allí. La halló en un rincón, hablando con otras criadas. La doncella le saludó y le hizo una señal de apoyo. Deyanira sonrió a su amiga, sintiéndose instantáneamente reconfortada. “Vamos allá Yeny”, pensó mientras franqueaba la puerta de la Sala de Reuniones. “Tú puedes”.
La sala le recordó a Deyanira a la de un tribunal de manera horrorosa. Dos pequeñas mesas habían sido situadas frente a unas enormes gradas. En la mesa de la izquierda, Hierald esperaba con su habitual gesto de amargura. Gern se reunió con Perin y Masser en las gradas, mientras Calen indicaba a Deyanira que ellos debían sentarse en la mesa de la derecha. Durante unos minutos que a todos les parecieron eternos, esperaron la llegada de los miembros de la Asamblea. Finalmente, los diez eruditos, a los que Deyanira definiría en su mente como “una decena de Gandlfs teñidos muy pijos”, hicieron su aparición en la sala y ocuparon sus asientos en las gradas.
-Estimados y respetables miembros de la Asamblea de Eruditos-saludó Calen levantándose de su asiento-, os agradezco inmensamente que hayáis accedido a venir hoy aquí. El motivo de que se haya requerido vuestra insigne presencia es tan sencillo como importante: decidir, si la joven dama que está sentada a mi lado-explicó señalando a Deyanira-es o no la Dama anunciada por las profecías. El respetable lord Hierald de Bhöl, miembro del Consejo, fue quien pronunció la petición de confirmación que hizo necesaria vuestra presencia aquí. Así que a él cedo la palabra, para que alegue en contra de la ratificación de la identidad de esta muchacha. Si sois tan amable lord Hierald…-concluyó Calen sentándose de nuevo.
- Gracias, Majestad- Excelsos miembros de la Asamblea de Eruditos-comenzó Hierald-, os agradezco humildemente que hayáis aceptado mi petición de confirmación y hayáis acudido hoy aquí.
“Contrario a lo que todos mis compañeros del Consejo piensan, no tengo nada personal en contra de la bella dama que nos acompaña. Simplemente opino que concederle el título de “la Dama” es un asunto demasiado importante como para ser decidido únicamente por el Consejo. Y creo también, que si vosotros decidía que la joven a de ser nombrada la Dama, vuestra conformidad al respecto validaría por completo su identidad. Pero tal decisión debe ser tomada con sumo cuidado.
“La profecía nos habla claramente de que la Dama será una joven con el sol en los cabellos y la luna en la piel. Los estudiosos coinciden en que tal descripción corresponde a una muchacha de cabellos dorado y piel blanquísima. No puedo negar que esta joven es bella, desde luego, que posee un hermoso cabello y una blanca piel. Pero, si bien su melena adquiere un refulgente tono dorado al sol, y prácticamente a cualquier luz, no podemos juzgar que sea la Dama sólo por eso. Sin ánimo de causar ofensa a la doncella, no creo que su piel sea lo suficientemente inmaculada como para tratarse de la piel de la Dama. Por tanto ya hay una característica esencial que no se concentra en su persona.
“Luego está el tema esencial de su misterioso origen. Ella afirma provenir de la montaña, y hasta la fecha nadie ha osado contradecirla. Pero, ¿cómo llegó hasta la montaña? ¿Acaso vivió siempre en ella? ¿O tal vez llegó a través de ese medio misterioso que llaman “mar”? En todo caso, ¿por qué bajó de la montaña? ¿Qué la impulsó a venir hasta aquí? ¿Y quiénes son sus padres o hermanos? ¿Quiénes, su familia? ¿Cómo vamos a confiar en ella si apenas sabemos con certeza quién es? Estas son algunas de las preguntas que la muchacha debería responder, pero que por alguna extraña circunstancia procura evitar hacerlo.
“No pretendo, en ningún momento, convertir esta reunión en una jornada interrogatoria para esta joven, pero creo que necesitamos, es más, tenemos derecho a saber quién es realmente nuestra Dama.
“Salvo por el detalle del color de su piel, yo mismo he de reconocer que reúne todas las características de las que habla la profecía: su cabello, su voz, su forma de narrar… Y si así lo decidís, excelsos miembros de la Asamblea, y resolvéis ratificar la identidad de la muchacha, yo lo aceptaré gustoso y celebraré con regocijo la llegada de la Dama.
“Pero os pido que no toméis tal decisión sin deliberar antes arduamente sobre ella. No os preguntéis sólo si la joven es la Dama, sino también si, en caso de que lo sea, está preparada para asumir tal cargo y responsabilidad.
“La misión que le encomendaríamos es altamente difícil, y no sabemos si está mentalmente preparada para cumplirla. Nadie la adiestró sobre sus deberes, ni la ha instruido sobre sus poderes, y no sabemos si será capaz de aprender a utilizarlos, ni el tiempo que precisará para ello.
“Así que, no juzguéis quién es ella. Juzgadla digna o no, de tal cargo.”
Concluida su exposición, Hierald tomó asiento y un sepulcral silencio reinó en la sala. Los miembros de la Asamblea dirigieron a su vez sus cabezas hacia Calen, quien volvió a levantarse en ese preciso instante. Deyanira, nerviosísima, no dejaba de jugar con sus manos. Cuando la Asamblea dirigió su mirada a Calen, se echó instintivamente hacia atrás. “Si es que dan miedo”, pensó. “¡Son como una secta de fans de Dragones y Mazmorras!”.
Calen oprimió ligeramente el hombro de Deyanira en señal de apoyo, y comenzó su réplica a Hierald:
-Gracias, lord Hierald, por tan amable exposición sobre vuestra causa. Es increíble lo mucho que ha variado vuestra opinión en tan sólo una semana. Hace unos días creíais que esta joven era una impostora; hoy admitís que hay en ella ciertas señales de que sea la Dama. Y por cierto que voy a ilustraros a todos sobre esas señales.
Con paso resuelto, Calen se dirigió hacia las antorchas que daban luz a la sala, agarró una de la pared y enfocó con ella el pelo de Deyanira.
-La profecía dice que tendrá “el sol en los cabellos”-continuó-. Observadlo bien, y decidme si este cabello no reluce como el mismo sol. Aún a la luz tenue de las antorchas, y en la penumbra de esta sala carente de ventanas, su cabello centellea de una forma más que evidente-terminó su demostración colocando la antorcha en su sitio.
“Mencionáis también, lord Hierald, que la piel de la muchacha no es tan blanca como cabría esperar. Bien, no os contradigo, y dudo mucho que a ella le ofenda. Aunque, sin duda, habréis observado que, sin estar enferma, sí está inusualmente pálida. Pero el hecho de que su piel no sea lo suficientemente blanca, no significa que no tenga “la luna en la piel”. Observad esto.”
Calen alzó el brazo de Deyanira mostrando a todos el tatuaje de su muñeca. Los miembros de la Asamblea se levantaron y acercaron sus cabezas al unísono para ver mejor lo que Calen les enseñaba. Deyanira tragó saliva.
La Asamblea se miró entre sí, y finalmente uno de ellos bajó de las gradas y se dirigió a Deyanira. Con un gesto, le pidió que le enseñara el brazo y ésta miró a Calen dudando de que fuera una buena idea. El chico asintió completamente convencido y Deyanira le tendió el brazo al hombre, desconfiada.
-Es un tatuaje- le explicó.
El hombre asintió y examinó la media luna dibujada. Se acercó tanto para verlo bien, que a Deyanira le dieron ganas de arrearle un guantazo por acosador, sobre todo en el momento en que el hombre se chupó el dedo y el tocó el tatuaje. Pero desechó esa idea de su cabeza, tanto por parecerle poco apropiado si quería causar buena impresión; como porque Calen le agarraba suavemente la otra mano pidiéndole que se calmara.
Finalmente, el hombre soltó a Deyanira y le sonrió. Volvió a su asiento y murmuró algo a sus compañeros, tras lo cual todos volvieron de nuevo la cabeza hacia Calen, invitándole a que siguiera su discurso.
-También habéis hablado sobre su origen, Hierald-prosiguió-. Reconozco que no nos ha dicho nada acerca del lugar del que viene. Pero francamente, no lo considero importante. ¿Qué relevancia tiene ese dato? ¿Qué importancia tendrá su lugar de procedencia? Lo realmente esencial es que pueda romper la maldición. ¿Acaso su poder sería menos si hubiera salido de debajo de la tierra? ¿Es que una rosa dejaría de ser una rosa si tuviera otro nombre? Qué importa de dónde venga, lo importante es lo que sea capaz de hacer aquí. Que sepa canalizar su poder y romper la maldición.
“Y esto me lleva a discutiros los dos últimos puntos de vuestra alegación. Primero: dudáis de que esté preparada. Segundo: dudáis de que sea digna. Permitidme que os cuente algo, ilustres presentes. El porqué de mi extraña enfermedad el día de ayer.
“En la tarde de dos días ha, acompañé a esta joven hasta los aposentos de la Reina Hiria, a través de un pasadizo subterráneo que atravesaba el Bosque. Fue ella quien, utilizando sus poderes, abrió el pasadizo escondido tras los cuadros del pasillo de los retratos. En dichos aposentos, fui atacado por el Bosque. Una rama me apresó y se clavó en mi nuca. Podía sentir cómo me succionaba la sangre. Cualquier persona normal hubiera huido. Pero esta joven se irguió orgullosa y ordenó al Bosque que se detuviera. Y el Bosque obedeció sumiso.
“El ataque del Bosque me sumió en una terrible enfermedad, y ella fue la primera en darse cuenta. Sacando fuerzas de flaqueza, cargando con mi cuerpo casi inútil, me trajo de vuelta a través de todo el pasadizo, para caer desfallecida sólo en el momento en que se aseguró de que yo estaba bien atendido.
“No contenta con ello, y a pesar de su delicado estado de salud, insistió en verme en cuanto recuperó la consciencia y supo de mi estado. Utilizando sus poderes, consiguió lo que ni los mejores médicos del reino habían podido: expulsar el veneno de mi cuerpo y restablecerme la salud.
“Sentido de la responsabilidad, capacidad de sacrificio, valor, y, sobre todo, dominio sobre sus poderes, son tan sólo algunas de las cualidades que esta joven demostró con este suceso. Creo que con ello prueba, no sólo su identidad como la Dama, sino también su capacidad como tal. Demuestra que es completamente digna y capaz de tal cargo.”
Terminado su alegato, Calen tomó asiento. Gern sonreía ampliamente y el venerable Masser asentía con satisfacción. Perin no había mudado su gesto, pero en sus ojos había un brillo triunfal. Hierald mantenía un prudente e inmutable gesto cabizbajo. Calen agarraba con orgullo la mano de Deyanira, quien no dejaba de tocarse el pelo, nerviosa. La Asamblea, por su parte, cuchicheaba con alboroto. Tras una deliberación que a todos les pareció eterna, el hombre que había examinado el tatuaje de Deyanira se levantó y anunció con voz potente:
-En pie la dama.
Deyanira estaba segura de que, en esos momentos, los latidos de su corazón retumbaban en las paredes de la sala como los hicieron los del corazón delator en los oídos del asesino de Poe.

martes, 1 de diciembre de 2009

6 de agosto: Las noticias vuelan II

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Y ambos se complacen en anunciar que han iniciado su noviazgo, esperando que todo el reino se regocije de su amor y sea partícipe de su alegría.

En eEl dichoso bando ha empapelado por completo las paredes de todo el castillo. Después de la comida, no había un solo rincón de este lugar en que no pudiera leerse el comunicado que anunciaba que Calen ha sido curado por esa tal Deyanira, la extranjera que dice ser la Dama, ¡y que ambos además son novios ahora!
Yo era la novia de Calen. Hace tres años, el reyecito besaba el suelo que yo pisaba. ¡Oh, sí, cómo me adoraba! Cada mañana hacía que me trajera dos rosas rojas a mis aposentos, acompañadas de una nota en papel verde que decía:
En el verde de tus ojos
veo siempre dos llamas:
una es le fuego de tu pelo,
la otra la hoguera que desatas en mi alma
Extremadamente cursi.
Yo creía que la relación iba bien. Que en cualquier momento haría oficial lo que ya era evidente: que Calen estaba loco por mí y deseaba que fuera su esposa. Pero el esperado anuncio nunca llegó.
-Tú eres hermosa, Ellia-me dijo una tarde-. Eres la doncella-eso es lo que él se pensaba- más hermosa de todo el reino. Y cualquier hombre sería inmensamente afortunado por convertirse en tu esposo. Por eso te mereces a alguien que te ame de verdad. Y ése no soy yo.
Y sin mediar más palabra, se marchó.
Peor yo no me quedé de brazos cruzados. Como hija de la casa de Danhna, la más noble y excelsa casa del reino, fui educada para ser una reina.
Desde pequeña aprendí no sólo las labores propias de mi sexo, como tejes, cocinar y bordar; sino también gramática, matemáticas, geografía, historia, literatura y filosofía, lenguas extranjeras, música, danza, e incluso medicina y astronomía.
Aprendí también el sutil arte de la seducción. Como modular la voz, mirar a un hombre, y jugar con la conversación. Aprendí a embellecer mi rostro con el maquillaje, y a resaltar las formas de mi cuerpo con discretos escotes y ceñidos corpiños. Aunque bien es cierto, que esto último nunca me ha sido muy necesario pues, sin lugar a dudas, soy la joven más hermosa del reino.
Mi cabello, rojo del color del fuego, llamea con el sol; y mis rizos caen en cascada hasta el final de mi espalda. Mis ojos, verdes oscuros, grandes y alargados, parecen felinos con el khöl negro que en ellos me aplico. Mis labios, suaves y carnosos, resultan tentadores cuando los pinto de rojo y contrastan profundamente con mi piel de alabastro. Y mi cuerpo, sin duda, es la mejor de mis armas. 1.70 metros de tentación pura, lo sé: mi cintura y talle son estrechos, y en cambio mis pechos y caderas están generosamente rellenos. Soy la perdición de cualquier hombre. Y soy consciente de ello.
Por eso, nunca he dudado en servirme de mi cuerpo para lograr lo que quiero. Utilizo mi belleza para conseguir mi más soñado objetivo: convertirme en la reina de Translot. Sólo me guío por un sencillo lema, que es el que ha determinado toda mi filosofía vital: SEXO Y PODER.
Mi plan era muy simple: seducir a Calen para que se casara conmigo. Y hubiera salido bien, si Calen no hubiera sido tan idiota y no me hubiera dejado. Pero no me importa. Descubrí otras formas de acceder al trono. Así fue como conocí a Siete.
Siete forma parte del grupo de los conjurados, personas que creen firmemente que la estirpe de Hiria no debería reinar en Translot, y que harán cualquier cosa por cambiar eso, e instaurar en su lugar al linaje de su hermano. Su objetivo principal, por supuesto, es asesinar a Calen. Y tras ello, colocar al único heredero que ellos consideran legítimo en el poder. Por supuesto, ése es Siete.
Conocí a Siete cuando Calen decidió estúpidamente que ya no quería estar conmigo. Realmente ya conocía a Siete, aunque, por supuesto, yo no sabia nada de quién era en realidad.
Siete siempre había estado enamorado de mí. Como muchos de por aquí, no me extraña. Y cuando me vio libre de Calen, me reveló quién era en realidad, y me suplicó que fuera su compañera.
Por supuesto, yo evadí mi respuesta hasta asegurarme de sus afirmaciones. Pero tras asistir a unas cuantas reuniones de sus compañeros, y comprobar la efectividad de sus planes (gracias a los cuales Calen estuvo especialmente “torpe” durante un par de semanas), terminé por creerle y ceder a sus deseos.
Ahora Siete y yo somos amantes. Bastante satisfactoriamente para mí en los últimos años, debo añadir. Al principio le constaba un poco. No estaba versado en las artes amatorias, y menos aún en los juego de cama. Por fortuna soy una buena maestra y él es un excelente alumno. Con práctica y paciencia, en poco tiempo mejoró notablemente y ahora se ha convertido en el mejor de los amantes que yo he tenido jamás. Y lo cierto es que soy incapaz de recordar cuántos he tenido.
A diferencia de la mayor parte de los jóvenes por aquí, yo hace mucho que dejé de ser virgen.
A los 14 años, mi padre me regaló un medallón de oro, enganchado en una cadena de perlas. El medallón llevaba incrustados 14 rubíes tallados en forma de estrella, y en la parte trasera llevaba la inscripción: “Tú eres mi estrella”. Mi padre encargó el trabajo al mejor orfebre de la cuidad. Y fue su hijo quien se ocupó de traerlo a mi fiesta. Al despedirlo, obligué a un criado que ordenara al muchacho aguardar en lo establos. Allí yací con él.
El joven era alto, fuerte, y tenia 18 años. Su pelo era castaño y sus ojos oscuros. Se notaba que aprendía bien el oficio de su padre; sus manos sabían exactamente dónde tocarme. Nunca supe su nombre. Tampoco me tomé las molestias de averiguarlo.
Desde entonces, mi lista de amantes ha sido extensísima. Nunca un hombre se me ha resistido en cuanto he puesto los ojos en él. Ninguno, salvo Calen.
Como casi toda mi generación, Calen tenía una absurda idea moral acerca del matrimonio y la virginidad. Pensaba que llegar virgen al matrimonio es una señal de respeto para aquella persona con la que vas a compartir tu vida. Yo creo que eso es una estupidez. ¿Por qué iba a reservarme para una sola persona cuando puedo tener todas las que quiera? Además, yo sólo pienso contraer matrimonio con aquél que ciña la corona. El resto son sólo un juego.
Por supuesto, de estas opiniones mías no saben nada mis padres. Para ellos sigo siendo una inocente y casta jovencita. A quien, por cierto, ya empiezan a apremiar para que se case.
-Hija mía-me dicen continuamente-, tienes ya 21 años. Es hora de que contraigas matrimonio, de que te asientes y formes tu propia familia.
Yo me excuso diciendo que, hasta ahora, ningún hombre ha conseguido “hacer nacer en mí un amor mayor que el que siento por mis padres”. Y aunque al principio funcionaba, cada vez me cuesta más trabajo y argumentos convencerles de que deseo permanecer soltera. Es indispensable para mis planes.
SEXO Y PODER, me repito a mí misma todos los días. El sexo, para alcanzar el poder. El poder que mis padres no tuvieron el valor de ambicionar. Al morir Calen I, mi familia pudo haber llegado al trono. Pero no tuvieron las suficientes agallas de colocarse en él. Por eso me juré a mí misma que yo lo haría por ellos. Conquistaría el trono, y colocaría a mi familia en el lugar que les corresponde. Últimamente, Siete me hace a menudo la gran proposición.
-Ellia, amada mía, cásate conmigo. Casémonos en secreto, hoy mismo, esta noche.
Pero yo siempre le doy la misma respuesta:
-Cuando seas Rey, mi amor. Cuando seas Rey.
No aceptaré ningún cónyuge de categoría inferior a la del Rey.
¡Oh, todo hubiera sido perfecto si el estúpido de Calen no me hubiera dejado! Aún a estas alturas me pregunto qué falló. Por qué no bastaron mi belleza y mis encantos para retenerle. Y ahora, una nueva pregunta sacude mi cabeza: ¿qué tiene esa niña extranjera que no tenga yo? ¿Qué ha hecho ella para convertirse en novia oficial, para lograr en apenas una semana lo que yo no logré en casi diez meses?
No es tan hermosa como yo. Su belleza es insignificante comparada con la mía. Cierto, es la Dama. O eso es lo que dice ella. Mucho me temo que, por esa condición, su cabello sea su único encanto. Verdaderamente posee un hermoso color dorado, pero sólo cuando lo alumbra la luz del día. Si no, es de un castaño de lo más corriente. Además es muy lacio y sin cuerpo, y mucho más corto que el mío.
Sus ojos no tienen ningún misterio. Marrones, simplemente. Y son muy pequeños. Desde luego no poseen la mirada hechizadora de los míos. Ni siquiera es realmente guapa. Su cara no es hermosa, simplemente es...resultona. Y su cuerpo, ¡no tiene comparación con el mío! Es mucho más bajita que yo, tiene los pechos mucho más pequeños, y las caderas mucho más anchas. Y estoy segura de que ella está más gorda que yo.
En cuanto a su personalidad...¡oh, por favor! Ni siquiera sabe como comportarse ante la corte. Actúas de un modo sumamente vulgar y pueblerino, sin ningún tipo de educación. Reconozco que tiene cierto talento musical pero, ¿de verdad es música eso que canta? Porque tengo mis serias dudas al respecto. Y si bien es cierto que posee un aceptable nivel como cuentacuentos, ¿de qué le sirve? Los cuentos, sólo sirven para entretener a los niños en la cama. A los jóvenes se les entretiene en la cama de otras formas.
Reconozco que cuando se desataron los rumores de que habían yacido juntos, me enojé mucho. ¿Con esa insignificante crías consintió en acostarse Calen antes que conmigo? Pero en seguida desaparecieron mis temores. Recordé que Calen posee una estricta moral respecto a las relaciones sexuales, así que dudo mucho que él hubiera insinuado anda o que hubiera sucumbido a los deseos de ella. Aunque también tengo mis serias dudas respecto a que ella hubiera sido capaz de proponer algo semejante. No tiene aspecto de saber cómo hacer tal cosa. No tiene el porte. Ni las maneras. Seguro que tampoco la experiencia. No, estoy segura de que ella aún es virgen.
Reflexionando todo esto, no puedo evitar reformular mi pregunta: ¿qué ha visto Calen en ella?
-Hoy estás inquieta, Ellia. ¿Qué te ocurre?-pregunta Siete.
Llevamos toda la tarde en la cama. Pero hoy no me encuentro de humor.
-Es ése anuncio. Lo de Calen y ésa extranjera.
-No me digas que estás celosa...-insinúa besándome el cuello.
-¿De esa niña? ¡Jamás! Pero podría convertirse en un obstáculo.
-No te preocupes por eso...Lo tenemos todo bajo control.
-¿Bajo control? ¿Quién puede tener nada bajo control ahora? ¡Ya has visto lo rápido que han anunciado la relación! A ese ritmo, ¿cuánto crees que tardarán en casarse? ¿O en tener su primer hijo? Las cosas se nos están complicando muchísimo, ¡y a ti no parece importarte!
-Tranquila, mi rubí-replica besándome-. Todo está controlado. Calen y Deyanira no llegarán nunca tan lejos. Ella tiene planeado marcharse en cuanto sepa cómo.
-¿Y aún así ha consentido en que se anuncie la relación? ¿En qué está pensando Calen? ¿Por qué lo hace público si no va a durar?
-Está enamorado...
Pff, amor, ¡menuda tontería! El amor es para los cobardes y los pusilánimes. Es el sentimiento más inútil del mundo. Entretiene tu mente y la aparta de sus verdaderos objetivos. Los enamorados pierden su ambición para entregarse por completo a la otra persona. Son incapaces de pensar con claridad y con lógica, y sus pensamientos están permanentemente ocupados en lo que han hecho o piensan hacer con la persona amada. Su discernimiento se nubla y se convierten en simples peleles sin metas en la vida. Definitivamente, el amor es para idiotas.
-En cualquier caso, esa chica sigue siendo un obstáculo. Y si el bando es cierto y ha curado a Calen, está aprendiendo a utilizar sus poderes.
-Eso es bueno, mi amor. La necesitamos para que rompa la maldición. Cuanto antes lo haga, mejor.
-Pero si desarrolla por completo todos sus poderes, ¿no teméis que os descubra? Dicen que la Reina era capaz de leer los pensamientos, que tenía el don de la profecía, y se supone que la chica tiene sus poderes...
-Tendremos cuidado con lo que pensamos.
-¿Pensáis matarla también?
-Se va a marchar por voluntad propia...eso no va a ser necesario.
-¿Y si decide quedarse?
-No lo hará.
Yo no estaría tan segura. Aunque tenga planeado marcharse, si está enamorada de Calen, la muy estúpida se quedará aquí.
-Pero aún así-respondo severamente separándome de Siete, que no ha dejado de besarme el cuello en un vano intento de excitarme-, tenéis un plan para ella, ¿verdad?
-Pues claro...primero dejaremos que rompa la maldición. Luego le diremos que en realidad Calen no piensa dejar que se vaya. Y a partir de ahí dejaremos que la naturaleza siga su curso.
-¿Y ya está? ¿Eso es todo el plan?-jamás había oído un plan tan absurdo y poco trabajado-¿No habéis pensado en nada más?
-No hace falta--- En cuanto lo sepa, Deyanira se marchará, y tras la monumental discusión que tendrá con Calen, éste quedará destrozado. Aprovecharemos entonces y le incitaremos al suicidio.
El plan es francamente absurdo. No dudo de que es su momento pudo haberles parecido brillante, pero es más que obvio que tiene, como mínimo, cuatro fallos importantes.
-No me gusta ese plan, Siete. Hay un montón de cosas que podrían salir mal, variables con las que no habéis contado. Para empezar, Deyanira podría cambiar de opinión. Y si está enamorada es seguro que se lo replanteará de forma seria. En ése caso, si le decís que Calen está buscando la forma de retenerla, podríais provocar le efecto contrario del deseado. Podría cambiar de opinión al darse cuenta del deseo de Calen y quedarse aquí. Y en ése caso tendríais un doble problema: un rey vivo con una Dama todopoderosa para protegerle y clamar venganza en caso de que fuera necesario. Incluso podrían llegar a más y entonces tendríais un tercera persona de que preocuparos.
-¿Y qué sugieres que hagamos, mi malévola mente?
Es difícil de decir qué se puede hacer. Me parece bien que quieran dejar a Deyanira marcharse a su libre albedrío, antes que matarla. Se ahorrarán todo el trabajo de planear minuciosamente el asesinato, ocultar posteriormente las pruebas y buscarse coartadas creíbles. Más aún, debido a la investigación que desataría un asesinato de tal envergadura como sería el de la Dama. Peor no tienen forma de estar plenamente seguros de que vaya a marcharse. Podría cambiar de opinión, y no tienen a nadie metido en su entorno para vigilarla.
Y luego está el tema del suicidio de Calen. Requiere una gran sutilidad el manipular la mente de alguien para incitarle a tal cosa, y no saben hasta qué punto podría llegar a ser fuerte la mente de Calen. Calen tiene un sentido muy sólido y asentado de cuál es su deber como monarca. No dejará a Translot sin rey por voluntad propia así como así. Habrá que pensar en otra cosa.
-Necesitáis tener controlada a Deyanira. Ella es la clave de todo el plan. Es necesario que estéis muy seguros de que va a marcharse en cuanto rompa la maldición y tenga oportunidad de ello. No os conviene tener a una Dama todopoderosa, furiosa y clamando venganza por la muerte de su amado. Necesitáis infiltrar a alguien en su entorno. Tenéis perfectamente cubierto a Calen, peor no os podéis fiar de la información que os llegue de Deyanira a través de él. Ella podría mentirle y, de todas formas, a pasar por tantas personas, parte de la información se perdería. Tenéis que introducir a alguien en su círculo más íntimo. ¿Qué hay de esa criada que trabaja para ella...Eiris?
-Es completamente leal a Calen.
-Lástima. Alguien así os vendría muy bien. Necesitáis a alguien cercano. Alguien con quien pase Deyanira todo el tiempo, con quien hable y en quien confíe. Un amigo suyo.
-Podrías hacerlo tú-sugiere.
-¿Qué dices? ¿Tratar yo con alguien como ella, con alguien tan vulgar? ¡Eso jamás!
-Piénsalo Ellia. Es perfecto. Te haces pasar por su amiga, te ganas su confianza y ella empieza a contarte todo lo que se le pasa por la cabeza. En caso de que fuera necesario, podrías incluso guiarla para que haga lo que nosotros queramos. Hasta marcharse de aquí y alejarse de Calen.
Es una idea completamente estup...¡estupenda! Deyanira ni siquiera lo sospechará. La pobre niña extranjera está sola en el castillo rodeada de extraños y sin amigos con quienes jugar. Incluso se alegrará de que alguien muestre un mínimo de interés afable por ella.
-Tienes razón mi amor. Es una idea fabulosa. Y lo mejor es que ella ni siquiera lo verá venir. Podré informaros de todo lo que ella haga y, en caso de que fuera necesario, manipularla para que haga lo que queramos.
Resulta tan emocionante la idea de actuar de espía... Es una forma de conseguir mi objetivo de llegar al trono sumamente novedosa, ya que no implica el acostarme con nadie, y me permitirá participar más activamente en las actividades del grupo de Siete. Será fabuloso poder desempeñar una actividad semejante, una que realmente me permita desarrollar todo mi potencial. No digo que con el sexo no lo haga pero...a veces el sexo es algo que no me llena. Soy toda una belleza, lo sé, pero soy también mucho más. A veces tengo la sensación de que, cuando Siete me mira, sólo ve un cuerpo. Y esto me permitirá demostrar que también soy un cerebro. Un cerebro inteligente y una mente sutilmente manipuladora.
-¿Crees que tus jefes lo aprobarán, Siete?
-No tienen por qué enterarse.
-¿Cómo dices?
-Tú cuéntamelo todo a mí. Yo se lo contaré a ellos. No tiene por qué saber el origen de la información.
¿Cómo dice? ¿Pretende llevarse él toda la gloria de mi trabajo? ¡Ni hablar! Éste no sabe con quién está tratando.
-Siete, o les cuentas ahora mismo a Uno y a Tres que yo voy a actuar para vosotros como espía de Deyanira, o tú y yo hemos terminado.
-Pero Ellia, querida...
-¡No pienso dejar que tú te lleves toda la gloria de mi trabajo! Somos pareja, y debemos compartirlo todo. Tanto los deberes como los méritos.
-Pero es que nunca ha habido una mujer en el grupo de los conjurados.
-Pues seré una pionera. Pero díselo. Mándales una nota ahora mismo. Delante de mí.
Resoplando, Siete se levanta del lecho y se dirige al escritorio. Bajo mi supervisión, escribe una nota para Uno y Tres:

Ellia ha tenido una idea para que podamos mantener vigilada a Deyanira:
Si la aceptamos en nuestro grupo, ella se hará pasar por amiga de Deyanira para así lograr sacarle toda la información posible sus planes con Calen y el Bosque.
7

Siete manda la nota con un criado de confianza. Mientras esperamos una respuesta, yacemos juntos de nuevo. Todavía tenemos la respiración agitada cuando llega el criado con la contestación de Uno y Tres.

¿Una mujer entre los conjurados?
Eso es algo extraordinario, nunca una mujer se ha incluido entre nuestras filas. No obstante, nos vendría bien una persona infiltrada en el círculo de la chica.
Bienvenida, Ellia. Búscate un buen nombre en clave.
1 y 3

-No lo puedo creer... ¡Te han admitido!-exclama Siete.
-¡Voy a ser una conjurada! Es tan emocionante...
Presa del pletoricismo, beso apasionadamente a Siete.
-Tenemos que buscarte un buen nombre en clave. ¿Qué te parece Una?
-Ah, no. No pienso tener el nombre de un número, por muy feminizado que esté. Es algo de lo más cutre y poco estiloso.
-Pero es la tradición...
-Siete, creo que mi caso es una más que evidente muestra de que las tradiciones están para romperse...
-¿Y cómo piensas llamarte entonces?
Excelente pregunta, para la que desafortunadamente no tengo respuesta. Quiero un nombre elegante, regio, sugerente, estiloso, hermosos... Como yo.
Pensativa, me asomo por la ventana. La presencia de la supuesta Dama empieza a causar estragos...los rosales están más bellos que nunca.
-Creo que ya sé cómo me voy a llamar.
Rápidamente, me dirijo al escritorio y garabateo una nota para Uno y Tres:

Estimados Uno y Tres:
De todo corazón os agradezco que me permitáis incluirme en vuestro selecto grupo.
Os aseguro que no os arrepentiréis de haber tomado esta decisión.
A partir de este momento, llamadme OSIRIA
[1]










































[1] La OSIRIA es una variedad de rosa especialmente rara. Su principal característica, es su colorido.
Se trata de una rosa que juega con dos colores en la misma flor. La parte interna del pétalo es de color rojo oscuro /granate, y su parte más externa es de un blanco precioso. Dicha combinación, la hace merecedora de su peculiar belleza.
La gracia de que Ellia elija esta flor para ser su nombre en clave, está en que ella es exactamente igual a la flor: su pelo rojo oscuro se corresponde con la parte interna del pétalo, y su piel, blanquísima, con la parte externa de la flor. Ambas son, además, particularmente bellas.

domingo, 15 de noviembre de 2009

15 de julio: Lo que te conté cuando creía que dormías

Es la segunda vez en lo que va de semana que me encuentro en esta habitación, aunque ciertamente que ha sido más difícil llegar en esta ocasión. Si bien no tanto por la extrañeza que causaba en la gente en el apareciera en camisón con Perin llevándome del brazo (lo de dejar flipada a la peña cada vez que aparezco ya lo tengo asumido y más que superado), como por la odisea que ha supuesto llegar hasta aquí.
Par empezar, cada vez que nos cruzábamos con alguien de la corte, nos parábamos a evadir tan educadamente como Perin podía, las preguntas que nos hacían. Y si no nos hemos encontrado con 30 personas de camino a aquí, no nos hemos encontrado con nadie.
Luego nos hemos topado con una especie de cordón de seguridad formado por soldados que, si bien estaban dispuestos a dejar pasar a Perin, a mí por poco no me linchan. Vamos, que porque Perin les ha echado una de sus miradas de “haz lo que te digo o te succiono la alegría” que si no...a estas horas iba a estar yo aquí.
Después de pasar el cordón de seguridad, nos hemos cruzado con el Jefe de Protocolo, que no se le ha ocurrido mejor cosa que ponerse a criticar sobre que yo fuera en camisón. Normal por otra parte, que para eso es el Jefe de Protocolo. Pero, ¿qué hace un Jefe de Protocolo pululando por la zona X de un rey enfermo cuyo acceso no sólo es restringido, sino que además es limitado? ¿Temen que si se muere los pasos que se den no sean acordes al protocolo?...Vale Yeny, mejor no lo pienses. Desecha esa idea de tu cabeza. Piensa mejor que, en realidad, no era le Jefe de Protocolo, sino un mayordomo que la enorme cantidad de tila y valeriana que has ingerido antes te ha hecho confundir con uno. Sí, eso es. Mejor estar colocada que de funeral.
Y por último, al llegar a las puertas de la habitación de Calen, me encuentro con Eiris. Es cierto que en la sala debía de haber como media docena de médicos, una decena de guardias y el mayordomo alias “Jefe de Protocolo” que nos estuvo siguiendo hasta aquí, pero la primera persona a la que yo vi fue a Eiris. Y gracias al cielo que estaba sujeta del brazo de Perin, porque si no me hubiera vuelto a caer redonda en el sitio. Y la escena ha sido de todo menos discreta.
Eiris llevaba una bandeja con tazas y una enorme tetera de porcelana, que se le ha caído al suelo nada más verme, y acto seguido me ha señalado con dedo acusador exclamando:
-¿Qué estás haciendo tú aquí? ¡No deberías estar aquí!
Yo intenté hacerla entrar en razón:
-Eiris, por favor, no hablemos de esto ahora. No hay tiempo.
Pero fue inútil. Eiris estaba fuera de sí.
-¡Todo esto es culpa tuya! Tú te empeñaste en buscar ese pasadizo, en meterte por él, y en que el Rey fuera contigo. Tú te burlaste del poder del Bosque, y tú eras la que estaba distraída mientras al Rey de atacaban.
-Eir, por favor, intenta clamarte. Hablaremos de esto luego...-necesito que razone. No hay tiempo para discutir. No tengo tiempo para discutir. No tengo nervios para discutir.
-¡Fuiste una irresponsable! Lo trajiste hasta aquí, medio a rastras y semimoribundo, y luego pretendiste desentenderte de todo el asunto.
-¡No fue así Eiris! No tienes ni idea de lo que realmente pasó. Lo traje a rastras y medio muerto, sí, ¡pero me dejé el alma y el pellejo para traerlo hasta aquí! Puedes hablar todo lo que quieras, pero tú no estabas allí y ni te imaginas lo que pasó en realidad. Si hubiera sido una irresponsable, si me hubiera desentendido de todo, habría salido huyendo en cuanto esa rama lo atacó y ahora no estaría aquí.
-¿Y cuál hubiera sido la diferencia? Se va a morir igual. ¡Y va a ser sólo culpa tuya!
-¡Ya basta!-exclamó Perin por fin- Apartaos del medio muchacha, y controlad vuestros nervios. Puede que ella sea la única causante del estado del Rey, pero también es la única que puede curarlo.
Y sin esperar a que Eiris se aparte de la puerta, se dirige con paso decidido hasta la habitación, donde una nueva horda de médicos nos da la bienvenida. Tras despachar miserablemente a los médicos, asegurando que lo mejor para Calen era tenerme cerca, Perin me conduce hasta la cama de Calen, donde me siento. Calen no habla. Casi no se mueve. Casi no respira.
-Los médicos le han sedado-explica Perin-. Para que no sufra tanto.
¿Cuánto el debe doler? ¿Cuánto debe estar sufriendo? ¿Es posible que lo sienta estando dormido? No puedo imaginarme lo que debe ser sentir el veneno recorriendo tu cuerpo, hundiendo sus raíces en lo más profundo de tus órganos, devorando tu corazón, tu hígado, tus pulmones... He sentido el aliento de la muerte en mi nuca, he sentido la angustia de la falta de aire, la lucha por conseguir que el oxígeno llegue a mi cerebro, el miedo cuando todo empieza a tornarse negro y sientes que tu alma escapa junto al grito ahogado que sale de tu garganta. El dolor más agudo hundiéndose en mis entrañas.
Pero sólo era un sueño. Un recuerdo quizá. No era real. En cambio, lo que Calen siente es muy real.
Calen me despertó de mi pesadilla, lo menos que puedo hacer es corresponderle de la misma manera.
-¿Necesitáis algo? ¿Algún tipo de material?
No tengo ni idea. Bueno, tengo una ligera idea, pero no sé si resultará.
-Ponedlo boca abajo. Necesito verle la costra. Y traedme un bisturí esterilizado, paños calientes, y un vaso limpio.
Asintiendo con la cabeza, Perin gira a Calen y va a buscar lo que he pedido. Yo me quedo mirando a Calen con los ojos ensimismados, rozándole con los dedos la horrible costra verde, intentando reprimir mi asco todo lo posible.
-¿Os hace falta algo más?-pregunta Perin depositando las cosas sobre la mesilla.
-Marchaos. Dejadme sola. Y que nadie entre hasta que yo salga. Que nadie me moleste, Perin.
De nuevo, asiente.
-¿De verdad creéis que podéis curarlo?
-Nada perdemos por intentarlo.
Perin no dice nada. Simplemente me oprime ligeramente la muñeca, como si quisiera darme ánimos o dárselos a sí mismo. Y se va. Yo me tumbo junto a Calen. Me he quedado sola con él.
-Esto es lo último que deseaba Calen. De verdad. Yo sólo quería encontrar el Diario y volver a casa. Nunca imaginé que pasaría esto. Si lo hubiera sabido...jamás te hubiera llevado conmigo.
“Pero yo sólo quería estar contigo... Es lo único que he querido desde que te vi. Sé que últimamente no lo he demostrado demasiado...pero lo hice por ti... Bueno, realmente lo hice por mí. No quería, no quería enamorarme de ti Calen. Tenía miedo. Tú serías mi razón para quedarme y sabes perfectamente que no puedo hacer eso. Tengo que volver a casa, tarde o temprano, y eso significa que no puedo tener nada que me retenga aquí. Ni siquiera tú. Es lo más juicioso.
“Pero nadie ha dicho que yo fuera juiciosa. Y por mucho que yo intentara alejarme de tu presencia, no podía apartarte de mi mente. No podía dejar de pensar en ti, de acordarme de ti, de desear estar contigo. Y así fue como fallé en todo lo que me había propuesto. Sin darme cuenta, sin quererlo, me enamoré de ti.
“Sí, sí Calen, te quiero. Y sé que tú también me quieres a mí. Y desearía tanto poder estar contigo siempre... Por eso me duele tanto quererte, porque te deseo y no puedo tenerte.
“Y ahora tú estás a punto de morir y yo...¡y yo me pongo ahora a decirte lo que siento! Ya ves, ¿no te parece absurdo? Justo tengo que decirte lo mucho que te quiero cuando tú no puedes oírlo.
“Te juro Calen, que si sales de ésta, seré tu novia. ¡Y a la mierda el futuro, a la mierda lo que piensen los demás! Sólo estaremos tú y yo, ¿de acuerdo? Sólo tú y yo.
“Pero tienes que salir de ésta Calen. Tienes que despertar. Tienes que mirarme y echarme la broca `por estar en camisón y en tu cama. Y luego pedirme explicaciones. Y entonces volveremos a hablar de lo que sentimos. Y yo te abrazaré, y te besaré, y ya nunca me separaré de ti hasta que deba hacerlo. Y tenemos suerte de que no sepa cuándo será eso.
“Así que date la vuelta y mírame Calen. Date la vuelta y mírame. ¡Mírame!”
Pero Calen no se gira. Ni me mira. Sigue ahí tumbado, boca abajo, a mi lado. Casi sin moverse. Casi sin respirar. Como si estuviera muerto.
Al igual que en la búsqueda del pasadizo, al igual que en la charla con los cuadros, al igual que en la lucha contra la rama, sólo tengo una corazonada de que esto pueda resultar. Pero mis corazonadas no me han fallado hasta ahora. Así que a ella me queda aferrarme. Por Calen.
El Bosque es mi reino. Mi reino, mi Bosque. Mi Bosque, mi veneno. Si el Bosque entero me debe obediencia, el veneno también debería de obedecerme. Al fin y al cabo, es un “fruto del Bosque”. Así que lo voy a concentrar todo en un único punto desde el que sea fácil extraerlo después. Poso las manos sobre la costra de la espalda de Calen, cierro los ojos, y me concentro.
-Como Dama del Bosque te ordeno que acudas a mi llamada, y te concentres bajo mis manos.
Noto calor bajo las manos y el cuerpo de Calen empieza a convulsionarse violentamente. Cada vez noto más calor, y Calen se agita más fuertemente. Pero no abro los ojos, ni aparto las manos. Aguanto firme, hasta que se detiene.
Cojo el bisturí y le rajo la costra. De la herida empieza a supurar un horrible y espeso líquido negro. Lo recojo en el vaso, y limpio la herida con un paño. En cuanto el cuerpo de Calen queda libre del veneno su herida se cierra, y la costra desaparece. Es como si nunca la hubiera tenido.
Me alivia muchísimo ver que está bien. Me siento inmensamente feliz al saber que se va a poner bien, que vivirá. Me siento tan feliz y tan plena, que la emoción me impide moverme. Me limito a acariciarle cariñosamente el pelo. Calen parece profundamente dormido. Me dan unas ganas enormes de abrazarlo, pero no quiero despertarlo. Y me limito a seguir acariciándole suavemente el pelo. Pronto, Calen empieza a moverse. Se da la vuelta, abre los ojos y, por fin, me mira.
-Buenos días cariño.
-Deyanira...¿estamos en pijama en mi habitación? ¿Y me acabas de llamar “cariño”? ¿Acaso esa rama me mató y ahora estoy en el Más Allá?
-No Calen-respondo sonriendo-. Estás muy vivo. Estás en casa. Y yo estoy contigo.
-Estábamos en la habitación de Hiria. Y una rama me atacó.
-Te liberé. Y te traje hasta aquí.
-Tendría que estar muerto...
-Te curé.
-¿Cómo?
-Como tú siempre me decías. Usando mis poderes.
-¿Usando tus poderes?
-Claro que sí, cariño.
-¿Por qué me llamas cariño?
-Porque te quiero, Calen-le confieso. Y él me mira asombrado.
-Yo también te quiero, Yeny.
Es el momento. Me acerco lentamente a él, acariciándole con cariño la cabeza.
-Yeny, tal y como estamos, ¿crees que debemos hacer esto ahora?
¿Tal y como estamos ahora? ¿Se refiere a en pijama, en su habitación, completamente a solas y, no obstante, con decenas de personas esperando fuera que podrían entrar en cualquier momento para asegurarse de que ambos estamos bien? Qué mas da la gente que hay afuera. Lo importante es que nosotros dos estamos aquí dentro. Aquí y ahora.
-Calen, no volveremos a tener otro ahora.
Y le beso. Le beso con toda mi alma, con todo mi corazón, con todas mis fuerzas. Liberando en ese beso todo lo que había reprimido hasta ahora. Bebiendo de ese beso con sed ansiosa. Acariciando el cabello negro de Calen con infinita dulzura. Disfrutando de sus dedos recorriendo cada centímetro de mi espalda.
En este momento sólo existimos nosotros dos y este beso. Nuestras bocas, nuestras manos, nuestros cuerpos. Mi corazón latiendo desbocadamente en mi pecho. La agitada respiración de Calen en mis oídos. El deseo reprimido, la pasión desatada, el amor infinito.
Nos separamos simplemente para poder volver a respirar. Ambos nos quedamos así, abrazados, acariciándonos, mirándonos fijamente. Como tantas veces he soñado hacer. Ójala el tiempo se detuviera Y la eternidad congelara este momento.
Pero por desgracia, el tiempo no se detiene, y fuera hay personas sumamente preocupadas por la salud de Calen: una docena de médicos, unos diez guardias, Eiris, Perin, y el mayordomo alias “Jefe de Protocolo” que pulula por ahí. Por no hablar de las decenas de cortesanos que hay fuera del cordón de seguridad que acribillaban a Perin a preguntas cada vez que se lo cruzaban.
Así que me separo de Calen y me levanto de la cama. Él simplemente se queda tumbado, mirándome.
-¿Tan pronto te vas?-pregunta.
-Nos vamos-puntualizo cogiéndole de la mano e intentando levantarle-. Hay un montón de gente ahí fuera esperando saber si te he curado.
-Pues que esperen un poco más-contesta tirando de mí y empujándome encima suyo. Nos besamos de nuevo.
Podría quedarme aquí para siempre. Podríamos permanecer en esta habitación y ordenar que nadie nos molestara salvo para traernos la comida. Podríamos estar aquí para siempre., besándonos, acariciándonos, abrazándonos... A veces incluso podríamos hablar. Viviríamos en una especie de Nuevo Edén, como unos nuevos Adán y Eva...sólo que sin serpiente pululante y sin cólera divina que no expulsara de aquí. Probablemente nosotros tendríamos cólera periniana.
Pero la cara de preocupación de Perin se aparece en mi cabeza y comprendo que eso es sólo un sueño. Tenemos que hacer lo que tenemos que hacer: salir ahí fuera y anunciar que Calen está curado. Luego tendremos todo el tiempo del mundo para estar juntos. Por eso me separo de Calen, me levanto de la cama Y esta vez le obligo a levantarse.
-Venga remolón, que tienes a todo el reino loco de preocupación.
Cogidos de la mano, nos dirigimos a la puerta, pero antes de llegar, nos paramos y volvemos a besarnos.
-¿Es necesario que salgamos ahí fuera?-pregunta al separarnos- ¿No podríamos quedarnos un rato más?
-No. Peor tendremos tiempo después-contesto dándole un pico-. Te lo prometo.
Iba a salir ya por la puerta, cuando Calen me detiene.
-Deyanira, sabes que en cuanto salgamos por esa puerta, no sólo tendremos que anunciar que estoy curado, ¿verdad?
Vale, bien, de nuevo el eterno tema del anuncio de nuestra relación. Pero esta vez me da igual. Que anuncie lo que quiera. No pienso esconderme. Estoy con Calen y le quiero. Que todo el mundo lo sepa.
-Te quiero Calen-contesto-. Te quiero y quiero estar contigo. Que se entere todo el mundo. Proclamémoslo a los cuatro vientos. Por mí, encantada.
Calen sonríe y me besa.
-Vamos entonces-dice. Y cogidos de la mano salimos por la puerta.
El estupor que causa nuestra aparición, o quizá debería decir la reaparición de Calen, es poco más que general. Los médicos que cuchicheaban entre ellos se callan en seco y miran a Calen desconcertados; los guardias se ponen más en firmes todavía, el mayordomo borde chasquea la lengua y niega con la cabeza murmurando “eso no es lo correcto”, Perin, con las cejas a 5 centímetros de sus ojos, dirige alternativamente la cabeza a Calen y a mí como si no supiera por quién sorprenderse más; y Eiris se lleva las manos a la boca ahogando un grito de asombro.
-Nuestra Dama me ha curado-anuncia Calen agarrándome cariñosamente por la cintura.
Perin es el primero en romper el hielo, abandonando su habitual seriedad y compostura y abrazando a Calen entre lágrimas repitiendo sin cesar:
-¡Hijo mío! Gracias a la Reina que estás a salvo. ¡Gracias, gracias Santa Reina!
Tras estrujar a Calen largo rato, lo suelta y me abraza a mí con la misma intensidad.
-¡Hija mía! ¡Hija mía! Sabía que tú podías salvarlo, ¡lo sabía! Gracias mi niña, gracias.
Mientras Perin me achucha, un pletórico Gern entra en la sal, y corre inmediatamente a abrazar emocionadísimo a su mejor amigo:
-¡Calen estás vivo! Gracias a la Reina. Nos tenías a todos preocupadísimos. Hierald no hacía más que recorrerse la sala de arriba abajo; y Stelln y Marku la han llenado de humo de tanto como han fumado para calmar los nervios.
-Estoy perfectamente bien Gern. Gracias a Deyanira.
Y es entonces cuando Gern suelta a Calen y me abraza a mí.
-Señorita, tu llegada a aquí ha sido una bendición mucho mayor de lo que creíamos en un principio.
-No ha sido para tanto...
El regocijo general es interrumpido por una voz grave que carraspea para llamar nuestra atención:
-Lamento interrumpir el momento tan feliz que a todos nos embriaga-comienza a decir la voz que, ¿cómo no?, corresponde al mayordomo alias “Jefe de Protocolo” de antes- pero, ¿debo recordarle a Su Majestad que vuestra milagrosa recuperación ah de ser anunciada inmediatamente?-pues va a ser cierto que el hombrecillo es el Jefe de Protocolo.
-No lo olvido Aoler. Iniciad los trámites inmediatamente pero, de paso, anunciad una cosa más-responde Calen sonriendo y abrazándome con fuerza-. Anunciad que la extranjera lady Deyanira, Dama anunciada por las profecías –“¡Eso aún no está ratificado!” se oye gritar a alguien que reconozco como Hierald. Ese tío siempre metiendo baza. Pero Calen hace caso omiso y continúa con su anuncio-, es amada por mí y yo lo soy por ella. Y desde este día iniciamos nuestro noviazgo.
Mientras un murmullo de evidente sorpresa recorre la habitación (y Perin y Gern esbozan una sonrisa con una más que evidente significación de “Yo ya lo sabía”), Calen y yo nos besamos.
-Bien, supongo que también podemos anunciar eso-dice Aoler.
-Pues hacedlo-ordena Calen al separarnos.
Por delante del Jefe de Protocolo sale, agitándose con furia, una melena negra. Eiris. Uy, esto sí que es raro. Vale que se cabree conmigo por casi cargarme a su rey, pero le he curado y aún así ella parece igual de...dolida. ¿Y si me estoy equivocando? ¿Y si lo que Eiris siente por Calen es mucho más que el respeto debido a su rey? Tengo que hablar con ella. Si Eiris está así por lo que yo creo, en parte es también culpa mía por no haber sabido darme cuenta de sus verdaderos sentimientos. Por no haber sabido interpretar las señales. No quiero que sufra. Es lo más parecido a una amiga que tengo por aquí.
-Debo ir a vestirme-indico a Calen separándome de él.
-¿Te veré en la comida?
-Por supuesto-respondo besándole de nuevo.
-Permitid que os acompañe milady-se ofrece Gern.
-Gracias, pero no será necesario-declino-. Sólo voy a...¡ponerme algo un poco más decente!-añado sonriendo.
Besando de nuevo a Calen, me despido de los presentes y salgo de la sala en busca de Eiris.
Corro por los pasillos en su busca, preguntando a todos los criados si la han visto. Finalmente, tras perderle la pista y reencontrársela unas cuantas veces, la encuentro en los jardines llorando a los pies de un sauce, valga la redundancia, llorón.
-Eiris...-la llamo.
No responde.
-Eiris...-la llamo de nuevo tocándole el brazo.
-¡Déjame!-exclama apartándose bruscamente y dándome la espalda.
-Eiris déjame que te explique...-comienzo.
-¿Explicarme qué?-me interrumpe furiosamente-¿Cómo casi consigues que maten a Calen? ¿Por qué te desentendiste tan rápidamente de llevarlo con los médicos y cuidar de él? Gracias, pero no quiero tus explicaciones.
-Tienes razón Eiris. Lo que hice no tiene nombre. Peor en mi defensa diré, que no creía que el Bosque fuera tan cruel. Y cuando volví aquí, mi propio corazón fue el que falló.
-¡Fuiste una irresponsable! Nunca escuchas. ¡Siempre tienes que hacer lo que quieras, da igual lo que digan los demás! ¡Y consigues que Calen te siga en tus locuras ciegamente! Sin pensar nunca en las consecuencias.
-Lo sé Eiris. Lo siento. Pero no me desentendí del todo. Liberé a Calen y lo traje hasta aquí. Y ahora lo he curado.
-¿Y crees que es suficiente? Puede que para todos esos estúpidos cortesanos a los que has encandilado con tus fingidos aires de Dama inocentona, lo sea. Pero no lo es para mí. Yo no puedo olvidar que por tu culpa Calen casi se muere.
Eiris se levanta de donde está y se aleja de mí, obligándome a seguirla.
-¿Estás tan cabreada conmigo por eso? ¿Porque casi mato a Calen?
Eiris se para en seco y se gira para mirarme con furia.
-Calen haría lo que fuera por ti. Daría hasta la vida por ti. Lo tienes encandilado desde que llegaste aquí. ¡Y ahora eres su novia! Pero tú no te lo mereces, ¿sabes? Él no debería estar con alguien tan atolondrado, irresponsable y alocado. Debería estar con alguien como...
-¿Cómo tú?-concluyo por ella.
Eiris no responde. Lo que significa que he dado en el clavo.
-Tú le quieres, ¿verdad?-pregunto. Pero ella sigue sin responder-Por eso estás tan furiosa-Eiris sigue en silencio-. Eiris puedes contármelo, de verdad. Si estás enamorada de Calen, dímelo. Desahógate. Si te duele que esté con él, dímelo y romperé nuestra relación.
-¿Y por qué ibas a hacer eso?
-Porque eres mi amiga. Y para mí una amiga es mucho más importante que cualquier tío del mundo-lo digo completamente en serio.
Eiris se queda mirándome un rato, suspira, y agita la cabeza como intentando acertar en por dónde empezar a contarme.
-Siempre he sabido que sería imposible. Él es el Rey y yo...una criada más de este castillo. De pequeños solíamos jugar juntos. Calen tiene una cicatriz en forma de triángulo en el brazo izquierdo. Se cayó y se raspó contra una piedra. Yo lo encontré y le llevé a que lo curaran. Teníamos 6 años. Desde entonces se convirtió en mi mejor amigo. Éramos inseparables. A los 14 años, cuando empezábamos a preguntarnos por qué a los hombres y las mujeres les gustaba tanto besarse en la boca, decidimos experimentar con nosotros mismos. Fue mi primer beso. Creo que me enamoré definitivamente de él en ese instante. Pero él siempre estaba cortejando a las hijas de los altos nobles de la corte. Y luego venía y nos contaba a Gern y a mí cómo había conquistado a la dama en cuestión. Y entonces solía aparecer Perin y se lo llevaba a rastras jajaja.... Al convertirse en Rey, nos fuimos distanciando hasta que, simplemente, acabamos siendo el Rey y la doncella. Yo nunca le dije lo que sentía y él...simplemente olvidó lo que fuimos.
No puedo creerme que Eiris me haya confesado algo así sin tapujos. No sé qué decir...
-No es que esté enfadada contigo por estar con él, es que...me siento impotente por saber que yo nunca estaré en tu lugar-termina.
-Eiris yo...
-Tú le quieres, ¿verdad?
Respondo con todo mi corazón:
-Como a mi vida.
-Entonces sé feliz a su lado. No seré yo quien te lo impida.
Ambas guardamos silencio. Ninguna sabemos qué decir. Quizá no haga falta decir nada.
-¿Era en serio lo que decías antes?-pregunta-¿Lo de que soy tu amiga?
-Claro que sí Eiris. Para mí lo eres.
Por primera vez, ella sonríe.
-Tú también para mí.
Ahora la que sonríe, soy yo.
-¿Por qué no me dijiste que querías a Calen?-pregunta.
-Porque pensaba que lo nuestro también era imposible. Algún día tendré que volver a casa, y entonces, ¿qué pasaría con nosotros dos?
-¿No te vas a quedar aquí? ¿Con Calen? ¿Conmigo?
-Hay mucha gente esperándome en casa Eiris. Personas que están tan preocupadas por mí como tú lo estabas por Calen hace unos minutos. Debo volver.
-¿Calen lo sabe?
-Sí-asiento-. Se lo dejé muy claro en su día.
-¿Y le da igual?
-Sí.
-Entonces sé feliz con él amiga mía. Sé feliz por las dos-responde abrazándome.
-Pero Eiris, tú...
-Estaré bien, Yeny. Te aseguro que estaré bien-promete separándose de mí-. Además, quizá esta sea mi ocasión de darle una oportunidad a Jaler.
-¿Jaler?-¡¿Cómo ha dicho?!-¿El mismo Jaler de la guardia de Calen?
-El mismo Jaler de la guardia de Calen-responde con una sonrisa pícara-. Me corteja desde hace tiempo.
Yo no puedo reprimir una exclamación de sorpresa:
-¡Cuéntamelo todo!-le pido.
-De acuerdo-concede-. Pero primero vamos a ponerte algo más decente. No querrás bajar a comer así vestida, ¿verdad? Aunque no creo que a Calen le disgustara demasiado.
Y así, cogidas del brazo y riéndonos, nos dirigimos a mi habitación mientras Eiris me lo cuenta todo acerca de sus, quizá, futuros amoríos con Jaler. ¡Con Jaler! Esta chica sí que es increíble.

domingo, 1 de noviembre de 2009

14 de julio: Las noticias vuelan I

A las 8 de la mañana, Uno y Tres recibieron este mensaje:

Esta madrugada, una criada trajo al chico a su habitación. Todo indica a que ha sido atacado por el Bosque.
¿Qué debemos hacer?
7
Uno y Tres se reunieron en seguida, y mandaron a Siete el siguiente correo:

Averiguad qué ha pasado. Y dónde está la chica. Manda a Cuatro a vigilar la habitación de Calen. Que Seis interrogue a la criada. Tú encárgate de descubrir el paradero de la chica. Con Dos y Cinco haz lo que quieras. Mantennos informados.
1 y 3

A las 9 de la mañana, Seis recibió este mensaje:

Una criada ha traído a Calen delirante y enfermo a sus aposentos. Interrógala, entérate de qué le ha pasado. Informa en cuanto lo sepas. Llévate a Cinco.
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A la misma hora, Cuatro recibía este otro:

Calen ha sido llevado a sus habitaciones por una criada. El chico deliraba. Monta guardia en su puerta. Entérate de qué le ha ocurrido. Llévate a Dos contigo. Informa en cuanto sepas algo.
7
Y media hora después, un emisario especial leyó ante la corte en pleno, que estaba desayunando; y un pregonero en la plaza de la cuidad, que ya bullía en actividad, el siguiente comunicado:
Su Majestad Calen II, Monarca por la gracia del cielo y Gobernante por derecho:
Se halla en este preciso instante en sus habitaciones, siendo atendido por los mejores médicos de la corte, en grave estado de salud por envenenamiento. Los médicos, incapaces de reconocer dicho veneno y de hallar un antídoto eficaz, temen por su vida.
Se comina a todos los ciudadanos a rezar por la salvación de nuestro bienamado Rey.

Eran casi las 9 cuando Deyanira y Calen se adentraron en el pasadizo que les llevaría a la habitación de la Reina. Unas ocho horas después, Deyanira regresaba cargando con un Calen que había sido atacado por el Bosque. Y cinco horas más tarde, el castillo y toda la ciudad de Longia estaba revolucionado a causa de las nuevas recibidas: el Rey había sido envenenado.
Los cortesanos rodeaban a un abrumado Perin, que no podía admitir el origen del mal del Rey, porque tampoco tenía ningún conocimiento de cómo había llegado hasta ese estado. Los criados cuchicheaban con sus señores sobre extrañas conspiraciones hacia la persona de Calen. En la ciudad, todo el mundo tenía un hermano, o una hija en el castillo, que les informaba sobre las novedades y aseguraba saber más que su vecino.
Finalmente, Perin optó por prohibir la entrada a la habitación de Calen a todo aquél que no fuera médico. E instauró un cordón de seguridad para que nadie, sin autorización expresa suya, se acercase a esa habitación en un radio de 20 metros. Interrogó a la criada que había traído a Calen, quien le contó que él y Deyanira desaparecieron por un pasadizo antes de la cena y regresaron esa madrugada. Deyanira afirmaba que el Bosque les había atacado. Tras agradecer a la criada su información, y ordenarle que sirviera el desayuno a los médicos que atendían a Calen, se marchó en busca de la chica.
Pero se llevó una desagradable sorpresa al descubrir que la chica estaba inconsciente en su cama. Una criada la había encontrado desmayada en la puerta de su habitación, poco después de que Eiris se marchara con Calen, e inmediatamente había avisado a lord Ashreln, el único médico que en esos momentos no se hallaba intentando salvar al Rey.
A las 8 de la mañana, los médicos informaron a Perin de que no conocían el veneno que enfermaba a Su Majestad, y que nada había que se pudiera hacer por él. El Rey no llegaría a esa noche.
La única esperanza de Calen, residía en una chica que yacía débil e inconsciente es su habitación y que, además de ser la única que sabía lo que realmente había pasado, era la única que no tenía señales de haber sido atacada por el Bosque. También era la Dama. Suficiente como para ser capaz de curar la Rey. Así que se dirigió hacia la habitación de la chica, con el objetivo firme de pedirle explicaciones y ordenarle que curara a su soberano.
Pero cuando llegó a la estancia, y lord Ashreln le informó sobre el estado de Deyanira, se le encogió el corazón. La chica había sufrido un ataque de nervios, del que, por fortuna, se recuperara favorablemente. Lord Ashreln, sin embargo, no consideraba aconsejable alterarla de nuevo, lo que eliminaba por completo la posibilidad de que ella viera al Rey.
Pero a pesar de las indicaciones de lord Ashreln, Deyanira seguía siendo igual de tozuda, y tras mucho discutir con Perin (y después de explicarle lo que realmente ocurrió), salió de la habitación cogida de su brazo, dispuesta a intentar curar al Rey.



Siete asaltó a lord Ashreln cuando éste salía de la habitación de Deyanira.
-Los médicos que están con Su Majestad me envían-aseguró-para pediros que vengáis inmediatamente. ¿Se encuentra la joven en condiciones de prescindir de vuestros cuidados?
Y al poco tiempo, Uno y Tres recibieron una nota:
Deyanira sufrió un ataque de nervios. Sus nervios se dispararon, hiperventiló y sufrió un desmayo. Se encuentra en la cama, estable. Pero Ashreln considera que es mejor que no se mueva de allí en un par de días.
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Junto a ella, Siete envió los informes de Cuatro y Seis:

La criada no ha soltado prenda. Y Cinco ha invertido toda la conversación en intentar ligársela. Ha sido patético. Lo único que la criada ha dicho es que encontró a Calen por los pasillos con aspecto enfermo y que lo llevó a su habitación. Luego avisó a los médicos. Era obvio que mentía. Mucho me temo que Perin ya haya hablado con ella.
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Calen ha sido envenenado. Su delirio es el mismo que el de los hombres que murieron atacados por el Bosque. Tengo el enorme placer de anunciar que médicos no pueden curar al chico. Morirá antes de esta noche. ¡Y nosotros no hemos tenido que mover un solo dedo!
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Y.M. Que alguien dé de baja a Dos esta semana. Se ha caído tres veces por las escaleras de pura emoción.
Uno y Tres no podían creer lo que leían sus ojos. ¡El chico se moría! ¡Y ellos no habían tenido que hacer nada! Puesto que Calen no tenía heredero alguno (“Con razón le apremiaban tanto para que se casara últimamente”, pensó Uno), no sería difícil colocar a quien ellos quisieran en el trono. Esa noche se irían a celebrarlo.
Pero el regocijo les duró poco, pues a las 11 recibieron una nota urgente escrita por Cuatro con mucha prisa:

Perin ha entrado en la habitación de Calen llevando consigo a la chica. Asegura que ella puede curarle. Acaba de abandonar la estancia dejando en ella a Deyanira y dando orden de que nadie les moleste. La chica parecía estar completamente resuelta a curar a Calen. ¿Qué hacemos? Contestad pronto
4
Uno y Tres habían aprendido que la espera era la mejor consejera, y decidieron que lo mejor era ver cómo se resolvía el asunto. Si la chica curaba a Calen, se demostraría que ella es la Dama, lo que les vendría muy bien a sus planes. Si en cambio, Calen moría... Tanto mejor para ellos. Así que mandaron el siguiente comunicado a todos los jóvenes:
No hagáis nada todavía. Esperad a ver cómo se resuelve el asunto.
1 y 3

miércoles, 14 de octubre de 2009

7 de julio: La habitación

¡Lo conseguí! ¡Estoy en la habitación de la Reina! Soy genial, soy ideal, soy estupenda, soy la más lista, soy la mejor...Vale, de acuerdo. Baja Modestia, que sube Deyanira. Pero, qué demonios. Llevo días trabajando para llegar hasta aquí. Y estoy tan cerca...tan cerca de conseguirlo. De encontrar el Diario. De romper la maldición. De volver a casa...
Y hablando de casa, qué bien conservada está ésta. Para llevar...¿cuánto? 10 siglos o por ahí deshabitada, lo cierto es que está muy bien conservada. Los muebles están en perfecto estado, y tanto las cortinas como la ropa de cama, conservan unos brillantes colores y el tejido no está apolillado. Sí, es cierto que hay una gruesa capa de polvo pero...hace siglos que nadie limpia esto. No se le puede pedir peras al olmo. Aunque la hiedra ha cubierto casi la totalidad de la ventana, aún podría permitir que se filtrara algo de luz. Pero no puedo estar segura, puesto que ya ha caído la noche. Aún así, por el pequeño resquicio libre de hierba que hay en la ventana se puede ver, brillando a lo lejos, una luna perfectamente redonda y blanca.
-Este sitio me da mala espina-dice Calen agarrando fuertemente la empuñadura de su espada-. Más aún de noche.
-Relájate Calen. Está más que claro que este sitio lleva vacío...muchísimo tiempo. Es imposible que haya ningún peligro aquí dentro.
-No temo a lo que hay dentro. Temo a lo que hay ahí afuera.
El Bosque. Ése que se dedica a matar gente. Ése que se supone, debo resucitar. Ése que al parecer se convertirá en mi reino. Anda, que menudo reino me ha tocado. Está claro que, el día que se repartieron los reinos, yo estaba de resaca.
-Deyanira, apartaos de la ventana-me advierte Calen al ver que me acerco a mirar por ella.
-Sólo voy a echar un vistazo al paisaje-le tranquilizo-. Relájate.
De todas formas, no se qué es lo que inquieta tanto a Calen. A través de la ventana, apenas se puede ver un trozo del Bosque. Pero éste, iluminado por la suave luz fantasmagórica de la luna llena, me parece hermosísimo en su negrura. Tranquilo, sereno, y mágicamente hermoso. Ahora, estando dentro de él, oigo claramente como me llama.
-Mi Reina. Mi Dama- susurran los árboles-.Nuestras ramas te darán cobijo. Ven a saludarnos, joven Reina. Ven a acariciarnos, oh tú, Portadora de la sangre de Hiria.
-Deyanira, llevamos esperándote mucho tiempo. Ven con nosotras Deyanira. Ven, Dama nuestra-me dicen las flores-.Nosotras adornaremos tu pelo, y ceñiremos coronas en torno a tu cabeza. Ven a jugar con nosotras.
-Yo te daré de beber, mi joven Dama. Mis aguas llevan siglos esperando calmar tu sed, Reina mía-me llama el río-.Báñate en mis aguas, oh Portadora, como en su día hizo Hiria.
-¿Sabéis quién soy? ¿Me reconocéis?
-Te conocemos desde siempre-contestan los árboles- Llevamos siglos esperándote.
-Hemos aguardado tu llegada desde que apenas éramos un fino rastro de polen-responden las flores-.Nos han hablado de ti desde que nuestros tallos empezaron a crecer.
-Estaba presente cuando Hiria te conjuró, oh Portadora.-contesta el río.
-¿Por qué me llamas Portadora?
-Porque es lo que eres-responde el río.
-Deyanira, apártate de la ventana-me dice Calen agarrándome por el brazo.
-No te vayas aún, Dama mía-piden los árboles.
-Quédate un rato más a hablar con nosotros, Deyanira-ruegan las flores.
-Prométenos que volverás a vernos, joven Portadora-pide el río.
-Lo prometo-susurro.
-¡Deyanira, apártate de la ventana!-ordena Calen zarandeándome el brazo.
-Relájate Calen-le aconsejo zafándome de su mano-. Sólo estaba mirando el paisaje.
-¡Estabas a punto de abrir la ventana! ¡Estabas a punto de exponernos ante el Bosque!
-Por favor Calen. No digas tonterías.
-¡No son tonterías! ¿Tienes idea de lo que hay ahí fuera? ¿De la clase de muerte que mora entre esos árboles?
-Oye, si tanto miedo tienes, mantente cerca de la puerta-le aconsejo-. Y al mínimo movimiento de planta, echa a correr.
-Deyanira, no bromees con esto.
-No bromeo, te estoy hablando completamente en serio.
-No pienso separarme de ti-asegura desenvainando su espada y pegándose a mi espalda.
Joder qué descarado. ¿Podría cortarse un poco, no? Que corra el aire... Aunque bien pensado, tampoco se está tan mal. No es que su contacto sea desagradable. Pero no, no, está mal, muy mal. Tenemos, bueno, tengo, que mantener la distancia sea como sea. ¡Oh, Yeny, no seas hipócrita! Fuiste tú quien el pidió que viniera contigo. Fue un impulso ¿vale? Aún así, si tú eres incapaz de controlar tus impulsos, no puedes reprocharle lo mismo a él. Así que deja de engañarte y déjale que se pegue a ti como una lapa. Controla tus impulsos tú, y santas pascuas.
-¿Y si el Bosque ataca, qué? ¿Vas a dejar a Translot sin rey?-Yeny, ¿en qué acabamos de quedar?-¿Quién va a gobernar en tu lugar?
-¿Y si el Bosque te ataca a ti, quién romperá la maldición en tu lugar?
-Creo que soy la única persona viviente que no tiene motivos para temer a este Bosque.
-Nunca te confíes si hay ramas de por medio, Deyanira.
-Está bien-consiento suspirando-. Pero como te sobrepases, te arreo. Y dame eso-le “pido amablemente” quitándole con brusquedad el candelabro-, no sea que entre sostener esto y tu espada, acabes causando un accidente.
Ya me disponía a recorrerme la habitación entera con Calen pegado a mí como si fuéramos hermanos siameses, cuando, enfrente mío, visualizo el secreter.
-Pues mira tú por donde, no vas a tener que pegarte a mí más tiempo-le anuncio separándome de él y avanzando hacia el secreter.
Deposito los candelabros encima del comodín, y me apresuro a quitarme el medallón y coger la llave. Vuelvo a colocar el medallón en su sitio, e intento abrir el cajón. Me lleva un rato. La cerradura está bastante oxidada, lo cual es normal teniendo en cuenta la de años que tiene esta cerradura. Pero tras un rato forcejeando con ella, le arreo un par de puñetazos al cajón, y la cerradura cede.
¡Allí está! ¡Lo he encontrado! ¡El Diario! Oh Señor...estoy tan contenta que hasta se me saltan las lágrimas. Lo he encontrado después de tanto investigar, aventurarme y poco dormir. Lo cojo con los dedos temblorosos. Es un cuaderno pequeño, encuadernado en rojo, escrito con tinta negra, en una caligrafía hermosa, muy fina y pequeña. Estoy deseando sentarme para saber lo que tiene que contarme. Descubrir sus secretos, sus pensamientos, su historia, sus miedos, su sabiduría, sus recuerdos. Descubrir quién era realmente Hiria.
-Calen, lo tengo. Ven, tienes que ver esto.
Calen no dice nada. Debe de estar tan emocionado como yo.
-Vamos Calen, no seas tímido. Esto también es en parte tuyo. Ven y échale un vistazo.
Pero él no dice nada y sigue manteniendo un solemne silencio. ¿Me estará escuchando? ¿O es que la emoción le impide moverse?
El ruido del metal chocando con el suelo, hace que me gire bruscamente. Lo que veo me deja muda de terror. La espada de Calen está en el suelo. Y él se halla suspendido en el aire, sujeto por una gruesa y fuerte rama que le rodea de pies a cabeza, impidiéndole el movimiento, oprimiéndole el pecho, dificultándole la respiración y provocándole un sangrado en el cuello. No puedo reprimir un grito de horror.
-¡¡CALEN!!
¿Cómo ha podido ocurrir esto? ¿De dónde sale esa rama? La ventana, claro. Entonces es cierto que la abrí. Y la rama se ha colado por ella y ha atacado a Calen. ¡Dios, soy una estúpida irresponsable!
Debo hacer algo pronto. Calen no deja de forcejear para soltarse, pero cuanto más forcejea, más se le aprieta al cuerpo la rama. Pronto comenzará a faltarle el oxígeno. Corro a alcanzar su espada, y corto con ella la rama desde la ventana.
Pero la rama no retrocede, y desde mi posición puedo ver perfectamente lo que le está haciendo a Calen. Se le está clavando en la espalda, justo debajo de la nuca. Pero no para inmovilizarlo. Le está chupando la sangre. Está sorbiendo su vida con un ansia vampírica. Y si no hago algo, pronto lo habrá desangrado del todo.
Pero, ¿qué puedo hacer? ¿Qué? Calen me diría que usara mis poderes, pero no se qué poderes tengo. No se qué debo hacer para usarlos. ¿De qué me sirve haber encontrado el Diario? No puedo pararme a buscar las respuestas que pueda darme. ¡Necesito respuestas e ideas ahora!
-Mi Reina, ¿cómo debo acabar con el intruso?
-¿Quién me habla?
-Me tienes enfrente, Reina mía. ¿Cómo debo acabar definitivamente con el intruso?
Es la rama. ¡La rama me habla! ¡Y me pide instrucciones para acabar con Calen! ¡Sólo porque soy su Reina!...Mi poder es ése... Ser su Reina. Dominar el Bosque. Controlarlo.
-¿Por qué quieres acabar con él?
-Para vengar vuestra sangre, mi Reina.
No sé a qué se refiere. Y no tengo tiempo de preguntarle. Calen respira cada vez peor. Pero ahora sé cómo dejarlo libre. Por primera vez entiendo lo que quiere decir la frase “usar mis poderes”.
Me alzo soberbia ante ese pedazo de naturaleza asesina que se supone me pertenece por derecho, y sobre el que tengo completo y absoluto poder.
-Detente-ordeno con voz potente a la rama-. La Dama del Bosque, te lo ordena.
Inmediatamente, la rama deja de vampirizar a Calen.
-Ahora suelta a ese hombre. Con cuidado.
-Es un intruso, mi Reina...
-¡No cuestiones mis órdenes! Él no es un intruso, ¡viene conmigo!
-Como ordenéis, mi Reina.
Al terminar de hablar, la rama deposita delicadamente a Calen delicadamente en el suelo, a mis pies.
Dificultosamente, Calen respira libre de nuevo. Sin perder de vista la rama, me agacho a devolver la espada de Calen a su sitio, y a ayudar a su dueño a incorporarse.
-Este hombre y yo vamos a irnos. Te prohíbo a ti, y a todo ser vivo de este Bosque, que nos sigáis.
-Como desees, mi Reina.
La rama se queda muerta en el suelo, y la que asomaba por la ventana, retrocede. Agarro fuertemente a Calen por la cintura, ayudándole a andar. Recupero uno de los candelabros y me encamino hacia la entrada del pasadizo. Sólo cuando la he cerrado a mis espaldas, respiro aliviada.
-Calen, ¿estás bien?
La herida de su espalda parece que se ha cerrado, y donde debería manar sangre ha aparecido una horrible costra verde. Calen está muy pálido, mortalmente pálido. Los ojos los tiene muy abiertos, en blanco. Las manos, muy frías.
-La sangre por la sangre. La sangre por la sangre-no deja de repetir.
Todo él está helado. La frente le suda mucho, y le arde. Y los miembros parece que se le comienzan a agarrotar. Peor lo que más me inquieta es lo que no deja de repetir:
-La sangre por la sangre. La sangre por la sangre.
Tal y como me lo describió Eiris.
Según ella, las personas a las que les ocurrió lo mismo que a Calen, murieron. Pero, no. ¡No! ¡No voy a permitir que muera! ¡No puede morir! Lo llevaré de vuelta al castillo y allí le curarán. Allí se pondrá bien. Y cuando se cure, podré abrazarlo y darle las gracias por estar siempre a mi lado. Y todo volverá a ser como antes. Pero primero debo volver al castillo. Y el camino es larguísimo. “Debéis de tener un mínimo de tres horas de camino hasta el castillo”, dijo Eiris. Quizá más, en el estado en que se encuentra Calen. Pero no debo rendirme ni desfallecer. Calen no lo haría.
-Vamos Calen, vamos-le apremio.
Con el candelabro en una mano, el Diario en la otra, y con un brazo rodeando la cintura de Calen y pasando el suyo por mis hombros, me dispongo a recorrer el largo camino de vuelta al castillo. Por suerte Calen no perderá más sangre. Esa horrible costra se lo impide. Omitiendo las palabras de locura de Calen, recorro el pasadizo.



-¡Eiris! ¡Eiris! ¡Ven aquí, rápido!
-¿Qué ocurre Deyanira?
Eiris se queda horrorizada al ver a Calen. Se lleva las manos a la boca con terror y abre mucho los ojos, temblando.
-¿Qué ha pasado Yeny? ¡¿Qué ha pasado?!
-El Bosque Eir-intento explicarle al borde del llanto-. El Bosque. Yo estaba cogiendo el Diario, y cuando me di la vuelta, una rama lo tenía agarrado...
-Tenemos que llevárnoslo de aquí. Tenemos que llevarlo de vuelta a su habitación.
-Sí, sí-asiento-, llévatelo. Que lo vea un médico. Inmediatamente.
-¿Tú no vienes?
-Yo...yo...no puedo-contesto derrumbándome sobre el suelo.
-Esto es el colmo. ¡Tú le has hecho esto! ¡Por tu culpa está así! ¡Por culpa de tu atolondramiento y tu irresponsabilidad! ¿Y ahora pretendes desentenderte? ¿Desembarazarte de esto?
-Yo...yo...lo siento. Pero no...no...no puedo...no puedo...
-Si muere, será sólo culpa tuya.
-Lo sé...
Cuando yo caigo llorando desesperada sobre el suelo, Eiris se lleva a Calen. Y allí me quedo yo, llorando, llorando y llorando desconsolada. Desesperada. Derrumbada. Si él muere, si él muere...
Mis nervios se disparan. Mi mente se nubla. Y no puedo seguir pensando. De repente todo se vuelve negro.


Despierto en la cama. Tengo el camisón puesto, estoy arropada y tengo la frente caliente a causa de un paño que me han puesto sobre ella. Alguien me sujeta la muñeca. Huele a lavanda.
-No os levantéis aún niña. Estáis muy débil-dice quien me sujeta la muñeca.
-¿Quién...? ¿Qué...?-intento incorporarme, pero esa persona me lo impide.
-No os levantéis aún niña. Tenéis el pulso muy débil todavía.
-¿Qué me ha pasado? ¿Qué hago aquí?
-Vuestros nervios se dispararon-me explica acercándome un vaso con un líquido humeante-, y vos os desmayasteis. Bebed esto, os calmará.
El líquido tiene un regusto amargo, y un olor muy fuerte.
-¿Qué es?-pregunto.
-Valeriana. Y tila. Bebed.
Lentamente, termino el contenido del vaso. No recordaba que la valeriana supiera tan amarga. Aunque también es cierto que cuando la he tomado, lo he hecho en pastillas. Y nunca mezclada con tila.
-Muy bien pequeña. Ahora descansad un rato. Recuperad fuerzas-dice retirándome el paño de la cara.
-¿Qué hora es?-la habitación está demasiado oscura como para ser de día.
-Las 5 de la mañana, mi niña. Ahora dormid. Cuando despertéis os sentiréis mejor.
Estoy cansada. Muy, muy cansada. Será cosa de la infusión. Cierro los ojos, y me quedo completamente dormida.



-¿Cómo puedes hacerme esto a mí, Hermano? ¡¿Y a tu hija?!
-No me has dejado otra opción, Hiria. ¡Tú nunca debiste ser nombrada reina! Y jamás hubieras abandonado el trono.
-¡Fui yo quien nos sacó de la montaña! ¡Fui yo quien pactó con el Bosque! ¿Crees que matándonos a las dos lo tendrás? Él jamás te obedecerá, jamás serás su rey.
-Eso ya lo veremos, Hiria.
-Mi conjuro está lanzado. Y tú...no portas...mi sangre...

La potente voz de Perin, discutiendo con el médico en mi cuarto, me saca de mi sueño.
-No lo entiendes, Ashreln, ¡¡ella es nuestra única esperanza!!
-Lord Perin, por favor, bajad la voz. La joven podría volver a ponerse nerviosa.
-¿Qué es lo que ocurre?-pregunto.
-Salid de aquí, Ashreln. Tengo que hablar a solas con ella.
-Lord Perin, me temo que no esté en condiciones de hablar con nadie...
-¡Que salgáis de aquí Ashreln!
-Dejadnos solos, por favor-pido al tal Ashreln.
-Niña, no estáis en condiciones de hablar con nadie.
-Os aseguro que me encuentro mucho mejor. Además, estoy convencida de que Lord Perin no me apartaría de vuestros cuidados si no fuera por un asunto realmente importante.
-Así es-corrobora Perin.
Ashreln Me lanza una mirada medio escéptica, medio preocupada, y luego mira Perin con cierta desconfianza.
-¿Cómo está Su Majestad?-le pregunta.
Perin le responde demasiado bajo. No oigo lo que le dice. Cabizbajo, Ashreln abandona mi habitación.
-¿Qué es lo que realmente ha ocurrido niña?-pregunta Perin-.Porque no me creo que el que tú y Calen os pongáis enfermos a la vez y a horas similares sea una mera coincidencia.
Yo no se por dónde empezar a explicarle.
-Es una historia larguísima Perin.
-Pues ya podéis empezar a contármela, porque es muy probable que de ello dependa la vida del rey.
Lo que me temía. Calen no tiene cura. Calen se muere. Y todo por mi culpa. Si no lo hubiera llevado al castillo. Si no hubiera sido tan escéptica con lo del Bosque asesino. Si hubiera reaccionado antes, si hubiera sido más responsable, si hubiera... ¡Oh, Calen, Calen! Cuantísimo lo siento. Debería ser yo la que estuviera agonizando, no tú.
Le cuento todo a Perin. La búsqueda del Diario, cómo encontramos el pasadizo, lo que pasó en la habitación de Hiria...omitiendo deliberadamente, por supuesto, que me infiltré en la habitación de Calen. Bastante psicópata me debe considerar ya...
-¿Cómo pudo atacaros el Bosque en un sitio cerrado?
-Fue culpa mía. El Bosque me llamaba, me atraía hacia él. Me dejó en trance, y debí de abrir la ventana. Calen fue a cerrarla, una rama se coló por ella...y lo atacó. Yo ni siquiera me di cuenta, estaba embelesada con el hallazgo del Diario. Cuando me volví, encontré a Calen amordazado por la rama. Le estaba chupando la sangre por la nuca.
-¿Y cómo escapasteis?
-La rama me preguntó qué debía hacer con él. Le ordené que lo soltara y nos dejará marchar.
-¿Y la rama os hizo caso? ¿Por qué?
-Porque me debe obediencia. Me reconoce como su Dama...y su reina. Mis poderes son esos, controlar todo el Bosque.
-¿Podéis controlarlo todo de él?
-No lo sé. Esperaba que el Diario me respondiera a eso.
-¿Dónde lo tenéis?
Pues ahora mismo no lo sé. Recuerdo que lo tenía conmigo al salir del pasadizo. Pero no sé qué fue de él entonces. Echo un vistazo a la habitación y lo localizo sobre el comodín. Lo señalo con el dedo:
-Ahí. Cogedlo.
Perin lo coge con extrañeza y me lo tiende, pero yo niego con la mano, indicándole que se lo quede.
-Podéis examinarlo...
Perin revisa las páginas, escéptico. Poco a poco, su cara adquiere una expresión de absoluta perplejidad.
-No es posible...-musita-Está fechado en... y escrito por... ¿Cuánto tardaréis en leéroslo entero?
-No lo sé, puede que un par de días. Una semana a lo sumo. No es excesivamente largo, pero debo leerlo con cuidado.
-Para entonces será demasiado tarde-espeta Perin sacudiendo la cabeza-. No tenemos tanto tiempo.
Temo hacer esta pregunta, porque estoy demasiado segura de saber la respuesta.
-El Rey se muere. Los médicos dicen que no llegará a ver el próximo atardecer.
Y aquí es cuando yo me echo a llorar de nuevo. Cuando los recuerdos se me amontonan en la cabeza y las certezas nublan mi mente.
Perin se sienta en la cama y me tiende su pañuelo. Yo me enjuago las lágrimas y me sueno la nariz. Pero aún así no dejo de llorar.
-¿Cómo es posible que Calen vaya a morir, Perin? ¿Es que los médicos no saben qué le pasa?
-Al contrario, saben muy bien lo que le ocurre: fue envenenado. Esa rama que lo atacó, debió de envenenarle. Pero los médicos no conocen ninguna cura para ese veneno, y no han logrado tampoco desarrollar un antídoto eficaz. Ya lo han intentado. Además, ese veneno le ha dañado los órganos vitales. El esfuerzo que ambos hicisteis para llegar hasta aquí hizo que se le extendiera más rápido.
-Perin tiene que haber algo que se pueda hacer...-No puede morir. Calen no puede morir...
-Esperaba que tú pudieras hacer algo, jovencita. Pero dado el estado en que te encontraron...no podemos arriesgarnos a que sufras otro ataque. El reino será capaz de encontrar a otro monarca, pero dudo mucho que sea capaz de encontrar otra Dama.
-Perin, puedo hacerlo. Estoy perfectamente bien. Esa infusión que me dio el médico me ha sentado de maravilla.
No puedo quedarme aquí de brazos cruzados mientras mi Calen está a punto de encontrarse cara a cara con la Parca. Tengo que ir con él, tengo que pedirle que no se vaya, tengo que...tengo que...¡tengo que decirle que yo también le quiero!
-Niña, se os dispararon los nervios, sufristeis un ataque de ansiedad, ello hizo que hiperventilárais, os acabasteis ahogando y os desmayasteis. No creo que esté bien que veáis a Calen en su estado y en le vuestro.
-Pero Perin, ¿y si puedo curar a Calen?
Esta es la última baza que puedo jugar.
-¿Sabéis como curarlo?-pregunta esperanzado.
-Puedo intentarlo, ¿no? Mi Bosque, mi veneno.
No tengo idea de qué es lo que puedo hacer, pero necesito ver a Calen. ¡Necesito estar con él! Y es lo que he dicho, “Mi Bosque, mi veneno”. Tal vez así pueda curarlo.
-No creo que sea una buena idea.
-Perin, por favor-le suplico-. Has venido hasta aquí esperando que yo pueda hacer algo con Calen. Te estoy diciendo que creo que puedo. ¿Por qué te lo piensas tanto? ¡No hay tiempo!
Perin me mira dubitativo. Este hombre piensa demasiado, y demasiado lento. ¿A qué ha venido sino a que yo le diga lo que acabo de confirmar?
-No puedo haceros cambiar de idea, ¿verdad?-pregunta.
-No-respondo con rotundidad.
Resoplando, me ayuda a incorporarme y a salir de la cama.
-¿Vais a ir así vestida?
Mi respuesta es una mirada tan fulminante que, por primera vez, quien tiene miedo del otro, es él.
-De acuerdo, no es momento para pensar en las formas-asiente-. ¿Podéis andar?
-Sí, perfectamente.
-Cogeos de mi brazo, de todas formas-ofrece tendiéndome su brazo, lo que no rechazo.
Y así, en camisón cogida del brazo de Perin, me encamino de nuevo hacia la habitación de Calen. Por un lado, mi mente no desea que vaya hasta allí. Sé bien lo que me espera. Por el otro, mi corazón me pide a gritos que vaya. Se lo debo. ¿A quién debo hacer caso? Perin me guía por los pasillos. Yo le sigo como una autómata.

viernes, 2 de octubre de 2009

1 de julio: El cuadro

-¡Deyanira! ¿Qué estáis haciendo aquí?
¿Cómo ha entrado aquí? ¿Y cuándo? Oh, Santa Reina…¿cuánto tiempo llevará aquí? ¿Y qué habrá escuchado?
-Pues, esto, yo… eh… eh…, el caso es que, es que… ¡Mejores guardias y más cerraduras! No, espera. Creo que era algo parecido. Esto, ¡ah, sí! ¡Más guardias y mejores cerraduras! Bueno, adiós.
-¡Esperad!
Esto ya es demasiado. Ha estado evitándome toda la semana, rechazando mis invitaciones todos los días, y haciendo acto omiso de presencia constantemente. Y ahora, sin ningún tipo de motivo aparente, aparece en mi habitación mientras duermo. Ahora sí que pienso tener una seria charla con ella.
-Deyanira, sentaos-le pido levantándome de la cama.
-Pero es que yo... El caso es que me están esperando.
-¡Que os sentéis!-le ordeno.
E inmediatamente, alza la silla que ha tirado y se sienta en ella. Yo me pongo en pie y anda hasta donde está ella. Deyanira no ha levantado la cabeza para mirarme. Respira profundamente Calen, e intenta calmarte. La estás asustando. Debes controlar tu furia.
-¿Qué estáis haciendo aquí, Deyanira?
-Uscabal iadio-murmura.
-¿Qué?-intento suavizar le tono de mi voz, para no asustarla.
-Buscaba el Diario-contesta alzando tímidamente la cabeza.
-¿El Diario? ¿En mi habitación? ¿Y qué os hizo pensar que iba a estar aquí?
Si ya es difícil entender cómo piensan las mujeres, intentar comprender cómo funciona la mente de ésta es algo imposible.
-Era una hipótesis. Supuse que si tú me diste la llave para que lo buscara, era porque ya estaba en tu poder antes. Y la única forma existente de que tú tuvieras un objeto de cientos de años que perteneció a la Reina era que el objeto en cuestión fuese una especie de legado familiar. Lo que rea muy lógico, teniendo en cuenta que el hijo de la Reina fue el primero de tu dinastía. Y pensé...en fin, que tu antepasado solo pudo obtener la llave directamente de su madre, es decir, que se la dio ella. Y si se la dio ella es muy probable que también le dijera dónde estaba escondido el Diario. Y aunque él no pudiera cogerlo, querría asegurarse de que nadie que no fuera yo lo encontrara, sobre todo su tío o alguno de los conjurados. Así que pensé que querría tenerlo vigilado, y puesto que no se podía entrar en el Bosque, tal vez hubiera encontrado alguna forma de guardarlo sin pasar por el Bosque. Tal vez hubiera construido algún tipo de pasadizo. Y el lugar más lógico para construir su entrada, por ser el sitio que más fácilmente podría vigilar, por ser donde más tiempo pasaba, sería su habitación. Así que me vine aquí a investigar.
Aún estoy un poco dormido, peor creo que he entendido más o menos la idea general.
-Y por eso te infiltraste en mi habitación.
-Sí.
-¿Cómo?-se supone que esto está más vigilado que...¡no hay nada más vigilado que mi habitación!
-Eiris me ayudó. Pero por favor, no te enfades con ella, y no la regañes. Lo hizo porque yo se lo pedí. Distrajo a los guardias de tu balcón, de forma que yo pude subir por ahí y entrar forzando la cerradura. Ya te lo he dicho: necesitas más guardias y mejores cerraduras.
-¿Y habéis encontrado algo?
-No-contesta agachando la cabeza-. Lo he registrado todo, pero no he encontrado anda.
Sonrío. Por supuesto que no ha encontrado nada. Eso es normal.
-Claro que no. Eso es porque, en un principio, éstas no eran las habitaciones reales.
-¿Qué? ¿No?-pregunta alzando la cabeza con sorpresa.
-No. Mi abuelo mandó que trasladaran aquí los aposentos reales hace más de cincuenta años. Lo hizo para complacer un capricho de mi abuela. En esta ala no se divisa el Bosque...
-Calen, ¿dónde estaban las habitaciones de los reyes en un principio entonces? ¿Lo sabes?-pregunta nerviosa.
-Claro. En un principio los aposentos reales eran los tuyos. Por eso el pasillo está repleto de retratos de mis antepasados.
Deyanira abre mucho los ojos y agita fuertemente la cabeza.
-Pero no pude ser. Si hubiera algún tipo de pasadizo en la habitación, lo hubiera descubierto hace mucho. ¡Me la registré de arriba abajo en su día!
-Entonces es que quizás tal pasadizo no existe.
Lo cual no me extraña porque su teoría, por muy extrañamente lógica que pueda parecer, es también sumamente descabellada.
Deyanira se lleva las manos a la cabeza como si le doliera, y luego la hunde apoyando los brazos en el respaldo. Parece muy cansada, de repente. Por primera vez, me fijo en que tiene unas enormes ojeras. Quizá no haya dormido lo suficiente estos últimos días. Tal vez entró en mi habitación en una especie de actuación desesperada por encontrar alguna pista acerca de dónde está el Diario.
-Me voy a la biblioteca-dice finalmente-. Tengo que seguir investigando.
-Hay un refrán por aquí que dice: “si no sabes dónde estoy, pregunta al último que me vio”.
-Ya, pero los últimos que vieron el Diario fueron la Reina y su hijo, y llegan siglos muertos. En la biblioteca, además, no están sus memorias autobiográficas ni nada que se les parezca, así que como no celebre esta noche una sesión de oija no sé yo...
Se pone de pie y, cabizbaja, se encamina a la puerta. Al llegar al umbral, se para y se pone repentinamente tensa, girándose lentamente hacia mí. Supongo que se acaba de dar cuenta de que, si sale por el balcón, la verán los guardias.
-A no ser que...-murmura-podría...
¿Qué estará pensando ahora?
-Calen, ¡los cuadros! ¡Los retratos de tu familia!-exclama.
-Están en el pasillo, como ya te he dicho, los ves todos los días.
-Calen, no lo entiendes. ¡La clave está en los cuadros!
-¿Qué? ¿Qué pasa con ellos?
-Calen, necesito que me ayudes a salir de aquí. Y tienes que venir conmigo a mi habitación. Bueno, al pasillo de mi habitación.
-Deyanira, respira. Te estás poniendo nerviosa otra vez...-y cuando se pone nerviosa, me pone nervioso. Y cuando está contenta, me pone contento, y cuando está triste, me pone triste...¿qué extraño influjo contagioso tiene esta chica sobre mis emociones?
-Ya respiro...-afirma respirando profundamente-, estoy tranquila... Ya respiro.
-Muy bien. Ahora dime, ¿qué quieres que haga?
Creo, que debería estar revisando informes, firmando papeles, leyendo reglamentos, pero para una vez que tolera mi presencia, en todo lo que va de semana, no me voy a negar a ayudarla...
-Vale. Vale. Tú sal al balcón y distrae a los guardias. Asegúrate de alejarlos de la puerta. O de que no miran hacia mí. Entonces hazme una señal, lo que sea: tócate el pelo, llévate la mano a la espada...¿por qué duermes con espada? Bueno, da igual. Tú hazme una señal. Yo te esperaré entre los matorrales.
-¿Para darme las gracias?-los matorrales son un lugar muy interesante para que te den las gracias.
-Y luego dicen que la que es incapaz de controlarse soy yo. ¡Anda, sal ahí fuera y distrae a esos dos!-ordena dándome un empujón hacia el balcón.
¿Entonces no me va a dar las gracias, ni siquiera un poquito? ¿Y para eso me molesto yo tanto? En algún momento tendré que mantener una seria charla con ella acerca de lo de ser agradecido.
Aún así, salgo al balcón y me quedo mirando a ver a quién le toca hoy la guardia: Keller y Chump. Muy bien. Les gusta mucho hablar, será fácil distraerlos. Lo cual dice mucho acerca de la eficiencia laboral de mis guardias. Deyanira tiene razón. Necesito más guardias. Y mejores.
Bajo las escaleras y me dirijo hacia ellos. Pero...¿de qué puedo hablar con los guardias? Chump hace poco que se casó, podría preguntarle por su mujer. Y la hermana de Keller enfermó recientemente, podría interesarme por su estado de salud. Santísima Reina, van a pensar que soy un pervertido. La de tonterías que soy capaz de hacer por estar cerca de una chica. Y de una que no da las gracias además.
-Buenas tardes Keller, Chump. ¿Cómo estáis?-pregunto situándome frente a ellos. Puedo ver cómo Deyanira se asoma al balcón esperando mi señal.
-No deberíais salir ahora señor. Hemos recibido hace poco el aviso de que una persona sospechosa merodea por los alrededores-contesta Keller por todo saludo. ¿Por qué tengo la extraña sensación de que Deyanira tiene algo que ver en eso?
-Bueno chicos, no os preocupéis. Si alguien intenta atacarme, llevo mi espada-afirmo dando unos golpecitos en la empuñadura. A mi señal, Deyanira corre escaleras abajo y se escabulle en dirección a los matorrales.
-Aunque así sea, señor, no es seguro que deambuléis solo por los jardines-continua Chump.
-Oh, no os preocupéis. Sólo daré...una vuelta...por los jardines...-contesto alejándome lentamente hacia los matorrales- Volveré en seguida. Seguid así. Hacéis un buen trabajo.
Finalmente no me ha hecho falta preguntar por la hermana o la esposa de nadie. Menos mal, no he tenido que pasar por un pervertido.
Me alejo hasta los matorrales donde Deyanira está relatándole a Eiris lo ocurrido, gesticulando mucho con las manos. Al llegar, Eiris se pone rojísima y agacha la cabeza con respeto. Deyanira mira a Eiris y luego a mí, y me dirige una mirada cargada de furia. ¿Pero yo qué le he hecho ahora?
-¿Estamos todos no? ¡Pues en marcha!-ordena Deyanira.
-Pero, ¿qué es exactamente lo que queréis que hagamos allí?-pregunta Eiris.
-Os lo diré cuando lleguemos. Confiad en mí. Andando-contesta.
Sin mediar más palabra, nos vemos obligados a seguirla a su habitación. Si Perin se entera de esto...ya puedo empezar a cabalgar y no parar. Porque si ya le escandalizó el que Deyanira y yo fuéramos a mantener una relación, no puedo ni imaginar lo que pensaría si supiera que la estoy siguiendo en una búsqueda irracional y posiblemente infructuosa. No obstante, esto es lo más emocionante que he hecho en años. De hecho...mi vida se ha vuelto mucho más emocionante desde Deyanira está aquí.
Llegamos a su habitación, de nuevo entrando por el balcón. Debe ser que Deyanira siente algún tipo de extraña predilección por los balcones y de aversión hacia las puertas corrientes. De todas formas, la seguimos hasta los retratos de la Reina y su hijo, donde ella se para en seco y adopta una pose estática mirándolos a ambos fijamente.
-¿Qué piensas hacer ahora?-pregunta Eiris.
-Preguntarles dónde está el Diario-contesta Deyanira.
-¡Pero cómo os van a dar semejante respuesta unos retratos!-exclamo-El que se pongan a hablar es absurdo hasta para ser tú-no debí decir eso. No debí decir eso.
-Oye, confía un poco en mí, ¿vale? Este retrato-indica señalando el retrato de la Reina- prácticamente cobró vida ante mis ojos una vez. Es sólo una corazonada, ¿vale?, pero tengo la sensación de que las respuestas que he estado buscando están aquí.
-Deyanira-le digo suavemente-, le vais a preguntar a un par de retratos dónde está escondido un diario y además, confiáis en que os contesten. ¿Creéis que eso es juicioso?
-Calen-responde muy seriamente-, cuando canto a capella escucháis una música que no viene de ninguna parte. Cuando cuento una historia veis ante vuestros ojos unas imágenes que no son reales. Tenéis un bosque que se expande y se torna negro por voluntad propia. Y esperáis que de un modo u otro lo devuelva a su estado natural. Lo esperáis con todas vuestras fuerzas y creéis de todo corazón que será así. Para vosotros es cuestión de fe. La fe no es juiciosa. Tampoco racional. Por eso se llama fe. Bien, ¿en qué se diferencia lo que vosotros creéis de lo que yo voy a hacer? Vosotros tenéis fe en que devuelva la vida a ese bosque. Yo tengo fe en que estos cuadros me den las respuestas que busco. Ambas son meras y simples cuestiones de fe.
Pues visto así, lleva razón. Ahora que lo pienso...es cierto, es sólo cuestión de fe. ¿Cómo hace para saber siempre qué decir? ¿Y para dejarme pensando en lo que ha dicho?
-¿Cómo se llamaba el hijo de la Reina?-pregunta Deyanira.
-Mangan, señora-responde Eiris.
-¿Y la Reina?-pregunta otra vez.
-Hiria, señora-responde de nuevo Eiris.
-¿Hiria? Vaya, igual que yo.
-Tu nombre es Deyanira-apunto.
-Pero al igual que ella, yo también tengo nombre de ninfa.
-¿Deyanira es nombre de ninfa?-pregunto.
-Sí-contesta ella-, No es que me guste mucho la idea...pero en fin.
- “Y toda ella Ninfa, ninfa se sabrá...”-recita Eiris.
La profecía así lo dice. Que la Dama será una ninfa. Deyanira es una ninfa, al menos en nombre. Suficiente, no obstante, para que se cumpla la profecía.
-Extracto de la profecía, ¿no?-pregunta Deyanira.
-Así es-contesto-. LA profecía dice que la Dama será una ninfa.
-Ya. Y yo por nombre soy una ninfa. Qué casualidad. Algún día tendré que leerme esa profecía para dejar de llevarme sorpresas. Ahora, silencio. Necesito concentrarme.
Y a sus palabras, reina un silencio sepulcral. Deyanira observa fijamente el retrato del rey Mangan, y Eiris y yo miramos expectantes a Deyanira.
-Mangan, ¿dónde está el Diario?-pregunta Deyanira.
Aparentemente, nada ocurre.
-Mangan, soy Deyanira, la Dama de la profecía de tu madre. Necesito encontrar ese Diario. ¿Dónde está?-pregunto de nuevo.
Ni Eiris ni yo notamos ninguna diferencia en el cuadro., pero Deyanira parece absolutamente concentrada en lo que hace y convencida de que están contestando a sus preguntas.
-De acuerdo. Gracias Mangan.
Ni Eiris ni yo hemos notado ningún cambio en nada, y nos miramos intercambiando preguntas y estupor a partes iguales, silenciosamente. Pero Deyanira se gira hacia el retrato de la Reina y lo mira tan fijamente como el de Mangan. No se qué es lo que ve, o lo que oye. Pero ni Eiris ni yo osamos interrumpirlas.
-Hiria, ya sabes quién soy. Ya sabes lo que busco. Llévame hasta el Diario. Por favor-pide.
Al igual que ante el retrato de Mangan, no ocurre nada. Estoy a punto de decirle a Deyanira que todo esto es absurdo. Pero justo en ese momento, sucede algo increíble. El retrato se mueve. Por sí solo. Y con él, la pared sobra la que está colgado. Ambos se echan hacia atrás y, en apenas unos segundos, donde debería haber un retrato sobre su correspondiente pared se abre un pasadizo ante mis anonadados ojos, la mirada incrédula de Eiris, y la sonrisa triunfal de Deyanira.
No puedo creerlo. ¡Ella llevaba razón! El pasadizo existe, y para encontrarlo, ¡se lo ha pedido a unos cuadros! Si esto no es una prueba irrefutable de que es la Dama, no sé qué más puede serlo.
-Eiris, por favor, trae unos candelabros de mi habitación-pide-. Creo que necesitaremos luz ahí dentro.
Todavía sorprendida, Eiris corre a cumplir los deseos de Deyanira, mientras yo sigo mirando, incrédulo, el pasadizo que se ha abierto ante nuestros ojos.
-Pero...pero...¡si son cuadros! ¿Cómo lo has hecho?-balbuceo.
-Hombre de poca fe-contesta divertida.
-Aquí están los candelabros-anuncia Eiris portando un par de candelabros encendidos.
-Gracias Eiris-dice Deyanira cogiendo uno-. Calen, coge tú el otro. Vendrás conmigo. Eiris, tú espéranos aquí.
-Señora, la cena será servida en apenas unos minutos. Son casi las 9. Podríais tardar mucho más en volver. Debéis de tener un mínimo de tres horas de camino hasta el castillo.
-Yo me encargo de eso-digo.
Rápidamente entro en la habitación de Deyanira, y me siento en su escritorio. Garabateo una nota para Perin excusando mi ausencia de la cena, y ordenando tajantemente que nadie me moleste. Salgo, y usando la cera de los candelabros, estampo mi sello sobre la nota.
-Dale esto a Perin-ordeno a Eiris entregándole el papel y cogiendo el candelabro-. Luego, vuelve aquí y vigila.
-¿Qué hago si no volvéis?-pregunta inquieta.
-No te preocupes Eiris. Volveremos- asegura Deyanira introduciéndose en el pasadizo seguida por mí-. Pero si no lo hacemos, ¡venga nuestra muerte!-comenta riéndose.
Rápidamente, nos adentramos en el pasadizo dejando atrás a Eiris y a la luz del día.



No se cuánto tiempo llevamos andando por el pasadizo, soy incapaz de contar los minutos. Tampoco sé cuánto más tendremos que permanecer aquí, puesto que no se ve ningún final. El aire está enrarecido, así que la profundidad debe ser considerable. Pero la luz de los candelabros no hace amago de pagarse, así que aún podemos espirar tranquilos. Temo pensar que, en breve, probablemente comencemos a atravesar en Bosque, aunque sea por debajo. Me reconforta el hecho de comprobar que el túnel está enteramente recubierto por una masa de mortero, lo suficientemente dura como para que ninguna planta se filtre por las paredes o el techo. No me gustaría acabar como los pobres hombres de los que hablan las crónicas.
Deyanira aún no ha dicho nada. Al menos, nada que se asemeje a una conversación. Simplemente canta, o eso parece. Pero son canciones extrañas, desconocidas para mí. Supongo que no puedo pedirle que cante nada que yo conozca.
-Who will trade his karma for mi kingdom
[1]? A sacrificial rite to render truth. The fire in my soul reject my wisdom, ´cause all you do in life comes back to you.
-Definitivamente Deyanira, no entiendo nada de lo que cantáis.
-Es inglés. Lo cierto es que yo tampoco tengo mucha idea de lo que digo.
-¿Inglés? ¿Eso es acaso una lengua?
-Sí, o eso me han hecho creer en el colegio desde que recuerdo. Lo cierto es que yo tengo mis serias dudas., porque para ser una lengua, es bastante jodida de aprender.
Jamás había oído hablar de ninguna lengua llamada inglés. Pero ella la ha aprendido desde que era pequeña. Ya es más culta que yo.... ¡Oh, qué magnífica reina sería si se dejara convencer!
-Si os molesto cantando Calen, decídmelo.
-Descuidad, no me molestáis en absoluto-adoro oírla cantar. Adoro su voz. Lo doro todo de ella-. Me gusta oíros cantar.
-No os gustaría tanto si estuviera borracha. Entonces me da por cantar la Sevillana del Borracho de los Mojinos. Jajajajajajaja..........qué buena es esa canción.
¿Ella simplemente canta? Yo he hecho cosas peores.
-¿Sólo cantáis? Poco ebria debéis ir entonces...
-No, no me has entendido. Canto esa canción cuando voy simplemente borracha. Cuando llevo encima una moña del 15...puedo hacer cualquier cosa.
-¿Cualquier cosa?
-Sí. De hecho la última vez amanecí en una cama que no era la mía.
-¡¿Qué hicisteis QUÉ?!-tranquilízate Calen, seguro que hay una explicación racional para eso. En su día te dejo muy claro que era virgen y tú...tú no tienes más remedio que creértelo.
-Esque llevaba tal cisco encima, que en un arrebato de negación dije que no me quería ir a casa y tiré mis llaves por una alcantarilla. Así que una amiga me acogió en la suya esa noche. Eso sí, la bronca que me echaron mis padres a la mañana siguiente, con toda mi resaca, fue de libro.
¡Lo sabía! Había una explicación racional...más o menos. Yo sigo habiendo hecho cosas mucho peores.
-Yo no recuerdo qué fue lo que hice en mi última borrachera.
-¿Tanto tiempo hace ya?
-No. Esque bebí tanto que esa noche soy incapaz de recordarla. Sólo sé lo que me contaron.
-¿Y qué pasó?-pregunta con sumo interés.
-Todo sucedió un par de noches antes de mi coronación, hará ya...unos 6 años. Mis amigos y yo nos escapamos a la mejor taberna de la ciudad a celebrar lo que llamamos “mi despedida de príncipe”. Y como invitaba yo, invité a toda la taberna. Cada vez que alguien iba a pedir a la barra, yo me iba con él, me bebía lo mismo que él, y pagaba lo de los dos. Y de vez en cuando invitábamos a la camarera.
-Vaya, que te bebiste lo mismo que toda la taberna.
-Pues sí-asiento-. Algo así.
-¡Como para no emborracharse!-exclama riéndose.
Y mucho más se ríe aún cuando le cuento cómo volví a casa esa noche. Por lo que me han contado, debieron de traerme Gern y Hierald. Pero no pudieron dejarme en mi habitación de manera discreta, porque Perin estaba esperándome en la puerta, con su camisón, su gorro de dormir, y la expresión de su cara con la que puede quitarte hasta las ganas de vivir. Y también porque yo, con dos coletitas en la cabeza y una diadema de cartón rosa, iba gritando a pleno pulmón: “¡Soy la princesa Consuelda!”.
Pero ahí no acabó la cosa. Porque, si bien Hierald y Gern se quedaron helados al ver a Perin, a mí la cerveza me había desinhibido por completo, y en lugar de serenarme me abracé a Perin gritando: “¡Perin! Eres mi amigo”. Aunque, lo de “eres mi amigo” se lo debí de decir a todo el mundo esa noche. Y mientras Gern y Hierald intentaban explicarle a Perin la razón de mi estado, yo le abracé más fuerte, le restregué la cabeza contra el pecho, y le dije: “Perin, eres como mi mamá”. Finalmente Perin logró llevarme hasta mi cama, aunque no consiguió que yo dejara de gritar que era la princesa Consuelda.
-Y con la resaca que debías llevar en el cuerpo, ¿te dejaste coronar al día siguiente?
-Por suerte, la coronación no era hasta dos días después. Aún así Perin me despertó a la mañana siguiente gritándome al oído: “¡Buenos días, princesa Consuelda!”. Fue entonces cuando me descubrí las coletitas, la corona rosa...y la faldita turquesa que llevaba a la cintura.
Y aún guardo todo eso. Divertida, Deyanira se ríe con ganas. Y yo también. Lo cierto es que debió de resultar una borrachera graciosa. Hizo historia y todo.
-Cuando todo esto acabe-dice-nos iremos de borrachera.
-¿Y me enseñarás la Sevillana del Borracho?
-Sólo si me dejas llamarte Consuelda.
Estoy condenado a ese nombre.
A medida que avanzamos, el aire comienza a tornarse más limpio. Estaremos subiendo de profundidad.
-Ya se respira mejor-comento.
-Debemos estar ya muy cerca-concluye.
Y efectivamente, después de avanzar unos metros más nos topamos una pared que nos indica que el camino ha terminado. Deyanira la empuja suavemente, como si hubiera alguien durmiendo plácidamente al otro lado. Yo no aparto la mano de la empuñadura de mi espada. No estoy muy seguro de qué es lo que hay al otro lado.



[1] Canción Karma, del grupo estadounidense de metal Kamelot, de su disco homónimo Karma (2001)