martes, 15 de diciembre de 2009

14 de agosto: La Asamblea de Eruditos

El día anterior había estado lleno de emociones: el Rey casi se muere, fue curado milagrosamente por la chica y extranjera y luego ambos habían anunciado su noviazgo. Y ese día el Consejo se reunía en junta extraordinaria con la Asamblea de Eruditos (hecho ya de por sí sumamente inusual) precisamente para determinar si la novia del Rey era o no la Dama anunciada por las profecías. Por eso, esa mañana todo el mundo estaba nervioso. Especialmente la primera interesada en que todo saliera bien: Deyanira.
Por el bien de sus nervios, el doctor Ashreln la había obligado esa noche a tomar una de sus infusiones de tila y valeriana. Y es que, ya que Deyanira se empeñó en hacer caso omiso a sus indicaciones de permanecer descansando ese día, lord Ashreln quiso asegurarse de que, al menos, dormía plácidamente esa noche. Pero ni todas las infusiones del mundo hubieran logrado que los nervios de Deyanira se hubieran aplacado esa mañana al despertar.
Deyanira despertó esa mañana incluso antes de lo que tenía acostumbrado. Y el grito que pegó al hacerlo fue incluso más alto de lo que estaban acostumbrados aquellos que la conocían.
-¡¡Puñetera MIERDA de vidaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!
Lo que provocó que Eiris entrara en ese momento en la habitación con más prisa de la normal:
-¡Yeny! Yeny, ¿qué ha ocurrido?
A lo que Deyanira contestó, llorando como una magdalena:
-Eiris, ¡justo hoy me ha venido la regla!
Eiris no puedo por menos que reírse con ganas. Pero Deyanira no parecía encontrarle la gracia al chiste:
-¿No lo entiendes, Eir? ¡Es una catástrofe! Justamente hoy, que es la reunión con la Asamblea, que necesito estar perfectamente despejada, con mis emociones totalmente controladas y plenamente en forma, voy a estar sumamente dolorida, cansada e irascible, ¡por culpa de la puñetera regla!
-¿No te encuentras bien?-preguntó preocupada Eiris-¿Te duele mucho?
-Sí...-contestó Deyanira lagrimando-Y además estoy muy cansada...
-Bueno, no te preocupes. Le diré a lord Ashreln que te prepare algo para el dolor, y mandaré que te unten las tostadas con jalea real para que te llenes de energía. Con lo de que estés irascible no puedo hacer nada. Tendrás que controlarte tú sola.
Mientras Deyanira se despertaba, Eiris seguía contándole las novedades para esa mañana:
-Tengo una sorpresa para ti. No tendrás que volver a ponerte el corsé, al menos hoy. Tu ropa salió hace unos minutos de la lavandería. Podrás ponerte esta...cosa tan extraña, que es evidente para qué sirve-anunció cogiendo con extrañeza el sujetador negro de Deyanira.
-¿Mi sujetador está limpio? ¡Gracias al cielo!-exclamó Deyanira sacando el vestido morado del armario-Podré llevar algo cómodo por una vez...
Mientras Eiris enumeraba las incomodidades del sujetador de Deyanira (“Es muy pequeño, seguro que se rompe fácilmente, casi no tapa nada y seguro que no proporciona sujeción”) y trataba de recoger su ropa en el armario (“¿Cómo dijiste que se colgaba esto?”); y Deyanira intentaba decidir qué pendientes se ponía, alguien llamó a la puerta.
-Oh, será el baño-comentó Eiris.
-¿Un baño? ¿Me has pedido un baño?-preguntó Deyanira asustada.
-Tranquila...un baño caliente te sentará bien. Te calmará los nervios, te renovará las energías y te aliviará el dolor.
-Pero Eir...¿y mi pelo?
-Son las siete y media-respondió Eiris abriendo la puerta-. La reunión no es hasta las once. Te dará tiempo a que se te seque.
-Pero he quedado con Calen para desayunar...
-A las nueve, lo sé-interrumpió Eiris- No te apures, estarás lista.
Mientras Deyanira se desquiciaba convencida de que ese día estaba condenado a ser un absoluto desastre, Calen despertaba de sus sueños absolutamente tranquilo.
Si había algo a lo que estaba acostumbrado Calen, era a las reuniones. Había tenido tantas desde que fuera nombrado Rey, que ya ni recordaba el número. Sólo había una cosa que le inquietaba: su novia. Era demasiado...impulsiva. Y aunque Deyanira podía ser muy seria si la situación lo requería, no sabía cómo actuar ante el Consejo ni la Asamblea. No conocía los protocolos ni había tiempo suficiente para instruirla, por no hablar su ligero problema con la autoridad. Y temía que estallase en cuanto Hierald comenzara a increparla. Iba a tener que mantener sus reacciones muy vigiladas.
Todas estas cosas eran las que le hubiera comentado a Perin mientras se vestía esa mañana. Pero Perin parecía más preocupado por otras:
-¿Habéis preparado bien el discurso? Vigilad bien las acusaciones de Hierald; él hablará primero. Aseguraos de no dejaros ninguno de sus argumentos sin discutir. ¿Os encontráis bien esta mañana?-siguió cambiando radicalmente de tema-¿No os duele la herida? ¿No preferís quedaros en la cama? Yo me encargo de Hierald.
-Estoy bien Perin, ya no tengo ninguna herida, ¿recuerdas?-contestó Calen desechando la segunda camisa.
-Sois unos cabezones. Los médicos dijeron claramente que sería aconsejable que ambos guardarais reposo esta mañana. Pero los tortolitos se empeñaron en que no querían aplazar la reunión-de repente, Perin se dio cuenta de que Calen se estaba echando su mejor colonia y de que estaba peinándose demasiado para ser él-. ¿No os estáis arreglando mucho para la reunión?
-He quedado para desayunar con Deyanira-respondió Calen secamente. Perin se limitó a murmurar que ya le extrañaba que se arreglara tanto-. Y no te preocupes por nada, Perin, lo tengo todo bajo control. Sólo hay una cosa que me inquieta...y es el cómo vaya a comportarse Deyanira.
-Sé a lo que os referís-afirmó Perin-. Es incontrolable y muy impulsiva. Y Hierald no dejará de sacarle defectos y de increparla. ¿Qué podemos hacer con ella?
-Confiar en su buen juicio.
Un silencio sepulcral llenó el ambiente mientras Calen y Perin se miraban fijamente. Ambos pensaron lo mismo: “¿Deyanira tendrá de eso?”.
-Hablaré con ella-afirmó Calen con la esperanza de que ello diera resultado.
Terminó de arreglarse mientras Perin seguí aconsejándole sobre cómo actuar en la reunión, y bajó a desayunar con su novia.



Si Calen esperaba disfrutar de un romántico desayuno lleno de caricias y arrumacos con su novia, esperaba en vano. Deyanira estaba silenciosa, enfurruñada y con cara de pocos amigos,
-¿Te ocurre algo, Yeny?-preguntó Calen.
-No-respondió Deyanira secamente-. Estoy perfectamente.
-Ya sé...Estás nerviosa porque hoy es la reunión con la Asamblea, ¿es eso?
-¡No es nada de eso! ¡No tiene nada que ver con eso!-contestó bruscamente.
Calen esperaba una reacción parecida, pero no tan pronto. Apenas hacía unos segundos que hablaban. “Pues si no está nerviosa por la reunión, entonces...¿qué es lo que le pasa?”, pensó.
-¡Pues me pasa que estoy... que estoy... ¡Ya sabes! Esas cosas que tenemos todas, una vez al mes.
Calen se quedó asombradísimo ante la respuesta de Deyanira. ¿Cómo había podido responderle a una pregunta que él no había formulado? Pero Deyanira interpretó su reacción de otra manera:
-Oye, lo siento si te hace sentir incómodo, pero yo no tengo la culpa de...
-No, no, no, no cariño. No es que me haga sentir incómodo-indicó Calen sacudiendo la cabeza-es sólo que... ¿Cómo has sabido lo que estaba pensando?
-¿Qué? ¿A qué te refieres?
-A lo que has dicho antes...has respondido a mi pregunta acerca de qué te pasaba...
-¡Me has hecho una pregunta! ¡Cómo no iba a responderte...!
-Ahí está la cuestión Yeny. Yo no te he hecho ninguna pregunta.
-¿Cómo que no? Te he oído perfectamente preguntar qué es lo que me pasaba...
-No Yeny-replicó Calen negando con la cabeza-. No te estaba hablando. Estaba pensando.
Ambos se quedaron en silencio, mirándose. Deyanira estaba anonadada y, como quien dice, un tanto flipada; Calen, por su parte, presentaba una sonrisa de autosuficiencia.
-¿Qué me estás contando?-exclamó ella.
Calen no contestó. Se limitó a mirarla alzando una ceja.
-¿Crees...crees que yo te... ¿Crees que yo te he leído el pensamiento?
-Si no ha sido así, ha sido algo muy parecido.
-Pero, pero, ¿cómo he podido hacerlo?
-Pues no me extrañaría demasiado, se decía que la Reina tenía ese poder...
-¿Y qué hago ahora? No quiero ir por ahí leyéndole la mente a la gente, me parece que es invadir su intimidad...
-Pero Yeny, ¿no lo ves? Ese poder tuyo, podría venirnos muy bien en la reunión de hoy. Si sabes de antemano lo que Hierald estará pensando, sabrás cómo defenderte.
-Sólo lo he hecho una vez, sin darme cuenta, sin controlarlo y sin saber cómo...¡no puedo aprender a manejarlo en sólo un par de horas!
-Pero podrías volver a hacerlo, ¿no?
-¡Yo qué sé, Calen! Si ni siquiera sé cómo lo he hecho la primera vez. No sé qué alcance tiene este poder, no sé cómo utilizarlo, no sé qué le voy a decir a la Asamblea, no sé cómo voy a aguanta el día, no, no...
Alterada, Deyanira se derrumbó sobre la mesa y comenzó a sollozar. Preocupado, Calen se acercó a ella y la agarró por los hombros.
-Cariño, ¿te encuentras bien?-le preguntó.
-¡No, no me encuentro bien!-contestó ella-Estoy asustada, dolorida, y cansada. No sé cuándo se me va a pasar el dolor, voy a estar agotada en esa reunión, y justo el día que más autocontrol necesito, estoy especialmente irascible. No sé cómo voy a lograr pasar este día Calen, de verdad que no lo sé...
-Eh, escúchame, ¿quieres que te excuse de la reunión y diga que no puedes ir?-preguntó Calen arrodillándose dela te de ella y agarrándole las manos con sumo cariño.
Deyanira negó con la cabeza.
-No, no. Hemos pasado por mucho para que esa reunión salga bien. No pienso echarme atrás ahora. Lo único que necesito es descansar.
-Pues venga-la animó Calen-, termínate el desayuno y te acompaño hasta tu habitación.
-Pero la reunión...
-No es hasta las 11, y no pueden empezar sin nosotros-replicó Calen guiñándole un ojo-. Podrás descansar un poco. ¿Pensabas hacer otra cosa?
-Pensaba prepararme el discurso para la Asamblea...
-Yeny, tienes labia suficiente como para rebatir los argumentos de Hierald y responder con soltura a lo que te pregunte la Asamblea. Dedícate a descansar.
Sin mediar más palabra, ambos terminaron de desayunar. Luego Deyanira se retiró a su habitación, acompañada por Calen. Allí, Deyanira se tumbó encima de la cama haciéndose un ovillo, intentando relajarse y, quizá, dormir un poco mientras le brebaje de Ashreln hacía efecto. Calen simplemente se echó a su lado, abrazándola por la cintura.



Fue Gern quien acudió a avisar a la pareja de que era el momento de ir a la reunión. Ambos jóvenes intentaron calmar a una Deyanira que, si bien estaba más despejada y sin dolor, seguí igual de nerviosa. Como si ello pudiera servirle de amuleto, Deyanira agarró con fuerza el diario de Hiria, y salió de su habitación perfectamente escoltada por Calen y Gern.
La sala contigua a aquella en que se celebraría la reunión ardía en bullicio y excitación. La concurrencia prácticamente peleaba por conseguir el mejor sitio para ver a la recién estrenada pareja real, a los miembros del Consejo, y a los miembros venerables de la Asamblea de Eruditos.
Lord Hierald fue el primero en llegar, acompañado del venerable Masser. Hierald se preguntaba cómo era posible que una reunión supuestamente secreta hubiera convocado a tantísima gente.
-Cuando los médicos recomiendan reposo a un Rey que ha estado a punto de morir, y éste se excusa diciendo que le es imposible porque la día siguiente debe acudir a una reunión extraordinaria del Consejo y la Asamblea para decidir si su novia es o no la Dama-contestó Masser-; no puedes esperar que los médicos sobre la extraña excusa que su Rey les ha puesto.
Tras ellos llegó Perin. Perfectamente vestido y peinado, y con su característico gesto de seriedad avasalladora, logró con su sola presencia que toda la sala callase.
Los últimos en llegar fueron Gern y Calen con Deyanira. A la entrada de los tres, se desataron los cuchicheos de la multitud. Deyanira se fijó en un grupo de damas de la corte que murmuraban mirándola descaradamente. Todas ellas rondaban su edad. Por cómo la miraban, Deyanira pudo darse cuenta de que no hablaban precisamente bien de ella. Sólo una permanecía en silencio. Una pelirroja de ojos verdes, cuya penetrante mirada inquietó más a Deyanira que los cuchicheos de las demás. Intentó encontrar a alguien que le resultara amigo de entre la multitud, y buscó a Eiris con la mirada rezando interiormente porque estuviera allí. La halló en un rincón, hablando con otras criadas. La doncella le saludó y le hizo una señal de apoyo. Deyanira sonrió a su amiga, sintiéndose instantáneamente reconfortada. “Vamos allá Yeny”, pensó mientras franqueaba la puerta de la Sala de Reuniones. “Tú puedes”.
La sala le recordó a Deyanira a la de un tribunal de manera horrorosa. Dos pequeñas mesas habían sido situadas frente a unas enormes gradas. En la mesa de la izquierda, Hierald esperaba con su habitual gesto de amargura. Gern se reunió con Perin y Masser en las gradas, mientras Calen indicaba a Deyanira que ellos debían sentarse en la mesa de la derecha. Durante unos minutos que a todos les parecieron eternos, esperaron la llegada de los miembros de la Asamblea. Finalmente, los diez eruditos, a los que Deyanira definiría en su mente como “una decena de Gandlfs teñidos muy pijos”, hicieron su aparición en la sala y ocuparon sus asientos en las gradas.
-Estimados y respetables miembros de la Asamblea de Eruditos-saludó Calen levantándose de su asiento-, os agradezco inmensamente que hayáis accedido a venir hoy aquí. El motivo de que se haya requerido vuestra insigne presencia es tan sencillo como importante: decidir, si la joven dama que está sentada a mi lado-explicó señalando a Deyanira-es o no la Dama anunciada por las profecías. El respetable lord Hierald de Bhöl, miembro del Consejo, fue quien pronunció la petición de confirmación que hizo necesaria vuestra presencia aquí. Así que a él cedo la palabra, para que alegue en contra de la ratificación de la identidad de esta muchacha. Si sois tan amable lord Hierald…-concluyó Calen sentándose de nuevo.
- Gracias, Majestad- Excelsos miembros de la Asamblea de Eruditos-comenzó Hierald-, os agradezco humildemente que hayáis aceptado mi petición de confirmación y hayáis acudido hoy aquí.
“Contrario a lo que todos mis compañeros del Consejo piensan, no tengo nada personal en contra de la bella dama que nos acompaña. Simplemente opino que concederle el título de “la Dama” es un asunto demasiado importante como para ser decidido únicamente por el Consejo. Y creo también, que si vosotros decidía que la joven a de ser nombrada la Dama, vuestra conformidad al respecto validaría por completo su identidad. Pero tal decisión debe ser tomada con sumo cuidado.
“La profecía nos habla claramente de que la Dama será una joven con el sol en los cabellos y la luna en la piel. Los estudiosos coinciden en que tal descripción corresponde a una muchacha de cabellos dorado y piel blanquísima. No puedo negar que esta joven es bella, desde luego, que posee un hermoso cabello y una blanca piel. Pero, si bien su melena adquiere un refulgente tono dorado al sol, y prácticamente a cualquier luz, no podemos juzgar que sea la Dama sólo por eso. Sin ánimo de causar ofensa a la doncella, no creo que su piel sea lo suficientemente inmaculada como para tratarse de la piel de la Dama. Por tanto ya hay una característica esencial que no se concentra en su persona.
“Luego está el tema esencial de su misterioso origen. Ella afirma provenir de la montaña, y hasta la fecha nadie ha osado contradecirla. Pero, ¿cómo llegó hasta la montaña? ¿Acaso vivió siempre en ella? ¿O tal vez llegó a través de ese medio misterioso que llaman “mar”? En todo caso, ¿por qué bajó de la montaña? ¿Qué la impulsó a venir hasta aquí? ¿Y quiénes son sus padres o hermanos? ¿Quiénes, su familia? ¿Cómo vamos a confiar en ella si apenas sabemos con certeza quién es? Estas son algunas de las preguntas que la muchacha debería responder, pero que por alguna extraña circunstancia procura evitar hacerlo.
“No pretendo, en ningún momento, convertir esta reunión en una jornada interrogatoria para esta joven, pero creo que necesitamos, es más, tenemos derecho a saber quién es realmente nuestra Dama.
“Salvo por el detalle del color de su piel, yo mismo he de reconocer que reúne todas las características de las que habla la profecía: su cabello, su voz, su forma de narrar… Y si así lo decidís, excelsos miembros de la Asamblea, y resolvéis ratificar la identidad de la muchacha, yo lo aceptaré gustoso y celebraré con regocijo la llegada de la Dama.
“Pero os pido que no toméis tal decisión sin deliberar antes arduamente sobre ella. No os preguntéis sólo si la joven es la Dama, sino también si, en caso de que lo sea, está preparada para asumir tal cargo y responsabilidad.
“La misión que le encomendaríamos es altamente difícil, y no sabemos si está mentalmente preparada para cumplirla. Nadie la adiestró sobre sus deberes, ni la ha instruido sobre sus poderes, y no sabemos si será capaz de aprender a utilizarlos, ni el tiempo que precisará para ello.
“Así que, no juzguéis quién es ella. Juzgadla digna o no, de tal cargo.”
Concluida su exposición, Hierald tomó asiento y un sepulcral silencio reinó en la sala. Los miembros de la Asamblea dirigieron a su vez sus cabezas hacia Calen, quien volvió a levantarse en ese preciso instante. Deyanira, nerviosísima, no dejaba de jugar con sus manos. Cuando la Asamblea dirigió su mirada a Calen, se echó instintivamente hacia atrás. “Si es que dan miedo”, pensó. “¡Son como una secta de fans de Dragones y Mazmorras!”.
Calen oprimió ligeramente el hombro de Deyanira en señal de apoyo, y comenzó su réplica a Hierald:
-Gracias, lord Hierald, por tan amable exposición sobre vuestra causa. Es increíble lo mucho que ha variado vuestra opinión en tan sólo una semana. Hace unos días creíais que esta joven era una impostora; hoy admitís que hay en ella ciertas señales de que sea la Dama. Y por cierto que voy a ilustraros a todos sobre esas señales.
Con paso resuelto, Calen se dirigió hacia las antorchas que daban luz a la sala, agarró una de la pared y enfocó con ella el pelo de Deyanira.
-La profecía dice que tendrá “el sol en los cabellos”-continuó-. Observadlo bien, y decidme si este cabello no reluce como el mismo sol. Aún a la luz tenue de las antorchas, y en la penumbra de esta sala carente de ventanas, su cabello centellea de una forma más que evidente-terminó su demostración colocando la antorcha en su sitio.
“Mencionáis también, lord Hierald, que la piel de la muchacha no es tan blanca como cabría esperar. Bien, no os contradigo, y dudo mucho que a ella le ofenda. Aunque, sin duda, habréis observado que, sin estar enferma, sí está inusualmente pálida. Pero el hecho de que su piel no sea lo suficientemente blanca, no significa que no tenga “la luna en la piel”. Observad esto.”
Calen alzó el brazo de Deyanira mostrando a todos el tatuaje de su muñeca. Los miembros de la Asamblea se levantaron y acercaron sus cabezas al unísono para ver mejor lo que Calen les enseñaba. Deyanira tragó saliva.
La Asamblea se miró entre sí, y finalmente uno de ellos bajó de las gradas y se dirigió a Deyanira. Con un gesto, le pidió que le enseñara el brazo y ésta miró a Calen dudando de que fuera una buena idea. El chico asintió completamente convencido y Deyanira le tendió el brazo al hombre, desconfiada.
-Es un tatuaje- le explicó.
El hombre asintió y examinó la media luna dibujada. Se acercó tanto para verlo bien, que a Deyanira le dieron ganas de arrearle un guantazo por acosador, sobre todo en el momento en que el hombre se chupó el dedo y el tocó el tatuaje. Pero desechó esa idea de su cabeza, tanto por parecerle poco apropiado si quería causar buena impresión; como porque Calen le agarraba suavemente la otra mano pidiéndole que se calmara.
Finalmente, el hombre soltó a Deyanira y le sonrió. Volvió a su asiento y murmuró algo a sus compañeros, tras lo cual todos volvieron de nuevo la cabeza hacia Calen, invitándole a que siguiera su discurso.
-También habéis hablado sobre su origen, Hierald-prosiguió-. Reconozco que no nos ha dicho nada acerca del lugar del que viene. Pero francamente, no lo considero importante. ¿Qué relevancia tiene ese dato? ¿Qué importancia tendrá su lugar de procedencia? Lo realmente esencial es que pueda romper la maldición. ¿Acaso su poder sería menos si hubiera salido de debajo de la tierra? ¿Es que una rosa dejaría de ser una rosa si tuviera otro nombre? Qué importa de dónde venga, lo importante es lo que sea capaz de hacer aquí. Que sepa canalizar su poder y romper la maldición.
“Y esto me lleva a discutiros los dos últimos puntos de vuestra alegación. Primero: dudáis de que esté preparada. Segundo: dudáis de que sea digna. Permitidme que os cuente algo, ilustres presentes. El porqué de mi extraña enfermedad el día de ayer.
“En la tarde de dos días ha, acompañé a esta joven hasta los aposentos de la Reina Hiria, a través de un pasadizo subterráneo que atravesaba el Bosque. Fue ella quien, utilizando sus poderes, abrió el pasadizo escondido tras los cuadros del pasillo de los retratos. En dichos aposentos, fui atacado por el Bosque. Una rama me apresó y se clavó en mi nuca. Podía sentir cómo me succionaba la sangre. Cualquier persona normal hubiera huido. Pero esta joven se irguió orgullosa y ordenó al Bosque que se detuviera. Y el Bosque obedeció sumiso.
“El ataque del Bosque me sumió en una terrible enfermedad, y ella fue la primera en darse cuenta. Sacando fuerzas de flaqueza, cargando con mi cuerpo casi inútil, me trajo de vuelta a través de todo el pasadizo, para caer desfallecida sólo en el momento en que se aseguró de que yo estaba bien atendido.
“No contenta con ello, y a pesar de su delicado estado de salud, insistió en verme en cuanto recuperó la consciencia y supo de mi estado. Utilizando sus poderes, consiguió lo que ni los mejores médicos del reino habían podido: expulsar el veneno de mi cuerpo y restablecerme la salud.
“Sentido de la responsabilidad, capacidad de sacrificio, valor, y, sobre todo, dominio sobre sus poderes, son tan sólo algunas de las cualidades que esta joven demostró con este suceso. Creo que con ello prueba, no sólo su identidad como la Dama, sino también su capacidad como tal. Demuestra que es completamente digna y capaz de tal cargo.”
Terminado su alegato, Calen tomó asiento. Gern sonreía ampliamente y el venerable Masser asentía con satisfacción. Perin no había mudado su gesto, pero en sus ojos había un brillo triunfal. Hierald mantenía un prudente e inmutable gesto cabizbajo. Calen agarraba con orgullo la mano de Deyanira, quien no dejaba de tocarse el pelo, nerviosa. La Asamblea, por su parte, cuchicheaba con alboroto. Tras una deliberación que a todos les pareció eterna, el hombre que había examinado el tatuaje de Deyanira se levantó y anunció con voz potente:
-En pie la dama.
Deyanira estaba segura de que, en esos momentos, los latidos de su corazón retumbaban en las paredes de la sala como los hicieron los del corazón delator en los oídos del asesino de Poe.

martes, 1 de diciembre de 2009

6 de agosto: Las noticias vuelan II

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Y ambos se complacen en anunciar que han iniciado su noviazgo, esperando que todo el reino se regocije de su amor y sea partícipe de su alegría.

En eEl dichoso bando ha empapelado por completo las paredes de todo el castillo. Después de la comida, no había un solo rincón de este lugar en que no pudiera leerse el comunicado que anunciaba que Calen ha sido curado por esa tal Deyanira, la extranjera que dice ser la Dama, ¡y que ambos además son novios ahora!
Yo era la novia de Calen. Hace tres años, el reyecito besaba el suelo que yo pisaba. ¡Oh, sí, cómo me adoraba! Cada mañana hacía que me trajera dos rosas rojas a mis aposentos, acompañadas de una nota en papel verde que decía:
En el verde de tus ojos
veo siempre dos llamas:
una es le fuego de tu pelo,
la otra la hoguera que desatas en mi alma
Extremadamente cursi.
Yo creía que la relación iba bien. Que en cualquier momento haría oficial lo que ya era evidente: que Calen estaba loco por mí y deseaba que fuera su esposa. Pero el esperado anuncio nunca llegó.
-Tú eres hermosa, Ellia-me dijo una tarde-. Eres la doncella-eso es lo que él se pensaba- más hermosa de todo el reino. Y cualquier hombre sería inmensamente afortunado por convertirse en tu esposo. Por eso te mereces a alguien que te ame de verdad. Y ése no soy yo.
Y sin mediar más palabra, se marchó.
Peor yo no me quedé de brazos cruzados. Como hija de la casa de Danhna, la más noble y excelsa casa del reino, fui educada para ser una reina.
Desde pequeña aprendí no sólo las labores propias de mi sexo, como tejes, cocinar y bordar; sino también gramática, matemáticas, geografía, historia, literatura y filosofía, lenguas extranjeras, música, danza, e incluso medicina y astronomía.
Aprendí también el sutil arte de la seducción. Como modular la voz, mirar a un hombre, y jugar con la conversación. Aprendí a embellecer mi rostro con el maquillaje, y a resaltar las formas de mi cuerpo con discretos escotes y ceñidos corpiños. Aunque bien es cierto, que esto último nunca me ha sido muy necesario pues, sin lugar a dudas, soy la joven más hermosa del reino.
Mi cabello, rojo del color del fuego, llamea con el sol; y mis rizos caen en cascada hasta el final de mi espalda. Mis ojos, verdes oscuros, grandes y alargados, parecen felinos con el khöl negro que en ellos me aplico. Mis labios, suaves y carnosos, resultan tentadores cuando los pinto de rojo y contrastan profundamente con mi piel de alabastro. Y mi cuerpo, sin duda, es la mejor de mis armas. 1.70 metros de tentación pura, lo sé: mi cintura y talle son estrechos, y en cambio mis pechos y caderas están generosamente rellenos. Soy la perdición de cualquier hombre. Y soy consciente de ello.
Por eso, nunca he dudado en servirme de mi cuerpo para lograr lo que quiero. Utilizo mi belleza para conseguir mi más soñado objetivo: convertirme en la reina de Translot. Sólo me guío por un sencillo lema, que es el que ha determinado toda mi filosofía vital: SEXO Y PODER.
Mi plan era muy simple: seducir a Calen para que se casara conmigo. Y hubiera salido bien, si Calen no hubiera sido tan idiota y no me hubiera dejado. Pero no me importa. Descubrí otras formas de acceder al trono. Así fue como conocí a Siete.
Siete forma parte del grupo de los conjurados, personas que creen firmemente que la estirpe de Hiria no debería reinar en Translot, y que harán cualquier cosa por cambiar eso, e instaurar en su lugar al linaje de su hermano. Su objetivo principal, por supuesto, es asesinar a Calen. Y tras ello, colocar al único heredero que ellos consideran legítimo en el poder. Por supuesto, ése es Siete.
Conocí a Siete cuando Calen decidió estúpidamente que ya no quería estar conmigo. Realmente ya conocía a Siete, aunque, por supuesto, yo no sabia nada de quién era en realidad.
Siete siempre había estado enamorado de mí. Como muchos de por aquí, no me extraña. Y cuando me vio libre de Calen, me reveló quién era en realidad, y me suplicó que fuera su compañera.
Por supuesto, yo evadí mi respuesta hasta asegurarme de sus afirmaciones. Pero tras asistir a unas cuantas reuniones de sus compañeros, y comprobar la efectividad de sus planes (gracias a los cuales Calen estuvo especialmente “torpe” durante un par de semanas), terminé por creerle y ceder a sus deseos.
Ahora Siete y yo somos amantes. Bastante satisfactoriamente para mí en los últimos años, debo añadir. Al principio le constaba un poco. No estaba versado en las artes amatorias, y menos aún en los juego de cama. Por fortuna soy una buena maestra y él es un excelente alumno. Con práctica y paciencia, en poco tiempo mejoró notablemente y ahora se ha convertido en el mejor de los amantes que yo he tenido jamás. Y lo cierto es que soy incapaz de recordar cuántos he tenido.
A diferencia de la mayor parte de los jóvenes por aquí, yo hace mucho que dejé de ser virgen.
A los 14 años, mi padre me regaló un medallón de oro, enganchado en una cadena de perlas. El medallón llevaba incrustados 14 rubíes tallados en forma de estrella, y en la parte trasera llevaba la inscripción: “Tú eres mi estrella”. Mi padre encargó el trabajo al mejor orfebre de la cuidad. Y fue su hijo quien se ocupó de traerlo a mi fiesta. Al despedirlo, obligué a un criado que ordenara al muchacho aguardar en lo establos. Allí yací con él.
El joven era alto, fuerte, y tenia 18 años. Su pelo era castaño y sus ojos oscuros. Se notaba que aprendía bien el oficio de su padre; sus manos sabían exactamente dónde tocarme. Nunca supe su nombre. Tampoco me tomé las molestias de averiguarlo.
Desde entonces, mi lista de amantes ha sido extensísima. Nunca un hombre se me ha resistido en cuanto he puesto los ojos en él. Ninguno, salvo Calen.
Como casi toda mi generación, Calen tenía una absurda idea moral acerca del matrimonio y la virginidad. Pensaba que llegar virgen al matrimonio es una señal de respeto para aquella persona con la que vas a compartir tu vida. Yo creo que eso es una estupidez. ¿Por qué iba a reservarme para una sola persona cuando puedo tener todas las que quiera? Además, yo sólo pienso contraer matrimonio con aquél que ciña la corona. El resto son sólo un juego.
Por supuesto, de estas opiniones mías no saben nada mis padres. Para ellos sigo siendo una inocente y casta jovencita. A quien, por cierto, ya empiezan a apremiar para que se case.
-Hija mía-me dicen continuamente-, tienes ya 21 años. Es hora de que contraigas matrimonio, de que te asientes y formes tu propia familia.
Yo me excuso diciendo que, hasta ahora, ningún hombre ha conseguido “hacer nacer en mí un amor mayor que el que siento por mis padres”. Y aunque al principio funcionaba, cada vez me cuesta más trabajo y argumentos convencerles de que deseo permanecer soltera. Es indispensable para mis planes.
SEXO Y PODER, me repito a mí misma todos los días. El sexo, para alcanzar el poder. El poder que mis padres no tuvieron el valor de ambicionar. Al morir Calen I, mi familia pudo haber llegado al trono. Pero no tuvieron las suficientes agallas de colocarse en él. Por eso me juré a mí misma que yo lo haría por ellos. Conquistaría el trono, y colocaría a mi familia en el lugar que les corresponde. Últimamente, Siete me hace a menudo la gran proposición.
-Ellia, amada mía, cásate conmigo. Casémonos en secreto, hoy mismo, esta noche.
Pero yo siempre le doy la misma respuesta:
-Cuando seas Rey, mi amor. Cuando seas Rey.
No aceptaré ningún cónyuge de categoría inferior a la del Rey.
¡Oh, todo hubiera sido perfecto si el estúpido de Calen no me hubiera dejado! Aún a estas alturas me pregunto qué falló. Por qué no bastaron mi belleza y mis encantos para retenerle. Y ahora, una nueva pregunta sacude mi cabeza: ¿qué tiene esa niña extranjera que no tenga yo? ¿Qué ha hecho ella para convertirse en novia oficial, para lograr en apenas una semana lo que yo no logré en casi diez meses?
No es tan hermosa como yo. Su belleza es insignificante comparada con la mía. Cierto, es la Dama. O eso es lo que dice ella. Mucho me temo que, por esa condición, su cabello sea su único encanto. Verdaderamente posee un hermoso color dorado, pero sólo cuando lo alumbra la luz del día. Si no, es de un castaño de lo más corriente. Además es muy lacio y sin cuerpo, y mucho más corto que el mío.
Sus ojos no tienen ningún misterio. Marrones, simplemente. Y son muy pequeños. Desde luego no poseen la mirada hechizadora de los míos. Ni siquiera es realmente guapa. Su cara no es hermosa, simplemente es...resultona. Y su cuerpo, ¡no tiene comparación con el mío! Es mucho más bajita que yo, tiene los pechos mucho más pequeños, y las caderas mucho más anchas. Y estoy segura de que ella está más gorda que yo.
En cuanto a su personalidad...¡oh, por favor! Ni siquiera sabe como comportarse ante la corte. Actúas de un modo sumamente vulgar y pueblerino, sin ningún tipo de educación. Reconozco que tiene cierto talento musical pero, ¿de verdad es música eso que canta? Porque tengo mis serias dudas al respecto. Y si bien es cierto que posee un aceptable nivel como cuentacuentos, ¿de qué le sirve? Los cuentos, sólo sirven para entretener a los niños en la cama. A los jóvenes se les entretiene en la cama de otras formas.
Reconozco que cuando se desataron los rumores de que habían yacido juntos, me enojé mucho. ¿Con esa insignificante crías consintió en acostarse Calen antes que conmigo? Pero en seguida desaparecieron mis temores. Recordé que Calen posee una estricta moral respecto a las relaciones sexuales, así que dudo mucho que él hubiera insinuado anda o que hubiera sucumbido a los deseos de ella. Aunque también tengo mis serias dudas respecto a que ella hubiera sido capaz de proponer algo semejante. No tiene aspecto de saber cómo hacer tal cosa. No tiene el porte. Ni las maneras. Seguro que tampoco la experiencia. No, estoy segura de que ella aún es virgen.
Reflexionando todo esto, no puedo evitar reformular mi pregunta: ¿qué ha visto Calen en ella?
-Hoy estás inquieta, Ellia. ¿Qué te ocurre?-pregunta Siete.
Llevamos toda la tarde en la cama. Pero hoy no me encuentro de humor.
-Es ése anuncio. Lo de Calen y ésa extranjera.
-No me digas que estás celosa...-insinúa besándome el cuello.
-¿De esa niña? ¡Jamás! Pero podría convertirse en un obstáculo.
-No te preocupes por eso...Lo tenemos todo bajo control.
-¿Bajo control? ¿Quién puede tener nada bajo control ahora? ¡Ya has visto lo rápido que han anunciado la relación! A ese ritmo, ¿cuánto crees que tardarán en casarse? ¿O en tener su primer hijo? Las cosas se nos están complicando muchísimo, ¡y a ti no parece importarte!
-Tranquila, mi rubí-replica besándome-. Todo está controlado. Calen y Deyanira no llegarán nunca tan lejos. Ella tiene planeado marcharse en cuanto sepa cómo.
-¿Y aún así ha consentido en que se anuncie la relación? ¿En qué está pensando Calen? ¿Por qué lo hace público si no va a durar?
-Está enamorado...
Pff, amor, ¡menuda tontería! El amor es para los cobardes y los pusilánimes. Es el sentimiento más inútil del mundo. Entretiene tu mente y la aparta de sus verdaderos objetivos. Los enamorados pierden su ambición para entregarse por completo a la otra persona. Son incapaces de pensar con claridad y con lógica, y sus pensamientos están permanentemente ocupados en lo que han hecho o piensan hacer con la persona amada. Su discernimiento se nubla y se convierten en simples peleles sin metas en la vida. Definitivamente, el amor es para idiotas.
-En cualquier caso, esa chica sigue siendo un obstáculo. Y si el bando es cierto y ha curado a Calen, está aprendiendo a utilizar sus poderes.
-Eso es bueno, mi amor. La necesitamos para que rompa la maldición. Cuanto antes lo haga, mejor.
-Pero si desarrolla por completo todos sus poderes, ¿no teméis que os descubra? Dicen que la Reina era capaz de leer los pensamientos, que tenía el don de la profecía, y se supone que la chica tiene sus poderes...
-Tendremos cuidado con lo que pensamos.
-¿Pensáis matarla también?
-Se va a marchar por voluntad propia...eso no va a ser necesario.
-¿Y si decide quedarse?
-No lo hará.
Yo no estaría tan segura. Aunque tenga planeado marcharse, si está enamorada de Calen, la muy estúpida se quedará aquí.
-Pero aún así-respondo severamente separándome de Siete, que no ha dejado de besarme el cuello en un vano intento de excitarme-, tenéis un plan para ella, ¿verdad?
-Pues claro...primero dejaremos que rompa la maldición. Luego le diremos que en realidad Calen no piensa dejar que se vaya. Y a partir de ahí dejaremos que la naturaleza siga su curso.
-¿Y ya está? ¿Eso es todo el plan?-jamás había oído un plan tan absurdo y poco trabajado-¿No habéis pensado en nada más?
-No hace falta--- En cuanto lo sepa, Deyanira se marchará, y tras la monumental discusión que tendrá con Calen, éste quedará destrozado. Aprovecharemos entonces y le incitaremos al suicidio.
El plan es francamente absurdo. No dudo de que es su momento pudo haberles parecido brillante, pero es más que obvio que tiene, como mínimo, cuatro fallos importantes.
-No me gusta ese plan, Siete. Hay un montón de cosas que podrían salir mal, variables con las que no habéis contado. Para empezar, Deyanira podría cambiar de opinión. Y si está enamorada es seguro que se lo replanteará de forma seria. En ése caso, si le decís que Calen está buscando la forma de retenerla, podríais provocar le efecto contrario del deseado. Podría cambiar de opinión al darse cuenta del deseo de Calen y quedarse aquí. Y en ése caso tendríais un doble problema: un rey vivo con una Dama todopoderosa para protegerle y clamar venganza en caso de que fuera necesario. Incluso podrían llegar a más y entonces tendríais un tercera persona de que preocuparos.
-¿Y qué sugieres que hagamos, mi malévola mente?
Es difícil de decir qué se puede hacer. Me parece bien que quieran dejar a Deyanira marcharse a su libre albedrío, antes que matarla. Se ahorrarán todo el trabajo de planear minuciosamente el asesinato, ocultar posteriormente las pruebas y buscarse coartadas creíbles. Más aún, debido a la investigación que desataría un asesinato de tal envergadura como sería el de la Dama. Peor no tienen forma de estar plenamente seguros de que vaya a marcharse. Podría cambiar de opinión, y no tienen a nadie metido en su entorno para vigilarla.
Y luego está el tema del suicidio de Calen. Requiere una gran sutilidad el manipular la mente de alguien para incitarle a tal cosa, y no saben hasta qué punto podría llegar a ser fuerte la mente de Calen. Calen tiene un sentido muy sólido y asentado de cuál es su deber como monarca. No dejará a Translot sin rey por voluntad propia así como así. Habrá que pensar en otra cosa.
-Necesitáis tener controlada a Deyanira. Ella es la clave de todo el plan. Es necesario que estéis muy seguros de que va a marcharse en cuanto rompa la maldición y tenga oportunidad de ello. No os conviene tener a una Dama todopoderosa, furiosa y clamando venganza por la muerte de su amado. Necesitáis infiltrar a alguien en su entorno. Tenéis perfectamente cubierto a Calen, peor no os podéis fiar de la información que os llegue de Deyanira a través de él. Ella podría mentirle y, de todas formas, a pasar por tantas personas, parte de la información se perdería. Tenéis que introducir a alguien en su círculo más íntimo. ¿Qué hay de esa criada que trabaja para ella...Eiris?
-Es completamente leal a Calen.
-Lástima. Alguien así os vendría muy bien. Necesitáis a alguien cercano. Alguien con quien pase Deyanira todo el tiempo, con quien hable y en quien confíe. Un amigo suyo.
-Podrías hacerlo tú-sugiere.
-¿Qué dices? ¿Tratar yo con alguien como ella, con alguien tan vulgar? ¡Eso jamás!
-Piénsalo Ellia. Es perfecto. Te haces pasar por su amiga, te ganas su confianza y ella empieza a contarte todo lo que se le pasa por la cabeza. En caso de que fuera necesario, podrías incluso guiarla para que haga lo que nosotros queramos. Hasta marcharse de aquí y alejarse de Calen.
Es una idea completamente estup...¡estupenda! Deyanira ni siquiera lo sospechará. La pobre niña extranjera está sola en el castillo rodeada de extraños y sin amigos con quienes jugar. Incluso se alegrará de que alguien muestre un mínimo de interés afable por ella.
-Tienes razón mi amor. Es una idea fabulosa. Y lo mejor es que ella ni siquiera lo verá venir. Podré informaros de todo lo que ella haga y, en caso de que fuera necesario, manipularla para que haga lo que queramos.
Resulta tan emocionante la idea de actuar de espía... Es una forma de conseguir mi objetivo de llegar al trono sumamente novedosa, ya que no implica el acostarme con nadie, y me permitirá participar más activamente en las actividades del grupo de Siete. Será fabuloso poder desempeñar una actividad semejante, una que realmente me permita desarrollar todo mi potencial. No digo que con el sexo no lo haga pero...a veces el sexo es algo que no me llena. Soy toda una belleza, lo sé, pero soy también mucho más. A veces tengo la sensación de que, cuando Siete me mira, sólo ve un cuerpo. Y esto me permitirá demostrar que también soy un cerebro. Un cerebro inteligente y una mente sutilmente manipuladora.
-¿Crees que tus jefes lo aprobarán, Siete?
-No tienen por qué enterarse.
-¿Cómo dices?
-Tú cuéntamelo todo a mí. Yo se lo contaré a ellos. No tiene por qué saber el origen de la información.
¿Cómo dice? ¿Pretende llevarse él toda la gloria de mi trabajo? ¡Ni hablar! Éste no sabe con quién está tratando.
-Siete, o les cuentas ahora mismo a Uno y a Tres que yo voy a actuar para vosotros como espía de Deyanira, o tú y yo hemos terminado.
-Pero Ellia, querida...
-¡No pienso dejar que tú te lleves toda la gloria de mi trabajo! Somos pareja, y debemos compartirlo todo. Tanto los deberes como los méritos.
-Pero es que nunca ha habido una mujer en el grupo de los conjurados.
-Pues seré una pionera. Pero díselo. Mándales una nota ahora mismo. Delante de mí.
Resoplando, Siete se levanta del lecho y se dirige al escritorio. Bajo mi supervisión, escribe una nota para Uno y Tres:

Ellia ha tenido una idea para que podamos mantener vigilada a Deyanira:
Si la aceptamos en nuestro grupo, ella se hará pasar por amiga de Deyanira para así lograr sacarle toda la información posible sus planes con Calen y el Bosque.
7

Siete manda la nota con un criado de confianza. Mientras esperamos una respuesta, yacemos juntos de nuevo. Todavía tenemos la respiración agitada cuando llega el criado con la contestación de Uno y Tres.

¿Una mujer entre los conjurados?
Eso es algo extraordinario, nunca una mujer se ha incluido entre nuestras filas. No obstante, nos vendría bien una persona infiltrada en el círculo de la chica.
Bienvenida, Ellia. Búscate un buen nombre en clave.
1 y 3

-No lo puedo creer... ¡Te han admitido!-exclama Siete.
-¡Voy a ser una conjurada! Es tan emocionante...
Presa del pletoricismo, beso apasionadamente a Siete.
-Tenemos que buscarte un buen nombre en clave. ¿Qué te parece Una?
-Ah, no. No pienso tener el nombre de un número, por muy feminizado que esté. Es algo de lo más cutre y poco estiloso.
-Pero es la tradición...
-Siete, creo que mi caso es una más que evidente muestra de que las tradiciones están para romperse...
-¿Y cómo piensas llamarte entonces?
Excelente pregunta, para la que desafortunadamente no tengo respuesta. Quiero un nombre elegante, regio, sugerente, estiloso, hermosos... Como yo.
Pensativa, me asomo por la ventana. La presencia de la supuesta Dama empieza a causar estragos...los rosales están más bellos que nunca.
-Creo que ya sé cómo me voy a llamar.
Rápidamente, me dirijo al escritorio y garabateo una nota para Uno y Tres:

Estimados Uno y Tres:
De todo corazón os agradezco que me permitáis incluirme en vuestro selecto grupo.
Os aseguro que no os arrepentiréis de haber tomado esta decisión.
A partir de este momento, llamadme OSIRIA
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[1] La OSIRIA es una variedad de rosa especialmente rara. Su principal característica, es su colorido.
Se trata de una rosa que juega con dos colores en la misma flor. La parte interna del pétalo es de color rojo oscuro /granate, y su parte más externa es de un blanco precioso. Dicha combinación, la hace merecedora de su peculiar belleza.
La gracia de que Ellia elija esta flor para ser su nombre en clave, está en que ella es exactamente igual a la flor: su pelo rojo oscuro se corresponde con la parte interna del pétalo, y su piel, blanquísima, con la parte externa de la flor. Ambas son, además, particularmente bellas.