martes, 15 de diciembre de 2009

14 de agosto: La Asamblea de Eruditos

El día anterior había estado lleno de emociones: el Rey casi se muere, fue curado milagrosamente por la chica y extranjera y luego ambos habían anunciado su noviazgo. Y ese día el Consejo se reunía en junta extraordinaria con la Asamblea de Eruditos (hecho ya de por sí sumamente inusual) precisamente para determinar si la novia del Rey era o no la Dama anunciada por las profecías. Por eso, esa mañana todo el mundo estaba nervioso. Especialmente la primera interesada en que todo saliera bien: Deyanira.
Por el bien de sus nervios, el doctor Ashreln la había obligado esa noche a tomar una de sus infusiones de tila y valeriana. Y es que, ya que Deyanira se empeñó en hacer caso omiso a sus indicaciones de permanecer descansando ese día, lord Ashreln quiso asegurarse de que, al menos, dormía plácidamente esa noche. Pero ni todas las infusiones del mundo hubieran logrado que los nervios de Deyanira se hubieran aplacado esa mañana al despertar.
Deyanira despertó esa mañana incluso antes de lo que tenía acostumbrado. Y el grito que pegó al hacerlo fue incluso más alto de lo que estaban acostumbrados aquellos que la conocían.
-¡¡Puñetera MIERDA de vidaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!
Lo que provocó que Eiris entrara en ese momento en la habitación con más prisa de la normal:
-¡Yeny! Yeny, ¿qué ha ocurrido?
A lo que Deyanira contestó, llorando como una magdalena:
-Eiris, ¡justo hoy me ha venido la regla!
Eiris no puedo por menos que reírse con ganas. Pero Deyanira no parecía encontrarle la gracia al chiste:
-¿No lo entiendes, Eir? ¡Es una catástrofe! Justamente hoy, que es la reunión con la Asamblea, que necesito estar perfectamente despejada, con mis emociones totalmente controladas y plenamente en forma, voy a estar sumamente dolorida, cansada e irascible, ¡por culpa de la puñetera regla!
-¿No te encuentras bien?-preguntó preocupada Eiris-¿Te duele mucho?
-Sí...-contestó Deyanira lagrimando-Y además estoy muy cansada...
-Bueno, no te preocupes. Le diré a lord Ashreln que te prepare algo para el dolor, y mandaré que te unten las tostadas con jalea real para que te llenes de energía. Con lo de que estés irascible no puedo hacer nada. Tendrás que controlarte tú sola.
Mientras Deyanira se despertaba, Eiris seguía contándole las novedades para esa mañana:
-Tengo una sorpresa para ti. No tendrás que volver a ponerte el corsé, al menos hoy. Tu ropa salió hace unos minutos de la lavandería. Podrás ponerte esta...cosa tan extraña, que es evidente para qué sirve-anunció cogiendo con extrañeza el sujetador negro de Deyanira.
-¿Mi sujetador está limpio? ¡Gracias al cielo!-exclamó Deyanira sacando el vestido morado del armario-Podré llevar algo cómodo por una vez...
Mientras Eiris enumeraba las incomodidades del sujetador de Deyanira (“Es muy pequeño, seguro que se rompe fácilmente, casi no tapa nada y seguro que no proporciona sujeción”) y trataba de recoger su ropa en el armario (“¿Cómo dijiste que se colgaba esto?”); y Deyanira intentaba decidir qué pendientes se ponía, alguien llamó a la puerta.
-Oh, será el baño-comentó Eiris.
-¿Un baño? ¿Me has pedido un baño?-preguntó Deyanira asustada.
-Tranquila...un baño caliente te sentará bien. Te calmará los nervios, te renovará las energías y te aliviará el dolor.
-Pero Eir...¿y mi pelo?
-Son las siete y media-respondió Eiris abriendo la puerta-. La reunión no es hasta las once. Te dará tiempo a que se te seque.
-Pero he quedado con Calen para desayunar...
-A las nueve, lo sé-interrumpió Eiris- No te apures, estarás lista.
Mientras Deyanira se desquiciaba convencida de que ese día estaba condenado a ser un absoluto desastre, Calen despertaba de sus sueños absolutamente tranquilo.
Si había algo a lo que estaba acostumbrado Calen, era a las reuniones. Había tenido tantas desde que fuera nombrado Rey, que ya ni recordaba el número. Sólo había una cosa que le inquietaba: su novia. Era demasiado...impulsiva. Y aunque Deyanira podía ser muy seria si la situación lo requería, no sabía cómo actuar ante el Consejo ni la Asamblea. No conocía los protocolos ni había tiempo suficiente para instruirla, por no hablar su ligero problema con la autoridad. Y temía que estallase en cuanto Hierald comenzara a increparla. Iba a tener que mantener sus reacciones muy vigiladas.
Todas estas cosas eran las que le hubiera comentado a Perin mientras se vestía esa mañana. Pero Perin parecía más preocupado por otras:
-¿Habéis preparado bien el discurso? Vigilad bien las acusaciones de Hierald; él hablará primero. Aseguraos de no dejaros ninguno de sus argumentos sin discutir. ¿Os encontráis bien esta mañana?-siguió cambiando radicalmente de tema-¿No os duele la herida? ¿No preferís quedaros en la cama? Yo me encargo de Hierald.
-Estoy bien Perin, ya no tengo ninguna herida, ¿recuerdas?-contestó Calen desechando la segunda camisa.
-Sois unos cabezones. Los médicos dijeron claramente que sería aconsejable que ambos guardarais reposo esta mañana. Pero los tortolitos se empeñaron en que no querían aplazar la reunión-de repente, Perin se dio cuenta de que Calen se estaba echando su mejor colonia y de que estaba peinándose demasiado para ser él-. ¿No os estáis arreglando mucho para la reunión?
-He quedado para desayunar con Deyanira-respondió Calen secamente. Perin se limitó a murmurar que ya le extrañaba que se arreglara tanto-. Y no te preocupes por nada, Perin, lo tengo todo bajo control. Sólo hay una cosa que me inquieta...y es el cómo vaya a comportarse Deyanira.
-Sé a lo que os referís-afirmó Perin-. Es incontrolable y muy impulsiva. Y Hierald no dejará de sacarle defectos y de increparla. ¿Qué podemos hacer con ella?
-Confiar en su buen juicio.
Un silencio sepulcral llenó el ambiente mientras Calen y Perin se miraban fijamente. Ambos pensaron lo mismo: “¿Deyanira tendrá de eso?”.
-Hablaré con ella-afirmó Calen con la esperanza de que ello diera resultado.
Terminó de arreglarse mientras Perin seguí aconsejándole sobre cómo actuar en la reunión, y bajó a desayunar con su novia.



Si Calen esperaba disfrutar de un romántico desayuno lleno de caricias y arrumacos con su novia, esperaba en vano. Deyanira estaba silenciosa, enfurruñada y con cara de pocos amigos,
-¿Te ocurre algo, Yeny?-preguntó Calen.
-No-respondió Deyanira secamente-. Estoy perfectamente.
-Ya sé...Estás nerviosa porque hoy es la reunión con la Asamblea, ¿es eso?
-¡No es nada de eso! ¡No tiene nada que ver con eso!-contestó bruscamente.
Calen esperaba una reacción parecida, pero no tan pronto. Apenas hacía unos segundos que hablaban. “Pues si no está nerviosa por la reunión, entonces...¿qué es lo que le pasa?”, pensó.
-¡Pues me pasa que estoy... que estoy... ¡Ya sabes! Esas cosas que tenemos todas, una vez al mes.
Calen se quedó asombradísimo ante la respuesta de Deyanira. ¿Cómo había podido responderle a una pregunta que él no había formulado? Pero Deyanira interpretó su reacción de otra manera:
-Oye, lo siento si te hace sentir incómodo, pero yo no tengo la culpa de...
-No, no, no, no cariño. No es que me haga sentir incómodo-indicó Calen sacudiendo la cabeza-es sólo que... ¿Cómo has sabido lo que estaba pensando?
-¿Qué? ¿A qué te refieres?
-A lo que has dicho antes...has respondido a mi pregunta acerca de qué te pasaba...
-¡Me has hecho una pregunta! ¡Cómo no iba a responderte...!
-Ahí está la cuestión Yeny. Yo no te he hecho ninguna pregunta.
-¿Cómo que no? Te he oído perfectamente preguntar qué es lo que me pasaba...
-No Yeny-replicó Calen negando con la cabeza-. No te estaba hablando. Estaba pensando.
Ambos se quedaron en silencio, mirándose. Deyanira estaba anonadada y, como quien dice, un tanto flipada; Calen, por su parte, presentaba una sonrisa de autosuficiencia.
-¿Qué me estás contando?-exclamó ella.
Calen no contestó. Se limitó a mirarla alzando una ceja.
-¿Crees...crees que yo te... ¿Crees que yo te he leído el pensamiento?
-Si no ha sido así, ha sido algo muy parecido.
-Pero, pero, ¿cómo he podido hacerlo?
-Pues no me extrañaría demasiado, se decía que la Reina tenía ese poder...
-¿Y qué hago ahora? No quiero ir por ahí leyéndole la mente a la gente, me parece que es invadir su intimidad...
-Pero Yeny, ¿no lo ves? Ese poder tuyo, podría venirnos muy bien en la reunión de hoy. Si sabes de antemano lo que Hierald estará pensando, sabrás cómo defenderte.
-Sólo lo he hecho una vez, sin darme cuenta, sin controlarlo y sin saber cómo...¡no puedo aprender a manejarlo en sólo un par de horas!
-Pero podrías volver a hacerlo, ¿no?
-¡Yo qué sé, Calen! Si ni siquiera sé cómo lo he hecho la primera vez. No sé qué alcance tiene este poder, no sé cómo utilizarlo, no sé qué le voy a decir a la Asamblea, no sé cómo voy a aguanta el día, no, no...
Alterada, Deyanira se derrumbó sobre la mesa y comenzó a sollozar. Preocupado, Calen se acercó a ella y la agarró por los hombros.
-Cariño, ¿te encuentras bien?-le preguntó.
-¡No, no me encuentro bien!-contestó ella-Estoy asustada, dolorida, y cansada. No sé cuándo se me va a pasar el dolor, voy a estar agotada en esa reunión, y justo el día que más autocontrol necesito, estoy especialmente irascible. No sé cómo voy a lograr pasar este día Calen, de verdad que no lo sé...
-Eh, escúchame, ¿quieres que te excuse de la reunión y diga que no puedes ir?-preguntó Calen arrodillándose dela te de ella y agarrándole las manos con sumo cariño.
Deyanira negó con la cabeza.
-No, no. Hemos pasado por mucho para que esa reunión salga bien. No pienso echarme atrás ahora. Lo único que necesito es descansar.
-Pues venga-la animó Calen-, termínate el desayuno y te acompaño hasta tu habitación.
-Pero la reunión...
-No es hasta las 11, y no pueden empezar sin nosotros-replicó Calen guiñándole un ojo-. Podrás descansar un poco. ¿Pensabas hacer otra cosa?
-Pensaba prepararme el discurso para la Asamblea...
-Yeny, tienes labia suficiente como para rebatir los argumentos de Hierald y responder con soltura a lo que te pregunte la Asamblea. Dedícate a descansar.
Sin mediar más palabra, ambos terminaron de desayunar. Luego Deyanira se retiró a su habitación, acompañada por Calen. Allí, Deyanira se tumbó encima de la cama haciéndose un ovillo, intentando relajarse y, quizá, dormir un poco mientras le brebaje de Ashreln hacía efecto. Calen simplemente se echó a su lado, abrazándola por la cintura.



Fue Gern quien acudió a avisar a la pareja de que era el momento de ir a la reunión. Ambos jóvenes intentaron calmar a una Deyanira que, si bien estaba más despejada y sin dolor, seguí igual de nerviosa. Como si ello pudiera servirle de amuleto, Deyanira agarró con fuerza el diario de Hiria, y salió de su habitación perfectamente escoltada por Calen y Gern.
La sala contigua a aquella en que se celebraría la reunión ardía en bullicio y excitación. La concurrencia prácticamente peleaba por conseguir el mejor sitio para ver a la recién estrenada pareja real, a los miembros del Consejo, y a los miembros venerables de la Asamblea de Eruditos.
Lord Hierald fue el primero en llegar, acompañado del venerable Masser. Hierald se preguntaba cómo era posible que una reunión supuestamente secreta hubiera convocado a tantísima gente.
-Cuando los médicos recomiendan reposo a un Rey que ha estado a punto de morir, y éste se excusa diciendo que le es imposible porque la día siguiente debe acudir a una reunión extraordinaria del Consejo y la Asamblea para decidir si su novia es o no la Dama-contestó Masser-; no puedes esperar que los médicos sobre la extraña excusa que su Rey les ha puesto.
Tras ellos llegó Perin. Perfectamente vestido y peinado, y con su característico gesto de seriedad avasalladora, logró con su sola presencia que toda la sala callase.
Los últimos en llegar fueron Gern y Calen con Deyanira. A la entrada de los tres, se desataron los cuchicheos de la multitud. Deyanira se fijó en un grupo de damas de la corte que murmuraban mirándola descaradamente. Todas ellas rondaban su edad. Por cómo la miraban, Deyanira pudo darse cuenta de que no hablaban precisamente bien de ella. Sólo una permanecía en silencio. Una pelirroja de ojos verdes, cuya penetrante mirada inquietó más a Deyanira que los cuchicheos de las demás. Intentó encontrar a alguien que le resultara amigo de entre la multitud, y buscó a Eiris con la mirada rezando interiormente porque estuviera allí. La halló en un rincón, hablando con otras criadas. La doncella le saludó y le hizo una señal de apoyo. Deyanira sonrió a su amiga, sintiéndose instantáneamente reconfortada. “Vamos allá Yeny”, pensó mientras franqueaba la puerta de la Sala de Reuniones. “Tú puedes”.
La sala le recordó a Deyanira a la de un tribunal de manera horrorosa. Dos pequeñas mesas habían sido situadas frente a unas enormes gradas. En la mesa de la izquierda, Hierald esperaba con su habitual gesto de amargura. Gern se reunió con Perin y Masser en las gradas, mientras Calen indicaba a Deyanira que ellos debían sentarse en la mesa de la derecha. Durante unos minutos que a todos les parecieron eternos, esperaron la llegada de los miembros de la Asamblea. Finalmente, los diez eruditos, a los que Deyanira definiría en su mente como “una decena de Gandlfs teñidos muy pijos”, hicieron su aparición en la sala y ocuparon sus asientos en las gradas.
-Estimados y respetables miembros de la Asamblea de Eruditos-saludó Calen levantándose de su asiento-, os agradezco inmensamente que hayáis accedido a venir hoy aquí. El motivo de que se haya requerido vuestra insigne presencia es tan sencillo como importante: decidir, si la joven dama que está sentada a mi lado-explicó señalando a Deyanira-es o no la Dama anunciada por las profecías. El respetable lord Hierald de Bhöl, miembro del Consejo, fue quien pronunció la petición de confirmación que hizo necesaria vuestra presencia aquí. Así que a él cedo la palabra, para que alegue en contra de la ratificación de la identidad de esta muchacha. Si sois tan amable lord Hierald…-concluyó Calen sentándose de nuevo.
- Gracias, Majestad- Excelsos miembros de la Asamblea de Eruditos-comenzó Hierald-, os agradezco humildemente que hayáis aceptado mi petición de confirmación y hayáis acudido hoy aquí.
“Contrario a lo que todos mis compañeros del Consejo piensan, no tengo nada personal en contra de la bella dama que nos acompaña. Simplemente opino que concederle el título de “la Dama” es un asunto demasiado importante como para ser decidido únicamente por el Consejo. Y creo también, que si vosotros decidía que la joven a de ser nombrada la Dama, vuestra conformidad al respecto validaría por completo su identidad. Pero tal decisión debe ser tomada con sumo cuidado.
“La profecía nos habla claramente de que la Dama será una joven con el sol en los cabellos y la luna en la piel. Los estudiosos coinciden en que tal descripción corresponde a una muchacha de cabellos dorado y piel blanquísima. No puedo negar que esta joven es bella, desde luego, que posee un hermoso cabello y una blanca piel. Pero, si bien su melena adquiere un refulgente tono dorado al sol, y prácticamente a cualquier luz, no podemos juzgar que sea la Dama sólo por eso. Sin ánimo de causar ofensa a la doncella, no creo que su piel sea lo suficientemente inmaculada como para tratarse de la piel de la Dama. Por tanto ya hay una característica esencial que no se concentra en su persona.
“Luego está el tema esencial de su misterioso origen. Ella afirma provenir de la montaña, y hasta la fecha nadie ha osado contradecirla. Pero, ¿cómo llegó hasta la montaña? ¿Acaso vivió siempre en ella? ¿O tal vez llegó a través de ese medio misterioso que llaman “mar”? En todo caso, ¿por qué bajó de la montaña? ¿Qué la impulsó a venir hasta aquí? ¿Y quiénes son sus padres o hermanos? ¿Quiénes, su familia? ¿Cómo vamos a confiar en ella si apenas sabemos con certeza quién es? Estas son algunas de las preguntas que la muchacha debería responder, pero que por alguna extraña circunstancia procura evitar hacerlo.
“No pretendo, en ningún momento, convertir esta reunión en una jornada interrogatoria para esta joven, pero creo que necesitamos, es más, tenemos derecho a saber quién es realmente nuestra Dama.
“Salvo por el detalle del color de su piel, yo mismo he de reconocer que reúne todas las características de las que habla la profecía: su cabello, su voz, su forma de narrar… Y si así lo decidís, excelsos miembros de la Asamblea, y resolvéis ratificar la identidad de la muchacha, yo lo aceptaré gustoso y celebraré con regocijo la llegada de la Dama.
“Pero os pido que no toméis tal decisión sin deliberar antes arduamente sobre ella. No os preguntéis sólo si la joven es la Dama, sino también si, en caso de que lo sea, está preparada para asumir tal cargo y responsabilidad.
“La misión que le encomendaríamos es altamente difícil, y no sabemos si está mentalmente preparada para cumplirla. Nadie la adiestró sobre sus deberes, ni la ha instruido sobre sus poderes, y no sabemos si será capaz de aprender a utilizarlos, ni el tiempo que precisará para ello.
“Así que, no juzguéis quién es ella. Juzgadla digna o no, de tal cargo.”
Concluida su exposición, Hierald tomó asiento y un sepulcral silencio reinó en la sala. Los miembros de la Asamblea dirigieron a su vez sus cabezas hacia Calen, quien volvió a levantarse en ese preciso instante. Deyanira, nerviosísima, no dejaba de jugar con sus manos. Cuando la Asamblea dirigió su mirada a Calen, se echó instintivamente hacia atrás. “Si es que dan miedo”, pensó. “¡Son como una secta de fans de Dragones y Mazmorras!”.
Calen oprimió ligeramente el hombro de Deyanira en señal de apoyo, y comenzó su réplica a Hierald:
-Gracias, lord Hierald, por tan amable exposición sobre vuestra causa. Es increíble lo mucho que ha variado vuestra opinión en tan sólo una semana. Hace unos días creíais que esta joven era una impostora; hoy admitís que hay en ella ciertas señales de que sea la Dama. Y por cierto que voy a ilustraros a todos sobre esas señales.
Con paso resuelto, Calen se dirigió hacia las antorchas que daban luz a la sala, agarró una de la pared y enfocó con ella el pelo de Deyanira.
-La profecía dice que tendrá “el sol en los cabellos”-continuó-. Observadlo bien, y decidme si este cabello no reluce como el mismo sol. Aún a la luz tenue de las antorchas, y en la penumbra de esta sala carente de ventanas, su cabello centellea de una forma más que evidente-terminó su demostración colocando la antorcha en su sitio.
“Mencionáis también, lord Hierald, que la piel de la muchacha no es tan blanca como cabría esperar. Bien, no os contradigo, y dudo mucho que a ella le ofenda. Aunque, sin duda, habréis observado que, sin estar enferma, sí está inusualmente pálida. Pero el hecho de que su piel no sea lo suficientemente blanca, no significa que no tenga “la luna en la piel”. Observad esto.”
Calen alzó el brazo de Deyanira mostrando a todos el tatuaje de su muñeca. Los miembros de la Asamblea se levantaron y acercaron sus cabezas al unísono para ver mejor lo que Calen les enseñaba. Deyanira tragó saliva.
La Asamblea se miró entre sí, y finalmente uno de ellos bajó de las gradas y se dirigió a Deyanira. Con un gesto, le pidió que le enseñara el brazo y ésta miró a Calen dudando de que fuera una buena idea. El chico asintió completamente convencido y Deyanira le tendió el brazo al hombre, desconfiada.
-Es un tatuaje- le explicó.
El hombre asintió y examinó la media luna dibujada. Se acercó tanto para verlo bien, que a Deyanira le dieron ganas de arrearle un guantazo por acosador, sobre todo en el momento en que el hombre se chupó el dedo y el tocó el tatuaje. Pero desechó esa idea de su cabeza, tanto por parecerle poco apropiado si quería causar buena impresión; como porque Calen le agarraba suavemente la otra mano pidiéndole que se calmara.
Finalmente, el hombre soltó a Deyanira y le sonrió. Volvió a su asiento y murmuró algo a sus compañeros, tras lo cual todos volvieron de nuevo la cabeza hacia Calen, invitándole a que siguiera su discurso.
-También habéis hablado sobre su origen, Hierald-prosiguió-. Reconozco que no nos ha dicho nada acerca del lugar del que viene. Pero francamente, no lo considero importante. ¿Qué relevancia tiene ese dato? ¿Qué importancia tendrá su lugar de procedencia? Lo realmente esencial es que pueda romper la maldición. ¿Acaso su poder sería menos si hubiera salido de debajo de la tierra? ¿Es que una rosa dejaría de ser una rosa si tuviera otro nombre? Qué importa de dónde venga, lo importante es lo que sea capaz de hacer aquí. Que sepa canalizar su poder y romper la maldición.
“Y esto me lleva a discutiros los dos últimos puntos de vuestra alegación. Primero: dudáis de que esté preparada. Segundo: dudáis de que sea digna. Permitidme que os cuente algo, ilustres presentes. El porqué de mi extraña enfermedad el día de ayer.
“En la tarde de dos días ha, acompañé a esta joven hasta los aposentos de la Reina Hiria, a través de un pasadizo subterráneo que atravesaba el Bosque. Fue ella quien, utilizando sus poderes, abrió el pasadizo escondido tras los cuadros del pasillo de los retratos. En dichos aposentos, fui atacado por el Bosque. Una rama me apresó y se clavó en mi nuca. Podía sentir cómo me succionaba la sangre. Cualquier persona normal hubiera huido. Pero esta joven se irguió orgullosa y ordenó al Bosque que se detuviera. Y el Bosque obedeció sumiso.
“El ataque del Bosque me sumió en una terrible enfermedad, y ella fue la primera en darse cuenta. Sacando fuerzas de flaqueza, cargando con mi cuerpo casi inútil, me trajo de vuelta a través de todo el pasadizo, para caer desfallecida sólo en el momento en que se aseguró de que yo estaba bien atendido.
“No contenta con ello, y a pesar de su delicado estado de salud, insistió en verme en cuanto recuperó la consciencia y supo de mi estado. Utilizando sus poderes, consiguió lo que ni los mejores médicos del reino habían podido: expulsar el veneno de mi cuerpo y restablecerme la salud.
“Sentido de la responsabilidad, capacidad de sacrificio, valor, y, sobre todo, dominio sobre sus poderes, son tan sólo algunas de las cualidades que esta joven demostró con este suceso. Creo que con ello prueba, no sólo su identidad como la Dama, sino también su capacidad como tal. Demuestra que es completamente digna y capaz de tal cargo.”
Terminado su alegato, Calen tomó asiento. Gern sonreía ampliamente y el venerable Masser asentía con satisfacción. Perin no había mudado su gesto, pero en sus ojos había un brillo triunfal. Hierald mantenía un prudente e inmutable gesto cabizbajo. Calen agarraba con orgullo la mano de Deyanira, quien no dejaba de tocarse el pelo, nerviosa. La Asamblea, por su parte, cuchicheaba con alboroto. Tras una deliberación que a todos les pareció eterna, el hombre que había examinado el tatuaje de Deyanira se levantó y anunció con voz potente:
-En pie la dama.
Deyanira estaba segura de que, en esos momentos, los latidos de su corazón retumbaban en las paredes de la sala como los hicieron los del corazón delator en los oídos del asesino de Poe.

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