martes, 1 de diciembre de 2009

6 de agosto: Las noticias vuelan II

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Y ambos se complacen en anunciar que han iniciado su noviazgo, esperando que todo el reino se regocije de su amor y sea partícipe de su alegría.

En eEl dichoso bando ha empapelado por completo las paredes de todo el castillo. Después de la comida, no había un solo rincón de este lugar en que no pudiera leerse el comunicado que anunciaba que Calen ha sido curado por esa tal Deyanira, la extranjera que dice ser la Dama, ¡y que ambos además son novios ahora!
Yo era la novia de Calen. Hace tres años, el reyecito besaba el suelo que yo pisaba. ¡Oh, sí, cómo me adoraba! Cada mañana hacía que me trajera dos rosas rojas a mis aposentos, acompañadas de una nota en papel verde que decía:
En el verde de tus ojos
veo siempre dos llamas:
una es le fuego de tu pelo,
la otra la hoguera que desatas en mi alma
Extremadamente cursi.
Yo creía que la relación iba bien. Que en cualquier momento haría oficial lo que ya era evidente: que Calen estaba loco por mí y deseaba que fuera su esposa. Pero el esperado anuncio nunca llegó.
-Tú eres hermosa, Ellia-me dijo una tarde-. Eres la doncella-eso es lo que él se pensaba- más hermosa de todo el reino. Y cualquier hombre sería inmensamente afortunado por convertirse en tu esposo. Por eso te mereces a alguien que te ame de verdad. Y ése no soy yo.
Y sin mediar más palabra, se marchó.
Peor yo no me quedé de brazos cruzados. Como hija de la casa de Danhna, la más noble y excelsa casa del reino, fui educada para ser una reina.
Desde pequeña aprendí no sólo las labores propias de mi sexo, como tejes, cocinar y bordar; sino también gramática, matemáticas, geografía, historia, literatura y filosofía, lenguas extranjeras, música, danza, e incluso medicina y astronomía.
Aprendí también el sutil arte de la seducción. Como modular la voz, mirar a un hombre, y jugar con la conversación. Aprendí a embellecer mi rostro con el maquillaje, y a resaltar las formas de mi cuerpo con discretos escotes y ceñidos corpiños. Aunque bien es cierto, que esto último nunca me ha sido muy necesario pues, sin lugar a dudas, soy la joven más hermosa del reino.
Mi cabello, rojo del color del fuego, llamea con el sol; y mis rizos caen en cascada hasta el final de mi espalda. Mis ojos, verdes oscuros, grandes y alargados, parecen felinos con el khöl negro que en ellos me aplico. Mis labios, suaves y carnosos, resultan tentadores cuando los pinto de rojo y contrastan profundamente con mi piel de alabastro. Y mi cuerpo, sin duda, es la mejor de mis armas. 1.70 metros de tentación pura, lo sé: mi cintura y talle son estrechos, y en cambio mis pechos y caderas están generosamente rellenos. Soy la perdición de cualquier hombre. Y soy consciente de ello.
Por eso, nunca he dudado en servirme de mi cuerpo para lograr lo que quiero. Utilizo mi belleza para conseguir mi más soñado objetivo: convertirme en la reina de Translot. Sólo me guío por un sencillo lema, que es el que ha determinado toda mi filosofía vital: SEXO Y PODER.
Mi plan era muy simple: seducir a Calen para que se casara conmigo. Y hubiera salido bien, si Calen no hubiera sido tan idiota y no me hubiera dejado. Pero no me importa. Descubrí otras formas de acceder al trono. Así fue como conocí a Siete.
Siete forma parte del grupo de los conjurados, personas que creen firmemente que la estirpe de Hiria no debería reinar en Translot, y que harán cualquier cosa por cambiar eso, e instaurar en su lugar al linaje de su hermano. Su objetivo principal, por supuesto, es asesinar a Calen. Y tras ello, colocar al único heredero que ellos consideran legítimo en el poder. Por supuesto, ése es Siete.
Conocí a Siete cuando Calen decidió estúpidamente que ya no quería estar conmigo. Realmente ya conocía a Siete, aunque, por supuesto, yo no sabia nada de quién era en realidad.
Siete siempre había estado enamorado de mí. Como muchos de por aquí, no me extraña. Y cuando me vio libre de Calen, me reveló quién era en realidad, y me suplicó que fuera su compañera.
Por supuesto, yo evadí mi respuesta hasta asegurarme de sus afirmaciones. Pero tras asistir a unas cuantas reuniones de sus compañeros, y comprobar la efectividad de sus planes (gracias a los cuales Calen estuvo especialmente “torpe” durante un par de semanas), terminé por creerle y ceder a sus deseos.
Ahora Siete y yo somos amantes. Bastante satisfactoriamente para mí en los últimos años, debo añadir. Al principio le constaba un poco. No estaba versado en las artes amatorias, y menos aún en los juego de cama. Por fortuna soy una buena maestra y él es un excelente alumno. Con práctica y paciencia, en poco tiempo mejoró notablemente y ahora se ha convertido en el mejor de los amantes que yo he tenido jamás. Y lo cierto es que soy incapaz de recordar cuántos he tenido.
A diferencia de la mayor parte de los jóvenes por aquí, yo hace mucho que dejé de ser virgen.
A los 14 años, mi padre me regaló un medallón de oro, enganchado en una cadena de perlas. El medallón llevaba incrustados 14 rubíes tallados en forma de estrella, y en la parte trasera llevaba la inscripción: “Tú eres mi estrella”. Mi padre encargó el trabajo al mejor orfebre de la cuidad. Y fue su hijo quien se ocupó de traerlo a mi fiesta. Al despedirlo, obligué a un criado que ordenara al muchacho aguardar en lo establos. Allí yací con él.
El joven era alto, fuerte, y tenia 18 años. Su pelo era castaño y sus ojos oscuros. Se notaba que aprendía bien el oficio de su padre; sus manos sabían exactamente dónde tocarme. Nunca supe su nombre. Tampoco me tomé las molestias de averiguarlo.
Desde entonces, mi lista de amantes ha sido extensísima. Nunca un hombre se me ha resistido en cuanto he puesto los ojos en él. Ninguno, salvo Calen.
Como casi toda mi generación, Calen tenía una absurda idea moral acerca del matrimonio y la virginidad. Pensaba que llegar virgen al matrimonio es una señal de respeto para aquella persona con la que vas a compartir tu vida. Yo creo que eso es una estupidez. ¿Por qué iba a reservarme para una sola persona cuando puedo tener todas las que quiera? Además, yo sólo pienso contraer matrimonio con aquél que ciña la corona. El resto son sólo un juego.
Por supuesto, de estas opiniones mías no saben nada mis padres. Para ellos sigo siendo una inocente y casta jovencita. A quien, por cierto, ya empiezan a apremiar para que se case.
-Hija mía-me dicen continuamente-, tienes ya 21 años. Es hora de que contraigas matrimonio, de que te asientes y formes tu propia familia.
Yo me excuso diciendo que, hasta ahora, ningún hombre ha conseguido “hacer nacer en mí un amor mayor que el que siento por mis padres”. Y aunque al principio funcionaba, cada vez me cuesta más trabajo y argumentos convencerles de que deseo permanecer soltera. Es indispensable para mis planes.
SEXO Y PODER, me repito a mí misma todos los días. El sexo, para alcanzar el poder. El poder que mis padres no tuvieron el valor de ambicionar. Al morir Calen I, mi familia pudo haber llegado al trono. Pero no tuvieron las suficientes agallas de colocarse en él. Por eso me juré a mí misma que yo lo haría por ellos. Conquistaría el trono, y colocaría a mi familia en el lugar que les corresponde. Últimamente, Siete me hace a menudo la gran proposición.
-Ellia, amada mía, cásate conmigo. Casémonos en secreto, hoy mismo, esta noche.
Pero yo siempre le doy la misma respuesta:
-Cuando seas Rey, mi amor. Cuando seas Rey.
No aceptaré ningún cónyuge de categoría inferior a la del Rey.
¡Oh, todo hubiera sido perfecto si el estúpido de Calen no me hubiera dejado! Aún a estas alturas me pregunto qué falló. Por qué no bastaron mi belleza y mis encantos para retenerle. Y ahora, una nueva pregunta sacude mi cabeza: ¿qué tiene esa niña extranjera que no tenga yo? ¿Qué ha hecho ella para convertirse en novia oficial, para lograr en apenas una semana lo que yo no logré en casi diez meses?
No es tan hermosa como yo. Su belleza es insignificante comparada con la mía. Cierto, es la Dama. O eso es lo que dice ella. Mucho me temo que, por esa condición, su cabello sea su único encanto. Verdaderamente posee un hermoso color dorado, pero sólo cuando lo alumbra la luz del día. Si no, es de un castaño de lo más corriente. Además es muy lacio y sin cuerpo, y mucho más corto que el mío.
Sus ojos no tienen ningún misterio. Marrones, simplemente. Y son muy pequeños. Desde luego no poseen la mirada hechizadora de los míos. Ni siquiera es realmente guapa. Su cara no es hermosa, simplemente es...resultona. Y su cuerpo, ¡no tiene comparación con el mío! Es mucho más bajita que yo, tiene los pechos mucho más pequeños, y las caderas mucho más anchas. Y estoy segura de que ella está más gorda que yo.
En cuanto a su personalidad...¡oh, por favor! Ni siquiera sabe como comportarse ante la corte. Actúas de un modo sumamente vulgar y pueblerino, sin ningún tipo de educación. Reconozco que tiene cierto talento musical pero, ¿de verdad es música eso que canta? Porque tengo mis serias dudas al respecto. Y si bien es cierto que posee un aceptable nivel como cuentacuentos, ¿de qué le sirve? Los cuentos, sólo sirven para entretener a los niños en la cama. A los jóvenes se les entretiene en la cama de otras formas.
Reconozco que cuando se desataron los rumores de que habían yacido juntos, me enojé mucho. ¿Con esa insignificante crías consintió en acostarse Calen antes que conmigo? Pero en seguida desaparecieron mis temores. Recordé que Calen posee una estricta moral respecto a las relaciones sexuales, así que dudo mucho que él hubiera insinuado anda o que hubiera sucumbido a los deseos de ella. Aunque también tengo mis serias dudas respecto a que ella hubiera sido capaz de proponer algo semejante. No tiene aspecto de saber cómo hacer tal cosa. No tiene el porte. Ni las maneras. Seguro que tampoco la experiencia. No, estoy segura de que ella aún es virgen.
Reflexionando todo esto, no puedo evitar reformular mi pregunta: ¿qué ha visto Calen en ella?
-Hoy estás inquieta, Ellia. ¿Qué te ocurre?-pregunta Siete.
Llevamos toda la tarde en la cama. Pero hoy no me encuentro de humor.
-Es ése anuncio. Lo de Calen y ésa extranjera.
-No me digas que estás celosa...-insinúa besándome el cuello.
-¿De esa niña? ¡Jamás! Pero podría convertirse en un obstáculo.
-No te preocupes por eso...Lo tenemos todo bajo control.
-¿Bajo control? ¿Quién puede tener nada bajo control ahora? ¡Ya has visto lo rápido que han anunciado la relación! A ese ritmo, ¿cuánto crees que tardarán en casarse? ¿O en tener su primer hijo? Las cosas se nos están complicando muchísimo, ¡y a ti no parece importarte!
-Tranquila, mi rubí-replica besándome-. Todo está controlado. Calen y Deyanira no llegarán nunca tan lejos. Ella tiene planeado marcharse en cuanto sepa cómo.
-¿Y aún así ha consentido en que se anuncie la relación? ¿En qué está pensando Calen? ¿Por qué lo hace público si no va a durar?
-Está enamorado...
Pff, amor, ¡menuda tontería! El amor es para los cobardes y los pusilánimes. Es el sentimiento más inútil del mundo. Entretiene tu mente y la aparta de sus verdaderos objetivos. Los enamorados pierden su ambición para entregarse por completo a la otra persona. Son incapaces de pensar con claridad y con lógica, y sus pensamientos están permanentemente ocupados en lo que han hecho o piensan hacer con la persona amada. Su discernimiento se nubla y se convierten en simples peleles sin metas en la vida. Definitivamente, el amor es para idiotas.
-En cualquier caso, esa chica sigue siendo un obstáculo. Y si el bando es cierto y ha curado a Calen, está aprendiendo a utilizar sus poderes.
-Eso es bueno, mi amor. La necesitamos para que rompa la maldición. Cuanto antes lo haga, mejor.
-Pero si desarrolla por completo todos sus poderes, ¿no teméis que os descubra? Dicen que la Reina era capaz de leer los pensamientos, que tenía el don de la profecía, y se supone que la chica tiene sus poderes...
-Tendremos cuidado con lo que pensamos.
-¿Pensáis matarla también?
-Se va a marchar por voluntad propia...eso no va a ser necesario.
-¿Y si decide quedarse?
-No lo hará.
Yo no estaría tan segura. Aunque tenga planeado marcharse, si está enamorada de Calen, la muy estúpida se quedará aquí.
-Pero aún así-respondo severamente separándome de Siete, que no ha dejado de besarme el cuello en un vano intento de excitarme-, tenéis un plan para ella, ¿verdad?
-Pues claro...primero dejaremos que rompa la maldición. Luego le diremos que en realidad Calen no piensa dejar que se vaya. Y a partir de ahí dejaremos que la naturaleza siga su curso.
-¿Y ya está? ¿Eso es todo el plan?-jamás había oído un plan tan absurdo y poco trabajado-¿No habéis pensado en nada más?
-No hace falta--- En cuanto lo sepa, Deyanira se marchará, y tras la monumental discusión que tendrá con Calen, éste quedará destrozado. Aprovecharemos entonces y le incitaremos al suicidio.
El plan es francamente absurdo. No dudo de que es su momento pudo haberles parecido brillante, pero es más que obvio que tiene, como mínimo, cuatro fallos importantes.
-No me gusta ese plan, Siete. Hay un montón de cosas que podrían salir mal, variables con las que no habéis contado. Para empezar, Deyanira podría cambiar de opinión. Y si está enamorada es seguro que se lo replanteará de forma seria. En ése caso, si le decís que Calen está buscando la forma de retenerla, podríais provocar le efecto contrario del deseado. Podría cambiar de opinión al darse cuenta del deseo de Calen y quedarse aquí. Y en ése caso tendríais un doble problema: un rey vivo con una Dama todopoderosa para protegerle y clamar venganza en caso de que fuera necesario. Incluso podrían llegar a más y entonces tendríais un tercera persona de que preocuparos.
-¿Y qué sugieres que hagamos, mi malévola mente?
Es difícil de decir qué se puede hacer. Me parece bien que quieran dejar a Deyanira marcharse a su libre albedrío, antes que matarla. Se ahorrarán todo el trabajo de planear minuciosamente el asesinato, ocultar posteriormente las pruebas y buscarse coartadas creíbles. Más aún, debido a la investigación que desataría un asesinato de tal envergadura como sería el de la Dama. Peor no tienen forma de estar plenamente seguros de que vaya a marcharse. Podría cambiar de opinión, y no tienen a nadie metido en su entorno para vigilarla.
Y luego está el tema del suicidio de Calen. Requiere una gran sutilidad el manipular la mente de alguien para incitarle a tal cosa, y no saben hasta qué punto podría llegar a ser fuerte la mente de Calen. Calen tiene un sentido muy sólido y asentado de cuál es su deber como monarca. No dejará a Translot sin rey por voluntad propia así como así. Habrá que pensar en otra cosa.
-Necesitáis tener controlada a Deyanira. Ella es la clave de todo el plan. Es necesario que estéis muy seguros de que va a marcharse en cuanto rompa la maldición y tenga oportunidad de ello. No os conviene tener a una Dama todopoderosa, furiosa y clamando venganza por la muerte de su amado. Necesitáis infiltrar a alguien en su entorno. Tenéis perfectamente cubierto a Calen, peor no os podéis fiar de la información que os llegue de Deyanira a través de él. Ella podría mentirle y, de todas formas, a pasar por tantas personas, parte de la información se perdería. Tenéis que introducir a alguien en su círculo más íntimo. ¿Qué hay de esa criada que trabaja para ella...Eiris?
-Es completamente leal a Calen.
-Lástima. Alguien así os vendría muy bien. Necesitáis a alguien cercano. Alguien con quien pase Deyanira todo el tiempo, con quien hable y en quien confíe. Un amigo suyo.
-Podrías hacerlo tú-sugiere.
-¿Qué dices? ¿Tratar yo con alguien como ella, con alguien tan vulgar? ¡Eso jamás!
-Piénsalo Ellia. Es perfecto. Te haces pasar por su amiga, te ganas su confianza y ella empieza a contarte todo lo que se le pasa por la cabeza. En caso de que fuera necesario, podrías incluso guiarla para que haga lo que nosotros queramos. Hasta marcharse de aquí y alejarse de Calen.
Es una idea completamente estup...¡estupenda! Deyanira ni siquiera lo sospechará. La pobre niña extranjera está sola en el castillo rodeada de extraños y sin amigos con quienes jugar. Incluso se alegrará de que alguien muestre un mínimo de interés afable por ella.
-Tienes razón mi amor. Es una idea fabulosa. Y lo mejor es que ella ni siquiera lo verá venir. Podré informaros de todo lo que ella haga y, en caso de que fuera necesario, manipularla para que haga lo que queramos.
Resulta tan emocionante la idea de actuar de espía... Es una forma de conseguir mi objetivo de llegar al trono sumamente novedosa, ya que no implica el acostarme con nadie, y me permitirá participar más activamente en las actividades del grupo de Siete. Será fabuloso poder desempeñar una actividad semejante, una que realmente me permita desarrollar todo mi potencial. No digo que con el sexo no lo haga pero...a veces el sexo es algo que no me llena. Soy toda una belleza, lo sé, pero soy también mucho más. A veces tengo la sensación de que, cuando Siete me mira, sólo ve un cuerpo. Y esto me permitirá demostrar que también soy un cerebro. Un cerebro inteligente y una mente sutilmente manipuladora.
-¿Crees que tus jefes lo aprobarán, Siete?
-No tienen por qué enterarse.
-¿Cómo dices?
-Tú cuéntamelo todo a mí. Yo se lo contaré a ellos. No tiene por qué saber el origen de la información.
¿Cómo dice? ¿Pretende llevarse él toda la gloria de mi trabajo? ¡Ni hablar! Éste no sabe con quién está tratando.
-Siete, o les cuentas ahora mismo a Uno y a Tres que yo voy a actuar para vosotros como espía de Deyanira, o tú y yo hemos terminado.
-Pero Ellia, querida...
-¡No pienso dejar que tú te lleves toda la gloria de mi trabajo! Somos pareja, y debemos compartirlo todo. Tanto los deberes como los méritos.
-Pero es que nunca ha habido una mujer en el grupo de los conjurados.
-Pues seré una pionera. Pero díselo. Mándales una nota ahora mismo. Delante de mí.
Resoplando, Siete se levanta del lecho y se dirige al escritorio. Bajo mi supervisión, escribe una nota para Uno y Tres:

Ellia ha tenido una idea para que podamos mantener vigilada a Deyanira:
Si la aceptamos en nuestro grupo, ella se hará pasar por amiga de Deyanira para así lograr sacarle toda la información posible sus planes con Calen y el Bosque.
7

Siete manda la nota con un criado de confianza. Mientras esperamos una respuesta, yacemos juntos de nuevo. Todavía tenemos la respiración agitada cuando llega el criado con la contestación de Uno y Tres.

¿Una mujer entre los conjurados?
Eso es algo extraordinario, nunca una mujer se ha incluido entre nuestras filas. No obstante, nos vendría bien una persona infiltrada en el círculo de la chica.
Bienvenida, Ellia. Búscate un buen nombre en clave.
1 y 3

-No lo puedo creer... ¡Te han admitido!-exclama Siete.
-¡Voy a ser una conjurada! Es tan emocionante...
Presa del pletoricismo, beso apasionadamente a Siete.
-Tenemos que buscarte un buen nombre en clave. ¿Qué te parece Una?
-Ah, no. No pienso tener el nombre de un número, por muy feminizado que esté. Es algo de lo más cutre y poco estiloso.
-Pero es la tradición...
-Siete, creo que mi caso es una más que evidente muestra de que las tradiciones están para romperse...
-¿Y cómo piensas llamarte entonces?
Excelente pregunta, para la que desafortunadamente no tengo respuesta. Quiero un nombre elegante, regio, sugerente, estiloso, hermosos... Como yo.
Pensativa, me asomo por la ventana. La presencia de la supuesta Dama empieza a causar estragos...los rosales están más bellos que nunca.
-Creo que ya sé cómo me voy a llamar.
Rápidamente, me dirijo al escritorio y garabateo una nota para Uno y Tres:

Estimados Uno y Tres:
De todo corazón os agradezco que me permitáis incluirme en vuestro selecto grupo.
Os aseguro que no os arrepentiréis de haber tomado esta decisión.
A partir de este momento, llamadme OSIRIA
[1]










































[1] La OSIRIA es una variedad de rosa especialmente rara. Su principal característica, es su colorido.
Se trata de una rosa que juega con dos colores en la misma flor. La parte interna del pétalo es de color rojo oscuro /granate, y su parte más externa es de un blanco precioso. Dicha combinación, la hace merecedora de su peculiar belleza.
La gracia de que Ellia elija esta flor para ser su nombre en clave, está en que ella es exactamente igual a la flor: su pelo rojo oscuro se corresponde con la parte interna del pétalo, y su piel, blanquísima, con la parte externa de la flor. Ambas son, además, particularmente bellas.

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