miércoles, 26 de enero de 2011

11 de noviembre. Habla Hiria

Cuando alguien lea esto, yo ya habré muerto. Supongo que ese alguien será la joven que aparecen mis visiones. A ti, mi pequeña Dama, te saludo.

No sé qué es exactamente lo que deseabas encontrar en estas páginas. Seguramente la respuesta a quién eres realmente. A por qué tú, cuál es tu misión y cómo llevarla a cabo. Tal vez estas líneas no te den las respuestas que buscas; tal vez yo no pueda darte las respuestas que buscas. Pero sí puedo ofrecerte mi historia, esperando que con ella se resuelvan algunas de tus preguntas.
Sé perfectamente que he de morir dentro de poco. Mis asesinos conspiran mientras escribo esto, sin saber que yo ya conozco sus intenciones. Podría mandarlos prender, podría incluso huír; pero sería inútil, pues mi destino ya está sellado. Así que, antes de que mi vida sea sesgada, deseo dejar todos mis asuntos cerrados. Y uno de los más importantes eres tú.
Supongo que contarte mi historia es la única forma que tengo de explicarte el por qué de tu persona, el por qué de tus poderes. Por qué eres tan necesaria. Y mi historia es larga, difícil a veces, pues fueron tiempos oscuros los que me tocó vivir. Pero no dudo de que tú también, con total seguridad, estarás viviendo o vivirás momentos difíciles.
No sé por dónde empezar. Quien ahora escribe estás páginas es una reina coronada, honrada y respetada por un pueblo próspero y feliz; y una hechicera bendecida con los dones del Bosque, con poder sobre su naturaleza, capaz de manipularla a voluntad. Es también una feliz madre, amada por su querido y leal hijo. Pero no siempre he sido así.
Si bien ahora vivo en el imponente castillo que se alza en el centro de la ciudad de Longia, nací y me crié en la granja de mis padres. Hace ya 35 años.
Por aquel entonces, ni siquiera éramos una ciudad, ni tampoco vivíamos al cobijo del Bosque. Cuando yo nací, Longia era un pequeño pueblo asentado el lo alto de la falda de la montaña. “La montaña”, así escomo los niños la llaman ahora. Y a los adultos nos traen amargos recuerdos y preferimos no decir su nombre. Pero a estas alturas de mi vida, de nada me serviría utilizar eufemismos u omitir detalles, pues sería una actitud sin sentido. La montaña, mi hogar, era llamada por todos Shilnavá, “El Mirador”, y tenía bien merecido su nombre. Recuerdo que, desde ella, veía con toda claridad el mar. ¡Oh, cómo lo echo de menos! Despertar por las mañanas, pasear hasta los límites del pueblo y ver el mar. Descansar del trabajo viendo el mar. Y pensar viendo el mar. El mar….mi amado mar que nunca llegué a pisar, ¿quién iba a pensar que tú causa por la que abandonaría mi hogar?
Disculpa que me ponga nostálgica. Estas cosas ocurren cuando intentas recomponer tu vida y tu historia. Los recuerdos te evocan emociones y sentimientos, sensaciones que hacía tiempo no sentías. Viejos sueños, viejas tristezas, viejas alegrías… Y a veces resulta muy difícil no perderse en ellos, volver a revivir todo aquello una vez más.
Como te iba diciendo, la montaña, Shilnavá, era nuestro hogar. La mayor parte de nosotros vivíamos del ganado. La montaña tenía excelentes pastos, y suficientes como para poder alimentar a todos nuestros animales. Nunca hubo problemas entre vecinos por los límites de las zonas de pasto. Otro tema eran los cultivos. Muy poca gente se dedicaba a la agricultura. La extensión de los pastos era enorme, y ello limitaba mucho las zonas de cultivo. Además, no teníamos ningún río cerca (y si lo había, no lo conocíamos); el agua la obteníamos de un manantial o cavando pozos que a veces eran demasiado profundos. Nunca hubo problemas de riego, pues las lluvias y las nevadas proporcionaban agua suficiente. Pero encontrar tierras fértiles, con aguas subterráneas lo suficientemente cercanas como para alimentar permanentemente los cultivos era difícil. Y su cuidado requería mucho trabajo. Sin embargo, también necesitábamos las frutas y las verduras para alimentarnos, por lo que dedicarse a la agricultura podía resultarle a una persona bastante rentable. Pero también le traería muchos problemas, pues los límites de los terrenos siempre eran motivo de disputa entre los agricultores. Para resolver este tipo de problemas, se recurría a mi madre. Aunque de ella y mi familia te hablaré más tarde.
Te he dicho que, desde la montaña, se veía el mar. Las mejores vistas estaban, evidentemente, en lo alto de la cumbre, pero pocos subimos nunca hasta allí. Hacía demasiado frío. Aunque sí descendíamos de ella a menudo, hasta el mar. Al pie de Shilnavá estaba el puerto. No solíamos recibir muchas, llamémoslas visitas, por lo que la zona era bastante solitaria. No obstante, aún estaba allí asentada una familia. Un matrimonio encantador y sus cinco hijos. El mayor era quien subía al pueblo a avisarnos de la llegada de los barcos. Y quien se encargaba de vendernos el pescado a mi madre y a mí. Con tal fin bajábamos una vez por semana. Y yo esperaba ansiosa ese día. Pero eso también es otra historia.
Como ya te he dicho, nací y crecí en la granja de mis padres. Recuerdo que mi padre solía irse a pastorear con el ganado, y que mi madre siempre se quedaba en casa hilando, limpiando o cocinando. Cuando era muy pequeña, me quedaba con mi madre en la casa; pero en cuanto cumplí los 7 años empecé a acompañar a mi padre a cuidar del ganado. Me encantaba ir con mi padre… Recuerdo que, mientras pacían las reses, yo me sentaba delante de mi padre, y le observaba mientras él tocaba la flauta para mí. Fue él quien me enseñó a cantar, y quien me inculcó el amor por la música. “La música es lenguaje del alma, Hiria”, me decía. “Si estás alegre, una canción contagiará tu alegría. Si estás triste, ahogará tu tristeza”. Y también me contaba cuentos. Me enseñó a leer y escribir; a entender los números y las estrellas; a saber si el tiempo sería lluvioso o el día sería soleado, sólo contemplando las nubes.
Acompañé a mi padre hasta que apareció mi primera sangre lunar. Al convertirme en mujer, me quedé con mi madre en casa. Fue entonces cuando empecé a tomar consciencia de quién era mi madre, y por tanto de quién era yo. Mi madre no era ni mucho menos quien gobernaba nuestro pueblo; y no obstante era una persona con poder dentro de nuestra comunidad. Todo a causa del don con el que nació, un don que también poseyeron su madre y su abuela. Y que me transmitió a mí. Mi madre era hechicera. Podía predecir el futuro y conocía las propiedades curativas de las hierbas y plantas. Decían que tenía la Vida y la Muerte en sus manos. Y yo soy igual que ella.
Gracias a sus poderes, mi madre gozaba de una elevada consideración social en el pueblo. Debido a sus dotes curativas, era muy apreciada como médico y como comadrona. Y a causa de sus visiones, siempre se la consultaba sobre qué cultivos plantar, o si sería conveniente sacrificar o no ciertos animales para el invierno. Sus visiones nos alertaron sobre estaciones secas o inviernos más fríos; y sus consejos disminuyeron los riesgos de épocas de hambrunas. Todo ello le valió la consideración de “mujer sabia” dentro de la comunidad. Por eso, siempre que había algún problema o conflicto que resolver, se acudía a mi madre. Y todo esto, sus poderes, su sabiduría y su posición, es lo que heredé de mi madre.
Mis poderes se manifestaron cuando me convertí en mujer. Unos días antes de que bajara mi primera sangre, tuve mi primera visión. Pero yo sólo pensé que había sido un mal sueño. En ella veía a mi padre avanzar corriendo hacia mí, y desvanecerse de repente ante mis ojos. Al día siguiente vi cómo mi padre se caía rodando ladera abajo por tropezarse mientras corría. Por un momento, literalmente, desapareció de mi vista. Admito que resultó bastante gracioso, pero fue entonces cuando comprendí realmente el poder y la responsabilidad que se cernían sobre mis hombros. Pude haber avisado a mi padre, pero no lo hice. Pensé que todo había sido un sueño, y no fui capaz de reconocer la visión. Me preguntaba cómo podría ser capaz de ello, si ambas cosas se parecían tanto.
Fue mi madre quien me ayudó a comprender, que mi don formaba parte de quien yo era. Que generaciones enteras de mujeres de mi familia lo había poseído y utilizado; que la fuerza de mis visiones corría por mis venas, y que en mi sangre estaba el llegarlo a dominar. Y entonces comenzó mi entrenamiento.
Cada mañana, mi madre me pedía que le contara lo que había soñado la noche anterior, y me hacía reflexionar sobre ello. Me hacía escribir todos mis sueños, lo más detalladamente posible, y luego reflexionar sobre qué podían ser sueños, y qué eran visiones. A veces los sueños eran sólo sueños. Me era muy difícil distinguirlos de las verdaderas visiones. Pero las visiones eran más reales, más vívidas. Aquellas en las que sentía intensamente el frío de una helada, el calor de una sequía, el dolor de un golpe. Pero las visiones siempre eran muy fragmentadas, inconexas. Podían pasar muchas noches hasta que yo conseguía hilar todas las piezas que componían una sola visión. Por ejemplo, recuerdo la vez que soñé con la primera nevada del invierno. Primero veía el fuego ardiendo en las chimeneas. Luego, veía a mi madre tejiendo un jersey. Otra vez, simplemente veía el cielo abierto y oía las risas de mis amigos. El último fragmento era el de una bola de nieve estrellándose en mi cara. Soñé con esto durante 10 noches, sin soñar cada una lo mismo, con los pedazos de mi visión en desorden. Hasta que fui capaz de hilarla entera. Cuando conseguí distinguir por completo las visiones de los sueños, y logré unir los fragmentos inconexos de ellos, empezó la segunda fase de mi entrenamiento: la culminación de la visión.
¿Puedes tener una visión completa cuando sólo te ha sido revelado un fragmento, sólo porque así lo desees? Sí, pero no es sencillo. Implica sobrecargar nuestro don, forzarlo a trabajar más deprisa de su ritmo natural. Requiere tiempo, esfuerzo, y sobre todo mucha paciencia.
Todo empieza por buscar el lugar perfecto para tener la visión. La conexión con el lugar es esencial. “Debe ser un sitio en el que te sientas tranquila y relajada, en el que seas capaz de liberarte de toda preocupación, de toda emoción perturbadora”, me dijo mi madre. Lo primero que pidió mi madre es que le indicara cuál era mi lugar preferido de toda la aldea. Y yo escogí, por supuesto, lo alto de la montaña, frente al mar.
Después de eso, tenía que escoger el momento adecuado. Lo mejor es procurar realizar el ritual de culminación al día siguiente de haber tenido una visión. Los recuerdos aún están lo bastante frescos, al igual que las emociones residuales que las visiones dejan en ti. Además, la mente aún está en contacto con tu don. Puedes demorarte un día como mucho, pero realizar el ritual a partir de los dos días de haber tenido la visión es bastante complicado. Se necesita mucha concentración en condiciones normales para poderlo completar, pero si dejas que el tiempo pase, además, se requiere mucha memoria para poder recordar todo lo que tu visión te hizo ver y sentir. Si no lo realizas a tiempo, la información residual que la visión dejó en ti se pierde, y tienes que esperar a tener otra visión para poder realizar el ritual. Y aún así no puedes estar muy segura de que tu primera visión y la última estuvieran conectadas. Por eso el momento es tan crucial. Pero cuida también las razones por las que deseas realizar el ritual. Si tu visión ha sido especialmente perturbadora, es una buena idea el realizar el ritual y completarla. Pero sin embargo, si lo que estás viendo es algo más bien banal, como el nacimiento de un cabritillo o los festejos de la cosecha, no merece la pena gastar tus energías en ello. El tiempo y la experiencia te ayudarán a distinguir tus sueños de tus visiones, y las visiones importantes de las que no lo son.
Una vez escogidos momento y lugar, debes prepararte a conciencia. Aunque, como ya te he dicho, elegir el momento es crucial; esto es también sumamente espontáneo, pues depende en gran medida de cuándo tengas tu visión. Por eso mi madre me pidió que la avisara de mi visión apenas me despertara por la mañana. Y así lo hice.
Mi visión había sido oscura. La negrura más profunda cubría todo el cielo; llantos y gritos de dolor desgarrado me taladraban los oídos y me traspasaban el cerebro; y en el horizonte sólo se veían el reflejo ardiente de las hogueras y el humo. Desperté alterada, sofocada y muy asustada. Tenía 14 años y llevaba dos años teniendo mis visiones. Pero ninguna me había hecho sentir tanto miedo como esa. Así que desperté a mi madre inmediatamente. Aunque lo que ella me dijo no pudo por menos que dejarme estupefacta:
-¿Has desayunado ya?
Por supuesto que no había desayunado todavía. Acababa de despertarme en ese momento y había corrido a decirle a mi madre lo de mi visión, tal y como ella me mandó.
-Perfecto, no desayunes-me contestó-. Vístete, nos vamos.
Me vestí lo más rápido que pude, y me fui con mi madre hasta lo alto de la montaña. Cuando llegué a mi lugar feliz estaba francamente hambrienta. Por el camino, mi madre me había explicado que lo que estaba a punto de hacer era un viaje por mi propia mente, y que por eso era conveniente que ayunara. Me senté en el suelo con los ojos cerrados.
-Concéntrate en la visión que has tenido- me dijo mientras notaba cómo derramaba sobre mi cabeza, lo que luego supe que eran, las cenizas del hogar-, e intenta llegar más allá. Deja que las imágenes fluyan por tu mente.
Mientras me hablaba me agarró por los hombros. No hace falta decir, que yo estaba especialmente tensa.
-Esta vez me quedaré contigo, pero la próxima tendrás que hacerlo tú sola-me indicó. Lo que me puso aún más nerviosa.
-Relájate cariño-me susurró, y comenzó a cantarme mi nana, la canción con la que me dormía de pequeña.
No sé si fue por la canción, por lo cansada que estaba del camino, o porque me concentré demasiado, pero me temo que me dormí. Y tuve mi visión completa.
“Tres rosas cayeron muertas al ser arroyadas por una tromba de agua. Volaron y cayeron al mar. Del mar comenzó a extenderse una sombra terrorífica. Una mano huesuda, una garra, la mano de la misma muerte. Surgió del mar, cruzó el cielo y llegó hasta la aldea cubriéndola en una especie de burbuja negra. La negrura más profunda cubrió todo el cielo. Llantos y gritos de dolor desgarrado me taladraron los oídos y me traspasaron el cerebro. Y en el horizonte sólo se veían el reflejo ardiente de las hogueras y las columnas de humo. Y de nuevo, tres rosas se volvieron negras y cayeron al mar.”
Desperté sudorosa, asustada, gritando y con mi madre acunándome en sus brazos. Le conté mi visión, entera. Y ambas dedujimos que un gran mal para la aldea vendría del mar, y que teníamos tres años para prepararnos para ello. Debíamos avisar al pescador y su familia para que mantuvieran los ojos bien abiertos. Y fue así como Hermano pasamos de ser conocidos a ser grandes amigos.
Hermano era el hijo mayor del pescador y su mujer. Le llamaron así porque él era mellizo. Su madre dio a luz a un niño y una niña, pero la niña murió durante el parto. Él hubiera sido el hermano, y por eso sus padres le pusieron ese nombre.
Siempre me hacía reír. ¡Era muy gracioso! Y me daba muchísima seguridad estar a su lado. Tenía algo…no sé explicar qué era. Una especie de aura, o de fuerza…no sé, pero me gustó desde el momento en que lo vi Llegó a convertirse en mi mejor amigo. Tal vez mi madre tuvo una visión de ambos, porque desde esa primera visita, me mandaba todas las semanas a mí a por el pescado.
-Y no tengas prisa, Hiria-me decía-. Tómate tu tiempo cariño, que ya sabes que el camino es algo difícil.
No era verdad. El camino era ciertamente algo empinado en un tramo, pero completamente seguro. Las madres solemos hablar así, aunque entonces como hija no lo veía.
Pero como tenía el permiso de mi madre, bajaba a la playa apenas rayaba el sol y no volvía hasta caer la tarde. Me entretenía hablando con Hermano de nuestra vida y nuestros sueños, de lo que deseábamos en nuestro futuro. En una de esas conversaciones me dí cuenta de que lo que quería para mi futuro era a él.
No sé decir con exactitud cuándo fue. Quizá la primera vez que me dí cuenta de que su pelo castaño lanzaba destellos cobrizos cuando le daba el sol. O cuando descubrí que sus ojos, ocultos siempre bajo su flequillo enmarañado, eran en realidad tan oscuros como la leña mojada. O quizá cuando me percaté de que arrastraba las eses al hablar. No lo sé. Pero la amistad y el cariño que sentía por él evolucionó algo mucho más profundo y sagrado, y me enamoré perdidamente de él.
No sé de dónde saqué el valor para confesárselo aquella tarde junto al mar. Tumbados en la arena, hablando de cómo era posible ver un cielo tan azul, mientras las olas golpeaban con dulzura las rocas. Fue un impulso, supongo. O quizá la suavidad del mar inundó mi alma y me dio su energía. Me giré y lo besé. Él sentía lo mismo, y allí comenzamos nuestro noviazgo. En ese momento, tuve la sensación de que mi vida se había vuelto absolutamente perfecta: tenía 15 años, un dominio casi pleno de mis visiones, y estaba enamorada.
Hermano y yo nos casamos a principios del verano. La boda se celebró en mi lugar especial. Él se había peinado el cabello hasta dejarlo completamente liso y suave, y sus reflejos cobrizos eran más evidentes que nunca al sol del mediodía. Yo me había enganchado margaritas blancas entre mis rizos, y mi madre había cosido pétalos de rosa roja al vestido. Además ese día mi madre me regaló su medallón. Ese medallón redondo con las cinco piedras engarzadas que el había visto desde niña. Había pertenecido a mi madre, a mi abuela, a mi bisabuela, a mi tatarabuela, y a todas las mujeres de mi familia desde que se recuerda.
-Y así se cierra el círculo-dijo mi padre cuando mi madre me lo ató al cuello.
En ese momento no pude evitar llorar de alegría.
No podía ser más feliz. Todo era absolutamente maravilloso y perfecto. Tenía todo lo que siempre había deseado: una casa cercana a la de mis padres, una enorme cama con dosel y sábanas blancas; y un marido encantador con quien compartir todo eso, a quien amaba con locura y que me quería por encima de todo. Para terminar de colmar mi felicidad, el verano siguiente nació nuestro primogénito, Mangan, un precioso y adorable niño rosado con mi rizo caído prendido en su cabecita y los ojos oscuros y profundos de su padre.
¡Oh, aquellos tiempos felices! Quién pudiera volver atrás, cuando todo era sumamente sencillo…Antes de que el peso de las grandes visiones me abrumara, antes de que tuviera una corona que ceñir en mi cabeza, antes de que la sombra de la muerte nos rodeara a todos… Cuando todo era fácil, cuando sólo éramos Hermano, Mangan y yo, cuando todavía vivíamos en la aldea.
Pero es ley de vida que los tiempos felices no duren eternamente, y eso era algo de lo que yo tenía total certeza. Al fin y al cabo, lo había visto.
Transcurridos tres años desde mi visión, con los primeros deshielos, la muerte nos llegó a todos desde el mar. Y a pesar de mi visión, y de todas las medidas de prevención que habíamos tomado mi madre y yo, nada nos podía haber preparado para el mal que se avecinaba.



-¡Yeny dónde te has metido! ¡Que la comida lleva en la mesa media hora y Calen se está impacientando!
El grito de Eiris me sacó de la lectura en que me hallaba totalmente enfrascada.

viernes, 1 de enero de 2010

20 de octubre: Ésta soy yo

Vale Yeny, respira hondo y tú tranquila. Éste es el momento para el que te has estado preparando toda la semana. Tienes el Diario como prueba, y Calen ya ha dado buena cuenta de los últimos acontecimientos. Está sobradamente probado quién eres. Puedes responder tranquilamente a cuantas preguntas te formulen. Estás preparada.
-Jovencita, mucho se está hablando aquí acerca de quién eres o deberías ser-comienza el hombrecillo acosador-, pero tú todavía no nos has dicho nada al respecto. Dinos, ¿quién eres tú?
¡Preguntó la oruga a Alicia! Vale, esta pregunta es con trampa, fijo. Si le digo mi nombre, puede pensarse que no tengo confianza en mí misma y que no creo que realmente sea la Dama. Pero, si le digo que soy la Dama, mismamente se creen que soy una prepotente y que me doy aires de grandeza. En cualquiera de los casos no me considerarían digna. ¿Y entonces qué les digo? ¿Qué les digo? Miro a Calen en busca de respuestas. Él siempre sabe decirme lo que necesito oír. Pero no puedo preguntarle en voz alta qué diablos le contesto a estos tipos, porque quedaría como una completa imbécil. Agarro fuertemente su mano, e intento decirle con la mirada que estoy llena de dudas. Y creo que él me entiende.
-“Tú eres Yeny”-oigo que piensa-. “La alocada Yeny, la dulce Yeny, la valiente Yeny. Y eres la Dama, Yeny”.
-¿Y cómo puedo explicarles todo eso?
-Como vos queráis, joven dama-me responde el hombrecillo.
Mierda, lo he vuelto a hacer. He vuelto a responder en voz alta. Bff, dios…tengo que aprender a controlar esto. Pero primero tengo que responder a la pregunta del millón.
Vale, vale, soy la Dama. Soy la Dama. Y estoy aquí para demostrar eso. Así que como Dama debo responder. Pero como Dama, respondo educadamente o…?
Si esto fuera un examen, y cada vez me recuerda más a uno, las preguntas que me hacen deberían servir para que yo hiciera gala de mis conocimientos. Esto es lo que sé, y puedo demostrarlo y aplicarlo.
Pero esto no es un examen, y lo que me están preguntando no sirve para hacer gala de mis conocimientos. Como estudiante, debo hacer demostración de mis conocimientos; como Dama, debo hacer demostración…de mis poderes.
Vale, ahí está la clave, en mis poderes. Tengo que demostrar mis poderes que son…dominar un Bosque…que no tengo a mano. Bueno, pues desechamos la idea del Bosque. Además, tampoco era cuestión de meterlo aquí, que no cabe, y ponerlo a pulular por toda la sala. Sería muy surrealista.
También puedo…hipnotizar a la peña con mi voz. ¡Muy bien, Yeny! ¡Eso sí puedes hacerlo aquí! Les canto, les canto…¿qué cojones les canto? Responder a quién soy con una canción, explicar quién soy con una canción, decir que yo soy ésta con una canción… Pero, ¿qué canción?, ¿qué canción?, ¿qué canción?
-Joven, os estamos esperando.
¡”Ésta soy yo” de El sueño de Morfeo! Eres genial Yeny. Toma aire, colócate en el centro de la sala y…canta:
- Y ésta soy yo .Y ésta soy yo .Y ésta soy yo .Y ésta soy yo. Dicen que soy un libro sin argumento; que no se si vengo o voy; que me pierdo entre mis sueños. Dicen que soy una foto en blanco y negro; que tengo que dormir más; que me puede mi mal genio.
“Dicen que soy una chica normal con pequeñas manías que hacen desesperar”. Qué gran verdad. “Que no sé bien dónde está el Bien y el Mal; dónde está mi lugar.” Y mucho menos lo sé ahora.
“Y ésta soy yo: asustada y decidida. Una especie en extinción, tan real como la vida. Y ésta soy yo, ahora llega mi momento. No pienso renunciar, no quiero perder el tiempo. Y ésta soy yo. Y ésta soy yo.
“Dicen que voy como perro sin su dueño; como barco sin un mar; como alma sin su cuerpo. Dicen que soy un océano de hielo; que tengo que reír más; y callar un poco menos.
“Dicen que soy una chica normal con pequeñas manías que hacen desesperar. Que no sé bien dónde está el Bien y el Mal; dónde está mi lugar.
“Y ésta soy yo: asustada y decidida. Una especie en extinción, tan real como la vida. Y ésta soy yo, ahora llega mi momento. No pienso renunciar, no quiero perder el tiempo. Y ésta soy yo. Y ésta soy yo.
Y ahora el gran final. Va por ti, enano Gruñón:
“No soy lo que tú piensas. No soy tu Cenicienta. No soy la última pieza de tu puzzle sin armar. No soy quien ideaste, quizás te equivocaste. Quizás no es el momento…
“Y ésta soy yo: asustada y decidida. Una especie en extinción, tan real como la vida. Y ésta soy yo, ahora llega mi momento. No pienso renunciar, no quiero perder el tiempo. ¡Y ésta soy yo!
“No soy lo que tú piensas. No soy tu Cenicienta. No soy la última pieza de tu puzzle sin armar. No soy quien ideaste, quizás te equivocaste. Quizás no es el momento de apuntar lo que hice mal. Y ésta soy yo. Y ésta soy yo. Y ésta soy yo. Y ésta soy yo.”
Y se non è vero, è ben trovato. Ahí queda eso.
-Bien. Original respuesta-admite el acosador volviendo con sus compañeros.
Lo sé, soy genial. Y he quedado como dios. Calen me oprime la mano, satisfecho.
-Bien hecho-me susurra-. Te dije que podrías con ellos.
Esperamos sentados un rato que se me hace más largo que una clase de astrofísica avanzada, a que la Asamblea termine de deliberar. Finalmente, se alzan y anuncian:
-Tendremos una respuesta dentro de dos meses.
¡¿QUÉÉÉ?! ¡¡Sus putos muertos!! Calen y yo casi la palmamos la otra noche para que esta reunión saliera bien…¿y ahora me viene esta panda de frikis pervertidos de la Tierra Media a decirme que tendrán la respuesta en dos meses como si fuera la puñetera Administración? ¡¡¡Y una mierda!!!
Pero Calen no parece muy molesto por el asunto, porque se levanta todo ceremonioso y dice:
-Os agradezco vuestra dedicación al asunto. Os esperamos dentro de dos meses.
El Consejo entero se pone en pie para despedir a la Asamblea, y las fotocopias de Merlín abandonan la sala a ritmo de paso de Semana Santa.
-No ha ido mal del todo-comenta Calen.
Perin y Gern bajan de las gradas a toda prisa para reunirse con nosotros.
-Chiquilla, qué compostura habéis mantenido en todo momento-me felicita Perin. Compos… ¿quién?-Nunca imaginé que pudierais comportaros tan protocolariamente. Me habéis dejado gratamente sorprendido-supongo que eso es un cumplido…creo.
-¡Menuda interpretación milady! Supera con creces la de la cena de celebración. ¿Cómo se os ha ocurrido responder a su pregunta con una canción?-pregunta Gern.
-Era la mejor forma de expresar todo lo que pasaba por mi mente, señor.
-Ha impresionado a la Asamblea. Estoy seguro-añade el venerable Masser apareciendo tras la espalda de Gern-. Al fin y al cabo, no hay mejor manera de demostrar que sois la Dama, que haciendo gala de los poderes que se le atribuyen.
Qué majo el duende Tortuga… Todos parecen entusiasmados con lo que he hecho menos Gruñón. Normal, por otra parte, que para algo es él quien se opone a que sea la Dama. Pero sin embargo hace algo que me sorprende. Se acerca mí y me besa la mano.
-Señora, os deseo suerte-me dice con una reverencia, y se va.
Uy qué raro… ¿Pero a este hombre no le caía yo mal? Mmm, aquí hay algo que falla. A lo mejor no me odia del todo. Quizá simplemente…desconfía. Tal vez sólo quiera lo mejor para el reino, igual que Calen. Puede que únicamente necesite estar seguro de quién soy, por todo lo que depende de que lo sea. Debería hablar con él… ya me ha vuelto a salir la vena psicológica. Cómo se nota que estudio Trabajo Social.
-¿A dónde creéis que va?-pregunto.
-Posiblemente al Observatorio Limítrofe-responde Calen-. ¿Por qué lo preguntas?
-Voy a hablar con él-respondo sencillamente dándole un beso que, como siempre, se prolonga más de lo que yo había calculado.
-¿Para qué? ¿Para qué querrías hacer tal cosa?-pregunta de nuevo.
-Para despejar dudas. Nos vemos en la comida.
Ante el asombro de todos, abandono la sala resueltamente. Y al salir me encuentro con un montón de cabezas mirándome con ojos inquisidores. Oh, joder. Me había olvidado de toda esta gente. Entre la multitud, veo avanzar a Eiris a empujones.
-¡Yeny! ¡Yeny! ¿Qué tal te ha ido?-pregunta al llegar hasta mí-Lord Hierald no ha querido hacer ningún comentario al salir…aunque con la cara que llevaba, lo cierto es que nadie se atrevía a preguntarle nada.
-No del todo mal, Eiris-Claro, que no sé tampoco si del todo bien…-Y hablando de lord Hierald, ¿sabes a dónde ha ido? Tengo que hablar con él.
-No puede andar muy lejos. Si corremos le alcanzamos.
Me agarra de la mano y salimos de la sala entre cuchicheos y murmuraciones de un montón de ojos cotillas. Especialmente de los ojos verdes esmeralda de la chica que he visto antes…no me gusta nada esa mirada, me produce escalofríos. Juntas, recorremos los pasillos en persecución de Hierald.
-¿Para qué quieres hablar con él? ¡Fue quien presentó la petición de confirmación! No deberías hablar con él, deberías tenerle vetada la palabra. Es lo que yo haría.
-Estoy segura de que tenía buenos motivos para ello. Simplemente quiero saber cuáles son esos motivos.
En seguida alcanzamos al enano Gruñón, justo antes de salir del castillo.
-¡Lord Hierald!-le llamo con voz firme. Él se gira sorprendido.
-¿Señora?
-¿Podéis concederme unos minutos? Necesito hablar con vos.
-Claro señora-responde tras unos segundos de duda.
-Te veré en la comida-susurra Eiris antes de marcharse y dejarme sola con Hierald.
-¿De qué deseáis hablar conmigo?-pregunta mientras yo desciendo por las escaleras y me acerco a él.
Con un gesto, le indico que sigamos paseando. El movimiento relajará el ambiente. Si nos estamos quietos habrá tensión y parecerá que le estoy reprochando algo…aunque en el fondo sea verdad.
-De vuestra actitud, Hierald. No la comprendo.
-¿Qué no entendéis, señora?
-Para empezar, qué es lo que tenéis en contra mío. Por qué parezco desagradaros tanto, Hierlad, si ni siquiera me conocéis. Puedo entender que desconfiéis de mí, incluso que mi presencia pueda causaros cierto rechazo. Pero no comprendo esa especie de odio visceral que parecéis tenerme…o que parecíais tenerme al principio.
-Habéis aparecido de la nada, y nada se sabe de vos. ¿Sabéis a cuántas jóvenes que aseguraron ser la Dama he visto pasar desde que tengo uso de razón?-yo niego con la cabeza-. Cientos de ellas. Todas ellas hermosas, inteligentes y educadas. Rubísimas de piel inmaculada, que convencieron con las palabras y fallaron en los hechos. Y vos no os diferenciabais demasiado de ellas. El Consejo estaba dispuesto a nombraros Dama inmediatamente, ¡y eso era peligroso sin pruebas fehacientes de ello! Por eso pedí la petición de confirmación. Para mayor seguridad. No os odiaba, ni os odio; pero sí desconfiaba, y no podía permitir que el Consejo dejara el futuro del reino en manos de una joven que no había dado pruebas suficientes de ser la Dama.
-Pero las dí la noche de la fiesta, Hierlad-puntualizo cortándole-. Las di esa noche al cantar y al narrar mi relato. Y las di ayer al curar a Calen. He dado pruebas de sobra. ¿Por qué no retirasteis entonces la petición de confirmación?
-Porque, una vez formulada, no puede retirarse. Tenéis razón. Habíais dado sobradas pruebas de ser la Dama, por eso tuve que cambiar mi alegato. Y aunque seáis la Dama, podríais no estar preparada para ello. Por eso pedí a la Asamblea que considerara vuestra dignidad. Ocupar un cargo de tal responsabilidad, podría desequilibraros; y tan peligroso es una Dama falsa, como un Dama auténtica descontrolada. Vale, lo entiendo. No me odia, sólo está…hasta las narices de todo. Normal. Pero sin embargo hay algo que me tiene muy quemada:
-Después de todo lo que ha pasado en las últimas horas, ¿aún os cuestionáis que sea digna de mi cargo?
-Habéis pasado por duras pruebas estos días señora, y las habéis superado mejor de lo que se hubiera esperado de vos-responde-. Pero como Dama os esperarán retos infinitamente mayores.
-¿Cuestionáis mi capacidad?
-Temo que vuestra fortaleza mental se vea dañada.
-En mi tierra me educaron para que nada fuera capaz de dañarla-técnicamente es cierto. En Trabajo Social nos enseñan a ello-. Y os juro que no habrá nada capaz de hacerlo.
-Rezo por ello, milady.
Ambos nos quedamos unos instantes en silencio. Hay una pregunta que ronda por mi cabeza, pero no sé si Hierald es la persona más adecuada para formulársela. Aunque confío en que él también se lo pregunte.
-¿Habéis pensado en qué ocurrirá si la Asamblea decide que no soy la Dama, Hierald? ¿Qué pasará entonces? ¿Cómo voy a romper la maldición si no se me reconoce la autoridad para hacerlo?
-Dudo que la Asamblea rechace vuestra autoridad, señora. Y en el caso improbable de que así fuera, con franqueza, ¿acaso eso os iba a detener?
¿Es una pregunta para mí o para él? ¡Joder, últimamente sólo me hacen preguntas trampa! Bueno, da igual. Para mí o para él, la respuesta es la misma:
-He venido aquí para romper la maldición, lord Hierald, y no descansaré hasta haberlo hecho. Me da igual que se me conceda o no el título de Dama. Yo sé quién soy, y con eso me basta. -Entonces no os inquietéis por la decisión de la Asamblea. Está claro que, para vos, sea cual sea la resolución, la actitud a presentar será la misma.
Bueno, bien, vale, está claro que así, pensado fríamente, lo que diga la Asamblea como que me la refanfinfla un poco. O más bien debería darme muy por saco. ¡Pero no es sólo la Asamblea, es la presión del reino entero que espera que se anuncie que soy la Dama! Anda tú que la Asamblea dice lo contrario y a mí me cogen y me linchan. Y todo lo que Calen y yo hemos pasado, ¿qué? ¿Se va a quedar en agua de borrajas? ¿En algo inútil? Que fue pa habernos matao joder. No me apetece que ahora resulte que no sirvió para nada…
-Señora, ¿hay algo más de lo que queráis hablar?-pregunta Hierald ante mi silencio.
-¿Eh?-exclamo saliendo del hilo de mis pensamientos-No Hierald, no hay nada más. Gracias, podéis retiraros.
-La Reina os guarde, señora.
Y haciendo una reverencia, Hierald se aleja de mí con su cota de malla brillando bajo el sol. Me recuerda a un caballero andante. Uno de la corte del rey Arturo. Hierald en busca de su Dama perfecta; sir Gawain en busca del Santo Grial. Y no es el único.
Es que todo esto me recuerda cada vez más a una novela de caballerías. Es como si hubiera ido a parar a un cuento de la Mesa Redonda. Calen es el perfecto rey Arturo, con su sentido del deber y de la responsabilidad, siempre queriendo lo mejor para su pueblo; y Perin, en su papel de preceptor y consejero, es su Merlín particular. Gern, como mejor amigo de Calen que es, queda perfecto en el papel de sir Lancelot. Bueno, espero que no me tire los tejos… Aunque supongo que yo no pego demasiado en el papel de Ginebra…No, yo soy más como al Dama del Lago, o como el Hada Morgana. Translot…Camelot… ¡hasta los nombres se parecen!
¿Pero cómo he llegado hasta aquí? ¿Al caer en la cama me dormí? ¿Y por qué me he puesto a soñar con caballeros del rey Arturo? …Nunca debí leer Las brumas de Avalon…
¿Y todo esto es sueño o realidad? Tiene que ser un sueño, porque el aparecer aquí, y todo lo que me ha pasado desde que lo hice escapa de toda orden lógica. Pero no es posible que sólo sea un sueño. Aquí siento cosas. Tengo hambre, sed, frío y calor. Estoy cansada, y siento dolor. Si me doy un golpe me duele. Aún tengo el chichón de la ostia que me metí contra el árbol. Tengo sensaciones muy reales y muy despiertas. ¿Cómo puedo estar soñando entonces?
Supongo que este libro tiene todas las respuestas. Y también que ya va siendo hora de que empiece a leerlo, que la lié parda intentando conseguirlo. Y para ello lo mejor será que vuelva a mi habitación.
Pero no es en mi butaca, ni en mi cama, ni en mi escritorio donde termino. Sino que abro el balcón y bajo al jardín. Me siento a la sombra de un naranjo. El árbol floreció hace un par de días y el olor a azahar me despierta por las mañanas. Además, me encanta este sitio... Las vistas son fabulosas.
Un laberinto de rosales conduce hasta un lago artificial. El laberinto está sembrado en dos variedades distintas de rosas: señalando el camino hasta el lago, un camino de rosas rojas; y rellenando el resto de las rutas del laberinto, un montón de rosas osirias, mis favoritas. En el centro del enorme lago se alza una preciosa pérgola de hierro y cristal, a la que se accede por un camino de tablas de madera. El camino está barandado en madreselva y la planta llega hasta la mismísima cúpula de la pérgola. Y al fondo del todo, el Bosque. Mi Bosque.
Si el espectáculo a estas horas es precioso, cuando anochece es sencillamente embriagador. Y aquí me siento a leer el Diario de la Reina.
-Bueno Hiria, ilumíname.
Abro el Diario, y empiezo a leer.

martes, 15 de diciembre de 2009

14 de agosto: La Asamblea de Eruditos

El día anterior había estado lleno de emociones: el Rey casi se muere, fue curado milagrosamente por la chica y extranjera y luego ambos habían anunciado su noviazgo. Y ese día el Consejo se reunía en junta extraordinaria con la Asamblea de Eruditos (hecho ya de por sí sumamente inusual) precisamente para determinar si la novia del Rey era o no la Dama anunciada por las profecías. Por eso, esa mañana todo el mundo estaba nervioso. Especialmente la primera interesada en que todo saliera bien: Deyanira.
Por el bien de sus nervios, el doctor Ashreln la había obligado esa noche a tomar una de sus infusiones de tila y valeriana. Y es que, ya que Deyanira se empeñó en hacer caso omiso a sus indicaciones de permanecer descansando ese día, lord Ashreln quiso asegurarse de que, al menos, dormía plácidamente esa noche. Pero ni todas las infusiones del mundo hubieran logrado que los nervios de Deyanira se hubieran aplacado esa mañana al despertar.
Deyanira despertó esa mañana incluso antes de lo que tenía acostumbrado. Y el grito que pegó al hacerlo fue incluso más alto de lo que estaban acostumbrados aquellos que la conocían.
-¡¡Puñetera MIERDA de vidaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!
Lo que provocó que Eiris entrara en ese momento en la habitación con más prisa de la normal:
-¡Yeny! Yeny, ¿qué ha ocurrido?
A lo que Deyanira contestó, llorando como una magdalena:
-Eiris, ¡justo hoy me ha venido la regla!
Eiris no puedo por menos que reírse con ganas. Pero Deyanira no parecía encontrarle la gracia al chiste:
-¿No lo entiendes, Eir? ¡Es una catástrofe! Justamente hoy, que es la reunión con la Asamblea, que necesito estar perfectamente despejada, con mis emociones totalmente controladas y plenamente en forma, voy a estar sumamente dolorida, cansada e irascible, ¡por culpa de la puñetera regla!
-¿No te encuentras bien?-preguntó preocupada Eiris-¿Te duele mucho?
-Sí...-contestó Deyanira lagrimando-Y además estoy muy cansada...
-Bueno, no te preocupes. Le diré a lord Ashreln que te prepare algo para el dolor, y mandaré que te unten las tostadas con jalea real para que te llenes de energía. Con lo de que estés irascible no puedo hacer nada. Tendrás que controlarte tú sola.
Mientras Deyanira se despertaba, Eiris seguía contándole las novedades para esa mañana:
-Tengo una sorpresa para ti. No tendrás que volver a ponerte el corsé, al menos hoy. Tu ropa salió hace unos minutos de la lavandería. Podrás ponerte esta...cosa tan extraña, que es evidente para qué sirve-anunció cogiendo con extrañeza el sujetador negro de Deyanira.
-¿Mi sujetador está limpio? ¡Gracias al cielo!-exclamó Deyanira sacando el vestido morado del armario-Podré llevar algo cómodo por una vez...
Mientras Eiris enumeraba las incomodidades del sujetador de Deyanira (“Es muy pequeño, seguro que se rompe fácilmente, casi no tapa nada y seguro que no proporciona sujeción”) y trataba de recoger su ropa en el armario (“¿Cómo dijiste que se colgaba esto?”); y Deyanira intentaba decidir qué pendientes se ponía, alguien llamó a la puerta.
-Oh, será el baño-comentó Eiris.
-¿Un baño? ¿Me has pedido un baño?-preguntó Deyanira asustada.
-Tranquila...un baño caliente te sentará bien. Te calmará los nervios, te renovará las energías y te aliviará el dolor.
-Pero Eir...¿y mi pelo?
-Son las siete y media-respondió Eiris abriendo la puerta-. La reunión no es hasta las once. Te dará tiempo a que se te seque.
-Pero he quedado con Calen para desayunar...
-A las nueve, lo sé-interrumpió Eiris- No te apures, estarás lista.
Mientras Deyanira se desquiciaba convencida de que ese día estaba condenado a ser un absoluto desastre, Calen despertaba de sus sueños absolutamente tranquilo.
Si había algo a lo que estaba acostumbrado Calen, era a las reuniones. Había tenido tantas desde que fuera nombrado Rey, que ya ni recordaba el número. Sólo había una cosa que le inquietaba: su novia. Era demasiado...impulsiva. Y aunque Deyanira podía ser muy seria si la situación lo requería, no sabía cómo actuar ante el Consejo ni la Asamblea. No conocía los protocolos ni había tiempo suficiente para instruirla, por no hablar su ligero problema con la autoridad. Y temía que estallase en cuanto Hierald comenzara a increparla. Iba a tener que mantener sus reacciones muy vigiladas.
Todas estas cosas eran las que le hubiera comentado a Perin mientras se vestía esa mañana. Pero Perin parecía más preocupado por otras:
-¿Habéis preparado bien el discurso? Vigilad bien las acusaciones de Hierald; él hablará primero. Aseguraos de no dejaros ninguno de sus argumentos sin discutir. ¿Os encontráis bien esta mañana?-siguió cambiando radicalmente de tema-¿No os duele la herida? ¿No preferís quedaros en la cama? Yo me encargo de Hierald.
-Estoy bien Perin, ya no tengo ninguna herida, ¿recuerdas?-contestó Calen desechando la segunda camisa.
-Sois unos cabezones. Los médicos dijeron claramente que sería aconsejable que ambos guardarais reposo esta mañana. Pero los tortolitos se empeñaron en que no querían aplazar la reunión-de repente, Perin se dio cuenta de que Calen se estaba echando su mejor colonia y de que estaba peinándose demasiado para ser él-. ¿No os estáis arreglando mucho para la reunión?
-He quedado para desayunar con Deyanira-respondió Calen secamente. Perin se limitó a murmurar que ya le extrañaba que se arreglara tanto-. Y no te preocupes por nada, Perin, lo tengo todo bajo control. Sólo hay una cosa que me inquieta...y es el cómo vaya a comportarse Deyanira.
-Sé a lo que os referís-afirmó Perin-. Es incontrolable y muy impulsiva. Y Hierald no dejará de sacarle defectos y de increparla. ¿Qué podemos hacer con ella?
-Confiar en su buen juicio.
Un silencio sepulcral llenó el ambiente mientras Calen y Perin se miraban fijamente. Ambos pensaron lo mismo: “¿Deyanira tendrá de eso?”.
-Hablaré con ella-afirmó Calen con la esperanza de que ello diera resultado.
Terminó de arreglarse mientras Perin seguí aconsejándole sobre cómo actuar en la reunión, y bajó a desayunar con su novia.



Si Calen esperaba disfrutar de un romántico desayuno lleno de caricias y arrumacos con su novia, esperaba en vano. Deyanira estaba silenciosa, enfurruñada y con cara de pocos amigos,
-¿Te ocurre algo, Yeny?-preguntó Calen.
-No-respondió Deyanira secamente-. Estoy perfectamente.
-Ya sé...Estás nerviosa porque hoy es la reunión con la Asamblea, ¿es eso?
-¡No es nada de eso! ¡No tiene nada que ver con eso!-contestó bruscamente.
Calen esperaba una reacción parecida, pero no tan pronto. Apenas hacía unos segundos que hablaban. “Pues si no está nerviosa por la reunión, entonces...¿qué es lo que le pasa?”, pensó.
-¡Pues me pasa que estoy... que estoy... ¡Ya sabes! Esas cosas que tenemos todas, una vez al mes.
Calen se quedó asombradísimo ante la respuesta de Deyanira. ¿Cómo había podido responderle a una pregunta que él no había formulado? Pero Deyanira interpretó su reacción de otra manera:
-Oye, lo siento si te hace sentir incómodo, pero yo no tengo la culpa de...
-No, no, no, no cariño. No es que me haga sentir incómodo-indicó Calen sacudiendo la cabeza-es sólo que... ¿Cómo has sabido lo que estaba pensando?
-¿Qué? ¿A qué te refieres?
-A lo que has dicho antes...has respondido a mi pregunta acerca de qué te pasaba...
-¡Me has hecho una pregunta! ¡Cómo no iba a responderte...!
-Ahí está la cuestión Yeny. Yo no te he hecho ninguna pregunta.
-¿Cómo que no? Te he oído perfectamente preguntar qué es lo que me pasaba...
-No Yeny-replicó Calen negando con la cabeza-. No te estaba hablando. Estaba pensando.
Ambos se quedaron en silencio, mirándose. Deyanira estaba anonadada y, como quien dice, un tanto flipada; Calen, por su parte, presentaba una sonrisa de autosuficiencia.
-¿Qué me estás contando?-exclamó ella.
Calen no contestó. Se limitó a mirarla alzando una ceja.
-¿Crees...crees que yo te... ¿Crees que yo te he leído el pensamiento?
-Si no ha sido así, ha sido algo muy parecido.
-Pero, pero, ¿cómo he podido hacerlo?
-Pues no me extrañaría demasiado, se decía que la Reina tenía ese poder...
-¿Y qué hago ahora? No quiero ir por ahí leyéndole la mente a la gente, me parece que es invadir su intimidad...
-Pero Yeny, ¿no lo ves? Ese poder tuyo, podría venirnos muy bien en la reunión de hoy. Si sabes de antemano lo que Hierald estará pensando, sabrás cómo defenderte.
-Sólo lo he hecho una vez, sin darme cuenta, sin controlarlo y sin saber cómo...¡no puedo aprender a manejarlo en sólo un par de horas!
-Pero podrías volver a hacerlo, ¿no?
-¡Yo qué sé, Calen! Si ni siquiera sé cómo lo he hecho la primera vez. No sé qué alcance tiene este poder, no sé cómo utilizarlo, no sé qué le voy a decir a la Asamblea, no sé cómo voy a aguanta el día, no, no...
Alterada, Deyanira se derrumbó sobre la mesa y comenzó a sollozar. Preocupado, Calen se acercó a ella y la agarró por los hombros.
-Cariño, ¿te encuentras bien?-le preguntó.
-¡No, no me encuentro bien!-contestó ella-Estoy asustada, dolorida, y cansada. No sé cuándo se me va a pasar el dolor, voy a estar agotada en esa reunión, y justo el día que más autocontrol necesito, estoy especialmente irascible. No sé cómo voy a lograr pasar este día Calen, de verdad que no lo sé...
-Eh, escúchame, ¿quieres que te excuse de la reunión y diga que no puedes ir?-preguntó Calen arrodillándose dela te de ella y agarrándole las manos con sumo cariño.
Deyanira negó con la cabeza.
-No, no. Hemos pasado por mucho para que esa reunión salga bien. No pienso echarme atrás ahora. Lo único que necesito es descansar.
-Pues venga-la animó Calen-, termínate el desayuno y te acompaño hasta tu habitación.
-Pero la reunión...
-No es hasta las 11, y no pueden empezar sin nosotros-replicó Calen guiñándole un ojo-. Podrás descansar un poco. ¿Pensabas hacer otra cosa?
-Pensaba prepararme el discurso para la Asamblea...
-Yeny, tienes labia suficiente como para rebatir los argumentos de Hierald y responder con soltura a lo que te pregunte la Asamblea. Dedícate a descansar.
Sin mediar más palabra, ambos terminaron de desayunar. Luego Deyanira se retiró a su habitación, acompañada por Calen. Allí, Deyanira se tumbó encima de la cama haciéndose un ovillo, intentando relajarse y, quizá, dormir un poco mientras le brebaje de Ashreln hacía efecto. Calen simplemente se echó a su lado, abrazándola por la cintura.



Fue Gern quien acudió a avisar a la pareja de que era el momento de ir a la reunión. Ambos jóvenes intentaron calmar a una Deyanira que, si bien estaba más despejada y sin dolor, seguí igual de nerviosa. Como si ello pudiera servirle de amuleto, Deyanira agarró con fuerza el diario de Hiria, y salió de su habitación perfectamente escoltada por Calen y Gern.
La sala contigua a aquella en que se celebraría la reunión ardía en bullicio y excitación. La concurrencia prácticamente peleaba por conseguir el mejor sitio para ver a la recién estrenada pareja real, a los miembros del Consejo, y a los miembros venerables de la Asamblea de Eruditos.
Lord Hierald fue el primero en llegar, acompañado del venerable Masser. Hierald se preguntaba cómo era posible que una reunión supuestamente secreta hubiera convocado a tantísima gente.
-Cuando los médicos recomiendan reposo a un Rey que ha estado a punto de morir, y éste se excusa diciendo que le es imposible porque la día siguiente debe acudir a una reunión extraordinaria del Consejo y la Asamblea para decidir si su novia es o no la Dama-contestó Masser-; no puedes esperar que los médicos sobre la extraña excusa que su Rey les ha puesto.
Tras ellos llegó Perin. Perfectamente vestido y peinado, y con su característico gesto de seriedad avasalladora, logró con su sola presencia que toda la sala callase.
Los últimos en llegar fueron Gern y Calen con Deyanira. A la entrada de los tres, se desataron los cuchicheos de la multitud. Deyanira se fijó en un grupo de damas de la corte que murmuraban mirándola descaradamente. Todas ellas rondaban su edad. Por cómo la miraban, Deyanira pudo darse cuenta de que no hablaban precisamente bien de ella. Sólo una permanecía en silencio. Una pelirroja de ojos verdes, cuya penetrante mirada inquietó más a Deyanira que los cuchicheos de las demás. Intentó encontrar a alguien que le resultara amigo de entre la multitud, y buscó a Eiris con la mirada rezando interiormente porque estuviera allí. La halló en un rincón, hablando con otras criadas. La doncella le saludó y le hizo una señal de apoyo. Deyanira sonrió a su amiga, sintiéndose instantáneamente reconfortada. “Vamos allá Yeny”, pensó mientras franqueaba la puerta de la Sala de Reuniones. “Tú puedes”.
La sala le recordó a Deyanira a la de un tribunal de manera horrorosa. Dos pequeñas mesas habían sido situadas frente a unas enormes gradas. En la mesa de la izquierda, Hierald esperaba con su habitual gesto de amargura. Gern se reunió con Perin y Masser en las gradas, mientras Calen indicaba a Deyanira que ellos debían sentarse en la mesa de la derecha. Durante unos minutos que a todos les parecieron eternos, esperaron la llegada de los miembros de la Asamblea. Finalmente, los diez eruditos, a los que Deyanira definiría en su mente como “una decena de Gandlfs teñidos muy pijos”, hicieron su aparición en la sala y ocuparon sus asientos en las gradas.
-Estimados y respetables miembros de la Asamblea de Eruditos-saludó Calen levantándose de su asiento-, os agradezco inmensamente que hayáis accedido a venir hoy aquí. El motivo de que se haya requerido vuestra insigne presencia es tan sencillo como importante: decidir, si la joven dama que está sentada a mi lado-explicó señalando a Deyanira-es o no la Dama anunciada por las profecías. El respetable lord Hierald de Bhöl, miembro del Consejo, fue quien pronunció la petición de confirmación que hizo necesaria vuestra presencia aquí. Así que a él cedo la palabra, para que alegue en contra de la ratificación de la identidad de esta muchacha. Si sois tan amable lord Hierald…-concluyó Calen sentándose de nuevo.
- Gracias, Majestad- Excelsos miembros de la Asamblea de Eruditos-comenzó Hierald-, os agradezco humildemente que hayáis aceptado mi petición de confirmación y hayáis acudido hoy aquí.
“Contrario a lo que todos mis compañeros del Consejo piensan, no tengo nada personal en contra de la bella dama que nos acompaña. Simplemente opino que concederle el título de “la Dama” es un asunto demasiado importante como para ser decidido únicamente por el Consejo. Y creo también, que si vosotros decidía que la joven a de ser nombrada la Dama, vuestra conformidad al respecto validaría por completo su identidad. Pero tal decisión debe ser tomada con sumo cuidado.
“La profecía nos habla claramente de que la Dama será una joven con el sol en los cabellos y la luna en la piel. Los estudiosos coinciden en que tal descripción corresponde a una muchacha de cabellos dorado y piel blanquísima. No puedo negar que esta joven es bella, desde luego, que posee un hermoso cabello y una blanca piel. Pero, si bien su melena adquiere un refulgente tono dorado al sol, y prácticamente a cualquier luz, no podemos juzgar que sea la Dama sólo por eso. Sin ánimo de causar ofensa a la doncella, no creo que su piel sea lo suficientemente inmaculada como para tratarse de la piel de la Dama. Por tanto ya hay una característica esencial que no se concentra en su persona.
“Luego está el tema esencial de su misterioso origen. Ella afirma provenir de la montaña, y hasta la fecha nadie ha osado contradecirla. Pero, ¿cómo llegó hasta la montaña? ¿Acaso vivió siempre en ella? ¿O tal vez llegó a través de ese medio misterioso que llaman “mar”? En todo caso, ¿por qué bajó de la montaña? ¿Qué la impulsó a venir hasta aquí? ¿Y quiénes son sus padres o hermanos? ¿Quiénes, su familia? ¿Cómo vamos a confiar en ella si apenas sabemos con certeza quién es? Estas son algunas de las preguntas que la muchacha debería responder, pero que por alguna extraña circunstancia procura evitar hacerlo.
“No pretendo, en ningún momento, convertir esta reunión en una jornada interrogatoria para esta joven, pero creo que necesitamos, es más, tenemos derecho a saber quién es realmente nuestra Dama.
“Salvo por el detalle del color de su piel, yo mismo he de reconocer que reúne todas las características de las que habla la profecía: su cabello, su voz, su forma de narrar… Y si así lo decidís, excelsos miembros de la Asamblea, y resolvéis ratificar la identidad de la muchacha, yo lo aceptaré gustoso y celebraré con regocijo la llegada de la Dama.
“Pero os pido que no toméis tal decisión sin deliberar antes arduamente sobre ella. No os preguntéis sólo si la joven es la Dama, sino también si, en caso de que lo sea, está preparada para asumir tal cargo y responsabilidad.
“La misión que le encomendaríamos es altamente difícil, y no sabemos si está mentalmente preparada para cumplirla. Nadie la adiestró sobre sus deberes, ni la ha instruido sobre sus poderes, y no sabemos si será capaz de aprender a utilizarlos, ni el tiempo que precisará para ello.
“Así que, no juzguéis quién es ella. Juzgadla digna o no, de tal cargo.”
Concluida su exposición, Hierald tomó asiento y un sepulcral silencio reinó en la sala. Los miembros de la Asamblea dirigieron a su vez sus cabezas hacia Calen, quien volvió a levantarse en ese preciso instante. Deyanira, nerviosísima, no dejaba de jugar con sus manos. Cuando la Asamblea dirigió su mirada a Calen, se echó instintivamente hacia atrás. “Si es que dan miedo”, pensó. “¡Son como una secta de fans de Dragones y Mazmorras!”.
Calen oprimió ligeramente el hombro de Deyanira en señal de apoyo, y comenzó su réplica a Hierald:
-Gracias, lord Hierald, por tan amable exposición sobre vuestra causa. Es increíble lo mucho que ha variado vuestra opinión en tan sólo una semana. Hace unos días creíais que esta joven era una impostora; hoy admitís que hay en ella ciertas señales de que sea la Dama. Y por cierto que voy a ilustraros a todos sobre esas señales.
Con paso resuelto, Calen se dirigió hacia las antorchas que daban luz a la sala, agarró una de la pared y enfocó con ella el pelo de Deyanira.
-La profecía dice que tendrá “el sol en los cabellos”-continuó-. Observadlo bien, y decidme si este cabello no reluce como el mismo sol. Aún a la luz tenue de las antorchas, y en la penumbra de esta sala carente de ventanas, su cabello centellea de una forma más que evidente-terminó su demostración colocando la antorcha en su sitio.
“Mencionáis también, lord Hierald, que la piel de la muchacha no es tan blanca como cabría esperar. Bien, no os contradigo, y dudo mucho que a ella le ofenda. Aunque, sin duda, habréis observado que, sin estar enferma, sí está inusualmente pálida. Pero el hecho de que su piel no sea lo suficientemente blanca, no significa que no tenga “la luna en la piel”. Observad esto.”
Calen alzó el brazo de Deyanira mostrando a todos el tatuaje de su muñeca. Los miembros de la Asamblea se levantaron y acercaron sus cabezas al unísono para ver mejor lo que Calen les enseñaba. Deyanira tragó saliva.
La Asamblea se miró entre sí, y finalmente uno de ellos bajó de las gradas y se dirigió a Deyanira. Con un gesto, le pidió que le enseñara el brazo y ésta miró a Calen dudando de que fuera una buena idea. El chico asintió completamente convencido y Deyanira le tendió el brazo al hombre, desconfiada.
-Es un tatuaje- le explicó.
El hombre asintió y examinó la media luna dibujada. Se acercó tanto para verlo bien, que a Deyanira le dieron ganas de arrearle un guantazo por acosador, sobre todo en el momento en que el hombre se chupó el dedo y el tocó el tatuaje. Pero desechó esa idea de su cabeza, tanto por parecerle poco apropiado si quería causar buena impresión; como porque Calen le agarraba suavemente la otra mano pidiéndole que se calmara.
Finalmente, el hombre soltó a Deyanira y le sonrió. Volvió a su asiento y murmuró algo a sus compañeros, tras lo cual todos volvieron de nuevo la cabeza hacia Calen, invitándole a que siguiera su discurso.
-También habéis hablado sobre su origen, Hierald-prosiguió-. Reconozco que no nos ha dicho nada acerca del lugar del que viene. Pero francamente, no lo considero importante. ¿Qué relevancia tiene ese dato? ¿Qué importancia tendrá su lugar de procedencia? Lo realmente esencial es que pueda romper la maldición. ¿Acaso su poder sería menos si hubiera salido de debajo de la tierra? ¿Es que una rosa dejaría de ser una rosa si tuviera otro nombre? Qué importa de dónde venga, lo importante es lo que sea capaz de hacer aquí. Que sepa canalizar su poder y romper la maldición.
“Y esto me lleva a discutiros los dos últimos puntos de vuestra alegación. Primero: dudáis de que esté preparada. Segundo: dudáis de que sea digna. Permitidme que os cuente algo, ilustres presentes. El porqué de mi extraña enfermedad el día de ayer.
“En la tarde de dos días ha, acompañé a esta joven hasta los aposentos de la Reina Hiria, a través de un pasadizo subterráneo que atravesaba el Bosque. Fue ella quien, utilizando sus poderes, abrió el pasadizo escondido tras los cuadros del pasillo de los retratos. En dichos aposentos, fui atacado por el Bosque. Una rama me apresó y se clavó en mi nuca. Podía sentir cómo me succionaba la sangre. Cualquier persona normal hubiera huido. Pero esta joven se irguió orgullosa y ordenó al Bosque que se detuviera. Y el Bosque obedeció sumiso.
“El ataque del Bosque me sumió en una terrible enfermedad, y ella fue la primera en darse cuenta. Sacando fuerzas de flaqueza, cargando con mi cuerpo casi inútil, me trajo de vuelta a través de todo el pasadizo, para caer desfallecida sólo en el momento en que se aseguró de que yo estaba bien atendido.
“No contenta con ello, y a pesar de su delicado estado de salud, insistió en verme en cuanto recuperó la consciencia y supo de mi estado. Utilizando sus poderes, consiguió lo que ni los mejores médicos del reino habían podido: expulsar el veneno de mi cuerpo y restablecerme la salud.
“Sentido de la responsabilidad, capacidad de sacrificio, valor, y, sobre todo, dominio sobre sus poderes, son tan sólo algunas de las cualidades que esta joven demostró con este suceso. Creo que con ello prueba, no sólo su identidad como la Dama, sino también su capacidad como tal. Demuestra que es completamente digna y capaz de tal cargo.”
Terminado su alegato, Calen tomó asiento. Gern sonreía ampliamente y el venerable Masser asentía con satisfacción. Perin no había mudado su gesto, pero en sus ojos había un brillo triunfal. Hierald mantenía un prudente e inmutable gesto cabizbajo. Calen agarraba con orgullo la mano de Deyanira, quien no dejaba de tocarse el pelo, nerviosa. La Asamblea, por su parte, cuchicheaba con alboroto. Tras una deliberación que a todos les pareció eterna, el hombre que había examinado el tatuaje de Deyanira se levantó y anunció con voz potente:
-En pie la dama.
Deyanira estaba segura de que, en esos momentos, los latidos de su corazón retumbaban en las paredes de la sala como los hicieron los del corazón delator en los oídos del asesino de Poe.

martes, 1 de diciembre de 2009

6 de agosto: Las noticias vuelan II

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Y ambos se complacen en anunciar que han iniciado su noviazgo, esperando que todo el reino se regocije de su amor y sea partícipe de su alegría.

En eEl dichoso bando ha empapelado por completo las paredes de todo el castillo. Después de la comida, no había un solo rincón de este lugar en que no pudiera leerse el comunicado que anunciaba que Calen ha sido curado por esa tal Deyanira, la extranjera que dice ser la Dama, ¡y que ambos además son novios ahora!
Yo era la novia de Calen. Hace tres años, el reyecito besaba el suelo que yo pisaba. ¡Oh, sí, cómo me adoraba! Cada mañana hacía que me trajera dos rosas rojas a mis aposentos, acompañadas de una nota en papel verde que decía:
En el verde de tus ojos
veo siempre dos llamas:
una es le fuego de tu pelo,
la otra la hoguera que desatas en mi alma
Extremadamente cursi.
Yo creía que la relación iba bien. Que en cualquier momento haría oficial lo que ya era evidente: que Calen estaba loco por mí y deseaba que fuera su esposa. Pero el esperado anuncio nunca llegó.
-Tú eres hermosa, Ellia-me dijo una tarde-. Eres la doncella-eso es lo que él se pensaba- más hermosa de todo el reino. Y cualquier hombre sería inmensamente afortunado por convertirse en tu esposo. Por eso te mereces a alguien que te ame de verdad. Y ése no soy yo.
Y sin mediar más palabra, se marchó.
Peor yo no me quedé de brazos cruzados. Como hija de la casa de Danhna, la más noble y excelsa casa del reino, fui educada para ser una reina.
Desde pequeña aprendí no sólo las labores propias de mi sexo, como tejes, cocinar y bordar; sino también gramática, matemáticas, geografía, historia, literatura y filosofía, lenguas extranjeras, música, danza, e incluso medicina y astronomía.
Aprendí también el sutil arte de la seducción. Como modular la voz, mirar a un hombre, y jugar con la conversación. Aprendí a embellecer mi rostro con el maquillaje, y a resaltar las formas de mi cuerpo con discretos escotes y ceñidos corpiños. Aunque bien es cierto, que esto último nunca me ha sido muy necesario pues, sin lugar a dudas, soy la joven más hermosa del reino.
Mi cabello, rojo del color del fuego, llamea con el sol; y mis rizos caen en cascada hasta el final de mi espalda. Mis ojos, verdes oscuros, grandes y alargados, parecen felinos con el khöl negro que en ellos me aplico. Mis labios, suaves y carnosos, resultan tentadores cuando los pinto de rojo y contrastan profundamente con mi piel de alabastro. Y mi cuerpo, sin duda, es la mejor de mis armas. 1.70 metros de tentación pura, lo sé: mi cintura y talle son estrechos, y en cambio mis pechos y caderas están generosamente rellenos. Soy la perdición de cualquier hombre. Y soy consciente de ello.
Por eso, nunca he dudado en servirme de mi cuerpo para lograr lo que quiero. Utilizo mi belleza para conseguir mi más soñado objetivo: convertirme en la reina de Translot. Sólo me guío por un sencillo lema, que es el que ha determinado toda mi filosofía vital: SEXO Y PODER.
Mi plan era muy simple: seducir a Calen para que se casara conmigo. Y hubiera salido bien, si Calen no hubiera sido tan idiota y no me hubiera dejado. Pero no me importa. Descubrí otras formas de acceder al trono. Así fue como conocí a Siete.
Siete forma parte del grupo de los conjurados, personas que creen firmemente que la estirpe de Hiria no debería reinar en Translot, y que harán cualquier cosa por cambiar eso, e instaurar en su lugar al linaje de su hermano. Su objetivo principal, por supuesto, es asesinar a Calen. Y tras ello, colocar al único heredero que ellos consideran legítimo en el poder. Por supuesto, ése es Siete.
Conocí a Siete cuando Calen decidió estúpidamente que ya no quería estar conmigo. Realmente ya conocía a Siete, aunque, por supuesto, yo no sabia nada de quién era en realidad.
Siete siempre había estado enamorado de mí. Como muchos de por aquí, no me extraña. Y cuando me vio libre de Calen, me reveló quién era en realidad, y me suplicó que fuera su compañera.
Por supuesto, yo evadí mi respuesta hasta asegurarme de sus afirmaciones. Pero tras asistir a unas cuantas reuniones de sus compañeros, y comprobar la efectividad de sus planes (gracias a los cuales Calen estuvo especialmente “torpe” durante un par de semanas), terminé por creerle y ceder a sus deseos.
Ahora Siete y yo somos amantes. Bastante satisfactoriamente para mí en los últimos años, debo añadir. Al principio le constaba un poco. No estaba versado en las artes amatorias, y menos aún en los juego de cama. Por fortuna soy una buena maestra y él es un excelente alumno. Con práctica y paciencia, en poco tiempo mejoró notablemente y ahora se ha convertido en el mejor de los amantes que yo he tenido jamás. Y lo cierto es que soy incapaz de recordar cuántos he tenido.
A diferencia de la mayor parte de los jóvenes por aquí, yo hace mucho que dejé de ser virgen.
A los 14 años, mi padre me regaló un medallón de oro, enganchado en una cadena de perlas. El medallón llevaba incrustados 14 rubíes tallados en forma de estrella, y en la parte trasera llevaba la inscripción: “Tú eres mi estrella”. Mi padre encargó el trabajo al mejor orfebre de la cuidad. Y fue su hijo quien se ocupó de traerlo a mi fiesta. Al despedirlo, obligué a un criado que ordenara al muchacho aguardar en lo establos. Allí yací con él.
El joven era alto, fuerte, y tenia 18 años. Su pelo era castaño y sus ojos oscuros. Se notaba que aprendía bien el oficio de su padre; sus manos sabían exactamente dónde tocarme. Nunca supe su nombre. Tampoco me tomé las molestias de averiguarlo.
Desde entonces, mi lista de amantes ha sido extensísima. Nunca un hombre se me ha resistido en cuanto he puesto los ojos en él. Ninguno, salvo Calen.
Como casi toda mi generación, Calen tenía una absurda idea moral acerca del matrimonio y la virginidad. Pensaba que llegar virgen al matrimonio es una señal de respeto para aquella persona con la que vas a compartir tu vida. Yo creo que eso es una estupidez. ¿Por qué iba a reservarme para una sola persona cuando puedo tener todas las que quiera? Además, yo sólo pienso contraer matrimonio con aquél que ciña la corona. El resto son sólo un juego.
Por supuesto, de estas opiniones mías no saben nada mis padres. Para ellos sigo siendo una inocente y casta jovencita. A quien, por cierto, ya empiezan a apremiar para que se case.
-Hija mía-me dicen continuamente-, tienes ya 21 años. Es hora de que contraigas matrimonio, de que te asientes y formes tu propia familia.
Yo me excuso diciendo que, hasta ahora, ningún hombre ha conseguido “hacer nacer en mí un amor mayor que el que siento por mis padres”. Y aunque al principio funcionaba, cada vez me cuesta más trabajo y argumentos convencerles de que deseo permanecer soltera. Es indispensable para mis planes.
SEXO Y PODER, me repito a mí misma todos los días. El sexo, para alcanzar el poder. El poder que mis padres no tuvieron el valor de ambicionar. Al morir Calen I, mi familia pudo haber llegado al trono. Pero no tuvieron las suficientes agallas de colocarse en él. Por eso me juré a mí misma que yo lo haría por ellos. Conquistaría el trono, y colocaría a mi familia en el lugar que les corresponde. Últimamente, Siete me hace a menudo la gran proposición.
-Ellia, amada mía, cásate conmigo. Casémonos en secreto, hoy mismo, esta noche.
Pero yo siempre le doy la misma respuesta:
-Cuando seas Rey, mi amor. Cuando seas Rey.
No aceptaré ningún cónyuge de categoría inferior a la del Rey.
¡Oh, todo hubiera sido perfecto si el estúpido de Calen no me hubiera dejado! Aún a estas alturas me pregunto qué falló. Por qué no bastaron mi belleza y mis encantos para retenerle. Y ahora, una nueva pregunta sacude mi cabeza: ¿qué tiene esa niña extranjera que no tenga yo? ¿Qué ha hecho ella para convertirse en novia oficial, para lograr en apenas una semana lo que yo no logré en casi diez meses?
No es tan hermosa como yo. Su belleza es insignificante comparada con la mía. Cierto, es la Dama. O eso es lo que dice ella. Mucho me temo que, por esa condición, su cabello sea su único encanto. Verdaderamente posee un hermoso color dorado, pero sólo cuando lo alumbra la luz del día. Si no, es de un castaño de lo más corriente. Además es muy lacio y sin cuerpo, y mucho más corto que el mío.
Sus ojos no tienen ningún misterio. Marrones, simplemente. Y son muy pequeños. Desde luego no poseen la mirada hechizadora de los míos. Ni siquiera es realmente guapa. Su cara no es hermosa, simplemente es...resultona. Y su cuerpo, ¡no tiene comparación con el mío! Es mucho más bajita que yo, tiene los pechos mucho más pequeños, y las caderas mucho más anchas. Y estoy segura de que ella está más gorda que yo.
En cuanto a su personalidad...¡oh, por favor! Ni siquiera sabe como comportarse ante la corte. Actúas de un modo sumamente vulgar y pueblerino, sin ningún tipo de educación. Reconozco que tiene cierto talento musical pero, ¿de verdad es música eso que canta? Porque tengo mis serias dudas al respecto. Y si bien es cierto que posee un aceptable nivel como cuentacuentos, ¿de qué le sirve? Los cuentos, sólo sirven para entretener a los niños en la cama. A los jóvenes se les entretiene en la cama de otras formas.
Reconozco que cuando se desataron los rumores de que habían yacido juntos, me enojé mucho. ¿Con esa insignificante crías consintió en acostarse Calen antes que conmigo? Pero en seguida desaparecieron mis temores. Recordé que Calen posee una estricta moral respecto a las relaciones sexuales, así que dudo mucho que él hubiera insinuado anda o que hubiera sucumbido a los deseos de ella. Aunque también tengo mis serias dudas respecto a que ella hubiera sido capaz de proponer algo semejante. No tiene aspecto de saber cómo hacer tal cosa. No tiene el porte. Ni las maneras. Seguro que tampoco la experiencia. No, estoy segura de que ella aún es virgen.
Reflexionando todo esto, no puedo evitar reformular mi pregunta: ¿qué ha visto Calen en ella?
-Hoy estás inquieta, Ellia. ¿Qué te ocurre?-pregunta Siete.
Llevamos toda la tarde en la cama. Pero hoy no me encuentro de humor.
-Es ése anuncio. Lo de Calen y ésa extranjera.
-No me digas que estás celosa...-insinúa besándome el cuello.
-¿De esa niña? ¡Jamás! Pero podría convertirse en un obstáculo.
-No te preocupes por eso...Lo tenemos todo bajo control.
-¿Bajo control? ¿Quién puede tener nada bajo control ahora? ¡Ya has visto lo rápido que han anunciado la relación! A ese ritmo, ¿cuánto crees que tardarán en casarse? ¿O en tener su primer hijo? Las cosas se nos están complicando muchísimo, ¡y a ti no parece importarte!
-Tranquila, mi rubí-replica besándome-. Todo está controlado. Calen y Deyanira no llegarán nunca tan lejos. Ella tiene planeado marcharse en cuanto sepa cómo.
-¿Y aún así ha consentido en que se anuncie la relación? ¿En qué está pensando Calen? ¿Por qué lo hace público si no va a durar?
-Está enamorado...
Pff, amor, ¡menuda tontería! El amor es para los cobardes y los pusilánimes. Es el sentimiento más inútil del mundo. Entretiene tu mente y la aparta de sus verdaderos objetivos. Los enamorados pierden su ambición para entregarse por completo a la otra persona. Son incapaces de pensar con claridad y con lógica, y sus pensamientos están permanentemente ocupados en lo que han hecho o piensan hacer con la persona amada. Su discernimiento se nubla y se convierten en simples peleles sin metas en la vida. Definitivamente, el amor es para idiotas.
-En cualquier caso, esa chica sigue siendo un obstáculo. Y si el bando es cierto y ha curado a Calen, está aprendiendo a utilizar sus poderes.
-Eso es bueno, mi amor. La necesitamos para que rompa la maldición. Cuanto antes lo haga, mejor.
-Pero si desarrolla por completo todos sus poderes, ¿no teméis que os descubra? Dicen que la Reina era capaz de leer los pensamientos, que tenía el don de la profecía, y se supone que la chica tiene sus poderes...
-Tendremos cuidado con lo que pensamos.
-¿Pensáis matarla también?
-Se va a marchar por voluntad propia...eso no va a ser necesario.
-¿Y si decide quedarse?
-No lo hará.
Yo no estaría tan segura. Aunque tenga planeado marcharse, si está enamorada de Calen, la muy estúpida se quedará aquí.
-Pero aún así-respondo severamente separándome de Siete, que no ha dejado de besarme el cuello en un vano intento de excitarme-, tenéis un plan para ella, ¿verdad?
-Pues claro...primero dejaremos que rompa la maldición. Luego le diremos que en realidad Calen no piensa dejar que se vaya. Y a partir de ahí dejaremos que la naturaleza siga su curso.
-¿Y ya está? ¿Eso es todo el plan?-jamás había oído un plan tan absurdo y poco trabajado-¿No habéis pensado en nada más?
-No hace falta--- En cuanto lo sepa, Deyanira se marchará, y tras la monumental discusión que tendrá con Calen, éste quedará destrozado. Aprovecharemos entonces y le incitaremos al suicidio.
El plan es francamente absurdo. No dudo de que es su momento pudo haberles parecido brillante, pero es más que obvio que tiene, como mínimo, cuatro fallos importantes.
-No me gusta ese plan, Siete. Hay un montón de cosas que podrían salir mal, variables con las que no habéis contado. Para empezar, Deyanira podría cambiar de opinión. Y si está enamorada es seguro que se lo replanteará de forma seria. En ése caso, si le decís que Calen está buscando la forma de retenerla, podríais provocar le efecto contrario del deseado. Podría cambiar de opinión al darse cuenta del deseo de Calen y quedarse aquí. Y en ése caso tendríais un doble problema: un rey vivo con una Dama todopoderosa para protegerle y clamar venganza en caso de que fuera necesario. Incluso podrían llegar a más y entonces tendríais un tercera persona de que preocuparos.
-¿Y qué sugieres que hagamos, mi malévola mente?
Es difícil de decir qué se puede hacer. Me parece bien que quieran dejar a Deyanira marcharse a su libre albedrío, antes que matarla. Se ahorrarán todo el trabajo de planear minuciosamente el asesinato, ocultar posteriormente las pruebas y buscarse coartadas creíbles. Más aún, debido a la investigación que desataría un asesinato de tal envergadura como sería el de la Dama. Peor no tienen forma de estar plenamente seguros de que vaya a marcharse. Podría cambiar de opinión, y no tienen a nadie metido en su entorno para vigilarla.
Y luego está el tema del suicidio de Calen. Requiere una gran sutilidad el manipular la mente de alguien para incitarle a tal cosa, y no saben hasta qué punto podría llegar a ser fuerte la mente de Calen. Calen tiene un sentido muy sólido y asentado de cuál es su deber como monarca. No dejará a Translot sin rey por voluntad propia así como así. Habrá que pensar en otra cosa.
-Necesitáis tener controlada a Deyanira. Ella es la clave de todo el plan. Es necesario que estéis muy seguros de que va a marcharse en cuanto rompa la maldición y tenga oportunidad de ello. No os conviene tener a una Dama todopoderosa, furiosa y clamando venganza por la muerte de su amado. Necesitáis infiltrar a alguien en su entorno. Tenéis perfectamente cubierto a Calen, peor no os podéis fiar de la información que os llegue de Deyanira a través de él. Ella podría mentirle y, de todas formas, a pasar por tantas personas, parte de la información se perdería. Tenéis que introducir a alguien en su círculo más íntimo. ¿Qué hay de esa criada que trabaja para ella...Eiris?
-Es completamente leal a Calen.
-Lástima. Alguien así os vendría muy bien. Necesitáis a alguien cercano. Alguien con quien pase Deyanira todo el tiempo, con quien hable y en quien confíe. Un amigo suyo.
-Podrías hacerlo tú-sugiere.
-¿Qué dices? ¿Tratar yo con alguien como ella, con alguien tan vulgar? ¡Eso jamás!
-Piénsalo Ellia. Es perfecto. Te haces pasar por su amiga, te ganas su confianza y ella empieza a contarte todo lo que se le pasa por la cabeza. En caso de que fuera necesario, podrías incluso guiarla para que haga lo que nosotros queramos. Hasta marcharse de aquí y alejarse de Calen.
Es una idea completamente estup...¡estupenda! Deyanira ni siquiera lo sospechará. La pobre niña extranjera está sola en el castillo rodeada de extraños y sin amigos con quienes jugar. Incluso se alegrará de que alguien muestre un mínimo de interés afable por ella.
-Tienes razón mi amor. Es una idea fabulosa. Y lo mejor es que ella ni siquiera lo verá venir. Podré informaros de todo lo que ella haga y, en caso de que fuera necesario, manipularla para que haga lo que queramos.
Resulta tan emocionante la idea de actuar de espía... Es una forma de conseguir mi objetivo de llegar al trono sumamente novedosa, ya que no implica el acostarme con nadie, y me permitirá participar más activamente en las actividades del grupo de Siete. Será fabuloso poder desempeñar una actividad semejante, una que realmente me permita desarrollar todo mi potencial. No digo que con el sexo no lo haga pero...a veces el sexo es algo que no me llena. Soy toda una belleza, lo sé, pero soy también mucho más. A veces tengo la sensación de que, cuando Siete me mira, sólo ve un cuerpo. Y esto me permitirá demostrar que también soy un cerebro. Un cerebro inteligente y una mente sutilmente manipuladora.
-¿Crees que tus jefes lo aprobarán, Siete?
-No tienen por qué enterarse.
-¿Cómo dices?
-Tú cuéntamelo todo a mí. Yo se lo contaré a ellos. No tiene por qué saber el origen de la información.
¿Cómo dice? ¿Pretende llevarse él toda la gloria de mi trabajo? ¡Ni hablar! Éste no sabe con quién está tratando.
-Siete, o les cuentas ahora mismo a Uno y a Tres que yo voy a actuar para vosotros como espía de Deyanira, o tú y yo hemos terminado.
-Pero Ellia, querida...
-¡No pienso dejar que tú te lleves toda la gloria de mi trabajo! Somos pareja, y debemos compartirlo todo. Tanto los deberes como los méritos.
-Pero es que nunca ha habido una mujer en el grupo de los conjurados.
-Pues seré una pionera. Pero díselo. Mándales una nota ahora mismo. Delante de mí.
Resoplando, Siete se levanta del lecho y se dirige al escritorio. Bajo mi supervisión, escribe una nota para Uno y Tres:

Ellia ha tenido una idea para que podamos mantener vigilada a Deyanira:
Si la aceptamos en nuestro grupo, ella se hará pasar por amiga de Deyanira para así lograr sacarle toda la información posible sus planes con Calen y el Bosque.
7

Siete manda la nota con un criado de confianza. Mientras esperamos una respuesta, yacemos juntos de nuevo. Todavía tenemos la respiración agitada cuando llega el criado con la contestación de Uno y Tres.

¿Una mujer entre los conjurados?
Eso es algo extraordinario, nunca una mujer se ha incluido entre nuestras filas. No obstante, nos vendría bien una persona infiltrada en el círculo de la chica.
Bienvenida, Ellia. Búscate un buen nombre en clave.
1 y 3

-No lo puedo creer... ¡Te han admitido!-exclama Siete.
-¡Voy a ser una conjurada! Es tan emocionante...
Presa del pletoricismo, beso apasionadamente a Siete.
-Tenemos que buscarte un buen nombre en clave. ¿Qué te parece Una?
-Ah, no. No pienso tener el nombre de un número, por muy feminizado que esté. Es algo de lo más cutre y poco estiloso.
-Pero es la tradición...
-Siete, creo que mi caso es una más que evidente muestra de que las tradiciones están para romperse...
-¿Y cómo piensas llamarte entonces?
Excelente pregunta, para la que desafortunadamente no tengo respuesta. Quiero un nombre elegante, regio, sugerente, estiloso, hermosos... Como yo.
Pensativa, me asomo por la ventana. La presencia de la supuesta Dama empieza a causar estragos...los rosales están más bellos que nunca.
-Creo que ya sé cómo me voy a llamar.
Rápidamente, me dirijo al escritorio y garabateo una nota para Uno y Tres:

Estimados Uno y Tres:
De todo corazón os agradezco que me permitáis incluirme en vuestro selecto grupo.
Os aseguro que no os arrepentiréis de haber tomado esta decisión.
A partir de este momento, llamadme OSIRIA
[1]










































[1] La OSIRIA es una variedad de rosa especialmente rara. Su principal característica, es su colorido.
Se trata de una rosa que juega con dos colores en la misma flor. La parte interna del pétalo es de color rojo oscuro /granate, y su parte más externa es de un blanco precioso. Dicha combinación, la hace merecedora de su peculiar belleza.
La gracia de que Ellia elija esta flor para ser su nombre en clave, está en que ella es exactamente igual a la flor: su pelo rojo oscuro se corresponde con la parte interna del pétalo, y su piel, blanquísima, con la parte externa de la flor. Ambas son, además, particularmente bellas.

domingo, 15 de noviembre de 2009

15 de julio: Lo que te conté cuando creía que dormías

Es la segunda vez en lo que va de semana que me encuentro en esta habitación, aunque ciertamente que ha sido más difícil llegar en esta ocasión. Si bien no tanto por la extrañeza que causaba en la gente en el apareciera en camisón con Perin llevándome del brazo (lo de dejar flipada a la peña cada vez que aparezco ya lo tengo asumido y más que superado), como por la odisea que ha supuesto llegar hasta aquí.
Par empezar, cada vez que nos cruzábamos con alguien de la corte, nos parábamos a evadir tan educadamente como Perin podía, las preguntas que nos hacían. Y si no nos hemos encontrado con 30 personas de camino a aquí, no nos hemos encontrado con nadie.
Luego nos hemos topado con una especie de cordón de seguridad formado por soldados que, si bien estaban dispuestos a dejar pasar a Perin, a mí por poco no me linchan. Vamos, que porque Perin les ha echado una de sus miradas de “haz lo que te digo o te succiono la alegría” que si no...a estas horas iba a estar yo aquí.
Después de pasar el cordón de seguridad, nos hemos cruzado con el Jefe de Protocolo, que no se le ha ocurrido mejor cosa que ponerse a criticar sobre que yo fuera en camisón. Normal por otra parte, que para eso es el Jefe de Protocolo. Pero, ¿qué hace un Jefe de Protocolo pululando por la zona X de un rey enfermo cuyo acceso no sólo es restringido, sino que además es limitado? ¿Temen que si se muere los pasos que se den no sean acordes al protocolo?...Vale Yeny, mejor no lo pienses. Desecha esa idea de tu cabeza. Piensa mejor que, en realidad, no era le Jefe de Protocolo, sino un mayordomo que la enorme cantidad de tila y valeriana que has ingerido antes te ha hecho confundir con uno. Sí, eso es. Mejor estar colocada que de funeral.
Y por último, al llegar a las puertas de la habitación de Calen, me encuentro con Eiris. Es cierto que en la sala debía de haber como media docena de médicos, una decena de guardias y el mayordomo alias “Jefe de Protocolo” que nos estuvo siguiendo hasta aquí, pero la primera persona a la que yo vi fue a Eiris. Y gracias al cielo que estaba sujeta del brazo de Perin, porque si no me hubiera vuelto a caer redonda en el sitio. Y la escena ha sido de todo menos discreta.
Eiris llevaba una bandeja con tazas y una enorme tetera de porcelana, que se le ha caído al suelo nada más verme, y acto seguido me ha señalado con dedo acusador exclamando:
-¿Qué estás haciendo tú aquí? ¡No deberías estar aquí!
Yo intenté hacerla entrar en razón:
-Eiris, por favor, no hablemos de esto ahora. No hay tiempo.
Pero fue inútil. Eiris estaba fuera de sí.
-¡Todo esto es culpa tuya! Tú te empeñaste en buscar ese pasadizo, en meterte por él, y en que el Rey fuera contigo. Tú te burlaste del poder del Bosque, y tú eras la que estaba distraída mientras al Rey de atacaban.
-Eir, por favor, intenta clamarte. Hablaremos de esto luego...-necesito que razone. No hay tiempo para discutir. No tengo tiempo para discutir. No tengo nervios para discutir.
-¡Fuiste una irresponsable! Lo trajiste hasta aquí, medio a rastras y semimoribundo, y luego pretendiste desentenderte de todo el asunto.
-¡No fue así Eiris! No tienes ni idea de lo que realmente pasó. Lo traje a rastras y medio muerto, sí, ¡pero me dejé el alma y el pellejo para traerlo hasta aquí! Puedes hablar todo lo que quieras, pero tú no estabas allí y ni te imaginas lo que pasó en realidad. Si hubiera sido una irresponsable, si me hubiera desentendido de todo, habría salido huyendo en cuanto esa rama lo atacó y ahora no estaría aquí.
-¿Y cuál hubiera sido la diferencia? Se va a morir igual. ¡Y va a ser sólo culpa tuya!
-¡Ya basta!-exclamó Perin por fin- Apartaos del medio muchacha, y controlad vuestros nervios. Puede que ella sea la única causante del estado del Rey, pero también es la única que puede curarlo.
Y sin esperar a que Eiris se aparte de la puerta, se dirige con paso decidido hasta la habitación, donde una nueva horda de médicos nos da la bienvenida. Tras despachar miserablemente a los médicos, asegurando que lo mejor para Calen era tenerme cerca, Perin me conduce hasta la cama de Calen, donde me siento. Calen no habla. Casi no se mueve. Casi no respira.
-Los médicos le han sedado-explica Perin-. Para que no sufra tanto.
¿Cuánto el debe doler? ¿Cuánto debe estar sufriendo? ¿Es posible que lo sienta estando dormido? No puedo imaginarme lo que debe ser sentir el veneno recorriendo tu cuerpo, hundiendo sus raíces en lo más profundo de tus órganos, devorando tu corazón, tu hígado, tus pulmones... He sentido el aliento de la muerte en mi nuca, he sentido la angustia de la falta de aire, la lucha por conseguir que el oxígeno llegue a mi cerebro, el miedo cuando todo empieza a tornarse negro y sientes que tu alma escapa junto al grito ahogado que sale de tu garganta. El dolor más agudo hundiéndose en mis entrañas.
Pero sólo era un sueño. Un recuerdo quizá. No era real. En cambio, lo que Calen siente es muy real.
Calen me despertó de mi pesadilla, lo menos que puedo hacer es corresponderle de la misma manera.
-¿Necesitáis algo? ¿Algún tipo de material?
No tengo ni idea. Bueno, tengo una ligera idea, pero no sé si resultará.
-Ponedlo boca abajo. Necesito verle la costra. Y traedme un bisturí esterilizado, paños calientes, y un vaso limpio.
Asintiendo con la cabeza, Perin gira a Calen y va a buscar lo que he pedido. Yo me quedo mirando a Calen con los ojos ensimismados, rozándole con los dedos la horrible costra verde, intentando reprimir mi asco todo lo posible.
-¿Os hace falta algo más?-pregunta Perin depositando las cosas sobre la mesilla.
-Marchaos. Dejadme sola. Y que nadie entre hasta que yo salga. Que nadie me moleste, Perin.
De nuevo, asiente.
-¿De verdad creéis que podéis curarlo?
-Nada perdemos por intentarlo.
Perin no dice nada. Simplemente me oprime ligeramente la muñeca, como si quisiera darme ánimos o dárselos a sí mismo. Y se va. Yo me tumbo junto a Calen. Me he quedado sola con él.
-Esto es lo último que deseaba Calen. De verdad. Yo sólo quería encontrar el Diario y volver a casa. Nunca imaginé que pasaría esto. Si lo hubiera sabido...jamás te hubiera llevado conmigo.
“Pero yo sólo quería estar contigo... Es lo único que he querido desde que te vi. Sé que últimamente no lo he demostrado demasiado...pero lo hice por ti... Bueno, realmente lo hice por mí. No quería, no quería enamorarme de ti Calen. Tenía miedo. Tú serías mi razón para quedarme y sabes perfectamente que no puedo hacer eso. Tengo que volver a casa, tarde o temprano, y eso significa que no puedo tener nada que me retenga aquí. Ni siquiera tú. Es lo más juicioso.
“Pero nadie ha dicho que yo fuera juiciosa. Y por mucho que yo intentara alejarme de tu presencia, no podía apartarte de mi mente. No podía dejar de pensar en ti, de acordarme de ti, de desear estar contigo. Y así fue como fallé en todo lo que me había propuesto. Sin darme cuenta, sin quererlo, me enamoré de ti.
“Sí, sí Calen, te quiero. Y sé que tú también me quieres a mí. Y desearía tanto poder estar contigo siempre... Por eso me duele tanto quererte, porque te deseo y no puedo tenerte.
“Y ahora tú estás a punto de morir y yo...¡y yo me pongo ahora a decirte lo que siento! Ya ves, ¿no te parece absurdo? Justo tengo que decirte lo mucho que te quiero cuando tú no puedes oírlo.
“Te juro Calen, que si sales de ésta, seré tu novia. ¡Y a la mierda el futuro, a la mierda lo que piensen los demás! Sólo estaremos tú y yo, ¿de acuerdo? Sólo tú y yo.
“Pero tienes que salir de ésta Calen. Tienes que despertar. Tienes que mirarme y echarme la broca `por estar en camisón y en tu cama. Y luego pedirme explicaciones. Y entonces volveremos a hablar de lo que sentimos. Y yo te abrazaré, y te besaré, y ya nunca me separaré de ti hasta que deba hacerlo. Y tenemos suerte de que no sepa cuándo será eso.
“Así que date la vuelta y mírame Calen. Date la vuelta y mírame. ¡Mírame!”
Pero Calen no se gira. Ni me mira. Sigue ahí tumbado, boca abajo, a mi lado. Casi sin moverse. Casi sin respirar. Como si estuviera muerto.
Al igual que en la búsqueda del pasadizo, al igual que en la charla con los cuadros, al igual que en la lucha contra la rama, sólo tengo una corazonada de que esto pueda resultar. Pero mis corazonadas no me han fallado hasta ahora. Así que a ella me queda aferrarme. Por Calen.
El Bosque es mi reino. Mi reino, mi Bosque. Mi Bosque, mi veneno. Si el Bosque entero me debe obediencia, el veneno también debería de obedecerme. Al fin y al cabo, es un “fruto del Bosque”. Así que lo voy a concentrar todo en un único punto desde el que sea fácil extraerlo después. Poso las manos sobre la costra de la espalda de Calen, cierro los ojos, y me concentro.
-Como Dama del Bosque te ordeno que acudas a mi llamada, y te concentres bajo mis manos.
Noto calor bajo las manos y el cuerpo de Calen empieza a convulsionarse violentamente. Cada vez noto más calor, y Calen se agita más fuertemente. Pero no abro los ojos, ni aparto las manos. Aguanto firme, hasta que se detiene.
Cojo el bisturí y le rajo la costra. De la herida empieza a supurar un horrible y espeso líquido negro. Lo recojo en el vaso, y limpio la herida con un paño. En cuanto el cuerpo de Calen queda libre del veneno su herida se cierra, y la costra desaparece. Es como si nunca la hubiera tenido.
Me alivia muchísimo ver que está bien. Me siento inmensamente feliz al saber que se va a poner bien, que vivirá. Me siento tan feliz y tan plena, que la emoción me impide moverme. Me limito a acariciarle cariñosamente el pelo. Calen parece profundamente dormido. Me dan unas ganas enormes de abrazarlo, pero no quiero despertarlo. Y me limito a seguir acariciándole suavemente el pelo. Pronto, Calen empieza a moverse. Se da la vuelta, abre los ojos y, por fin, me mira.
-Buenos días cariño.
-Deyanira...¿estamos en pijama en mi habitación? ¿Y me acabas de llamar “cariño”? ¿Acaso esa rama me mató y ahora estoy en el Más Allá?
-No Calen-respondo sonriendo-. Estás muy vivo. Estás en casa. Y yo estoy contigo.
-Estábamos en la habitación de Hiria. Y una rama me atacó.
-Te liberé. Y te traje hasta aquí.
-Tendría que estar muerto...
-Te curé.
-¿Cómo?
-Como tú siempre me decías. Usando mis poderes.
-¿Usando tus poderes?
-Claro que sí, cariño.
-¿Por qué me llamas cariño?
-Porque te quiero, Calen-le confieso. Y él me mira asombrado.
-Yo también te quiero, Yeny.
Es el momento. Me acerco lentamente a él, acariciándole con cariño la cabeza.
-Yeny, tal y como estamos, ¿crees que debemos hacer esto ahora?
¿Tal y como estamos ahora? ¿Se refiere a en pijama, en su habitación, completamente a solas y, no obstante, con decenas de personas esperando fuera que podrían entrar en cualquier momento para asegurarse de que ambos estamos bien? Qué mas da la gente que hay afuera. Lo importante es que nosotros dos estamos aquí dentro. Aquí y ahora.
-Calen, no volveremos a tener otro ahora.
Y le beso. Le beso con toda mi alma, con todo mi corazón, con todas mis fuerzas. Liberando en ese beso todo lo que había reprimido hasta ahora. Bebiendo de ese beso con sed ansiosa. Acariciando el cabello negro de Calen con infinita dulzura. Disfrutando de sus dedos recorriendo cada centímetro de mi espalda.
En este momento sólo existimos nosotros dos y este beso. Nuestras bocas, nuestras manos, nuestros cuerpos. Mi corazón latiendo desbocadamente en mi pecho. La agitada respiración de Calen en mis oídos. El deseo reprimido, la pasión desatada, el amor infinito.
Nos separamos simplemente para poder volver a respirar. Ambos nos quedamos así, abrazados, acariciándonos, mirándonos fijamente. Como tantas veces he soñado hacer. Ójala el tiempo se detuviera Y la eternidad congelara este momento.
Pero por desgracia, el tiempo no se detiene, y fuera hay personas sumamente preocupadas por la salud de Calen: una docena de médicos, unos diez guardias, Eiris, Perin, y el mayordomo alias “Jefe de Protocolo” que pulula por ahí. Por no hablar de las decenas de cortesanos que hay fuera del cordón de seguridad que acribillaban a Perin a preguntas cada vez que se lo cruzaban.
Así que me separo de Calen y me levanto de la cama. Él simplemente se queda tumbado, mirándome.
-¿Tan pronto te vas?-pregunta.
-Nos vamos-puntualizo cogiéndole de la mano e intentando levantarle-. Hay un montón de gente ahí fuera esperando saber si te he curado.
-Pues que esperen un poco más-contesta tirando de mí y empujándome encima suyo. Nos besamos de nuevo.
Podría quedarme aquí para siempre. Podríamos permanecer en esta habitación y ordenar que nadie nos molestara salvo para traernos la comida. Podríamos estar aquí para siempre., besándonos, acariciándonos, abrazándonos... A veces incluso podríamos hablar. Viviríamos en una especie de Nuevo Edén, como unos nuevos Adán y Eva...sólo que sin serpiente pululante y sin cólera divina que no expulsara de aquí. Probablemente nosotros tendríamos cólera periniana.
Pero la cara de preocupación de Perin se aparece en mi cabeza y comprendo que eso es sólo un sueño. Tenemos que hacer lo que tenemos que hacer: salir ahí fuera y anunciar que Calen está curado. Luego tendremos todo el tiempo del mundo para estar juntos. Por eso me separo de Calen, me levanto de la cama Y esta vez le obligo a levantarse.
-Venga remolón, que tienes a todo el reino loco de preocupación.
Cogidos de la mano, nos dirigimos a la puerta, pero antes de llegar, nos paramos y volvemos a besarnos.
-¿Es necesario que salgamos ahí fuera?-pregunta al separarnos- ¿No podríamos quedarnos un rato más?
-No. Peor tendremos tiempo después-contesto dándole un pico-. Te lo prometo.
Iba a salir ya por la puerta, cuando Calen me detiene.
-Deyanira, sabes que en cuanto salgamos por esa puerta, no sólo tendremos que anunciar que estoy curado, ¿verdad?
Vale, bien, de nuevo el eterno tema del anuncio de nuestra relación. Pero esta vez me da igual. Que anuncie lo que quiera. No pienso esconderme. Estoy con Calen y le quiero. Que todo el mundo lo sepa.
-Te quiero Calen-contesto-. Te quiero y quiero estar contigo. Que se entere todo el mundo. Proclamémoslo a los cuatro vientos. Por mí, encantada.
Calen sonríe y me besa.
-Vamos entonces-dice. Y cogidos de la mano salimos por la puerta.
El estupor que causa nuestra aparición, o quizá debería decir la reaparición de Calen, es poco más que general. Los médicos que cuchicheaban entre ellos se callan en seco y miran a Calen desconcertados; los guardias se ponen más en firmes todavía, el mayordomo borde chasquea la lengua y niega con la cabeza murmurando “eso no es lo correcto”, Perin, con las cejas a 5 centímetros de sus ojos, dirige alternativamente la cabeza a Calen y a mí como si no supiera por quién sorprenderse más; y Eiris se lleva las manos a la boca ahogando un grito de asombro.
-Nuestra Dama me ha curado-anuncia Calen agarrándome cariñosamente por la cintura.
Perin es el primero en romper el hielo, abandonando su habitual seriedad y compostura y abrazando a Calen entre lágrimas repitiendo sin cesar:
-¡Hijo mío! Gracias a la Reina que estás a salvo. ¡Gracias, gracias Santa Reina!
Tras estrujar a Calen largo rato, lo suelta y me abraza a mí con la misma intensidad.
-¡Hija mía! ¡Hija mía! Sabía que tú podías salvarlo, ¡lo sabía! Gracias mi niña, gracias.
Mientras Perin me achucha, un pletórico Gern entra en la sal, y corre inmediatamente a abrazar emocionadísimo a su mejor amigo:
-¡Calen estás vivo! Gracias a la Reina. Nos tenías a todos preocupadísimos. Hierald no hacía más que recorrerse la sala de arriba abajo; y Stelln y Marku la han llenado de humo de tanto como han fumado para calmar los nervios.
-Estoy perfectamente bien Gern. Gracias a Deyanira.
Y es entonces cuando Gern suelta a Calen y me abraza a mí.
-Señorita, tu llegada a aquí ha sido una bendición mucho mayor de lo que creíamos en un principio.
-No ha sido para tanto...
El regocijo general es interrumpido por una voz grave que carraspea para llamar nuestra atención:
-Lamento interrumpir el momento tan feliz que a todos nos embriaga-comienza a decir la voz que, ¿cómo no?, corresponde al mayordomo alias “Jefe de Protocolo” de antes- pero, ¿debo recordarle a Su Majestad que vuestra milagrosa recuperación ah de ser anunciada inmediatamente?-pues va a ser cierto que el hombrecillo es el Jefe de Protocolo.
-No lo olvido Aoler. Iniciad los trámites inmediatamente pero, de paso, anunciad una cosa más-responde Calen sonriendo y abrazándome con fuerza-. Anunciad que la extranjera lady Deyanira, Dama anunciada por las profecías –“¡Eso aún no está ratificado!” se oye gritar a alguien que reconozco como Hierald. Ese tío siempre metiendo baza. Pero Calen hace caso omiso y continúa con su anuncio-, es amada por mí y yo lo soy por ella. Y desde este día iniciamos nuestro noviazgo.
Mientras un murmullo de evidente sorpresa recorre la habitación (y Perin y Gern esbozan una sonrisa con una más que evidente significación de “Yo ya lo sabía”), Calen y yo nos besamos.
-Bien, supongo que también podemos anunciar eso-dice Aoler.
-Pues hacedlo-ordena Calen al separarnos.
Por delante del Jefe de Protocolo sale, agitándose con furia, una melena negra. Eiris. Uy, esto sí que es raro. Vale que se cabree conmigo por casi cargarme a su rey, pero le he curado y aún así ella parece igual de...dolida. ¿Y si me estoy equivocando? ¿Y si lo que Eiris siente por Calen es mucho más que el respeto debido a su rey? Tengo que hablar con ella. Si Eiris está así por lo que yo creo, en parte es también culpa mía por no haber sabido darme cuenta de sus verdaderos sentimientos. Por no haber sabido interpretar las señales. No quiero que sufra. Es lo más parecido a una amiga que tengo por aquí.
-Debo ir a vestirme-indico a Calen separándome de él.
-¿Te veré en la comida?
-Por supuesto-respondo besándole de nuevo.
-Permitid que os acompañe milady-se ofrece Gern.
-Gracias, pero no será necesario-declino-. Sólo voy a...¡ponerme algo un poco más decente!-añado sonriendo.
Besando de nuevo a Calen, me despido de los presentes y salgo de la sala en busca de Eiris.
Corro por los pasillos en su busca, preguntando a todos los criados si la han visto. Finalmente, tras perderle la pista y reencontrársela unas cuantas veces, la encuentro en los jardines llorando a los pies de un sauce, valga la redundancia, llorón.
-Eiris...-la llamo.
No responde.
-Eiris...-la llamo de nuevo tocándole el brazo.
-¡Déjame!-exclama apartándose bruscamente y dándome la espalda.
-Eiris déjame que te explique...-comienzo.
-¿Explicarme qué?-me interrumpe furiosamente-¿Cómo casi consigues que maten a Calen? ¿Por qué te desentendiste tan rápidamente de llevarlo con los médicos y cuidar de él? Gracias, pero no quiero tus explicaciones.
-Tienes razón Eiris. Lo que hice no tiene nombre. Peor en mi defensa diré, que no creía que el Bosque fuera tan cruel. Y cuando volví aquí, mi propio corazón fue el que falló.
-¡Fuiste una irresponsable! Nunca escuchas. ¡Siempre tienes que hacer lo que quieras, da igual lo que digan los demás! ¡Y consigues que Calen te siga en tus locuras ciegamente! Sin pensar nunca en las consecuencias.
-Lo sé Eiris. Lo siento. Pero no me desentendí del todo. Liberé a Calen y lo traje hasta aquí. Y ahora lo he curado.
-¿Y crees que es suficiente? Puede que para todos esos estúpidos cortesanos a los que has encandilado con tus fingidos aires de Dama inocentona, lo sea. Pero no lo es para mí. Yo no puedo olvidar que por tu culpa Calen casi se muere.
Eiris se levanta de donde está y se aleja de mí, obligándome a seguirla.
-¿Estás tan cabreada conmigo por eso? ¿Porque casi mato a Calen?
Eiris se para en seco y se gira para mirarme con furia.
-Calen haría lo que fuera por ti. Daría hasta la vida por ti. Lo tienes encandilado desde que llegaste aquí. ¡Y ahora eres su novia! Pero tú no te lo mereces, ¿sabes? Él no debería estar con alguien tan atolondrado, irresponsable y alocado. Debería estar con alguien como...
-¿Cómo tú?-concluyo por ella.
Eiris no responde. Lo que significa que he dado en el clavo.
-Tú le quieres, ¿verdad?-pregunto. Pero ella sigue sin responder-Por eso estás tan furiosa-Eiris sigue en silencio-. Eiris puedes contármelo, de verdad. Si estás enamorada de Calen, dímelo. Desahógate. Si te duele que esté con él, dímelo y romperé nuestra relación.
-¿Y por qué ibas a hacer eso?
-Porque eres mi amiga. Y para mí una amiga es mucho más importante que cualquier tío del mundo-lo digo completamente en serio.
Eiris se queda mirándome un rato, suspira, y agita la cabeza como intentando acertar en por dónde empezar a contarme.
-Siempre he sabido que sería imposible. Él es el Rey y yo...una criada más de este castillo. De pequeños solíamos jugar juntos. Calen tiene una cicatriz en forma de triángulo en el brazo izquierdo. Se cayó y se raspó contra una piedra. Yo lo encontré y le llevé a que lo curaran. Teníamos 6 años. Desde entonces se convirtió en mi mejor amigo. Éramos inseparables. A los 14 años, cuando empezábamos a preguntarnos por qué a los hombres y las mujeres les gustaba tanto besarse en la boca, decidimos experimentar con nosotros mismos. Fue mi primer beso. Creo que me enamoré definitivamente de él en ese instante. Pero él siempre estaba cortejando a las hijas de los altos nobles de la corte. Y luego venía y nos contaba a Gern y a mí cómo había conquistado a la dama en cuestión. Y entonces solía aparecer Perin y se lo llevaba a rastras jajaja.... Al convertirse en Rey, nos fuimos distanciando hasta que, simplemente, acabamos siendo el Rey y la doncella. Yo nunca le dije lo que sentía y él...simplemente olvidó lo que fuimos.
No puedo creerme que Eiris me haya confesado algo así sin tapujos. No sé qué decir...
-No es que esté enfadada contigo por estar con él, es que...me siento impotente por saber que yo nunca estaré en tu lugar-termina.
-Eiris yo...
-Tú le quieres, ¿verdad?
Respondo con todo mi corazón:
-Como a mi vida.
-Entonces sé feliz a su lado. No seré yo quien te lo impida.
Ambas guardamos silencio. Ninguna sabemos qué decir. Quizá no haga falta decir nada.
-¿Era en serio lo que decías antes?-pregunta-¿Lo de que soy tu amiga?
-Claro que sí Eiris. Para mí lo eres.
Por primera vez, ella sonríe.
-Tú también para mí.
Ahora la que sonríe, soy yo.
-¿Por qué no me dijiste que querías a Calen?-pregunta.
-Porque pensaba que lo nuestro también era imposible. Algún día tendré que volver a casa, y entonces, ¿qué pasaría con nosotros dos?
-¿No te vas a quedar aquí? ¿Con Calen? ¿Conmigo?
-Hay mucha gente esperándome en casa Eiris. Personas que están tan preocupadas por mí como tú lo estabas por Calen hace unos minutos. Debo volver.
-¿Calen lo sabe?
-Sí-asiento-. Se lo dejé muy claro en su día.
-¿Y le da igual?
-Sí.
-Entonces sé feliz con él amiga mía. Sé feliz por las dos-responde abrazándome.
-Pero Eiris, tú...
-Estaré bien, Yeny. Te aseguro que estaré bien-promete separándose de mí-. Además, quizá esta sea mi ocasión de darle una oportunidad a Jaler.
-¿Jaler?-¡¿Cómo ha dicho?!-¿El mismo Jaler de la guardia de Calen?
-El mismo Jaler de la guardia de Calen-responde con una sonrisa pícara-. Me corteja desde hace tiempo.
Yo no puedo reprimir una exclamación de sorpresa:
-¡Cuéntamelo todo!-le pido.
-De acuerdo-concede-. Pero primero vamos a ponerte algo más decente. No querrás bajar a comer así vestida, ¿verdad? Aunque no creo que a Calen le disgustara demasiado.
Y así, cogidas del brazo y riéndonos, nos dirigimos a mi habitación mientras Eiris me lo cuenta todo acerca de sus, quizá, futuros amoríos con Jaler. ¡Con Jaler! Esta chica sí que es increíble.