martes, 29 de septiembre de 2009

20 de junio: El Diario

¡Esto es muy frustrante! Llevo cinco días enterrada como un ratón de biblioteca entre montañas de libros, archivos, crónicas, memorias y documentos más viejos que toda mi familia junta. Ni siquiera en temporada de exámenes he asado tanto tiempo en una biblioteca. Pasado mañana es la reunión con la maldita Asamblea, ¡y yo no tengo la más mínima pista de en dónde narices puede estar escondido el dichoso Diario!
Y creo que no me queda nada más por leer. Me he leído las Crónicas Completas de Falcinschi, la Historia Compendiada de Nelba, ¡incluso los Anales Recuperados de Masser! Y cuando la historia me falló, recurrí a las leyendas. Y así, me he leído las Fábulas Fantásticas de Trocotopoulos, los Cuentos Antiguos de Lleyma, las Leyendas y tradiciones populares de Omae, ¡hasta uno que se titulaba La Reina: verdad y leyenda en la vida de la primera soberana! Y no resultó ser más que una elegía totalmente carente de todo tipo de estudio serio. No mencionaba nada de cómo llegó a ser reina, ni de los poderes que tenía, ni explicaba la maldición del Bosque, ni mucho menos hacía mención alguna al Diario. ¡Aggggggggg, esto es horrible!
-Yeny, te he traído una taza de té.
Es Eiris. Lo que significa que deben ser ya las 6 y media. Siempre me trae algo que tomar a las 6 y media: una taza de té, un café, un zumo...aderezado con el mejor bocata de jamón serrano y queso que he probado en mi vida. Y no es que yo le haya pedido que lo haga. Lo hace porque quiere. Lo cual, como diría alguien, “me llena de orgullo y satisfacción”.
-Muchísimas gracias Eiris-le sonrío mientras doy un sorbo al té y comienzo a devorar como una loba hambrienta el bocadillo.
-¿Ninguna pista acerca de dónde está el Diario?
-No Eir, aún no.
Claro que Eiris sabe que estoy buscando el Diario de la Reina. De la misma forma que sabe que soy la Dama. Lo cierto es que es un poco difícil que no me lo haya preguntado nadie después de que llevo seis días paseándome vestida de blanco y con el pelo suelto por los jardines reales justamente cuando toda la corte en pleno se reúne para almorzar. Vale, admito que es un pelín descarado pero…¿qué le voy a hacer? La discreción nunca ha sido mi fuerte. Además, la cuestión era desatar los rumores, ¿no? Pues desatados están.
Lo cierto es que no se qué hubiera sido de mí estos últimos días sin Eiris. Sin sus refrigerios de las 6 y media, sin sus empeños en que descansase por las noches, sin su apoyo…Lo cierto es que le estoy cogiendo cariño y todo. Si estuviéramos en mi pueblo, me iría de compras con ella. De hecho, me ha enseñado a vestirme y a peinarme sola. Y en qué ocasiones tengo que llevar cada vestido. Ella me pone al día de los asuntos de la corte: quién se lo monta con quién, quién es el cónyuge de quién y demás filiaciones, aventuras y cotilleos varios. Las normas de protocolo al comer y al hablar, y ha prometido enseñarme a bailar en cuanto todo este lío pase.
Yo por mi parte, le hablo de mi vida antes de llegar aquí. Del cine y de las fiestas, de la televisión, la música y la forma de vestir. Le hablo de los teléfonos móviles, los ordenadores, los reproductores de mp3, mp4 y Ipods, Internet, el colegio, Bachillerato, la Universidad, los microondas, als lavadoras y las máquinas de coser. Y ella dice que tengo una imaginación desbordada. Se ríe y sacude la cabeza. Cuando el pregunto si es que acaso le parecen imposibles, responde que tratándose de mí, cree que todo es posible.
Y también me ha estado apoyando muchísimo con todo lo de ser la Dama. Lo cierto es que la forma en que se enteró fue francamente…extraña. Al menos para ella. Hace cuatro días estaba yo en mi habitación enterrada entre montañas de libros cuando se me acerca Eiris y me pregunta:
-Yeny, ¿eres tú la Dama?
Y yo le contesté que sí con toda mi parsimonia.
Vale, puede que no fuera exactamente así, pero en esencia se el parece. El caso es que Eiris sabe que soy la Dama, que estoy buscando el Diario, y me ha estado prestando su apoyo cada vez que la responsabilidad me hundía y la frustración podía conmigo. Sólo hay una cosa de la que, a pesar de tenerme alterada perdida, no he podido hablarle a Eiris: Calen.
¿Cómo es posible que me guste tanto una persona que conocí hace apenas unos días? ¿Cómo es posible que me gustara tanto desde el primer momento? ¿Cómo es posible que me haya quedado tan colgada por él? Aún encima sé, que es algo imposible. Porque él siempre será el rey de Translot y yo la extranjera que no pertenece a este lugar. Una chica universitaria, estudiante, y normal. Aunque llegara a quererle lo suficiente como para adquirir con él un compromiso de por vida, yo nunca podría ser del todo feliz. No puedo renunciar a mi familia, a mis amigos, a toda mi vida, por él. Ni mis padres ni mis amigos saben dónde estoy. Deben de estar locos de preocupación, y yo no puedo quedarme aquí para siempre y permitir que me den por desaparecida, por secuestrada peor aún, por muerta. No puedo hacerles eso. No podría vivir tranquila sabiendo que ellos sufren. Y por supuesto., no podría vivir en un lugar que me impidiera ser yo misma. Donde no pudiera actuar de acuerdo a mi modo de ser, ni expresar mis ideas como quisiera. No puedo quedarme aquí. Es del todo imposible. Y por tanto, no puedo atarme a Calen todo lo que él quisiera. Lo nuestro estaría condenado al fracaso.
Por eso he estado intentando evitarle todos estos días. Procuro no cruzarme con él en los pasillos, declino amablemente sus invitaciones a comer y me he ausentado cortésmente de los últimos banquetes para no tener que sentarme al lado suyo. Ni lo veo, ni hablo con él. Me concentro todo lo que puedo en investigar todas estas montañas de libros y en encontrar alguna pista de en dónde puede estar el dichoso Diario. Y esa tarea me tiene tan absorbida, que en un principio mi mente no debería tener capacidad suficiente como para poder pensar en otra cosa. Y sin embargo no es así.
Cuanto más me alejo de Calen, más le evito, y más me convenzo a mí misma de que lo nuestro es imposible; más pienso en él, más me gusta y más desearía estar a su lado. ¿No resulta paradójico? Pues no, no es paradójico. Es una soberana putada. Parece mentira que tenga tan poco control sobre mí misma. A mi edad, debería tener un mayor dominio sobre mis sentimientos, debería ser consecuente con lo que mi propia razón me dice. Pero la única explicación que encuentro a este cruce de sensaciones que me embargan, es una frase que oí hace tiempo y que hasta la fecha me resultada inmensamente absurda: el corazón tiene razones que la razón no entiende. Porque si no, no entiendo cómo es que mi cerebro que no deja de gritarme que me aleje de Calen porque esto es imposible, y yo le haga caso omiso porque mi corazón no deja de susurrar su nombre. Cada vez que recuerdo cómo nos conocimos…, aún me duele la cabeza. Cuando me monté en el caballo y me agarré a su cintura y mi mundo dejó de girar. La intensidad con que nos mirábamos en la cena, la atracción que sentíamos en el desayuno, cuando sólo existíamos nosotros dos. Y cuando dormimos juntos… En especial cuando dormimos juntos… Cuando me abrazó, cuando me acarició el pelo, cuando me besó en la frente… ¿Cómo no voy a sentir que me estremezco al recordar todo esto? ¿Cómo voy a fingir que estoy hecha de hielo? ¿Cómo le voy a hablar de todo esto a Eiris? ¿Cómo voy a contarle a nadie que estoy hecha un auténtico lío? Y sobre todo, ¿cómo voy a mirar a Calen a la cara y fingir que nada a pasado? ¿Cómo voy a mirarlo y reprimir las ganas de correr a abrazarle y besarle hasta quedarme sin aliento que me entran? ¿Cómo voy a decirle que necesito ahorrarme problemas y que, por eso, me he convertido en el tipo de persona que él tanto odia? ¿Por qué un sentimiento que se supone ha de ser hermoso tiene que doler tanto?
-Yeny, llevas ya cinco días enterrada entre montañas de libros, ¿cómo es posible que no tengas una sola pista?
-Sí que tengo una pista.
-Ya. ¿Te refieres a esa llavecita que no te has quitado del cuello en toda la semana?-pregunta irónica.
Sí. La llave que me dió Calen es la única pista que tengo. Me la colgué al cuello junto a mi medallón. No quiero perderla. Es lo único que tengo para encontrar el Diario. Y por otra parte…me recuerda a Calen.
-Bueno, pero al menos es algo, ¿no? Ya sé que esta llave abre algún sitio, sólo tengo que averiguar qué sitio abre.
-Eso es obvio Yeny. Esa llave es de un secreter.
¿Un secreter? Y…
-¿Eso qué es, Eir?
-Es una especie de comodín, sólo que al menos un de los cajones lleva una cerradura y en ellos se suelen guardar documentos importantes o joyas.
Bueno, eso reduce considerablemente mi búsqueda. Y qué carajo, resulta muy lógico. Si yo escribiera un diario, también lo guardaría en algún cajón de mi habitación. Así que, seguramente, el secreter esté, con su Diario escondido en él, en la habitación de la Reina. Sin embargo, ¿cómo es posible que nadie haya entrado y lo haya cogido ya? Sería algo tan sencillo como entrar en la habitación y coger el Diario, cual si estuvieras en un bufett libre: “entre y sírvase usted mismo”.
-¿Qué piensas, Yeny?
-Estaba pensando…que quizás esta llave abre el secreter en que está escondido el Diario. Y el secreter debe estar seguramente en las habitaciones de la Reina. Así que sólo tengo que entrar en esa habitación y cogerlo. Eiris, ¿sabes dónde estaban las habitaciones de la Reina?
Eiris no responde. Su cara, de repente, adopta una expresión sombría. Se ha puesto muy blanca, y se retuerce las manos con evidente nerviosismo.
-Eiris, ¿estás bien?-pregunto preocupada.
Pero ella no responde a mi última pregunta, sino que murmura con voz casi inaudible:
-Su habitación estaba en el castillo, en el centro del Bosque.
-Bueno, pues voy al Bosque, entro en el castillo y cojo el Diario.
-¡NI SE TE OCURRA!
Menos-mal-que-Eiris-era-una-persona-tranquila. Llega a ser nerviosa y me muerde. Si es que se ha puesto tan roja que por un momento pensé que iba a gritar que me cortaran la cabeza. Joder, quién iba a esperar ese tipo de reacción por parte de ella. Y sólo porque he dicho que iba a entrar al Bosque. ¿Qué tendrá esa mujer en contra del Bosque? ¿Es que no es ecologista como todo el mundo hoy día?
-Yeny, ese sitio es peligroso. Muy peligroso-afirma mirándome fijamente a la cara-. No entres ahí. Podrías no salir.
¡Menuda tontería!
-Pero qué dices Eiris. ¿Qué clase de tontería es esa?
-Yeny, te lo digo muy en serio. ¿No conoces la leyenda de la muerte de la Reina? Cuando ella murió, el Bosque comenzó a atacar a todo aquél que había dentro.
-Eiris eso es sólo una leyenda.
-Yeny, nadie que haya entrado en el Bosque ha salido con vida de él. O al menos en su sano juicio.
Eiris se acerca a las estanterías, coge un libro, comienza a rebuscar entre sus páginas, y me lo tiende señalando con el dedo la página que ha escogido. ¿Por qué no me suena ese libro?
-Cuando la Reina murió, hubo un grupo de entre los supervivientes que intentó volver al Bosque a recuperar los cuerpos de los difuntos. Peor al mayor parte de ellos nunca volvió. De los 15 que entraron, sólo 4 salieron con vida. U murieron a los pocos días de unas extrañas fiebres. Y durante esos días no dejaron de relatar incoherencias acerca de horribles ramas enroscándose en sus torsos y hojas que les atravesaban como cuchillos. Y uno no cesaba de repetir: “la sangre por la sangre, la sangre por la sangre”. Yeny, si entras ahí dentro, morirás.
Acojonante. Me ha dejado acojonada. ¿Así que el Bosque se dedica a matar a la peña? Bueno…no me extraña que Eiris tenga tantas ganas de quemarlo. Pero con o sin Bosque asesino tengo que llegar hasta ese castillo y encontrar ese Diario.
-Tiene que haber otra forma de entrar, Eiris. Calen me dio esta llave por algo, y debe de haber pasado por su familia de generación en generación. La leyenda dice que la Reina tenía un hijo, quien se convirtió en rey. Él debió de recibir la llave de su madre. La Reina debió de decirle dónde escondió el Diario. ¿Este castillo comenzó a construirlo el hijo de la Reina?-Eiris asiente con la cabeza-Entonces tiene que haber alguna manera de llegar hasta ese Diario. Ese hijo tuvo que encontrar alguna vía de conectar con las habitaciones de su madre para poder custodiar el Diario desde aquí. Vigilar así que no cayera en manos de los conjurados.
-¿Cómo? ¿Te refieres a alguna especie de pasadizo o algo semejante?
-Sí, por ejemplo.
-Pero eso supondría atravesar el Bosque…por debajo. Pondría en peligro cientos de vidas en su construcción. ¡Podrían haber muerto decenas de personas en esas obras! No creo que jamás e atreviera a construirlo.
-A veces, el bienestar de muchos supone el sacrificio de unos pocos. Eiris, si encuentro ese Diario, sabré cómo romper la maldición.
-Pero aunque construyeran ese pasadizo, ¿dónde está? ¿En qué lugar lo construiría como para tenerlo lo suficientemente cerca todo el tiempo?
Eiris y yo nos miramos.
-¡En sus habitaciones!-exclamamos a la vez.
-Tengo que entrar en la habitación de Calen. ¿Sabes dónde está?
-Por supuesto que lo sé, pero no será sencillo. Su habitación está muy, muy bien vigilada.
-Tú sólo llévame hasta ella. Yo me encargo del resto.
No es que me apetezca demasiado. Sobre todo si Calen está dentro. Pero no tengo otro remedio. Tengo que encontrar ese Diario como sea.
-¿Y cómo piensas allanar la fortaleza inexpugnable?-pregunta con marcado sarcasmo.
-Una Dama tienes sus métodos-respondo.



Veinte minutos después, Eiris y yo estamos agazapadas en los arbustos cercanos a la habitación de Calen. Al parecer su cuarto es muy similar al mío, incluido el balcón. Así que entraré por ahí. Dos guardias armados custodian su acceso. Tendré que hacer uso de todo mi ingenio para esquivarlos.
-Muy bien, sapientísima Dama, ¿qué piensas hacer ahora?
No creo que le guste demasiado lo que se me ha ocurrido.
-Eir, cuando yo te diga, chilla. Y cuando te pregunten qué ha ocurrido, di que un encapuchado te atacó y que ha salido huyendo en dirección a los jardines.
-¿Qué estás tramando?
Pero no el respondo. A pesar de sus protestas, le revuelvo el pelo, le desordeno la ropa y la empujo fuertemente contra el suelo. Entonces me alejo un poco de ella y me escondo.
-Ahora Eiris-le indico.
Al grito de Eiris, los dos guardias acuden presurosos. No me espero a ver si se tragan la excusa que me he inventado. En cuanto despejan la entrada, corro en dirección a ella, salto la valla del jardín y subo corriendo las escaleras. Pero la puerta está cerrada. ¡Mierda! ¿Y ahora qué hago? ¿Rompo el cristal y hago ruido, o fuerzo la cerradura? Forzaría la cerradura, pero para ello necesitaría una ganzúa o algo que se le asemeje, como por ejemplo…¡una de las horquillas que se ha empeñado Eiris en ponerme en el pelo esta mañana! Dios, cómo quiero a esa muchacha.
Me quito una de las horquillas del pelo, y abro la puerta con ella. Cuando todo esto acabe, le diré a Calen que necesita más guardias y mejores cerraduras. No puede ser que haya resultado tan simple infiltrarme aquí. Que una tiene un estilazo como espía que no puede con él, pero no es Mata-Hari.
Por fortuna, la habitación tiene toda la pinta de estar vacía. Menos mal, porque si no, a ver cómo le explico yo a Calen qué estoy haciendo en su habitación. ¡Ostras tú, que estoy en su habitación! Bufff, en otras circunstancias esto resultaría muy interesante… Pero no Yeny, estás aquí con un objetivo clarificado. Cíñete al plan. ¡Cíñete al plan! Registrar la habitación primero; pensar en lo que estás haciendo después.
Pues a lo dicho. Que me he puesto a registrar la habitación, pero como si la hubiera estado barriendo. Ni rastro de puertas secretas, palancas, pasadizos, ni nada que se le asemeje. Nada en la chimenea, los candelabros, ni ninguna puerta detrás de los tapices, los retratos, los espejos mi los muebles. No es que sea una experta Indiana Jones, pero de haber algo, lo habría encontrado.
Me equivoqué en mi teoría. Lo mejor será que me marche de aquí antes de que venga alguien. Aunque ahora que digo…¿cómo hago para salir de aquí? Si es que soy gilipollas. Me he metido en el laberinto sin Ariadna que me guíe hasta la salida, y ahora estoy a punto de ser devorada por el Minotauro. El plan A para entrar aquí dentro salió de puta madre, pero no se me ocurrió desarrolla un plan B para salir. Ya decía yo que algo se me olvidaba.
Aunque apenas tengo tiempo de preocuparme por esta cuestión, porque para cuando quiero darme cuenta, unas voces en el pasillo me sacan de mis pensamientos.
-¿Estáis seguro de lo que decís? ¿Lady Deyanira?-dice la primera voz.
-Tal y como os lo cuento, Gern.
¡Joder, son Calen y Gern! Ahora sí que estoy metida en un gran lío. ¿Qué hago ahora? Piensa Yeny, piensa. Tienes que esconderte. Pero, ¿dónde? Al balcón. No en el balcón no, te verán los guardias.
-Pero pasemos a mi habitación y allí te contaré con más detalle-dice Calen.
¡Oh, no, van a entrar! No hay tiempo para huidas Yeny. Métete debajo de la cama. Oh, espero que se hayan encargado de barrerla bien.
Justo en el instante en el que yo me escondo bajo la cama de Calen, él y Gern entran en la habitación y se sientan sobre ella.
-Es que no me lo puedo creer Calen. Vos y lady Deyanira… ¿juntos? ¿En la cama? ¿En su habitación? ¿Cómo se os pudo pasar por la cabeza?
Están hablando de lo de la otra noche. Calen le está largando a Gern todo lo que Perin se esforzó tanto en ocultar. Hombres. Y luego dicen de nosotras.
-Bueno, ella estaba asustada y muy nerviosa, y me pidió que no la dejara sola. Así que me quedé a dormir con ella.
-¿Y sólo dormisteis? Quiero decir… ¿de verdad que no hubo…? Ya me entendéis, ¿no tuvisteis…?
¡Que si echamos un polvo Gern! Que no es tan difícil preguntar si pasamos una noche loca.
-No Gern, sólo dormimos. Simplemente-exacto. Sólo dormimos.-. Aunque tuvimos suerte de que no apareciera nadie que pudiera descubrirnos. Y precisamente para evitar eso, yo me marché poco antes de que amaneciera, por su balcón.
¡Anda! Así que por eso amanecí yo sola. Con razón.
-Gern, me he decidido a revelaros esto porque sois mi amigo. Pero prometedme que no contaréis una sola palabra de lo que os he dicho ahora y de lo que vaya a deciros a continuación.
-Lo juro por la Santa Reina.
Por favor que no lo diga. Que no lo diga, que no lo diga, que no lo diga.
-Lady Deyanira y yo sentimos un intenso sentimiento el uno por el otro. Y en cuanto se anuncie que ella es la Dama, anunciaremos nuestra relación.
Lo dijo.
-¿Anunciaréis vuestra relación? Vaya, nunca antes habíais anunciado ninguna relación. Ni siquiera la que mantuvisteis con lady Ellia.
-Lady Ellia y yo sólo sentíamos una atracción meramente física. A lady Deyanira la quiero.
¡¿Qué me QUÉ?! ¿He oído bien? ¿Ha dicho que me quiere? Oh, no Calen. Por favor, no me lo pongas más difícil. Ya lo es bastante sólo con lo que yo siento por ti.
Me quiere. Eso quiere decir que no se conformará con un “hasta que me vaya”. Querrá un “siempre”. Y yo no puedo quedarme siempre. Debo volver a casa. Con mi familia. Con mis amigos. Para que no se vuelvan locos de preocupación. Debo volver. Aunque una parte de mí desee con todas sus fuerzas quedarse. Aunque una parte de mi alma quiera corresponder a su “siempre”. Peor no puedo. Querer no siempre es poder. A veces, querer no es suficiente.
Ahora sí que voy a tener que mantener lo a raya. Ahora sí que voy a atener que mantener las distancias. No puedo hablar con él de esto. No puedo volver a tener una conversación acerca de nuestros sentimientos. Porque si me hace la gran petición, si me pide que me quede con él, no estoy segura de que sea capaz de negarme. Por mucho que mi cabeza me repita que debo volver, mi corazón no deja de gritarme que me quede. Y cada vez estoy menos segura de a quién debo hacer caso.
-A partir de pasado mañana, haced que guardias armados custodien sus habitaciones Gern. Habrá que mantenerla protegida-ordena Calen.
-No os preocupéis mi señor. Encargaré su vigilancia a mis mejores hombres.
Pues apañada estoy entonces.
Para cuando quiero darme cuenta, Gern ya se ha ido, y Calen ha dejado la habitación a oscuras y se ha tumbado encima de la cama.
-Te veré pronto, Yeny-musita.
Oh, Calen. ¿Por qué cada vez es más difícil? Tengo que salir de aquí. Y pienso hacerlo por el balcón. Ya veré qué excusa le pongo a los guardias para justificar el que aparezca de repente en el balcón, peor está claro que aquí no puedo quedarme. Así que, pacientemente, espero a que Calen se duerma. Y cuando su mente debe estar ya en plena fase REM, salgo andando de puntillas en dirección a la puerta del balcón.
Pero en un momento que me giro para asegurarme de que Calen duerme, me tropiezo con una silla, sobre la que estaba posada una palangana, y los tres caemos al suelo con enorme estrépito. Joder, seguro que Calen se ha despertado. Vale Yeny, tú tranquila. Su visión se basa en el movimiento. Si me estoy quieta no me ve. Su visión se basa en el movimiento. Si me estoy quieta no me ve.
-¡Deyanira! ¿Qué estáis haciendo aquí?
Vale. Me ha visto.

20 de junio: En algún lugar de las mazmorras...

Uno y Tres llegaron tranquilos y descansados. La noche anterior se habían retirado pronto. “Mis viejos huesos empiezan a estar demasiado cansados”, pensaban. Dos y Cinco, en cambio, no presentaban buena cara. Trasnochar no les había sentado bien.
-Esas ratas podrían hacer menos ruido al correr-comentó Dos.
-O largarse-siguió Cinco-. Me están revolviendo el estómago. Ay..., mi estómago...
Seis, por su parte, tenía buen aspecto. Demasiadas ojeras, tal vez, pero no parecía cansado. Más bien lleno de energía. -¡Buenas tarde cantineros!-saludó dando una palmada en la espalda a Dos y a Cinco, que inmediatamente se llevaron las manos a sus doloridas cabezas-Buena noche la de ayer, ¿verdad?
-Dichosa lady Salvean-murmuró Dos.
-Estará pavoneándose así todo el día-le susurró Cinco.
Que Seis y lady Salvean eran amantes, era un secreto más que a voces. El problema no era que yaciesen juntos. Ni que el pobre lord Ashreln, aún a pesar de estar perfectamente enterado de dicha relación, se fingiera ignorante cada vez que aparecía en la corte junto a su casquivana esposa (“Pobre hombre mojigato”, solía llamarle Seis). El problema era que, después de pasar la noche con lady Salvean, a Seis no lo aguantaba ni su propia madre.
Cuatro llegó lo suficientemente descansado. Aún a pesar de ser de los más jóvenes, solía retirarse pronto de las fiestas. No le gustaban demasiado. Demasiada gente.
Siete, por su parte, los esperaba a todos con una radiante sonrisa...y valiosa información.
-Confirmado. Es la Dama-anunció-. Y Calen está enamorado de ella.
-Lo de que la chica es la Dama ya quedó lo bastante confirmado anoche-comentó Dos-. ¿No la oísteis cantar acaso?
Todos asintieron con la cabeza. Sí, claro que oyeron. Y fue algo indescriptiblemente extasiarte. Embelesante. Ninguna otra chica que se proclamara a sí misma como la Dama había conseguido lo que esa extranjera cantando. Que realmente oyeran hasta el último acorde de su canción, y eso que lo hizo a capella. Que realmente les hechizara con su voz. Como una sirena. Como decía la profecía.
-¿Y qué me decía de cuando narró la historia de la tal Sireas?-preguntó Tres-¿Acaso no podíais verla en vuestras cabezas, como si fuera una obra de teatro o mejor aún, como si fuera real?
De nuevo asintieron. Claro que lo habían visto. Para todos ellos, fue la primera vez que vieron el mar. Y lo conocieron de la mano de aquella extraña joven. La historia resultó inspiradora. Muchas mujeres en estado de buena esperanza, habían manifestado ya su deseo de llamar a la futura criatura Sireas si era una niña, y Polidectes si era varón. Muchas parejas de amantes consideraban ahora su amor mucho más puro, y se arriesgaban más a ser descubiertos. Como Seis y lady Salvean. El venerable Masser había empezado a escribir la historia en el conjunto de leyendas del reino para que formara parte de ellas. Para que no se perdiera. Era increíble lo que una simple historia era capaz de influís en los hombres.
-Pero eso de que le chico está enamorado...¿cómo lo sabes Siete?-preguntó Uno.
-Le espié. Y le oí.
-Bueno, peor de que podría estar enamorado de ella ya hablamos ayer-comentó Seis-. Esto no es ninguna novedad.
-Una cosa es especular, y otra muy distinta haberse cerciorado-sentenció Cuatro.
-Ya sé que no es ninguna novedad-convino Siete-, pero el hecho de que la chica quiera volver a su casa y el chico no...sí que son buenas noticias.
-No lo entiendo-comentó Dos.
-Ni yo-secundó Siete.
-Pues es muy simple. La mejor forma de destruir a una persona, es apartarle de lo que más ama-explicó Cuatro-. El mayor deseo de Deyanira es marcharse de aquí, y probablemente Calen la haya convencido de que está de acuerdo para que se quede con él. Le revelamos a Deyanira que todo es mentira, y que Calen en realidad lo único que pretende es retenerla a su lado. Ella se enfurece, ellos discuten, ella se marcha, él se queda destrozado...y se vuelve más voluble y su mente más manejable.
-¿Quieres incitarle al suicidio?-pregunta Seis.
-Resulta más limpio que matar a alguien-responde Cuatro.
-Y más práctico. Se investiga menos un suicidio que un homicidio-conviene Siete.
Uno y Tres guardan silencio, pensando.
-Los rumores sobre su relación nocturna de anoche...han resultado ser falsos. Está bien que él la ame...pero antes de actuar necesitamos que ella le corresponda. ¿Cómo podemos saber eso?-preguntó Uno.
-Sólo por el mismo Calen. O por la chica. Aunque se quieran, Perin les habrá advertido sobre su relación. No harán anda en público-responde Tres.
Seis pasó los brazos por los hombros de Dos y Cinco, y echó una mirada cómplice a Cuatro y Siete.
-De averiguar eso nos encargamos nosotros-afirmó.
-¿Vosotros?-preguntaron incrédulos Uno y Tres.
-Somos sus “amigos”-contesta Cuatro-. Se lo sonsacaremos.
-Está bien-autorizó Tres-. Averiguadlo vosotros.
-En tal caso hay un ligero cambio de planes. No mataremos al chico. Simplemente lo incitaremos al suicidio-resumió Uno.
-Una vez que la chica rompa la maldición-añade Tres.
-Cierto. Entonces le contamos a Deyanira que Calen en realidad sólo quiere retenerla, ellos dos discuten, ella se marcha, él se queda destrozado, y nosotros actuamos-concluye Uno.
-¿Y si resulta que la final no son pareja?-pregunta Dos.
Por toda respuesta, recibe una colleja de Seis.
-¿Pero tú te fijaste en ellos anoche? Si no pararon de echarse miraditas...
-Pero, ¿y si han decidido no ir más allá?-pregunta Cinco.
Seis le da una colleja.
-Pues hacemos de casamenteras, evidentemente. Todo sea por el amor verdadero-proclamó Seis adoptando una pose afectada.
-Y por matar a Calen-le recordó Cuatro.
-Y por matar a Calen-repitió Seis-. ¿Y qué hacemos con la chica? ¿A ella también hay que matarla por últimas?
-Si se va a ir por voluntad propia, no será necesario-respondió Tres.
-El resultado final será el mismo-convino Uno-. Translot en nuestro poder, y sin nadie que nos detenga.
-¿Y si decide no marcharse?-preguntó Dos cubriéndose inmediatamente las manos con la cabeza por si Seis volvía a arrearle otra colleja.
-Pues nos tendremos que deshacer de ella-contestó Uno.
-No nos conviene tener una Dama todopoderosa y probablemente furiosa ante la muerte de su amante deambulando por el reino con recursos suficientes como para descubrirnos-añadió Tres.
-¿Nos ceñiremos entonces la plan original?-dudó Cuatro.
-No ceñiremos al plan original-respondieron al unísono Uno y Tres.
Y se dio por finalizada la reunión.

jueves, 17 de septiembre de 2009

11 de junio: No te alejes de mí

¿Era necesario que sacara a relucir el tema de la Dama? Anoche no hacía más que negarlo y deprimirse, y hoy precisamente tiene que nombrar con absoluto convencimiento la cuestión. Y para más inri, Perin tiene que quedarse a escucharlo todo. ¡Quiero quedarme a solas con ella!...otra vez.
¿Pero qué estás pensando Calen? Eres el rey. ¡El rey! ¡Compórtate como es debido! No pudres andar pensando en seducir mujeres como si fueras un simple granjero.
Debo comportarme. Debo serenarme. Tengo asuntos que atender. ¡Tengo 22 años y Deyanira un cuerpo de sílfide! Debo calmarme y comportarme. Existen asuntos más importantes que yo mismo. El reino primero. El bien de todos primero. Las diversiones después. Los instintos después. Deyanira después. Cuando Perin se marche. XP.
-Bueno milady-comienzo-, no hace falta que os informe acerca de quién creemos que sois ni por qué, puesto que ya hablamos largo y tendido sobre ellos anoche. Sabéis que la cuestión de vuestra identidad está muy clara por nuestra parte-nos señalo a Perin y a mí-, pero no es así por el total de los miembros del Consejo.
-¿El Consejo?-pregunta dudosa.
-El máximo órgano de gobierno del reino-explica Perin.-. Está formado por su Majestad, lord Gern, Lord Hierald, el venerable Masser y yo. El él se discuten y debaten todos los asuntos relativos al reino: desde la construcción de una presa, hasta la aprobación de una nueva ley. Su Majestad no da un solo paso sin consultarlo antes con el Consejo. Las decisiones que n él se toman son acatadas sin discusión por todos, estén de acuerdo con ellas o no. Incluso Su Majestad. En la última reunión celebrada ayer tarde, la discusión giró en torno a vuestra persona. Ya se ha decidido que sois la Dama.
-Y sin contar conmigo además.
-Pero aún no se va a hacer nada oficial, puesto que Hierald presentó una petición de confirmación ante la Asamblea de Eruditos-le aclaro.
Deyanira mira a Perin y pregunta:
-¿Una qué ante quién?
-Una petición de confirmación-explica él.-. La decisión que ha tomado el Consejo se lleva ante la Asamblea de Eruditos, donde se estudio y se debate. Normalmente no se suele pedir su opinión, pero en una cuestión de tal magnitud, lord Hierald decidió que sería deseable contar con la aprobación de la Asamblea. Su fallo a favor vuestro legitimaría por completo vuestra identidad.
-Él no cree que yo sea la Dama.
-No importa lo que él crea milady, mientras la Asamblea nos dé la razón-indica Perin.
-Pero, ¿por qué es tan importante la decisión de esa Asamblea? Habéis dicho que el Consejo era el máximo órgano de gobierno.
-Y lo es. La Asamblea es un organismo formado por los sabios más destacados del reino, cuya función es meramente consultiva-apunto-. El problema está en que, cuando se formula una petición de confirmación…sus decisiones son vinculantes. Es decir, que deben ser aceptadas y obedecidas. Por ello hay que procurar que la Asamblea esté de acuerdo con nosotros.
-Pero no os preocupéis por ellos niña. Organizaremos una buena alegación. Su Majestad en persona se encargará de vuestra defensa.
-¿Alegación? ¿Defensa? No entiendo nada… ¿Acaso se va a celebrar un juicio?
-No, no se va a celebrar ningún juicio-aclaro. Pero dentro de siete días exactamente, el Consejo celebrará una reunión extraordinaria con al Asamblea y le expondrá el caso. Lord Hierald argumentará el porqué se su opinión contraria a la evidencia. Y yo seré quien defienda vuestra causa. Aunque os prevengo: probablemente la Asamblea os haga llamar a la reunión para hablar con vos. Preparaos un buen discurso.
-Y reunid todas las pruebas que podáis-añade Perin.
No me hace falta oír sus pensamientos para saber lo que Deyanira está pensando: el Diario. Ésa es la prueba definitiva. Y sólo dispone de siete días para encontrarlo.
-Mi niña-dice Perin al ver la cara de preocupación de Deyanira-, entiendo que no estéis preparada para esto. Nadie os ha instruido en vuestros deberes, ni en lo que se espera de vos. Así que si necesitáis tiempo para asimilarlo, Su Majestad y yo nos encargaremos de todo y os excusaremos ante la Asamblea.
Deyanira se queda largo rato en silencio, con la mirada perdida. No puedo oír lo que piensa. Y me gustaría.
-Gracias, lord Perin, pero no necesito más tiempo para asimilarlo-anuncia por fin.- Ya lo asimilé bastante anoche. Es la hora de que tome conciencia de quién soy, y de cuál es mi deber. Vine aquí, al parecer, para libraros de la maldición del bosque. Y os juro, por la memoria de Mary Richomond
[1], que lo haré. Convenceré a esa Asamblea de que soy la Dama, aprenderé a usar mis poderes, descubriré como resucitar la Bosque, y romperé la maldición.
Perin esboza una sonrisa de satisfacción absoluta.
-No hay duda de que tenéis muy claro qué es lo que debéis hacer. Estoy seguro de que sabréis estar a la altura.
Creo que ése es el mejor cumplido Perin le ha dicho nunca ha nadie, o al menos que yo le haya oído decir jamás. Deyanira sonríe. Ella también lo entiende así.
-Si necesitáis ayuda para vuestro discurso-ofrece Perin-, pedídmela sin dudar.
-Gracias milord, lo tendré en cuenta.
No me lo puedo creer. Se ha ganado a Perin en apenas un cuarto de hora. A mí me costó tres años que me dijera algo semejante. Esta joven tiene un don.
-Entonces, ¿estáis de acuerdo e esperar a que la Asamblea decida antes de anunciar nada?-pregunto.
-No-responde resueltamente-. Deberíamos extender el rumor lo antes posible. Que el pueblo entero sepa que estoy aquí. Que el reino en pleno se entere de que mi cabello brilla y que mi voz es hechizante. Que todos sepan que la Dama ha llegado y está ansiosa de romper la maldición. Que presionen a la Asamblea.
-Pero por desgracia en la reunión se decidió que ningún miembro del Consejo hablaría sobre este tema-apunta acertadamente Perin.
-Pero yo no soy miembro del Consejo…
No percibo sus pensamientos, pero sé que algo trama. Se le nota en la cara.
-¿Qué urdís, milady?-pregunta Perin.
Ella sonríe inocentemente.
-No os preocupéis señores. Ningún miembro del Consejo desatará los rumores… De eso ya me encargo yo. Pero una vez el caso esté en conocimiento de la Asamblea, anunciad quién soy. Presionad a la Asamblea.
Presionar a la Asamblea…Un plan brillante. No osarán oponerse al pueblo. Brillante…y maquiavélico.
-En tal caso, si no hay nada más discutir, me retiro-anuncia Perin.
Se levanta, abandona su asiento, y se dirige a la puerta. Pero cuando casi ha salido, se gira y nos mira de forma inquisitiva.
-Se me olvidaba una cosa. Sea cual sea la relación que hay entre vosotros, dos, procurad que no trascienda de vosotros. Y sobre todo que no vaya a más. Ya sois lo bastante mayorcitos como para saber controlaros-y se va.
¡Por fin! Pensé que nunca se marcharía. Ahora Deyanira y yo podemos continuar con nuestra charla particular.
-¿Seguimos donde lo dejamos?-sugiero agarrándola de nuevo por la cintura.
-¿Estás loco? ¿Tú has visto esa cara? Es lo más disuasorio que hay en este mundo.
Qué razón lleva...
-A mí me lo vais a contar... Con deciros que en la sala del tesoro, en lugar de guardias apostados en la puerta, tenemos un retrato suyo...
En serio.
-¿De verdad?
-Completamente.
-¿Y Perin qué ha dicho?
-Chs...aún no lo sabe. Es un secreto...
Deyanira se ríe a carcajadas. Y yo también. Pero de repente, se calla y su expresión se torna triste. Se levanta, anda un rato por la sala, y se gira para hablarme.
-¿Qué es todo esto, Calen?
No entiendo a qué se refiere.
-¿Qué quieres decir?
-Que qué es todo esto. ¿Qué significa? ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué somos? Nos conocimos ayer, y nos pasamos toda la noche de miraditas hasta que acabamos durmiendo juntos. Y esta mañana me has...insinuado que podíamos haber ido más allá de un simple sueño, y ¡casi nos acabamos besando! ¿Qué significa eso Calen? ¿Qué significa para ti? ¿En qué nos estamos convirtiendo?
No tengo respuesta para sus preguntas. Yo mismo no estoy seguro de qué significa todo esto.
-No lo sé, Yeny. No se qué es lo que nos está pasando. Sólo se que es algo que nunca me había pasado con nadie.
Si hubiera hecho con alguna dama de la corte la mitad de las cosas que he hecho con ella, hace mucho que estaría casado.
-Calen, me gustas. Y mucho. Eres guapo, simpático, gracioso, inteligente, responsable, cariñoso, maduro...¡lo tienes todo!-¿eso es alguna extraña forma de decir que me quiere?-Y eso para mí es horrible, porque...corro el peligro de enamorarme de ti. Y he comprendido que eso sería muy doloroso. Puede que de momento no. Puede que mientras esté aquí sea precioso. Pero no duraría. Tarde o temprano me iré, regresaré a mi casa, y se que si lo hago nunca más volveré. Sé que nunca volveré a verte ni a saber de ti. Y allá donde voy, tú no puedes venir conmigo. No mientras seas el rey. Tampoco podrías si no lo fueras.
“Jamás tendríamos una relación normal. No al menos tal y como yo las entiendo. Con quien tú estés siempre será asunto de estado. Yo estaría siendo constantemente observada y juzgada. No podríamos tener prácticamente ningún tipo de intimidad. Mucho menos cuando se anuncie que soy la Dama. Y tampoco podríamos estar juntos sin evitar que ello derivase en matrimonio. Y no te ofendas, pero yo no estoy por la labor de casarme con 18 años. Y tampoco podría atarme tan profundamente a alguien sabiendo que no volveré a verle nunca.
¡Así que dime lo que sientes en realidad. Dime que sólo fue un impulso, un juego, que todo lo que ha pasado en realidad no significó nada para ti. Dímelo para que pueda renunciar a ti y atesorar todos estos recuerdos como una experiencia más. Dímelo para que no me enamore sin sentido.”
Tiene razón. En todo. Jamás podríamos tener una relación normal porque ninguno de los dos es una persona normal. Yo soy el Rey, y ella es la Dama. Nuestra relación complacería a muchos. El pueblo estaría contento. Seríamos la pareja perfecta. Pero no podrá durar. Ella tarde o temprano regresará al lugar de donde procede. Y si lo hace no volverá jamás.
Y tampoco estoy muy seguro de lo que siento por ella. Me atrae muchísimo. Y no sólo por su belleza, también...el espíritu libre que es. Siempre es ella misma, ni importa con quién trate, es absolutamente fiel a sí misma. Y cuando estoy con ella siento que yo también puedo serlo.
Lo que más odio de ser rey, es tener que comportarme siempre como tal. Me paso el día en reuniones interminables, llenas de aburridos y formalistas. No puedo ni salir del castillo si no es con un objetivo oficial. ¡No recuerdo la última vez que tomé unas cervezas con mis amigos! El tener que ser el Rey durante tanto tiempo ha provocado que deje de ser simplemente Calen. He dejado de ser yo para ser lo que los demás esperan que sea. Y no puedo seguir siendo otra persona. Necesito ser yo mismo de vez en cuando. Y con Deyanira puedo serlo. Porque su mismo carácter me permite serlo. Porque no espera que sea otra cosa. Eso es lo que más me gusta de ella. Eso es lo que más me atrae de ella. Y no pienso renunciar a eso.
-Deyanira, vivo en un lugar en le que todo el mundo espera que sea de una determinada manera. En el que todo el mundo se comporta tal y como se espera de ellos. Y si te comportas siempre tal y como se espera de ti, se pierde la autenticidad de ser uno mismo. Llevo 6 años siendo tal y como todo el mundo espera que sea. Y estoy cansado, muy cansado. Siempre tengo que comportarme como un rey, hablar como un rey, actuar como un rey, pensar como un rey... No recuerdo un solo día en el último sexenio en el que haya podido ser, simplemente, Calen. Hasta que llegaste tú.
“Tú eres completamente diferente de todas las personas de por aquí. Tú eres tú. Da igual con quién trates. Siempre eres tú. No dejas que nadie te detenga, ni te coaccione para no serlo. Tienes tan sumamente asumido un ideal de autenticidad absoluto, que es absolutamente imposible que no seas auténtica. Y cuando estoy contigo, me lo contagias. Cuando estoy contigo, no tengo que ser el Rey. No esperas que lo sea. Ni me lo exiges. Tu forma de ser, me deja ser yo mismo. Eso es algo que no tiene nadie más aquí. Eso es lo que más me atrae de ti. Lo que más me gusta. Lo que hace que, me consuma de deseos de estar siempre contigo. Por lo que más te admiro.
“Todo lo que hemos hecho juntos, desde mirarnos, hasta casi besarnos, significa mucho para mí. Porque lo he hecho porque he querido. Y no he hecho nada así por voluntad propia desde hace 6 años. Significas mucho para mí porque contigo puedo ser alguien normal. Puedo comportarme como lo haría un joven de 22 años normal. Enamórate de mí si puedes porque yo siento lo mismo. Seamos simplemente Calen y Deyanira.”
Me acerco para abrazarla, para besarla y no soltarla. Pero ella se aleja de mí.
-¿Tienes idea de lo que estás diciendo?-me encara-¿De lo que estás sugiriendo? Por Dios, Calen, nada me gustaría más que salir contigo, que estar contigo. Pero, ¿qué clase de relación tendríamos? No quisiera tener que mantener en secreto algo así. Quiero poder gritarle a los cuatro vientos que estoy contigo. Pero inevitablemente derivaría en matrimonio. Y sabes tan bien como yo que es imposible. Ni yo estoy dispuesta a casarme, ni quiero hacerlo. Tampoco duraríamos. Tarde o temprano me iré.
-Pues disfrutémoslo mientras dure. Tengamos una relación indefinida. Y si quieren que nos casemos, finjamos que estamos de acuerdo. Pero no pienso renunciar a ti, mientras estés aquí y pueda tenerte conmigo.
La abrazo. La abrazo todo lo fuerte que puedo. No pienso soltarla. Ni por un momento. Con la cabeza enterrada en mi pecho, ella murmura:
-Dame tiempo.
La suelto suavemente.
-¿Qué?
-Dame tiempo. Una semana. Hasta la reunión con la Asamblea. Hasta que todo el mundo sepa que soy la Dama. Ahorrémonos problemas de envidias y desacuerdos cortesanos, que bastantes tendremos después.
Tiene razón. Que sepan que estamos juntos después de que todos sepan que es la Dama. Evitará muchos problemas.
-Será difícil resistirse-le digo.
-Pero necesario-contesta-. Me voy a investigar el paradero del Diario. Sólo tengo seis días para encontrarlo.
-Sí, marchaos.
-Y Calen, a partir de ahora, y hasta que se enuncie lo nuestro, será mejor que evitemos estar a solas, y que nos tratemos de usted, incluso en privado. Para evitar...
-Males mayores-concluyo.
Ella asiente, da la vuelta y se marcha. Llamo para que vengan a recoger el desayuno y me voy a buscar a Perin. Se merece una explicación, después de todo. Se merece la verdad. Lo encuentro en el patio de armas, entrenando con Gern. Le pido que demos un paseo. Nos alejamos un poco dela multitud, en dirección a los jardines.
-¿Qué es lo que realmente pasó anoche con esa joven Calen?
-¿Cómo sabes que quería hablarte de eso?
-Chiquillo, te conozco desde que naciste y te he criado como a un hijo desde que tenías 12 años. No hay prácticamente nada que me puedas ocultar. Así que dime, ¿qué te pasa con esa joven?
-Creo que me estoy enamorando de ella, Perin.
-Hijo, ¿tienes idea de lo que estás diciendo?
-Anoche dormí con ella Perin. ¡Sólo dormimos, te lo aseguro! Ella estaba nerviosa por lo de ser la Dama, y yo no quise dejarla sola. Pero de todas formas sentí...que no quería que la noche acabara.
-Calen, ¿te estás oyendo? ¡Te estás metiendo en líos de faldas otra vez! ¡Y ya no tienes 15 años, no es sólo un juego infantil! ¡Esto es serio! ¿Cuántas familias nobles se ofenderían si supieran que tienes esos sentimientos hacia la que, de momento, consideran una simple extranjera? Más aún con lo mucho que te apremian para que contraigas matrimonio. Más aún con lo mucho que están insistiendo ciertas familias en que te desposes con sus hijas.
-¡Lo sé Perin, lo sé! Pero esto no se parece en nada a las otras veces. Esto no es un simple juego infantil. Lady Deyanira no es simplemente otra joven de la corte a la que cantaré canciones a la luz de la luna, y cuyos besos robaré desde su balcón. Esto va mucho más allá. Lo hemos hablado y hemos tomado una decisión madura y racional.
-¿Decisión madura y racional? ¡Santa Reina! ¿Qué clase de decisión es esa?
-Puesto que yo soy el Rey, y ella es la Dama, no es una relación ilícita ni descabellada. Posee el status y nacimiento adecuados. Anunciaremos nuestra relación a la par que su identidad, dentro de seis días. De esa forma nos ahorraremos eso problemas que tú tanto temes.
-De acuerdo Calen. Llevas tú razón. El pueblo estará entusiasmado con vuestra relación. Formaréis la pareja perfecta. Pero, ¿qué pasará cuando rompa la maldición? ¿Cuándo ella desee volver a casa, como es normal por otro lado? ¿Qué harás tú entonces? ¿Piensas retenerla? ¿Piensas seguirla?
Me quedo un rato callado. No puedo decirle la verdad.
-Mi sitio y mi deber están aquí-contesto.
-Entonces, ¿qué harás cuando ella se marche?
-Primero, tendrá que averiguar cómo.
-Sabéis que lo hará Calen. No hay nada que se interponga en el camino de esa joven. Volverá a su casa, con o sin vos. Y tú no podrás hacer nada por impedírselo. Esa chica es puro fuego. Puedes creer que la controlas, pero cuando menos te los esperes, se te irá de las manos y te quemará. Puedes pensar que se quedará contigo, pero en cuanto te descuides se irá.
-Vaya Perin, para conocerla sólo desde hace dos días, estás muy seguro de cómo va a actuar-¿qué sabrá él de ella?
-Porque es igual que vos, antes de que os convirtierais en Rey. Y dejasteis de serlo porque os convencisteis que vuestros deberes de monarca eran más grandes que vuestros deseos. Y si ella está convencida de que debe volver a casa, se irá.
-Sé muy bien lo que hago, Perin.
Me alejo de Perin, dejándole solo, y me encamino hacia el único lugar en el que me sentiría a gusto ahora mismo: el mausoleo de mis padres. Entro en el recinto marmóreo, enciendo un par de velas por sus almas, y me arrodillo ente sus tumbas. No suelo venir mucho por aquí. Me trae malos recuerdos.
-Padre. Madre. Sé que hace mucho que no os visito. La última vez que vine, creo, fue cuando me coronaron, hará ya 6 años. Y al igual que entonces, no sé muy bien qué hago aquí. No sé qué es lo que me ha impulsado a venir. Ni siquiera estoy muy seguro de si debo estar o no. Supongo que, de algún modo, quería estar seguro de que sabíais esto. Quería hacéroslo saber, de alguna manera. Padre, madre, creo que me estoy enamorando. De la joven que es la Dama.
“Puede que tú, padre, no la aprobaras. Demasiado impulsiva, quizás. No se si ella te gustaría, madre. Pero hay algo en ella que me recuerda a ti. A cómo te describía padre. Decía que contigo a su lado se olvidaba de quién era. Lo mismo me pasa a mí con ella. Su nombre es Deyanira. Extraño, lo sé. Pero no es de por aquí. Proviene de lejanas tierras, mucho más allá del mar. Más allá de lo que ninguno de nosotros llegaría jamás., me temo. El problema está en que ella desea volver allí. Pero ese no es mi deseo. No quiero que se vaya. No quiero perder a la única persona que me ha hecho sentir libre en los últimos años.
“Quiero que se quede aquí. Quiero estar siempre con ella. Quiero admirar su sonrisa todas las mañanas. Su cabellera indomable y dorada que se le riza en las puntas. Su piel inmaculada a la luz de la luna. Quiero charlar con ella y ser incapaz de diferenciar cuando habla en serio de cuándo es irónica. Quiero que me hable y no poder entender sus chistes, sólo para que tenga que explicármelos y poder seguir escuchándola. Quiero oírla cantar canciones desconocidas. Hablar de cosas nunca oídas: tatuajes, duendes tortugas, enanos gruñones, santos griales, el mar... Tantas y tantas cosas que desconozco. Quiero que me cuente todas las historias que ella misma crea. Quiero ver el mundo a través de sus ojos, del color de la tierra mojada. Tan desafiantes al mundo, como tranquilos. Quiero que se quede conmigo.
“Y por eso, por una vez, padre, ignoraré tus enseñanzas y seré egoísta. Por una vez voy sa luchar por lo que quiero. Hallaré una manera de que se quede conmigo. Sé que lo haré. Lo juro. Nunca dejaré que se vaya.”

Lo que Calen no sabía es que, oculto tras los árboles, alguien había oído su juramento. Y que en esos momentos Siete corría presuroso a contárselo a los demás.
[1] Una de las principales pioneras del Trabajo Social en el siglo XIX. Su libro Social Work, extendió la denominación de la profesión del Trabajo Social, diferenciándola de la Asistencia Social. Otra posterior obra suya, Social Diagnostic, dotó a la profesión de su primer método actuación, el trabajo con casos.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

2 de junio: ¿Dónde estuviste anoche?

Viaja a través de los lugares y a través de los tiempos. Llega hasta las manos de quien me ha de suceder: Dama portadora de mi sangre, Dama señora de mi poder…
Mi conjuro está lanzado. Quizá debería huir. Pero antes de que me ponga en pie, siento el filo de una hoja traspasándome el pecho, y la oscuridad empieza a cubrir mis ojos…

-¡NOOOOOOOOOO!
-Yeny, Yeny despertad…¡Yeny!
Calen me zarandea una y otra vez para sacarme de mis sueños. De una de las pesadillas más horribles que jamás he tenido. Despierto sudorosa, alterada y llorando. Y no quiero volver a dormir si he de volver a verla…
-¡Calen lo he visto! He visto cómo la mataban. ¡Lo he sentido! El dolor, el frío, la sangre…Y me sentía morir. ¡Sentía cómo me moría!
-Tranquilizaos Yeny, tranquilizaos-intenta calmarme Calen abrazándome fuertemente contra su pecho. Pero ni esto es capaz de aliviarme, de calmarme, de hacer que me sienta mejor. No después de todo lo que he sentido. Yo, yo…
-Me sentía morir Calen…
-Chs, lo sé, lo sé… Tranquila…Intentad dormir-susurra acunándome.
-No quiero volver a dormir. No quiero volver a soñar con ella…
-Sólo ha sido una pesadilla-no era una pesadilla. Era real-. Estás a salvo, no os va a pasar nada-no es cierto. Si me vuelvo a dormir, volveré a soñar. Y si vuelvo a soñar…volveré a verla-Yo estoy aquí-susurra acariciándome el pelo-. Tranquila…Yo estoy aquí…
Me acurruco junto a él, sin dejar de sollozar. ¡Ha sido horrible! ¡Me estaba muriendo! Me faltaba el aire, mi mente se nublaba y lo veía todo negro. Sentía frío, mucho frío… Y dolor, mucho dolor…
-Intentad dejar la mente el blanco-el círculo en el que estaba era blanco-… No penséis en nada- me susurra Calen mientras me da un beso en la frente.
Eso intento hacer, dejar la mente en blanco. No pensar. No recordar. Concentrarme en cualquier otra cosa…
El fuego de la chimenea se apagó hace mucho, y noto el frío en los pies. Me concentro en ese frío. Me concentro en las manos de Calen acariciando mi pelo. Me concentro en el beso que me acaba de dar en la frente, y que en otras circunstancias hubiera llenado de sentido mi existencia. Me concentro en sentir su respiración y el corazón latiéndole en el pecho. Me concentro en la vida que hay a mi alrededor. Me concentro en el viento que se oye soplando entre los árboles. En los grillos que cantan fuera sin dejar de dar mal. En la respiración de Calen. A mi alrededor aún hay cosas vivas. Las siento. Y si las siento es que yo también estoy viva.
Poco a poco me tranquilizo, me relajo, acompaso mi respiración a la de Calen… y me quedo de nuevo dormida.



-Señora…señora despertad… Son ya más de las 10-¿quién está hablando?-Señora despertad, vamos. Despertad.
-¿Eiris?-pregunto abriendo un ojo. Jooo, qué sueño…
-Sí, soy yo. Despertad-abro los ojos sobresaltada.
¡Mierda, es Eiris! ¡Y Calen en la cama conmigo! Seguro que se piensa mal. Seguro que se arma la de Dios es Cristo. Dios…seguro que Perin me acaba diciendo algo…Y además, después de la situación en la que nos ha encontrado, seguro que se empeñan en casarnos. ¡Sí por los cojones, me voy a casar yo a mis años! Como si no me quedara nada mejor que hacer. Aunque nadie tiene por qué enterarse… Calen es el rey, puede amenazar a Eiris con el despido, o con algún frío, oscuro, húmedo, lóbrego y solitario calabozo en lo más profundo de las mazmorras si se va de la lengua. Sí…, y yo puedo amenazarla con una maldición… ¿puedo, no? Lo mejor será que despierte a Calen para que ambos podamos empezar a ser poseídos por el espíritu del Padrino. Pero….si estoy yo sola en la cama… ¿Y Calen dónde está? ¿Cuándo se ha ido? Y lo más importante… ¿por qué yo no me he enterado?
-…con el blanco, supongo-comenta Eiris.
-¿Qué?-¿Qué ha dicho? No estaba escuchando, estaba maquinando…con infructuosos resultados.
-Que supongo que bajaréis a desayunar con el blanco, ¿no?
-Decide tú Eiris, sabes más de esta ropa que yo.
Y es cierto. Qué sabré yo de la moda de este sitio… Y de protocolo de vestir. ¿Por qué nunca me habré leído el Manual de Buenas Formas de la Biblioteca de la facultad? Bueno, creo que en este sitio tampoco me hubiera servido de mucho…
Me pongo en pie y Eiris comienza a desabrocharme le vestido.
-¿Por qué no me avisasteis anoche para que os ayudara a desvestiros?-pregunta bastante enojada- Ya sé que os gusta haceros la cosas vos misma, pero… ¡es mi trabajo!
Genial, ahora Eiris se ha ofendido. Joder, no la avisé,
1º, porque Calen durmió conmigo, y como que no. Mejor estar los dos solos, para evitar rumores, y
2º, porque…
-No sabía cómo hacerlo Eiris-que una nunca ha tenido doncella ni nada que se le asemeje remotamente. No sé cómo tengo que comportarme con ella, no sé qué tengo que hacer con ella. No sé…nada de nada.-. Y no creas que no quiera que me ayudes, ni que menosprecie tu trabajo, no es nada de eso. Simplemente es que nunca he tenido doncella ni nada parecido. Perdona si no sé cómo tratarte, pero estoy acostumbrada a hacerlo todo por mí misma, no a que me sirvan.
Eiris me mira dubitativa.
-La próxima vez que me necesitéis, tirad de esta cuerda-me indica por fin cogiendo un fino cordel que sobresale de la pared-. Toca una campana que hay en las cocinas y en mis habitaciones. Yo la oiré y vendré.
-Lo haré Eiris, te lo prometo. Pero tú podrías hacer algo por mí.
-¿El qué?
-Llámame Yeny. Es como me llama todo el mundo en casa.
-Eso sería demasiado personal-responde negando con la cabeza.
-Pero yo no me sentiría tan incómoda por tener…doncella personal. Es que no puedo tratarte si pienso que eres mi criada, y estás todo el día tratándome de usted. Eiris, eres la única chica que conozco en este lugar, y no debes ser mucho mayor que yo. No puedo comportarme como si fuera tu jefa, lo siento, pero eso es algo que va en contra de mí misma.
-Técnicamente, sois mi jefa-apunta.
-Pero no soy la que te ha contratado ni la que te paga. No quiero que tengas que vivir pendiente de mí las 24 horas del día. Seguro que tienes vida propia, y no debe ser agradable tener que pasarte el día pendiente de los caprichos de una niñata. Deberías tener un horario, tiempo libre, esas cosas. No pasarte mañana y noche pendiente de mí. Es muy injusto para ti. De verdad que sin tu ayuda ayer…no sé ni cómo me las habría apañado para estar lista a tiempo. Pero seguro que cuando yo volví a la habitación tú estabas muy feliz en otra fiesta. ¿Qué hubiera pasado si te hubiera llamado entonces?
No me digas que te hubiera dado igual, porque no me lo creo. Que una cosa es que seas mi doncella personal, y otra muy distinta es que seas mi esclava. Y sinceramente, debe de ser una putada…digo, un fastidio, que una niñata te saque de una fiesta y te obligue a parar tu vida simplemente porque no sabe desvestirse ella solita.
Eiris sonríe.
-Sois la joven más rara a la que he servido nunca. A la mayor parte de las damas de la corte no les importa lo más mínimo lo que estés haciendo en el momento en que te llaman. Tienes que obedecerlas, que para algo son tus señoras.
Esto es lo que se consigue malcriando a las personas bajo el poder del dinero. Acaban creyéndose los dueños y señores del mundo. Esas damiselas crecerán con un ejército de sirvientas detrás suyo pendientes de los mínimos caprichos que ellas tengan. Eiris habrá estado años al servicio de personas así, y habrá terminado creyendo que sólo pueden vivir para ellas. Pero francamente, ni yo soy una de esas damas malcriadas, ni estoy dispuestas a que haya nadie que tenga que para su vida por mí.
-Pero yo no soy tu señora. Y no quiero que te consideres mi doncella. Digamos que eres…mi ayudante. Tú me ayudas a estar presentable, y a no hacer el ridículo vistiendo, me ayudas a ponerme al día en cuestiones de moda…y demás. Pero fuera de ello yo no tengo derecho, por ejemplo, a llamarte a las 5 de la mañana sólo porque me apetezca un vaso de agua.
-Lady Clessya solía hacerlo-comenta divertida.
-Pues yo no pienso pedírtelo. A esas horas seguramente estés durmiendo, y tienes derecho al reposo. Como todo el mundo.
Ambas permanecemos en silencio, mirándonos. Sé que todo esto es nuevo para Eiris. Que por lo visto no está acostumbrada a que la traten como a una igual. Culpa de este, me temo, maldito sistema feudo-estamental. Pero ni yo soy su señora, ni ella es mi vasalla. Y en mi pueblo a los trabajadores se les reconoce una serie de derechos… al menos teóricamente. Y entre ellos está el derecho a tener una vida fuera del trabajo.
-¿Debería tener un horario y tiempo libre?-pregunta.
-Sí. Un horario de 8 horas, con paradas para comer y un día libre a la semana. O dos.
-Nadie de por aquí tienes anda de eso. Al menos los sirvientes no.
-Pues mientras seas mi ayudante, lo tendrás.
-¿Y tendré que tratarte de tú?
-Sí, de igual a igual.
-Me va a resultar extraño. Pero creo que podré acostumbrarme.
Ambas nos reímos. Mientras se lleva el vestido, yo me lavo la cara y me aseo. Cuando vuelve me enseña cómo aflojarme yo misma el corsé, y cómo lograr abrocharme todos los botones. Necesitaré práctica, pero creo que podré apañármelas.
-Bueno, vamos, que Su Majestad ya te está esperando.
-¿Qué?-¿Qué me está esperando? ¿A mí? Qué mono…-¿Por qué razón?
-Para desayunar, por supuesto. No quiso hacerlo a las 8, como es su costumbre. Insistió en esperaros. Dijo que tenía asuntos importantes que tratar con vos…contigo-repito lo dicho, qué mono…
Mientras caminamos por el castillo, Eiris me pregunta por la cena. Yo le digo que estuvo bien sin entrar en detalles: buena música, buena comida, y buena gente. Pero el rumor de mis extrañas salidas y actuaciones ha llegado hasta sus oídos. Así que me invento que salí de la sala porque tenía un horrible dolor de cabeza…y que la gente exagera respecto a mis actuaciones. Cuando me pregunta por Calen, yo me limito a decir que…
-Sí, Su Majestad me acompañó hasta la habitación para asegurarse de que estaba bien y luego no supe más de él.
-¿Y no volviste a verlo? ¿Pues sabes que su guardia asegura entró en sus aposentos al rayar el alba? Se rumorea que ha pasado la noche…en compañía femenina.
-No me digas Eiris…pues me alegro por la dama con la que estuvo. Seguro que pasaron una noche muy grata-¡ya te digo chaval! Salvo por las pesadillas…
-Yeny, este…se rumorea que estuvo contigo.
-¡QUÉ!-¿Cómo se han enterado?
Pero antes de que Eiris me responda, una puerta se abre, y puedo ver a Calen esperando al final de una larga mesa. Y Eiris se marcha. ¿Por qué siempre me hace lo mismo?
La larga mesa está servida, y por lo visto Calen quiere que me siente en el otro extremo, frente a él. Siempre manteniendo las formas. Los criados sirven el desayuno (“Café con un poco de leche y dos terrones de azúcar, por favor. Gracias”), y se marchan dejándonos solos. Después de un largo silencio, y de dar varios sorbos a su taza, Calen, por fín me habla.
-Debemos hablar de lo que ocurrió ayer.
-Por lo visto la corte murmura cosas extrañas.
-Exacto, y eso es lo que me preocupa. Rumores extraños podrían provocar reacciones poco deseadas. Podría sembrar la duda entre el pueblo. Podría acarrearme consecuencias poco agradables. Deyanira, en el castillo se rumorea que anoche yacimos juntos-anuncia sombrío-, y eso está provocando reacciones dispares entre mis súbitos.
-Lo se, Eiris me lo ha comentado-¿reacciones?-. ¿Qué clase de reacciones?
-Veréis, vuestra personalidad plantea serios problemas. Aunque muchos ya intuyen, incluso suponen que sois la Dama, el hecho de que aún nos e haya anunciado nada oficialmente os pone en una situación…delicada. De momento, sois una extranjera llegada de lejanas tierras, y los hay que os miran con recelo. Muchas damas de la corte, también caballeros, pero sobre todo las damas, opinan que sois una desvergonzada que anoche me sedujo para quedarse encinta y obligarme a que me case con vos, ocupando así una posición que no os corresponde por nacimiento-¿Pero qué se han creído esas harpías marujonas? A que les rompo la cara…-Otros, en cambio, opinan que el culpable de la presunta…ejem, fornicación, fui yo. Y creedme que los postulados de estos son peores. Unos creen que yo, aprovechándome de vuestro estado de solitaria indefensión, so seduje para satisfacer mis deseos carnales haciéndoos falsas promesas que ahora incumpliré. Otros aseguran que directamente os forcé, pues oyeron vuestros gritos-“¡Vete!”, “¡Salid de mi habitación!” “¡Dejadme!”…los recuerdos de todo lo que el dije anoche inundan mi cabeza…y hacen que tenga una horrible sensación en el estómago-. Todos ellos se quejan ahora de mi inmoralidad, me acusan de sodomita, de tirano y de canalla, y piden a gritos que sea destituido como monarca, enjuiciado y condenado.
Todo ellos por hacerme caso…
-Dios mío Calen, digo Majestad, lo siento mucho. Muchísimo, de verdad. No pretendía causaros ningún problema
-¡Maldita sea Deyanira!-exclama dando un puñetazo en la mesa y provocando que yo retroceda con la silla, ligeramente- Problemas precisamente es lo que no iba a causar vuestra actuación de anoche.
-Si queréis, diré que fue culpa mía. Diré que yo os hechicé u os encanté, pero os exculparé de todo este asunto-lo que sea con tal de que no tenga problemas.
-¿No lo entendéis, verdad Deyanira? Sois la Dama, y cuando eso se anuncie vuestra moralidad a de ser incuestionable. Pero sobre todo a de ser incuestionable vuestra doncellez.
-¿Mi doncellez? O sea, que todo este asunto… ¿es porque se supone que yo soy virgen?
-No se supone, Deyanira. Es necesario que seáis virgen. Es premisa indispensable para que rompáis la maldición. Todo el mundo espera que lo seáis.
-Pero...pe, pero… ¡A la peña qué mas le dará que yo sea virgen o no! ¿Qué pasa? ¿Qué cuando se anuncie que soy al Dama mi virginidad pasará a ser asunto de Estado?
-¡Sí Deyanira, eso es exactamente lo que pasará! Y eso no es todo. Si se duda de que aún seáis doncella cuando se anuncia que sois la Dama, se exigirá una prueba de que aún estáis entera-Espero que esa prueba consista en cazar un unicornio
[1]….-Así que decidme-Calen se inclina hacia mí y adopta una cara repentinamente taciturna que no me gusta nada-¿aún sois doncella?
¡Pero a este tío qué más le dará si yo he echado ya o no un polvo con alguien! ¿Y qué tendrá que ver eso para que yo rompa la maldición? ¿Qué tendrá que ver el tocino con la velocidad? Se habrán pensado que por ser la “Dama dadora de Vida” tengo que ser virgen obligatoriamente. Pues no sé si saben que el derecho de pernada medieval se basaba en antiguos rituales de fertilidad en los que se creía que la novia sería más fértil, y por tanto podría engendrar vida en su seno con más facilidad, si perdía la virginidad con el jefe del clan. De hecho, en algunas culturas neolíticas, las viudas con hijos se encontraban entre las mujeres más deseadas, porque habían demostrado que eran fértiles. Y se creía que una joven no adquiría el don de crear vida quedándose encinta, hasta que no era desvirgada. La rotura del himen era así, una ritual de paso para las chicas mediante el cual les era concedido el don de engendrar vida, mientras que la menarquia, o primera regla, se consideraba una mera señal de que la joven ya estaba preparada para dichos ritos. O algo así leí en alguna parte. Así que eso de que para poder ser la Dama y resucitar el Bosque tengo que ser virgen, es una completa, absoluta y soberana estupidez. De hecho, sería mucho más lógico a la par que demostrable, que tuviera el don de la vida si ya hubiera tenido un hijo. Cosa que, dicho sea de paso, no me apetece ponerme a tener a mis años. ¡Y además, que eso es un asunto demasiado personal, joder! No me apetece que se cuelgue un cartel en la plaza del pueblo en el que ponga:

A todos los que la presente vieren y entendieren sepan que, con gran orgullo y satisfacción, el Rey se complace en proclamar que la extranjera Lady Deyanira, es la Dama anunciada en las profecías.
Y por cierto, todos tranquilos, que
AÚN ES VIRGEN

Porque no estoy por la labor. Y luego encima está Calen mirándome mal. Que no sé si lo hace con miedo, con furia, con inquietud, con decepción, o qué. Pero me está poniendo nerviosa, y además me está cabreando. Y lo mejor será que diga algo pronto porque si no se va a pensar cualquier cosa, si no lo está haciendo ya…
-Sí Calen. Aún soy virgen. No he yacido con nadie, no fornicado con nadie, ni, como se dice en mi pueblo, follado con nadie. Así que tú y tus súbitos podéis estar tranquilos, que vuestra preciada Dama todavía puede romper la maldición sin ningún riesgo.
-Me alegro, gracias a la Reina-suspira aliviado.
-Y que sepas, que no me creo eso de que sea obligatorio que sea virgen, y mucho menos que esté explícitamente contenido en la profecía. Que al fin y al cabo se supone que voy resucitar a un bosque, ¡no a cazar a un unicornio!
-Bueno…no es que se diga explícitamente en la Profecía, pero se sobreentiende-confiesa.
-¡Pues son sobrentendáis tanto!-le espeto-Porque lo que yo haga o deje de hacer con mi cuerpo, es sólo cosa mía. Y puede que yo venga de otro lejano y apartado lugar, y tenga unas costumbres sumamente diferentes a las de aquí, pero eso no es razón para mirarme con el odio con el que lo has hecho hace un momento, y mucho para que te entrometas de esa forma en mi vida. No tienes ningún derecho, por muy rey que seas, a entrometerte en lo que yo haya hecho con mi vida antes incluso de que supiera que este país existe, y de que descubriera quién soy. No tienes ningún derecho a hacerme preguntas tan personales.
-¿Y qué querías que hiciera Deyanira? ¿Qué otra opción me dejabais a pensar? Si fuisteis vos la que insistió en que durmiéramos juntos anoche.
Esto ya es el colmo. Se va a enterar este tío de quién soy yo. Me levanto, y me planto frente a él.
-Dormir, Calen. Dormir, sólo es dormir. No implica nada más que, como mucho, molestar al otro con ronquidos. Además no te hagas el santo, que fuiste tú quien se coló en mi habitación primero. ¡Tú te sentaste encima de mi cama y afirmaste que no te irías!
-¡Y tú me obligaste que me quedara!
- Te quedaste porque quisiste.
-¡Me quede porque insististe!
-Pues no haberme hecho caso Calen. ¡No es tan difícil no hacer caso a la gente cuando te pide algo! Además, ¿crees que yo te hubiera pedido que hicieras algo que sé que tu misma moral te impide?
-Pues son lo sé Yeny, al verdad. De ti ya, visto lo visto, me espero cualquier cosa.
Eso ha sido cruel. Y doloroso. Lo más cruel y doloroso que podía haberme dicho.
-¿Pero qué te has creído que soy? ¿Una especie de súcubo obsesa sexual que sólo piensa en…follarse a todo aquél que tiene ocasión?
Calen no dice nada. No responde. Sólo me mira.
-Calen, mírame a los ojos, y dime que es eso lo que piensas.
Sigue sin decir nada. No me mira. No me habla. No hace nada. Así que coloco mi cara justo en frente de a suya, y le obligo a mirarme.
-Calen, mírame a los ojos y dime que es eso lo que piensas.
Silencio. Silencio absoluto. Durante largo rato. Dios, la que he montado. ¡Soy gilipollas! ¿Por qué le diría nada? ¿Qué más daba las emociones de un solo día? Ya soy lo bastante mayorcita como para superar mis traumas sin la ayuda de nadie. Joder, y encima Calen me gustaba de verdad. Y ahora he perdido para siempre cualquier oportunidad con él por ser demasiado… ¡yo misma! ¡Nunca tienes que ser tú misma Yeny, parece mentira que aún no lo hayas aprendido! Pero si no soy yo misma, ¿qué me queda ser? Por lo menos soy auténtica, no me escondo de nadie, no tengo nada que esconder…
Es verdad. Yo he sido sincera. No le he ocultado anda a Calen. Bueno, puede que no le haya querido decir de dónde vengo, pero eso no importa porque seguro que no sabe ni dónde está Zaragoza. Estoy dudando de si sabrá siquiera dónde está la Tierra. Pero Calen…me ha estado ocultando cosas desde un principio. Estuvo deliberando sobre mi persona sin decírmelo. Estuvo discutiendo sobre mi identidad a mis espaldas. No me dijo que pensaba que era la Dama. No me dijo que por eso me acogía en su castillo. Ha estado ocultándome sus intenciones en todo momento. No debería ser yo la que se preocupara por lo que pudiera pensar de mí. ¡Debería ser él!
-¿Sabes qué, Calen? Me da igual lo que pienses. Me da igual lo que creas de mí. Por mí puedes creer perfectamente que soy capaz de tirarme al primer tío que se me ponga por delante sin control alguno sobre mis impulsos. Me da igual. Pero te recuerdo que fuiste tú quien me oculto cosas desde un principio. Tú quien me ocultó que yo era la Dama. Tú quien estuvo discutiendo acerca de mí y de mi futuro a mis espaldas. Tú, fuiste el principal responsable de mí estado de ánimo de ayer noche. Así que justo era que tú cargaras con la responsabilidad de hacer que me sintiera mejor. Y no intentes hacerte el santo ahora, porque fuiste tú quien estuvo tirándome los tejos toda la noche. ¡Y eso sí que no se te ocurra negármelo! Así que ten el concepto de mí más bajo que puedas. Porque lo cierto es que yo soy incapaz de tener ninguno bueno de ti.
Le doy la espalada y voy a marcharme por donde he entrado. Pero él me coge de la muñeca y me retiene. Me gira, me agarra por los hombros y se queda a escaso centímetros de mi cara. Uy…esto es peligroso. Muy peligroso…
-No es lo que pienso Yeny. Ni por un momento se me pasaría por la cabeza que fueras capaz de insinuarme algo que sabes me está moralmente prohibido. Y siento que tú tengas tal impresión de mí, que creas que soy un mentiroso, y que ahora creas que intento desentenderme de lo que hice. No intento tal cosa. Pero me desconciertas. Eres completamente diferente de cualquier otra joven de por aquí. Me atraes mucho más que cualquier otra joven de por aquí. Si cualquier otra me hubiera propuesto quedarme a dormir con ella, me hubiera negado rotundamente. Si tú me hubieras propuesto ir más allá de un simple sueño, me hubiera costado mucho decirte que no.
Aaaaaaaaaaayyyyyyyy. Esto es peligroso, muy peligroso. Uy lo que me ha dicho. Vale, lo que tú quieras. Pero, ¿qué estoy diciendo? Yeny, céntrate. ¿Acaba de decirme que le gusto? ¿Acaba de insinuar que si le hubiera dicho de echar un polvo, no me habría dicho que no? Vale, ahora sí que no se qué pensar. Por un lado estoy completamente flipada, por el otro… ¡mi vida empieza a cobrar sentido! Y además se está acercando más a mí. Cada vez más. ¡Va a besarme! Pero, un momento. Después de lo que me ha hecho, ¿se lo voy a poner tan fácil? Ah, no. ¡Ni de coña! Que se joda, y que se lo curre. Me ha mentido, me ha injuriado, y merece ser castigado. Vendetta.
-Calen, ¿te hago una lista de las razones por las que esto está mal? Si alguien entrara ahora:
1. Se va a confirmar que anoche yacimos juntos.
2. Se va a montar lo que no está escrito.
3. Se va a dudar de tu moralidad.
4. Se va a dudar de mi virginidad.
5…
-Cállate Yeny.
-Sí señor-soy muda. ¡A la mierda la vendetta! Llevo esperando esto…horas. Por Dios, soy una enferma
Calen se va acercando más a mí. Lentamente. Sus labios se entreabren para juntarse con los míos. Los míos se entreabren para recibir a los suyos. Puedo sentir su aliento, su respiración. Mi corazón late a mil por hora. Mis manos tiemblan. Casi puedo sentir su boca, su aliento. Sólo un milímetro más y…alguien-aporrea-la-puerta.
-¿Majestad? ¿Estáis ahí?-Perin. Calen y yo nos separamos inmediatamente
¡Será inoportuno el Doctor House! ¿No podía venir 5 minutos más tarde? ¿O 5 horas? Un momento. Es Perin. ¡Perin! ¡Socorro!
-¿Qué hace Perin aquí?-pregunto acongojada.
-Quería hablar con nosotros acerca de los rumores sobre lo que se supone que pasó ayer noche… ¿No os lo he dicho?
Yo niego con la cabeza.
-No… ¿Es necesario que esté yo? ¿No puedo escabullirme? ¿Puedes decirle que me he muerto?
-¿Pero qué os pasa con Perin?
-Que me da miedo.
-Ah, bueno. Pero a todo el mundo le ocurre lo mismo al principio de conocerle. Luego os acabáis acostumbrando. Dejadme hablar a mí. ¡Pasad Perin!
Por mí, Calen puede hablar todo lo que quiera, pero yo no pienso estar demasiado cerca de Perin para escucharlo. Así que doy la vuelta a la mesa, y me coloco al otro lado. Y Calen me sigue, “el muy valiente”. Perin entra en la sala, y con paso firme y solemne se dirige hacia nosotros, tomando asiento en frente nuestro.
-Sentaos, niños.
-Sí señor-obedecemos al unísono como movidos por un resorte.
Perin cruza las manos encima de la mesa, y nos mira fijamente largo rato con gesto torvo.
-Supongo que ya habrá llegado hasta vuestros oídos los rumores sobre el supuesto… desliz nocturno que tuvisteis anoche. Espero que no sean ciertos.
-¡Todo mentira, Perin! Puedes estar tranquilo-afirma Calen, y yo asiento marcadamente con la cabeza.
-Vos le estáis dando la razón, espero-observa Perin dirigiéndome una mirada inquisitiva.
-Sí, sí, por supuesto-afirmo yo sin dejar de sacudir la cabeza. Pero es que no puedo parar.
-Lady Deyanira, parad-me indica Calen entre dientes, y yo me detengo en seco.
- Bien, me alegro-Perin esboza una especie de sonrisa conforme-. De todas formas, tendremos que buscar una justificación coherente a todo lo que ocurrió ayer noche. Especialmente a vuestras actuaciones, mi joven dama.
Vale, lo admito, anoche hice le paripé…unas cuantas veces. Pero eso de buscar excusas…,¿qué más les dará a todo ese atajo de cortesanos cotillas lo que yo haga o deje de hacer? ¿Por quién me han tomado? Ah claro, la Dama.
-¿Y a cuántas situaciones le tendremos que buscar excusa?-pregunto asustada. En mi mente…unas cuatro o por ahí.
-Para empezar, a por qué abandonasteis corriendo el salón-¿cuál de todas las veces?-al acabar el juglar su relato-Ah vale, la primera.-. Causasteis una gran conmoción, los invitados estaban estupefactos.
-¿No podríamos decir que estaba enferma? ¿Qué necesitaba tomar un poco el fresco?-sugiero.
-Si os hubierais encontrado indispuesta., no hubierais salido corriendo como alma que lleva el diablo hasta los jardines-corrige Perin.
Calen alza la mano tímidamente, como pidiendo permiso para hablar.
-También podríamos decir que le pareció reconocer a algún familiar-propone.-. Eso explicaría sus prisas y crearía un sentimiento de compasión hacia ella.
-Mmm, podría funcionar-Perin se rasca la barbilla, pensativo-…Sí, podría resultar creíble. Diremos eso. ¿Y qué hay de vuestro abandono definitivo?
-¿Estaba enferma?-sugiero de nuevo con tímidamente.
-Muchacha, no os quedaréis tranquila hasta que no enferméis, ¿verdad?-me pregunta
La verdad es que, simplemente, no se me ocurre nada mejor. Nunca he tenido demasiada imaginación a la hora de buscar excusas.
-Bueno…eso explicaría por qué me retiré tan pronto, no volví al salón en toda la noche, y me he despertado tan tarde esta mañana. Sentía…ligeros mareos, y tenía un horrible dolor de cabeza, así que hube de ausentarme a mis aposentos-concluyo. Y Perin asiente para darme la razón.
-Pero eso no explica por qué su Majestad salió corriendo tras de vos, y no regresó al salón.
-La seguí para averiguar qué le pasaba, ella me dijo que simplemente pensaba acostarse a esperar a encontrarse mejor y yo me marche de allí. Estuve el resto de la noche en el mausoleo de mis padres-dice Calen lacónicamente. ¿Cuándo se ha preparado semejante coartada? Bueno, él ha tenido toda la mañana para pensarla. Y encima él estaba informado de esta reunión. Jugaba con ventaja.
-De acuerdo, diremos eso. Pero, ¿y los gritos?-inquiere Perin.
-Estoy muy pirada-respondo con total convencimiento.
Y mientras espero a que Perin me lance una mirada fulminante que me convierta en polvo, Calen me espeta un asombrado “¡Milady!”. Finalmente Perin, contra todo lo que yo hubiera creído, pronosticado, y desafiando toda ley de la naturaleza, se parte de risa y con ganas.
-No será necesario niña-la risa le impide hablar bien-. Creo que eso es algo que no tardarán en descubrir.
No se cómo tomarme ese comentario ¬¬.
-Pues entonces es que soy una pésima paciente. Su Majestad sólo quiso interesarse por mi estado y yo…le chillé.
-Eso os hará quedar en muy mal lugar-comenta Calen.
Ya lo sé. Pero mejor eso que lo que realmente pasó.
-Aunque si creéis que es lo mejor…-comenta de nuevo.
-Es lo que creo-afirmo.
Perin asiente con conformidad.
-Bien, pues esa será la versión oficial. Esto es todo entonces. O dejaré que terminéis de desayunar tranquilos-anuncia retirándose, peor yo vuelvo a hablar y lo detengo.
-Perin…señor, aún queda una cuestión. Está el asunto de si soy o no la Dama. Sé que aún no se ha anunciado nada oficialmente, pero seguro que los cien comensales de la fiesta de anoche ya tiene su opinión al respecto. Y que están esperando a que alguien se pronuncie sobre el tema.
-Entonces, ¿sabéis ya de vuestras sospechas para contigo?-pregunta.
-Yo mismo se lo conté anoche mientras estábamos en el jardín-informa Calen.
-Así es-corroboro-. Y creo que podríais estar en lo cierto.
-Entonces, supongo que sabrás que ese es un asunto delicado, jovencita-me indica Perin.
-Lo sé-afirmo-, pero no por ello deberíamos pasarlo por alto. Algo habrá que decir. Y pronto.
-¿Pronto?-pregunta Calen.
-Sí. De momento, los rumores sobre lo que hicimos o dejamos de hacer anoche han resultado mucho más interesantes. La gente es así de morbosa. Pero cuando lo aclaremos todo, empezarán a murmurar acerca de la extranjera de pelo dorado y voz hechizante. Y si nadie se ha pronunciado sobre el tema para entonces, sí que habrá problemas. El pueblo pensará que estáis reteniendo a la Dama, que le estáis impidiendo cumplir su misión. Y podría revelarse.
Silencio. Durante unos momentos que se me hacen eternos.
-¿La habéis informado ya acerca de lo que se discutió en el Consejo?-le pregunta a Calen.
-Vagamente…iba a hacerlo ahora.
Perin vuelve a sentarse en frente de nosotros con las manos cruzadas y el gesto torvo.
-Pues entonces me quedo-anuncia.



[1] Idea original de Marta de los Santos Motrel.
Su voz, como musical brisa,
Insufla en sus oyentes el embeleso;
Sus palabras, como la lluvia,
Nutren los ríos del pensamiento.
Sirena y Musa a la par,
Y toda ella Ninfa, ninfa se sabrá.

29 de mayo: Rumbo a las estrellas

-Milady, ¿nos deleitaríais con una canción de vuestro hogar?
-¿Qué?-¿Pero es que este tío me ha visto cara de gramola?-Oh, no, no señor. Canto fatal….
-No es cierto milady-me corrige Gern-.Os oímos cantar esta mañana y tenéis una voz preciosa.
Sí, y por eso precisamente acabé chocándome contra un árbol. Y cuando Eiris me ha pillado esta tarde cantando en la bañera…Que no, que no canto.
-Os aseguro señor, que tengo una voz horrorosa.
-Milady, a mí me plugo mucho la canción que entonabais esta mañana, y me gustaría volver a oíros cantar algo parecido-dice Perin.
En serio, no entiendo a este hombre. ¿Cómo se supone que me trata? Como un borde rematado, como un perfecto adulador, como mi guardián y protector… ¡Dios, que no se aclara! Parece el Doctor House.
-¿Queréis probar que no sois la Dama?-me susurra Calen-, pues entonces cantad. La profecía es muy concreta en cuanto a lo que a las dotes musicales de la Dama se refiere. Si no sois ella, nada ocurrirá. Si lo sois…el público quedará hechizado, prendado de vuestra voz.
-Pero yo no quiero hechizar a nadie…
-Si no sois la Dama, no lo haréis. Si tan segura estáis de que no lo sois, cantad. ¿Qué tenéis que perder?
No sé cómo hace Calen para liarme. Cuanto más habla, más creo que podría tener razón. ¡Pero por todos los santos Yeny, eso es imposible!
-Está bien señores, cantaré-anuncio levantándome de mi asiento y situándome junto al trovador.
Aplausos corteses responden a mi consentimiento, mientras yo me planteo qué canción cantar. ¿Alguna de mi tierra? La más típica de una tierra que conozco es el “Soria qué linda eres”, y dudo mucho que éstos sepan dónde está Soria. ¿El 15 de agosto de Ixo Rai? Sí, claro, como que van a saber, con toda seguridad, lo que es una peña, o una ranchera… Debería ser algo representativo de mi cultura, como un poema que todos conozcamos… Pero no me sé el Cantar de Mío Cid, y para cantarles La canción del pirata, versión Tierra Santa, entera… Algo con tintes medievales estaría bien, pero todas las canciones que me vienen a la cabeza son del Finisterra de Mago, o del de La leyenda de la Mancha. Y ninguna se salva de tintes eróticos-festivos, o político-revolucionarios… ¡A tomar por saco! Voy a cantar la canción que mejor expresa mi estado de ánimo actual: Rumbo a las estrellas de Tierra Santa.
-Esta canción habla de la necesidad del ser humano de sentirse libre, el deseo infinito de ser dueño de su destino, y de la búsqueda imperiosa de un lugar en el que pueda ser, simplemente, él mismo-me aclaro la garganta, cierro los ojos para concentrarme en la melodía…y que sea lo que Dios quiera.
“Quisiera ser audaz, navegar hacia el horizonte, surcar las olas del mar. Sentir el viento en mí, dominar la tempestad, tener por rumbo a las estrellas. Buscar mi sueñodonde el cielo aun sea azul, viajar sin miedo a naufragar, y una bandera solo izar:LIBERTAD”
“Olvidar que el destino me engañó, que mi vida se escapó, perdida entre los muros del destierro. Olvidar mi tormento y mi dolor, mi lamento y mi prisión. Zarpar poniendo rumbo…rumbo a las estrellas. Rumbo a las estrellas. Poder volar allí…”
Y mientras canto puedo ver el mar infinito ante mí, y sentir cómo el viento me golpea en la cara. Puedo ver el cielo estrellado sobre mi cabeza, el arco iris que me marca el camino, puedo sentir cómo mi cuerpo flota y se eleva hasta el cielo…
“Y aunque la noche se apodere de la luz, buscaré mi libertad más allá de las estrellas.”
“Quisiera ver la mar elevarse hacia la luna, mirar su danza escapar. Poder volar allí, acercarme a su amistad, bailar con ellas aunque muera.”
“Buscar mi sueño donde el cielo aun sea azul, viajar sin miedo a naufragar y una bandera solo izar: LIBERTAD”
“Olvidar que el destino me engañó, que mi vida se escapó perdida entre los muros del destierro. Olvidar mi tormento y mi dolor, mi lamento y mi prisión. Zarpar poniendo rumbo, rumbo a las estrellas. Rumbo a las estrellas. Poder volar allí”
Y mientras canto puedo sentir la música en mis oídos, y extiendo mis brazos para recibir la luna que me sonríe y la libertad que viene a mi encuentro, y marcar el rumbo del barco en que me dirijo hacia ellas. Y mientras canto giro y doy vueltas danzando con las estrellas, y hago un dueto con la luna, y el viento se convierte en mi pareja de baile.
Puedo sentir la música amplificando su volumen cuando llamo al olvido y a las estrellas. Puedo sentir la música sonando en el intermedio de mi melodía. Puedo sentir la música disminuyendo cuando termino mi canción…
Y ahora mismo también puedo ver la cara de flipados de toda la corte que me miran con expresión cuasi orgásmica.
-Por un momento pensé que realmente estaba en el cielo-me susurra el trovador-. Si la voz de la Dama es tal y como dicen las profecías, la vuestra es infinitamente más hermosa.
¡Genial! Lo que me faltaba. ¡Que me lo confirmaran! Con la increíble ovación de todos como música de fondo, tomo asiento en mi lugar.
-Bien hecho, mi Dama-me susurra Calen.
-No me llaméis así.
-Para mí es lo que sois, Yeny-responde acariciándome suavemente la mano por debajo de la mesa.
Dios, ¿por qué no le planto el morreo de su vida de una vez si lo estoy deseando? Ah claro, Perin. Y otras cien personas más. Joder, pero, ¿desde cuándo eso me ha supuesto un impedimento? Ah claro, desde que esas 100 personas no están precisamente a lo suyo, sino que me observan con expresión de “Esto luego se lo cuento yo a Peñafiel” ¡Joder, malditas reglas de protocolo! ¡Qué mierda de fiesta!
-Estáis convencido de que yo soy esa Dama, ¿verdad? Nada de lo que haga o diga te convencerá de lo contrario, ¿no es cierto?-pregunto a Calen.
-Cuanto más hacéis y decís, Deyanira, más seguro estoy de ello.
-Muy bien. Eso ya lo veremos-digo poniéndome de nuevo en pie.
-¿Qué vais a hacer?-pregunta Calen con expresión asustada.
-Oh, solo voy a contar un cuento. A ver qué pasa. A lo mejor hipnotizo a alguien, y todo.
-¿Vais a usar vuestros poderes para hipnotizar a mi corte a propósito? ¿Después de lo que les ha hecho vuestra canción? Teníais razón, estáis loca.
-No lo sabes tú bien.
-¿Por qué queréis hacerlo Deyanira? Vos no creéis que seáis la Dama. ¿Por qué queréis intentar utilizar sus poderes?
-Para convenceros a todos de una vez, de que no lo soy.
Mentira. Lo hago porque estoy asustada de mí misma. Porque tengo miedo de que la expresión de absoluta felicidad que todos tenían cuando he terminado de cantar fuera realmente fruto de mi voz. Porque cuanto más lo pienso, más probable y lógico a la par que cierto me parece que yo sea esa Dama. Y no quiero serlo. Quiero convencer a todos de que no lo soy. Pero sobre todo quiero convencerme a mí misma.
-Escuchadme todos, por favor-anuncio situándome junto al trovador de nuevo-. Como parece ser que esta noche nos ha dado a todos por la literatura, y después de haber escuchado esa preciosa leyenda que me ha llegado hasta el fondo del alma-puta historia- me gustaría relataros una leyenda, que lleva relatándose entre mi gente desde hace generaciones. De abuelos a nietos, de padres a hijos, de hermanos a hermanos, desde tiempos inmemoriales-mentira, me la inventé yo cuando tenía 9 años-. Esta historia la oí de mi madre, quien la oyó de la suya, y ésta de la suya, y ésta de la suya, hasta los orígenes de mi linaje, siendo mi tataratataratataratataratatarabuela quien la trajo de lejanas tierras. Se titula Sireas…-me concentro en la historia, el ambiente, los personajes, en visualizarlo todo, y empiezo a narrar…

٭٭٭
La noche cae, la luna brilla en el cielo. Es hora de que vuelva a casa. La mar está revuelta. Me agito en la barca, debo darme prisa, pronto habrá tormenta. Pero estoy demasiado lejos del puerto. El mar está cada vez más embravecido. Intento remar lo más rápidamente posible, pero las olas golpean más fuerte. Intento izar las velas, gobernar el bote con el timón, pero el viento sopla con furia, y me arrastra irremediablemente hasta el acantilado. Nadie ha regresado con vida de allí. Dicen que lo habita una criatura maldita, eterna y hermosa, que disfruta dándose un festín con los marineros que hasta allí llegan. Choco contra las rocas, la embarcación se rompe en mil pedazos. Me hundo en el mar. La noche se cierne sobre mí. Sé que es el fin......
“Ulises, Ulises despierta.....” Alguien me zarandea. Es de día, estoy en la playa. Sorprendentemente, o milagrosamente. ¡Gracias a los dioses! Estoy vivo, sigo vivo. Mi adorada Helena, estás a mi lado. No puedo evitar abrazarte con todas mis fuerzas. No sé cómo he llegado hasta aquí...... me da igual. Estoy vivo, estoy vivo, vivo ¡vivo! Vuelvo con Helena a casa. Puedo ver los restos de mi barca flotando en el acantilado. Me pregunto si........ No, imposible, nunca pasaría eso. Pero sin embargo...... no, no. Desecho esa idea de mi cabeza. El acantilado se alza imponente, terrorífico y, aún así, hermoso.
Padre está esperándome junto al hogar cuando vuelvo. Estuvo toda la noche rezándole al buen Poseidón para que el mar no me llevase al Hades. Si alguien puede resolver mis dudas es él. Es un anciano sabio, que conoce más leyendas que nadie. Pero no quiero que Helena nos escuche hablar, la pobrecilla se angustiaría demasiado. Espero pues a que se haya acostado. Padre sigue junto al hogar, haciendo ofrendas a Poseidón en agradecimiento por haberme devuelto a la costa sano y salvo. Me siento a su lado, me corto un mechón de mis cabellos y lo dejo frente a la estatua. Rezo en silencio, agradecido por conservar mi vida. Ambos nos miramos. Es el momento.
-Padre...
-¿Mmm?
-¿Qué sabes del acantilado?
-Lo mismo que tú Ulises. Es peligroso, no te acerques nunca allí. No sabes lo que hay allí, quien lo habita... nunca querrás estar allí.
-Padre, he estado allí. La barca se estrelló frente a sus rocas, y salí ileso. Todos los marineros insisten en que, quien quiera que viva allí, disfruta devorando nuestros cadáveres. Casi me estrello contra las rocas. Mi cuerpo se hubiera roto contra sus salientes, y mis huesos se habrían machacado. Quien quiera que lo habite se habría dado un festín con mis pobres restos. Jamás me hubierais encontrado, y yo habría vagado eternamente por el Hades sin poder entrar en el Elíseo. Pero estoy aquí. Algo me salvó. Y sé que tú sabes qué.
Te mesas la barba con los dedos, dudando.
-¿Qué es lo último que recuerdas, hijo mío?
-Pues... hundirme en el mar...
-¿Y que más?
Algo más recuerdo, sí..... Una melena negra y......
-¿Una cola de pez?
Te miro sorprendido. ¿Cómo lo sabes?
-Hace tiempo hubo una tormenta. El mar estaba feroz esa noche y la luna brillante. Naufragué. Me estrellé contra el acantilado, exactamente igual que hiciste tú. Y sobreviví, al igual que tú. Esta historia la oí de mi padre, a quien se la contó su padre, y éste la oyó del suyo. El secreto que ha guardado nuestra familia durante años, y que esperaba, muriera conmigo.

Hace muchas generaciones, ésta era una ciudad esplendorosa, próspera y rica. El recién coronado rey Anfitrión celebró su boda con Yocasta, princesa de una ciudad cercana. Era la pareja perfecta, amados y respetados por sus súbitos y queridos por los dioses. Pero la reina parecía que nunca iba a poder dar un heredero a la corona. Tras casi cuatro años de intentar, de rogar a los dioses, de visitar oráculos, médicos y astrólogos, Yocasta, desesperada, acudió al acantilado dispuesta a suicidarse. Pero la diosa Anfitrite se apiadó de ella. Le prometió que concebiría un hijo, pero que si éste llegara a enamorarse, la ruina y la devastación caerían sobre el reino. Enamorarse, decía, era lo más bajo que podía caer un humano, pues nublaba la razón y te hacía actuar como un estúpido. Yocasta, agradecida, aceptó. Un hijo suyo no tenía por qué enamorarse, al fin y al cabo, los matrimonios de conveniencia se basaban en eso. Gozosa y aliviada, regresó de nuevo al castillo.
A los pocos meses, Yocasta y Anfitrión tuvieron una hermosa niña, tan blanca como la luna y de cabellos tan negros como la noche, los ojos azul del océano profundo. La llamaron Sireas, “el don del mar”. Tres años después, fueron bendecidos una vez más con un heredero, Príamo. Durante muchos años, la familia vivió feliz. Pero Sireas creció, y cada vez era más hermosa. Sus padres, se cuidaron mucho de guardarla de la vista de cualquier joven efebo, pero esta era una tarea difícil, pues, aunque nunca nadie la había visto, la joven estaba en edad de merecer, y los pretendientes no dejaban de acudir al reino para pedir su mano, atraídos por el rumor de su increíble belleza.
Por los hombres es sabido que el Destino es caprichos y Eros cruel. Sireas era indomable como el mar, e incontenible como el agua. No le gustaba quedarse encerrada en sus aposentos mientras había visita en el castillo, y siempre lograba burlar a sus amas y escaparse al acantilado. Le gustaba el lugar porque era hermoso y tranquilo, y porque la simple extensión del horizonte marino en calma le hacía sentirse segura, fuerte, y como en casa. Y fue allí donde lo conoció. Un joven muchacho. Uno de sus pretendientes. Se llamaba Polidectes. Él se quedó sorprendido, creyó ver una ninfa o una dríade, la mismísima Tetis huída de las aguas. Sireas salió huyendo en cuanto lo vio, temerosa de la maldición que sabía que pesaba sobre ella. Y corrió hasta llegar al castillo. Pero esa tarde, sus padres le dieron una terrible noticia, se casaría, en dos semanas, con un príncipe extranjero. Sireas sabía que era inútil rebelarse, que tenía un deber que cumplir como hija. Pero no podía dejar de pensar en el desconocido que había vista esa mañana, el que se hacía llamar Polidectes. E imploró a los dioses con todas sus fuerzas que su prometido fuera él. Pronto supo que no era así, y que su futuro marido era en realidad un cuarentón, gruñón y egoísta, pero con un enorme reino y una inmensa fortuna. Y eso la desesperó.
Necesitaba estar sola, pensar en lo que le había ocurrido ese día, en lo que sería su vida a partir de ese momento, en ese misterioso chico, y llorar en paz. Volvió a su acantilado, pero había alguien más allí. “Sabía que volverías”, le dijo. “¿Tú eres Sireas, verdad?” Ella lo miró angustiada, demasiadas preguntas en un solo segundo, demasiadas emociones en un día. Demasiados deberes que cumplir, demasiados intereses en juego. “Realmente, tu fama no hace justicia al rostro que la acompaña, eres aún más hermosa.” Sabía que esa situación no era correcta, estaba mal que ella hablara de esa forma a solas con un desconocido, en un lugar tan solitario, que ahora ella era una joven prometida; pero estaba desesperada por su suerte, no había podido dejar de pensar en él y, por alguna extraña razón, lo único que quería era que la estrechara entre sus brazos. Corrió y lo abrazó. La luna sonrió al verlos. Y Sireas supo que su maldición se había cumplido.
Maldición, no en vano sus padres habían llamado así a la condición de su nacimiento. Estaban abrazados, lejos del mundo y de la realidad, ajenos a todos. Polidectes ni siquiera vio el brillo de unos ojos enfurecidos y el filo de una espada centellear en la noche. Sólo sintió como el acero se hundía en su costado, y como una segunda estocada l atravesaba el corazón. Y Sireas lo único que notó fue una fuerte mano que le asía de su brazo y la llevaba a rastras de vuelta al castillo. Su última visión fue la de su querido Polidectes siendo arrojado al mar por un hombrecillo pequeño y enjuto. Su prometido había matado a su amado.
Polidectes había muerto por causa de la hija del rey Anfitrión, y eso no iba a quedar sin castigo. Los ejércitos del padre de Polidectes, Ascanio, se presentaron frente a las murallas de la ciudad. El rey pidió ayuda al prometido de su hija, pero éste se la negó asegurando que no pensaba apoyar al padre de una meretriz. Rompió el compromiso, y unió sus ejércitos a los de Ascanio. El reino no soportó el sitio, las murallas cayeron, la ciudad fue saqueada, los hombres y los jóvenes asesinados, las mujeres y las doncellas violadas, y todo superviviente fue hecho esclavo. Aún pueden verse las ruinas de la ciudad desde aquí. Yocasta y Anfitrión fueron asesinados y en su lugar se proclamó rey Ascanio. Sireas huyó, desesperada, sin hogar al que volver, sin forma de sobrevivir, decidió unirse a Polidectes. Corrió al acantilado y saltó. Pero la maldición de Anfitrite no la dejaría nunca. Ella era, en parte, una diosa. El poder de Anfitrite la concibió en el seno de su madre, y la sangre de la diosa le insufló la vida. Yocasta era estéril. Sireas y Príamo eran hijos suyos y de Anfitrión. Y eso hacía a Sireas, a su pesar, una de los inmortales. Durante mucho tiempo, Sireas se hundió en el mar, tanto que sería imposible medirlo incluso para el mismísimo padre Cronos. Despertó dentro de su adorado acantilado, con su naturaleza marina en lugar de piernas. Tenía una cola de pez y era inmortal. Estaba furiosa con el mundo, y la soledad la volvió loca. Mata a todo aquél que se acerca, creyendo tratarse del asesino de Polidectes.

-Pero eso no tiene sentido. A mí me salvó.
-Eres impaciente muchacho, creí que tanto tiempo en el mar te había enseñado algo. Mi historia aún no ha terminado.

Sireas no fue la única que huyó, Príamo se refugió en un reino cercano. Durante semanas vagó a través del bosque, hasta que fue acogido por una familia de pescadores. Él era mi tatarabuelo.

Sireas me salvó en una noche de tormenta, te salvo a ti y salvará a cada uno de nuestros descendientes. Ella es inmortal, nosotros bastante longevos. Y como única familia suya, nunca dejará que nada nos ocurra.

٭٭٭

Muy bien Yeny, ya has contado tu historia, te la has imaginado y te has concentrado en proyectarla en la mente de cientos de personas (con nulo éxito, seguro). Y esa cálida sensación que tenías en el pecho, fijo que es una levísima taquicardia fruto de los nervios que te producen la certeza de saber, que es imposible que con una estúpida historia que te inventaste a los 9 años hayas hechizado a toda una corte.
Ahora, después de este circo que has montado tú sola, vas a abrir los ojos, vas a aguantar las risas de cien personas, vas a querer que te trague la tierra y vas a volver a tu sitio como una buena chica.
Pero cuando he abierto los ojos, nadie se ha reído:
-¿Aún después de esto os cuestionáis su identidad, Hierald?-pregunta el Mutenroi al enano Gruñón.
-Mi Dama, por fin habéis llegado-dice el trovador inclinándose ante mí.
-¿Os convencéis ahora de quién sois en realidad?-pregunta Calen a mi espalda.
Solo son casualidades. Mi relato ha tenido ese efecto porque siempre se me ha dado muy bien el teatro, y yo me he concentrado mucho en hacerlo bien. No es porque tenga ningún tipo de poder sobrenatural en mi voz.
-Tenéis la voz de una sirena, y la capacidad literaria de una musa. Tal como dice la profecía. Sólo os falta demostrar que, bailando, sois semejante a una ninfa.
-No es cierto Calen. ¡No es cierto, me oyes! Yo no soy esa Dama. ¡No soy la Dama!
No puedo serlo. No puedo creer que lo sea. Y tampoco puedo quedarme aquí un minuto más. Así que salgo corriendo de la sala, y sólo hago eso: correr. Correr a través de pasillos y escaleras y puertas hasta llegar a mi cuarto. Vuelvo a fijarme en el retrato de la mujer misteriosa. Ahora sé quien es. La Reina.
-¡Todo esto es culpa tuya!-le grito-¡Culpa tuya!
Por un instante me parece que la pintura se aclara, que sus ojos brillan, que su pelo se vuelve más suave, que su pecho sube y baja con cada respiración, que le retrato se hace más real, y que puedo ver lo que lleva colgado al cuello: mi medallón. Con la piedra roja central brillando con fuerza.
-¡Déjame en paz, no quiero ser como tú!
Entro en mi habitación y me tiro encima de la cama, llorando. ¡No puede ser verdad! ¡No soy ninguna heroína, ninguna Dama! ¡No tengo poderes sobrenaturales de ningún tipo! ¡Solo soy una chica normal!
-¿Deyanira? ¿Deyanira, estáis ahí?-pregunta Calen al otro lado de la puerta, aporreándola con los puños-¡Deyanira, abrid!
-¡No quiero hablar contigo! ¡No quiero hablar con nadie! ¡Déjame sola!
-¡No pienso dejaros sola después de lo que ha pasado esta noche! ¡Abrid!-no pienso responderle-¡Abrid!-no pienso decirle nada- Esta bien, si vos os comportáis como una niña, yo también lo haré.
Calen comienza a aporrear la puerta una y otra vez sin descanso, repitiendo continuamente “¡Abrid, abrid, abrid, abrid!”. Dios, ¿por qué no me dejará tranquila? ¿Es que no me ha dado ya bastantes disgustos en lo que va de noche? Tanto ruido me está desquiciando, y cuando estoy desquiciada y asustada me pongo furiosa. Así que me levanto y abro la puerta.
-¿Qué parte del “Déjame en paz” es la que no habéis entendido, Calen?
Pero en lugar de contestarme, me empuja dentro de la habitación, cruza el umbral, y cierra la puerta tras de sí. ¡¿Se acaba de meter en mi cuarto?!
-¡Salid de la habitación!
-No pienso marcharme de aquí: primero, hasta que aceptéis que sois la Dama-dice contando con los dedos-; segundo, hasta que asumáis que tenéis una misión que cumplir; y tercero, ¡hasta que os calméis!
-Besadme…digo, ¡Dejadme en paz!-¡Controla tus hormonas Yeny!
-No pienso marcharme de aquí hasta conseguir todo lo que os he dicho-anuncia sentándose sobre la cama-. Y por mí como si tardo toda la noche.
¿Toda la noche? Eso en mucho tiempo…XD. L, GENIAL, AHORA ESTOY MÁS CONFUSA TODAVÍA. Si no tenía bastante con dudar de si soy o no la Dama, ahora encima tengo que dudar sobre si quiero tirarme o no a…los brazos de Calen (las hormonas Yeny, las hormonas…).
-¿Y si viene alguien? ¿Qué creéis que dirían en la corte si alguien os encontrara aquí? ¿Qué diría Perin?
-Estoy seguro de que lo entenderá-contesta seriamente.
Yo doy vueltas de un lado a otro de la habitación, nerviosa. Ya estoy bastante afectada por el asunto de la Dama como para, aún encima, preocuparme por tener a Calen de noche, a solas, en mi habitación, ¡y en mi cama! Gracias al cielo que está sentado… ¡Yeny, las hormonas!
-¿Vais a hablarme o no?-pregunta.
-¿Y qué queréis que os diga Calen? “Quería que fuera una sorpresa, pero sííííí, lo admito, soy la Dama. Traed ese bosque ante mí que en un momentito lo resucito entero”-digo chasqueando los dedos y con toda la ironía de la que soy capaz.
-¿Entonces creéis que sois la Dama?
Lo que más me jode de todo esto es que…
-Sí. ¡Sí, Calen, sí! ¡Lo creo! Por Dios, ya has visto lo que ha pasado en la cena. Esa gente se ha quedado hipnotizada con lo que he contado, ha visto todo lo que yo estaba narrando, ha escuchado la música de lo que yo estaba cantando… ¡Y Tierra Santa es heavy metal! ¡Vosotros ni siquiera sabéis qué es eso! Y yo misma he notado cambios. Mi pelo es más brillante aquí, mi piel más blanca, y cuando hemos pasado por el bosque esta mañana-“El Bosque Muerto”, me indica-, sí, ese… Pues me hablaba. ¡Me llamaba por mi nombre! ¡Me atraía hacia él! ¡Pero si hasta me ha parecido bonito!
-El Bosque es vuestro reino. Os reclama. Os da la bienvenida. Sois su reina, por eso os parece hermoso. Y lo veréis aún más bello cuando rompáis la maldición.
-Por todos lo santo Calen, ¿tienes idea de lo que me estás pidiendo? ¿De la responsabilidad que insistís todos en asignarme? Estas dejando en mis manos el futuro de todo un reino. Y el de todo un Bosque. Me estás haciendo responsable de miles de vidas. ¿Tienes idea de lo que eso significa?
-¡Claro que sí Deyanira! Soy el rey de este lugar, por si no os habíais dado cuenta. Llevo años vigilando la expansión del Bosque. Llevo años realojando a las cientos de familias que se han visto obligadas a desplazarse. Llevo años buscando soluciones a la escasez que ha provocado la expansión del Bosque sobre pastos y cultivos. La maldición ha resentido nuestra economía, nuestra geografía, nuestra demografía y nuestra paz. Mi pueblo lleva siglos rezando por tu llegada. Está cansado de mirar con miedo al Bosque, de dormirse pensando en si no tendrán que saltar de su cama en plena noche porque un árbol está invadiendo su hogar; de despertar por las mañanas y pensar si ese será el último día que vean así sus tierras.
“Sé perfectamente qué clase de responsabilidad estoy dejando en tus hombros, pero llevamos siglos esperando tu llegada, y ahora que estás aquí, vas a romper esa maldición sí o sí”.
-¿Y cómo se supone que lo hago Calen? Me planto delante del Bosque y le digo “Tira pa´ atrás, pequeñin”.
-¡Usad vuestros poderes!
-¿Qué poderes Calen? Ahí está la cuestión, ¿qué poderes? No se qué clase de poderes tengo, y aunque lo descubriera, no sabría cómo usarlos. ¿Quién me iba a enseñar a hacerlo? ¿Tú? ¿El duende tortuga? ¿El enano Gruñón? ¿El Doctor House? ¿Cuál, de todos los asistentes a la Convención del Día Mundial del Orgullo Friki que tienes por corte me iba a enseñar a utilizar unos poderes que no se ni cuáles son? ¿Os es que del armario de Narnia va a salir Gandalf agitando la varita mágica de Harry Potter para enseñarme los conjuros y hechizos que aprendió en la Torre de Kazlunn?
-Encontrad el Diario de la Reina.
-Y dale con el dichoso diario… ¡ni que fuera el Santo Grial!
-En el Diario estarán las respuestas a todas vuestras dudas. ¿Queréis saber qué poderes tenéis, y cómo utilizarlos? Pues hacedlo de la mujer que los tuvo en su día.
-¿Y cómo se supone que encuentro un diario que fue escondido vete tú a saber dónde, vete tú a saber hace cuánto? ¡Uy, ya se! Me pongo un sombrero de vaquero, me engancho un látigo, digo que me llamo Deyanira Jones, pego un silbidito y seguro que el diario llega volaaaando hasta mí.
-Buscad en los archivos. En la biblioteca. Entre los documentos de la época tiene que haber alguna pista acerca de en dónde escondió la Reina el diario.
-¡Ja, estupendo! Ahora tengo complejo de Hermione Granger.-Entre todos acabarán volviéndome emo.
Paseo un poco más por la habitación, suspiro, y me siento al lado de Calen.
-No puedo hacer esto yo sola.
Calen me agarra de la mano.
-No pienso dejaros sola.
Ambos nos miramos durante unos minutos, intensamente.
-Quédate conmigo-le pido.
-Ya os he dicho, que no os dejaré sola.
-Digo esta noche-¡a la mierda mis hormonas!
-¡¿Qué?!-le he hecho una proposición poco decente para su moral puritana, lo sé, pero no pienso quedarme sola esta noche después de todo por lo que he pasado al cabo del día.
-Por favor Calen. He desaparecido de mi casa y aparecido en un mundo totalmente desconocido en un solo día. Y he pasado de ser una chica universitaria, con el único objetivo se sobrevivir despierta a la temporada de exámenes, normal; a ser una Dama con la misión de resucitar a todo un Bosque y salvar a todo un reino en apenas una horas. No me siento con fuerza s de estar sola ahora mismo. Por favor, quédate conmigo esta noche.
-Pero, ¿y si viene alguien? ¿Qué creéis que se diría en la corte si alguien me encontrara aquí? ¿Qué diría Perin?
Sonrío.
-Estoy segura de que lo entenderá. Es lógico que el rey cuide de la Dama.
Me mira. Se lo está pensando.
-Está bien Yeny, me quedaré.
-Gracias Calen.
Me tumbo en la cama y él se tumba a mi lado, abrazándome. Entre sus brazos me siento totalmente segura. Es como si nada de lo que hubiera pasado esta noche hubiera sido real, como si lo único cierto fuéramos nosotros dos, y este momento. Quisiera tener el valor suficiente como para lanzarme y besarlo, quisiera tener el valor suficiente como para decirle lo mucho que me gusta, quisiera tener le valor suficiente como para… Pero no lo tengo. Pero esto es suficiente.
-Ahora intentad dormir, mi dama-me susurra.
Ojala no lo hiciera nuca. Ojala me mantuviera despierta toda la noche, observando su respiración mientras duerme, oyendo su corazón latir, sintiendo su aliento en mi rostro. Sintiendo la calidez de su cuerpo, la suavidad de su piel. Pero a pesar del torrente de emociones que me embargan, los acontecimientos de la noche me han dejado agotada y, muy a mi pesar, caigo profundamente dormida.