miércoles, 14 de octubre de 2009

7 de julio: La habitación

¡Lo conseguí! ¡Estoy en la habitación de la Reina! Soy genial, soy ideal, soy estupenda, soy la más lista, soy la mejor...Vale, de acuerdo. Baja Modestia, que sube Deyanira. Pero, qué demonios. Llevo días trabajando para llegar hasta aquí. Y estoy tan cerca...tan cerca de conseguirlo. De encontrar el Diario. De romper la maldición. De volver a casa...
Y hablando de casa, qué bien conservada está ésta. Para llevar...¿cuánto? 10 siglos o por ahí deshabitada, lo cierto es que está muy bien conservada. Los muebles están en perfecto estado, y tanto las cortinas como la ropa de cama, conservan unos brillantes colores y el tejido no está apolillado. Sí, es cierto que hay una gruesa capa de polvo pero...hace siglos que nadie limpia esto. No se le puede pedir peras al olmo. Aunque la hiedra ha cubierto casi la totalidad de la ventana, aún podría permitir que se filtrara algo de luz. Pero no puedo estar segura, puesto que ya ha caído la noche. Aún así, por el pequeño resquicio libre de hierba que hay en la ventana se puede ver, brillando a lo lejos, una luna perfectamente redonda y blanca.
-Este sitio me da mala espina-dice Calen agarrando fuertemente la empuñadura de su espada-. Más aún de noche.
-Relájate Calen. Está más que claro que este sitio lleva vacío...muchísimo tiempo. Es imposible que haya ningún peligro aquí dentro.
-No temo a lo que hay dentro. Temo a lo que hay ahí afuera.
El Bosque. Ése que se dedica a matar gente. Ése que se supone, debo resucitar. Ése que al parecer se convertirá en mi reino. Anda, que menudo reino me ha tocado. Está claro que, el día que se repartieron los reinos, yo estaba de resaca.
-Deyanira, apartaos de la ventana-me advierte Calen al ver que me acerco a mirar por ella.
-Sólo voy a echar un vistazo al paisaje-le tranquilizo-. Relájate.
De todas formas, no se qué es lo que inquieta tanto a Calen. A través de la ventana, apenas se puede ver un trozo del Bosque. Pero éste, iluminado por la suave luz fantasmagórica de la luna llena, me parece hermosísimo en su negrura. Tranquilo, sereno, y mágicamente hermoso. Ahora, estando dentro de él, oigo claramente como me llama.
-Mi Reina. Mi Dama- susurran los árboles-.Nuestras ramas te darán cobijo. Ven a saludarnos, joven Reina. Ven a acariciarnos, oh tú, Portadora de la sangre de Hiria.
-Deyanira, llevamos esperándote mucho tiempo. Ven con nosotras Deyanira. Ven, Dama nuestra-me dicen las flores-.Nosotras adornaremos tu pelo, y ceñiremos coronas en torno a tu cabeza. Ven a jugar con nosotras.
-Yo te daré de beber, mi joven Dama. Mis aguas llevan siglos esperando calmar tu sed, Reina mía-me llama el río-.Báñate en mis aguas, oh Portadora, como en su día hizo Hiria.
-¿Sabéis quién soy? ¿Me reconocéis?
-Te conocemos desde siempre-contestan los árboles- Llevamos siglos esperándote.
-Hemos aguardado tu llegada desde que apenas éramos un fino rastro de polen-responden las flores-.Nos han hablado de ti desde que nuestros tallos empezaron a crecer.
-Estaba presente cuando Hiria te conjuró, oh Portadora.-contesta el río.
-¿Por qué me llamas Portadora?
-Porque es lo que eres-responde el río.
-Deyanira, apártate de la ventana-me dice Calen agarrándome por el brazo.
-No te vayas aún, Dama mía-piden los árboles.
-Quédate un rato más a hablar con nosotros, Deyanira-ruegan las flores.
-Prométenos que volverás a vernos, joven Portadora-pide el río.
-Lo prometo-susurro.
-¡Deyanira, apártate de la ventana!-ordena Calen zarandeándome el brazo.
-Relájate Calen-le aconsejo zafándome de su mano-. Sólo estaba mirando el paisaje.
-¡Estabas a punto de abrir la ventana! ¡Estabas a punto de exponernos ante el Bosque!
-Por favor Calen. No digas tonterías.
-¡No son tonterías! ¿Tienes idea de lo que hay ahí fuera? ¿De la clase de muerte que mora entre esos árboles?
-Oye, si tanto miedo tienes, mantente cerca de la puerta-le aconsejo-. Y al mínimo movimiento de planta, echa a correr.
-Deyanira, no bromees con esto.
-No bromeo, te estoy hablando completamente en serio.
-No pienso separarme de ti-asegura desenvainando su espada y pegándose a mi espalda.
Joder qué descarado. ¿Podría cortarse un poco, no? Que corra el aire... Aunque bien pensado, tampoco se está tan mal. No es que su contacto sea desagradable. Pero no, no, está mal, muy mal. Tenemos, bueno, tengo, que mantener la distancia sea como sea. ¡Oh, Yeny, no seas hipócrita! Fuiste tú quien el pidió que viniera contigo. Fue un impulso ¿vale? Aún así, si tú eres incapaz de controlar tus impulsos, no puedes reprocharle lo mismo a él. Así que deja de engañarte y déjale que se pegue a ti como una lapa. Controla tus impulsos tú, y santas pascuas.
-¿Y si el Bosque ataca, qué? ¿Vas a dejar a Translot sin rey?-Yeny, ¿en qué acabamos de quedar?-¿Quién va a gobernar en tu lugar?
-¿Y si el Bosque te ataca a ti, quién romperá la maldición en tu lugar?
-Creo que soy la única persona viviente que no tiene motivos para temer a este Bosque.
-Nunca te confíes si hay ramas de por medio, Deyanira.
-Está bien-consiento suspirando-. Pero como te sobrepases, te arreo. Y dame eso-le “pido amablemente” quitándole con brusquedad el candelabro-, no sea que entre sostener esto y tu espada, acabes causando un accidente.
Ya me disponía a recorrerme la habitación entera con Calen pegado a mí como si fuéramos hermanos siameses, cuando, enfrente mío, visualizo el secreter.
-Pues mira tú por donde, no vas a tener que pegarte a mí más tiempo-le anuncio separándome de él y avanzando hacia el secreter.
Deposito los candelabros encima del comodín, y me apresuro a quitarme el medallón y coger la llave. Vuelvo a colocar el medallón en su sitio, e intento abrir el cajón. Me lleva un rato. La cerradura está bastante oxidada, lo cual es normal teniendo en cuenta la de años que tiene esta cerradura. Pero tras un rato forcejeando con ella, le arreo un par de puñetazos al cajón, y la cerradura cede.
¡Allí está! ¡Lo he encontrado! ¡El Diario! Oh Señor...estoy tan contenta que hasta se me saltan las lágrimas. Lo he encontrado después de tanto investigar, aventurarme y poco dormir. Lo cojo con los dedos temblorosos. Es un cuaderno pequeño, encuadernado en rojo, escrito con tinta negra, en una caligrafía hermosa, muy fina y pequeña. Estoy deseando sentarme para saber lo que tiene que contarme. Descubrir sus secretos, sus pensamientos, su historia, sus miedos, su sabiduría, sus recuerdos. Descubrir quién era realmente Hiria.
-Calen, lo tengo. Ven, tienes que ver esto.
Calen no dice nada. Debe de estar tan emocionado como yo.
-Vamos Calen, no seas tímido. Esto también es en parte tuyo. Ven y échale un vistazo.
Pero él no dice nada y sigue manteniendo un solemne silencio. ¿Me estará escuchando? ¿O es que la emoción le impide moverse?
El ruido del metal chocando con el suelo, hace que me gire bruscamente. Lo que veo me deja muda de terror. La espada de Calen está en el suelo. Y él se halla suspendido en el aire, sujeto por una gruesa y fuerte rama que le rodea de pies a cabeza, impidiéndole el movimiento, oprimiéndole el pecho, dificultándole la respiración y provocándole un sangrado en el cuello. No puedo reprimir un grito de horror.
-¡¡CALEN!!
¿Cómo ha podido ocurrir esto? ¿De dónde sale esa rama? La ventana, claro. Entonces es cierto que la abrí. Y la rama se ha colado por ella y ha atacado a Calen. ¡Dios, soy una estúpida irresponsable!
Debo hacer algo pronto. Calen no deja de forcejear para soltarse, pero cuanto más forcejea, más se le aprieta al cuerpo la rama. Pronto comenzará a faltarle el oxígeno. Corro a alcanzar su espada, y corto con ella la rama desde la ventana.
Pero la rama no retrocede, y desde mi posición puedo ver perfectamente lo que le está haciendo a Calen. Se le está clavando en la espalda, justo debajo de la nuca. Pero no para inmovilizarlo. Le está chupando la sangre. Está sorbiendo su vida con un ansia vampírica. Y si no hago algo, pronto lo habrá desangrado del todo.
Pero, ¿qué puedo hacer? ¿Qué? Calen me diría que usara mis poderes, pero no se qué poderes tengo. No se qué debo hacer para usarlos. ¿De qué me sirve haber encontrado el Diario? No puedo pararme a buscar las respuestas que pueda darme. ¡Necesito respuestas e ideas ahora!
-Mi Reina, ¿cómo debo acabar con el intruso?
-¿Quién me habla?
-Me tienes enfrente, Reina mía. ¿Cómo debo acabar definitivamente con el intruso?
Es la rama. ¡La rama me habla! ¡Y me pide instrucciones para acabar con Calen! ¡Sólo porque soy su Reina!...Mi poder es ése... Ser su Reina. Dominar el Bosque. Controlarlo.
-¿Por qué quieres acabar con él?
-Para vengar vuestra sangre, mi Reina.
No sé a qué se refiere. Y no tengo tiempo de preguntarle. Calen respira cada vez peor. Pero ahora sé cómo dejarlo libre. Por primera vez entiendo lo que quiere decir la frase “usar mis poderes”.
Me alzo soberbia ante ese pedazo de naturaleza asesina que se supone me pertenece por derecho, y sobre el que tengo completo y absoluto poder.
-Detente-ordeno con voz potente a la rama-. La Dama del Bosque, te lo ordena.
Inmediatamente, la rama deja de vampirizar a Calen.
-Ahora suelta a ese hombre. Con cuidado.
-Es un intruso, mi Reina...
-¡No cuestiones mis órdenes! Él no es un intruso, ¡viene conmigo!
-Como ordenéis, mi Reina.
Al terminar de hablar, la rama deposita delicadamente a Calen delicadamente en el suelo, a mis pies.
Dificultosamente, Calen respira libre de nuevo. Sin perder de vista la rama, me agacho a devolver la espada de Calen a su sitio, y a ayudar a su dueño a incorporarse.
-Este hombre y yo vamos a irnos. Te prohíbo a ti, y a todo ser vivo de este Bosque, que nos sigáis.
-Como desees, mi Reina.
La rama se queda muerta en el suelo, y la que asomaba por la ventana, retrocede. Agarro fuertemente a Calen por la cintura, ayudándole a andar. Recupero uno de los candelabros y me encamino hacia la entrada del pasadizo. Sólo cuando la he cerrado a mis espaldas, respiro aliviada.
-Calen, ¿estás bien?
La herida de su espalda parece que se ha cerrado, y donde debería manar sangre ha aparecido una horrible costra verde. Calen está muy pálido, mortalmente pálido. Los ojos los tiene muy abiertos, en blanco. Las manos, muy frías.
-La sangre por la sangre. La sangre por la sangre-no deja de repetir.
Todo él está helado. La frente le suda mucho, y le arde. Y los miembros parece que se le comienzan a agarrotar. Peor lo que más me inquieta es lo que no deja de repetir:
-La sangre por la sangre. La sangre por la sangre.
Tal y como me lo describió Eiris.
Según ella, las personas a las que les ocurrió lo mismo que a Calen, murieron. Pero, no. ¡No! ¡No voy a permitir que muera! ¡No puede morir! Lo llevaré de vuelta al castillo y allí le curarán. Allí se pondrá bien. Y cuando se cure, podré abrazarlo y darle las gracias por estar siempre a mi lado. Y todo volverá a ser como antes. Pero primero debo volver al castillo. Y el camino es larguísimo. “Debéis de tener un mínimo de tres horas de camino hasta el castillo”, dijo Eiris. Quizá más, en el estado en que se encuentra Calen. Pero no debo rendirme ni desfallecer. Calen no lo haría.
-Vamos Calen, vamos-le apremio.
Con el candelabro en una mano, el Diario en la otra, y con un brazo rodeando la cintura de Calen y pasando el suyo por mis hombros, me dispongo a recorrer el largo camino de vuelta al castillo. Por suerte Calen no perderá más sangre. Esa horrible costra se lo impide. Omitiendo las palabras de locura de Calen, recorro el pasadizo.



-¡Eiris! ¡Eiris! ¡Ven aquí, rápido!
-¿Qué ocurre Deyanira?
Eiris se queda horrorizada al ver a Calen. Se lleva las manos a la boca con terror y abre mucho los ojos, temblando.
-¿Qué ha pasado Yeny? ¡¿Qué ha pasado?!
-El Bosque Eir-intento explicarle al borde del llanto-. El Bosque. Yo estaba cogiendo el Diario, y cuando me di la vuelta, una rama lo tenía agarrado...
-Tenemos que llevárnoslo de aquí. Tenemos que llevarlo de vuelta a su habitación.
-Sí, sí-asiento-, llévatelo. Que lo vea un médico. Inmediatamente.
-¿Tú no vienes?
-Yo...yo...no puedo-contesto derrumbándome sobre el suelo.
-Esto es el colmo. ¡Tú le has hecho esto! ¡Por tu culpa está así! ¡Por culpa de tu atolondramiento y tu irresponsabilidad! ¿Y ahora pretendes desentenderte? ¿Desembarazarte de esto?
-Yo...yo...lo siento. Pero no...no...no puedo...no puedo...
-Si muere, será sólo culpa tuya.
-Lo sé...
Cuando yo caigo llorando desesperada sobre el suelo, Eiris se lleva a Calen. Y allí me quedo yo, llorando, llorando y llorando desconsolada. Desesperada. Derrumbada. Si él muere, si él muere...
Mis nervios se disparan. Mi mente se nubla. Y no puedo seguir pensando. De repente todo se vuelve negro.


Despierto en la cama. Tengo el camisón puesto, estoy arropada y tengo la frente caliente a causa de un paño que me han puesto sobre ella. Alguien me sujeta la muñeca. Huele a lavanda.
-No os levantéis aún niña. Estáis muy débil-dice quien me sujeta la muñeca.
-¿Quién...? ¿Qué...?-intento incorporarme, pero esa persona me lo impide.
-No os levantéis aún niña. Tenéis el pulso muy débil todavía.
-¿Qué me ha pasado? ¿Qué hago aquí?
-Vuestros nervios se dispararon-me explica acercándome un vaso con un líquido humeante-, y vos os desmayasteis. Bebed esto, os calmará.
El líquido tiene un regusto amargo, y un olor muy fuerte.
-¿Qué es?-pregunto.
-Valeriana. Y tila. Bebed.
Lentamente, termino el contenido del vaso. No recordaba que la valeriana supiera tan amarga. Aunque también es cierto que cuando la he tomado, lo he hecho en pastillas. Y nunca mezclada con tila.
-Muy bien pequeña. Ahora descansad un rato. Recuperad fuerzas-dice retirándome el paño de la cara.
-¿Qué hora es?-la habitación está demasiado oscura como para ser de día.
-Las 5 de la mañana, mi niña. Ahora dormid. Cuando despertéis os sentiréis mejor.
Estoy cansada. Muy, muy cansada. Será cosa de la infusión. Cierro los ojos, y me quedo completamente dormida.



-¿Cómo puedes hacerme esto a mí, Hermano? ¡¿Y a tu hija?!
-No me has dejado otra opción, Hiria. ¡Tú nunca debiste ser nombrada reina! Y jamás hubieras abandonado el trono.
-¡Fui yo quien nos sacó de la montaña! ¡Fui yo quien pactó con el Bosque! ¿Crees que matándonos a las dos lo tendrás? Él jamás te obedecerá, jamás serás su rey.
-Eso ya lo veremos, Hiria.
-Mi conjuro está lanzado. Y tú...no portas...mi sangre...

La potente voz de Perin, discutiendo con el médico en mi cuarto, me saca de mi sueño.
-No lo entiendes, Ashreln, ¡¡ella es nuestra única esperanza!!
-Lord Perin, por favor, bajad la voz. La joven podría volver a ponerse nerviosa.
-¿Qué es lo que ocurre?-pregunto.
-Salid de aquí, Ashreln. Tengo que hablar a solas con ella.
-Lord Perin, me temo que no esté en condiciones de hablar con nadie...
-¡Que salgáis de aquí Ashreln!
-Dejadnos solos, por favor-pido al tal Ashreln.
-Niña, no estáis en condiciones de hablar con nadie.
-Os aseguro que me encuentro mucho mejor. Además, estoy convencida de que Lord Perin no me apartaría de vuestros cuidados si no fuera por un asunto realmente importante.
-Así es-corrobora Perin.
Ashreln Me lanza una mirada medio escéptica, medio preocupada, y luego mira Perin con cierta desconfianza.
-¿Cómo está Su Majestad?-le pregunta.
Perin le responde demasiado bajo. No oigo lo que le dice. Cabizbajo, Ashreln abandona mi habitación.
-¿Qué es lo que realmente ha ocurrido niña?-pregunta Perin-.Porque no me creo que el que tú y Calen os pongáis enfermos a la vez y a horas similares sea una mera coincidencia.
Yo no se por dónde empezar a explicarle.
-Es una historia larguísima Perin.
-Pues ya podéis empezar a contármela, porque es muy probable que de ello dependa la vida del rey.
Lo que me temía. Calen no tiene cura. Calen se muere. Y todo por mi culpa. Si no lo hubiera llevado al castillo. Si no hubiera sido tan escéptica con lo del Bosque asesino. Si hubiera reaccionado antes, si hubiera sido más responsable, si hubiera... ¡Oh, Calen, Calen! Cuantísimo lo siento. Debería ser yo la que estuviera agonizando, no tú.
Le cuento todo a Perin. La búsqueda del Diario, cómo encontramos el pasadizo, lo que pasó en la habitación de Hiria...omitiendo deliberadamente, por supuesto, que me infiltré en la habitación de Calen. Bastante psicópata me debe considerar ya...
-¿Cómo pudo atacaros el Bosque en un sitio cerrado?
-Fue culpa mía. El Bosque me llamaba, me atraía hacia él. Me dejó en trance, y debí de abrir la ventana. Calen fue a cerrarla, una rama se coló por ella...y lo atacó. Yo ni siquiera me di cuenta, estaba embelesada con el hallazgo del Diario. Cuando me volví, encontré a Calen amordazado por la rama. Le estaba chupando la sangre por la nuca.
-¿Y cómo escapasteis?
-La rama me preguntó qué debía hacer con él. Le ordené que lo soltara y nos dejará marchar.
-¿Y la rama os hizo caso? ¿Por qué?
-Porque me debe obediencia. Me reconoce como su Dama...y su reina. Mis poderes son esos, controlar todo el Bosque.
-¿Podéis controlarlo todo de él?
-No lo sé. Esperaba que el Diario me respondiera a eso.
-¿Dónde lo tenéis?
Pues ahora mismo no lo sé. Recuerdo que lo tenía conmigo al salir del pasadizo. Pero no sé qué fue de él entonces. Echo un vistazo a la habitación y lo localizo sobre el comodín. Lo señalo con el dedo:
-Ahí. Cogedlo.
Perin lo coge con extrañeza y me lo tiende, pero yo niego con la mano, indicándole que se lo quede.
-Podéis examinarlo...
Perin revisa las páginas, escéptico. Poco a poco, su cara adquiere una expresión de absoluta perplejidad.
-No es posible...-musita-Está fechado en... y escrito por... ¿Cuánto tardaréis en leéroslo entero?
-No lo sé, puede que un par de días. Una semana a lo sumo. No es excesivamente largo, pero debo leerlo con cuidado.
-Para entonces será demasiado tarde-espeta Perin sacudiendo la cabeza-. No tenemos tanto tiempo.
Temo hacer esta pregunta, porque estoy demasiado segura de saber la respuesta.
-El Rey se muere. Los médicos dicen que no llegará a ver el próximo atardecer.
Y aquí es cuando yo me echo a llorar de nuevo. Cuando los recuerdos se me amontonan en la cabeza y las certezas nublan mi mente.
Perin se sienta en la cama y me tiende su pañuelo. Yo me enjuago las lágrimas y me sueno la nariz. Pero aún así no dejo de llorar.
-¿Cómo es posible que Calen vaya a morir, Perin? ¿Es que los médicos no saben qué le pasa?
-Al contrario, saben muy bien lo que le ocurre: fue envenenado. Esa rama que lo atacó, debió de envenenarle. Pero los médicos no conocen ninguna cura para ese veneno, y no han logrado tampoco desarrollar un antídoto eficaz. Ya lo han intentado. Además, ese veneno le ha dañado los órganos vitales. El esfuerzo que ambos hicisteis para llegar hasta aquí hizo que se le extendiera más rápido.
-Perin tiene que haber algo que se pueda hacer...-No puede morir. Calen no puede morir...
-Esperaba que tú pudieras hacer algo, jovencita. Pero dado el estado en que te encontraron...no podemos arriesgarnos a que sufras otro ataque. El reino será capaz de encontrar a otro monarca, pero dudo mucho que sea capaz de encontrar otra Dama.
-Perin, puedo hacerlo. Estoy perfectamente bien. Esa infusión que me dio el médico me ha sentado de maravilla.
No puedo quedarme aquí de brazos cruzados mientras mi Calen está a punto de encontrarse cara a cara con la Parca. Tengo que ir con él, tengo que pedirle que no se vaya, tengo que...tengo que...¡tengo que decirle que yo también le quiero!
-Niña, se os dispararon los nervios, sufristeis un ataque de ansiedad, ello hizo que hiperventilárais, os acabasteis ahogando y os desmayasteis. No creo que esté bien que veáis a Calen en su estado y en le vuestro.
-Pero Perin, ¿y si puedo curar a Calen?
Esta es la última baza que puedo jugar.
-¿Sabéis como curarlo?-pregunta esperanzado.
-Puedo intentarlo, ¿no? Mi Bosque, mi veneno.
No tengo idea de qué es lo que puedo hacer, pero necesito ver a Calen. ¡Necesito estar con él! Y es lo que he dicho, “Mi Bosque, mi veneno”. Tal vez así pueda curarlo.
-No creo que sea una buena idea.
-Perin, por favor-le suplico-. Has venido hasta aquí esperando que yo pueda hacer algo con Calen. Te estoy diciendo que creo que puedo. ¿Por qué te lo piensas tanto? ¡No hay tiempo!
Perin me mira dubitativo. Este hombre piensa demasiado, y demasiado lento. ¿A qué ha venido sino a que yo le diga lo que acabo de confirmar?
-No puedo haceros cambiar de idea, ¿verdad?-pregunta.
-No-respondo con rotundidad.
Resoplando, me ayuda a incorporarme y a salir de la cama.
-¿Vais a ir así vestida?
Mi respuesta es una mirada tan fulminante que, por primera vez, quien tiene miedo del otro, es él.
-De acuerdo, no es momento para pensar en las formas-asiente-. ¿Podéis andar?
-Sí, perfectamente.
-Cogeos de mi brazo, de todas formas-ofrece tendiéndome su brazo, lo que no rechazo.
Y así, en camisón cogida del brazo de Perin, me encamino de nuevo hacia la habitación de Calen. Por un lado, mi mente no desea que vaya hasta allí. Sé bien lo que me espera. Por el otro, mi corazón me pide a gritos que vaya. Se lo debo. ¿A quién debo hacer caso? Perin me guía por los pasillos. Yo le sigo como una autómata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario